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Avila perteneció á la tercera, y así siguió desde su ereccion hasta que por las acertadas alteraciones ulteriormente establecidas desde el decreto del señor D. Cárlos II de 1785 hasta el de 1834, dictado ya en el reinado de la señora Doña Isabel II, se fijaron sus actuales límites en los términos que con toda extension quedan ya extractados en nuestro tomo primero.

Tambien deben á Felipe v nuestra Ciudad y Provincia la institucion de su regimiento provincial. De las antiguas huestes valerosas que de todas las partes del reino asistieron á la memorable conquista de Granada, postrer abrigo á que se recogió el agonizante poder agareno, procedió una nueva organizacion militar. Formaban gran parte de aquel ejército vencedor las fuerzas armadas que las ciudades y grandes poblaciones habian enviado á la guerra y que bajo sus respectivos pendones y jefes naturales de cada país contribuyeron en gran manera al feliz éxito de tan gloriosa campaña. Establecida ya la paz en toda la Península, dispusieron los Reyes Católicos que estas aguerridas milicias se retirasen á descansar de las fatigas de diez años y se constituyesen en compañías sueltas, al mando de sus respectivos cabos, llevando cada una el nombre de la ciudad ó comarca de que procedian, y así se conservaron haciendo las numerosas campañas que se vieron obligados á sostener todos los reyes de la dinastía austriaca, y una de estas compañías era la de la tierra de Avila. Ya en la guerra de Sucesion las agrupó el jóven Felipe v, constituyendo con ellas verdaderos regimientos. Pero llegó el año de 1734, época en que quiso

reorganizar la milicia sedentaria ó de reserva propia de cada provincia, y se crearon treinta y tres regimientos que despues se elevaron hasta cuarenta y dos, por su hijo D. Cárlos I en 1776, y uno de estos cuerpos, ya verdaderamente provinciales, fué tambien el de Avila. Formáronse todos los del reino de la juventud honrada, laboriosa, más selecta y morigerada de sus poblaciones. Como producto á la vez que signo indicante del sentimiento monárquico en toda su pureza, procedia su oficialidad compuesta á la vez de los hijos de distinguidas familias de la Provincia, vistiendo su honroso uniforme muchos individuos de ella, más por la gloria de ceñirse la espada que heredaron de sus ascendientes que como principio de una constante carrera, y como resultado de la influencia de los principios gerárquicos que profesaban, y de los nobiliarios que generalmente habian heredado, fué su constante divisa el honor, la virtud y la fidelidad. De las reformas, mejoras y vicisitudes que han tenido los regimientos provinciales, y por consiguiente el que llevó el nombre de nuestra Ciudad, tendremos ocasion de hablar en los siguientes reinados.

Dos veces se casó Felipe v, la primera, ya indicada, con Doña María Luisa de la casa de Saboya, de cuyo matrimonio tuvieron al malogrado D. Luis I y á D. Fernando vi, que á la muerte de su padre ocupó el trono de España. Celebró el segundo con Doña Isabel Farnesio, hija del duque de Parma, siendo fruto de esta union el nacimiento de D. Cárlos, D. Felipe y D. Luis, y ántes de que por el falle

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cimiento del D. Fernando se ciñese la corona Don Cárlos III de su nombre, tuvo su padre la satisfaccion de verle rey de Nápoles; pero no adelantemos los tiempos. Largo fué el reinado del que comenzó apellidándosele con justo merecimiento Felipe el Animoso, pero que muchos años ántes de que falleciese pudo llamársele ya con no ménos razon el Melancólico. Sin embargo, Avila, como todas las provincias del reino, le es deudora de la más patriótica gratitud, porque al comparar su feliz situacion á mediados del siglo XVIII con la lamentable y angustiosa que sufria á la muerte del desdichado Cárlos II al finalizar el xvii no puede ménos de bendecirse eternamente por todos los Avileses el reinado de Felipe v, que no pudiendo resistir á una fuerte apoplegia, murió en Madrid en el palacio del Buen Retiro en 9 de Julio de 1746, á los sesenta y tres años de edad y cuarenta y seis de su importante y complicadísimo reinado.

CAPITULO XXVIII.

Reinados de Fernando vi y Cárlos : Episcopado abulense: Escuela militar y gran construccion de la fábrica de algodones en Avila.

El más feliz y venturoso entre cuantos registra la historia, debe de calificarse el reinado de D. Fernando vi, que príncipe ya verdaderamente español, como nacido y criado en estos reinos, casado con doña Bárbara de Braganza, princesa del Brasil, hijo único del primer matrimonio de D. Felipe v, por haber fallecido muy jóven el primogénito que con el nombre de D. Luis I sostuvo pocos meses en sus sienes la rica corona que en ambos mundos esplendia, y cuando ya frisaba en los treinta y cuatro años, heredó el trono que segunda vez dejó vacante su padre, empuñando por trece años el cetro de las Españas. Príncipe por carácter muy amante de la paz, sucedió á su progenitor cuando todavía las armas españolas estaban comprometidas en la guerra de Italia contra Piamonteses y Austriacos; pero á los

dos años la obtuvo completa por el tratado de Aquisgran ó de Aix-la-Chapelle en 1748, y apenas empezó España á descansar de tantas turbaciones y á repararse de tantas calamidades como sufrió durante el larguísimo período en que reinó el fundador de la nueva dinastía borbónica, si bien mejorando simultáneamente y en gran manera las fuerzas sociales, casi extinguidas á la muerte de Cárlos II, el pacífico D. Fernando convirtió toda su atencion con constante asiduidad á fomentar la agricultura y la ganadería, bases perennes de la riqueza de la patria, á restablecer el comercio, á aumentar la marina real en proteccion de la mercante y en defensa de las inmensas costas que en ambos hemisferios habia que guardar, á protejer los artefactos de la industria, á emprender la construccion de grandes caminos y canales, á promover el desarrollo de las bellas artes Ꭹ cultivo de las letras, en fin, á consagrarse con afan á todas las tareas propias de su celo reparador y paternal.

el

La primera carretera general de España, que partiendo de Madrid hasta los confines de la Península se construyó de órden del señor D. Fernando vi, es la que atravesando las sierras de Guadarrama, linde de ambas Castillas, se divide dentro de la tierra llana de Avila en dos líneas, dirigiéndose la una por el Norte hasta los límites de las provincias de Palencia y Búrgos, para poner en comunicacion las de Santander y las Vascongadas, la otra al Oeste, que marchando por las tierras de Leon conduce hasta las costas de Astúrias y Galicia.

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