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veces en sentido contrario á estas dotes y virtudes, hizo nacer y cundir la sospecha y rumor de que los malos espíritus estaban apoderados de su persona. Ya en tiempo del inquisidor general D. Diego Sarmiento Valladares, llegó á tratarse este asunto en el Consejo de la Inquisicion, si bien se sobreseyó pronto en él por falta de pruebas. Pero con la noticia que de correr esta especie por el público tuvo el enfermizo monarca, él mismo consultó en secreto con el inquisidor general Rocaberti á principios de Enero de 1698, encomendándole averiguase lo que hubiera de cierto, ó para buscar el remedio ó para salir del cuidado. Seguia de confesor del rey el padre Fr. Froilan Diaz, varon de tanta piedad como candidez, á quien logró Rocaberti persuadir á que le ayudara en sus investigaciones sobre los hechizos del rey. No atañe á mi propósito de narrador esclusivo de las cosas de Avila hacer la historia de este suceso, de la correspondencia entablada al efecto con el vicario de las monjas de Cangas, en Asturias, con motivo de las energúmenas que habia en el convento, y de los conjuros con que el vicario las trataba, de los sufrimientos del rey, de las revelaciones de unos endemoniados de Viena, sobre este extraño y peregrino asunto, de la venida á Madrid de un exorcista aleman para conjurar á D. Cárlos, ni de otros muchos y graves incidentes que ocurrieron. Sucedió á Rocaberti como inquisidor general el cardenal Córdoba; su repentina muerte causó el sucesivo nombramiento del obispo de Segorbe, el cual delató á la Inquisicion al confesor Fr. Froi

lan Diaz, quien fué exonerado de los cargos de confesor del rey y de ministro del mismo Consejo de Inquisicion (1). Abrióse contra él un delicado proceso sobre los hechizos, que duró algunos años, pero como el término que tuvo acaeció ya en el reinado de D. Felipe v, resultando del fallo la más completa inocencia del padre Froilan, pudo presentarle y le presentó para obispo de la Iglesia de Avila, suceso que ya corresponde á nuestra Historia, y para cuando llegue tal oportunidad reservamos dar mayores noticias de este personaje de tan distintas maneras juzgado.

Dos matrimonios habia contraido nuestro monarca, el primero con Doña María Luisa de Borbon, primogénita del duque de Orleans y sobrina del poderoso Luis XIV, el segundo con Doña María Ana de Neoburg, hija del conde elector palatino del Rhin. Ni de una ni de otra señora tenia sucesion, siendo ya pocas ó ningunas las esperanzas de alcanzarla, considerada su siempre delicada y cada dia más decadente salud. Y vió con gran pena el desventurado Cárlos que varios potentados de Euro`pa previniéndose ya para el caso de su fallecimiento, estipulaban tratados y convenios secretos una vez y otra repartiendo entre sí ó adjudicando á sus familias los extensos dominios españoles. El rey habia protestado con justa indignacion tan prematuros acuerdos, cuando aún no habia declarado su última voluntad. Para obrar con el posible acierto, consul

(1) Extracto de la Historia ge- bru v, capítulo 13.

neral de Lafuente, parte II, li

á

tó negocio tan grave con el pontífice Inocencio XII y con una junta de calificados ministros españoles, y pesar de que algunos le contradijeron, el dictámen que prevaleció fué, que el derecho de sucesion á la corona de España pertenecia á Felipe, duque de Anjou, hijo segundo del delfin, como nieto de Doña María Teresa de Austria, hermana mayor de Cárlos II, y segun las leyes de estos reinos legítima heredera de la corona, con preferencia á Doña Margarita, hermana menor del rey, que estuvo casada con el emperador Leopoldo, y abuela del difunto príncipe elector de Baviera. Pretendia heredar los derechos de este príncipe el mismo emperador y traspasarlos á su hijo segundo, el archiduque Cárlos, dando por razon que no debia atenderse á la primogenitura de la reina de Francia Doña María Teresa, madre del delfin, porque para contraer su matrimonio con Luis XIV habia hecho solemne renuncia del trono de España. El monarca francés replicaba á su vez que aquella renuncia se habia hecho única y exclusivamente con el fin de que nunca se reuniesen en un mismo soberano las coronas de Francia y España, y que habia cesado este peligro habiendo dejado la reina dos nietos, de los cuales el uno podia reinar en Francia y el otro en España.

Convencido, pues, de esta razon Cárlos II, y sacrificando á ella el afecto de familia que naturalmen te le ligaba más á la casa de Austria de que descendia, otorgó su testamento en Octubre del año 1700, declarando por sucesor en toda la monarquía española, á Felipe de Borbon, duque de Anjou, y

murió al mes siguiente, dejando encomendada la gobernacion del reino, hasta la llegada de su sucesor, á una numerosa junta, presidida por la reina y compuesta de varios prelados, ministros y magnates (1).

(1) El señor D. Modesto Lafuen- te m, libro v, capítulos 12 y 14. te, Historia general de España, par

CAPITULO XXVII.

Del reinado de Felipe v. Notables sucesos del episcopado abulense; reformas importantes en todos los ramos de la administracion pública, adoptadas para Avila.

Con la muerte del segundo Cárlos, acabó en España la dinastía austriaca que comenzó en el primero, y que duró por espacio de casi dos siglos, y bien puede decirse que si no acaba tambien, por lo ménos pierde mucho en su importancia la notable Historia de Avila, su Provincia y Obispado por causas de bien distinta naturaleza, unas locales, otras generales. Las locales consisten principalmente en que hasta esta época alcanzan y no más las crónicas, las leyendas y los manuscritos importantes que la patriótica y prudente antigüedad avilesa legó á nuestra generacion.

El conciso y puntual epílogo que nos dejó el cronista Gonzalo de Ayora, que él mismo tituló Muchas historias dignas de ser sabidas, que estaban ocultas, pertenecientes à Avila, impreso en Sa

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