Hechas á bien tamaño, Podrán vivir de sombras, y de engaño? Ay! levantad los ojos A aquesta celestial eterna esfera; De aquesta lisongera Vida, con quanto teme, y quanto espera. Es mas que un breve punto El baxo y torpe suelo, comparado Con ese gran trasunto, Dó vive mejorado Lo que es, lo que será, lo que ha pasado? Quien mira el gran concierto De aquestos resplandores eternales, Su movimiento cierto, Sus pasos desiguales, Y en proporcion concorde tan iguales: La luna como mueve La plateada rueda, y vá empos della La luz dó el saber llueve, Y la graciosa estrella De amor la sigue reluciente, y bella: Prosigue el sanguinoso Marte airado, De bienes mil cercado, Serena el Cielo con su rayo armado. Rodease en la cumbre Saturno padre de los siglos de oro : Tras él la muchedumbre Su luz va repartiéndo, y su tesoro : Quien es el que esto mira, Y precia la baxeza de la Tierra, Y no gime, y suspira, Y rompe lo que encierra El Alma, y destos bienes la destierra? Aquí vive el contento, Aquí reyna la paz, aquí asentado Está el amor sagrado, De glorias, y deleites rodeado. Inmensa hermosura Aquí se muestra todo, y resplandece Clarísima luz, pura, Que jamas anochece; Eterna primavera aquí florece. O campos verdaderos, O prados con verdad frescos, y amenos, Riquísimos mineros, O deleitosos senos, Aquestos valles de mil bienes llenos! od a. La vida del cielo. Alma region luciente, Prado de bienandanza, que ni al hielo, Ni con el rayó ardiente Fallece, fertil suelo, Producidor eterno de consuelo. De purpura y de nieve Florida la cabeza coronado, El buen pastor en ti su hato amado. Con flor que siempre nace, Y quanto mas se e goza, mas renace. Y dentro à la montaña Del alto bien las guia, y en la vena Del gozo fiel las baña, Y les da meşa llena, Pastor y pasto el solo y suerte buena. Y de su esfera quando A cumbre toca altisimo subido El sol, el sesteando, De su hato ceñido, Con dulce son deleyta el santo oido. Toca el rabel sonoro, Y el inmortal dulzor al alma pasa, Con que envilece el oro, Y ardiendo se traspasa, Y lanza en aquel bien libre de tasa. En mi sentido, y fuera De si el alma pusiese, O toda en ti, ó Amor, la convirtiese. Conoceria, donde Sesteas dulce esposo, y desatada Desta prision, adonde Viviré junta, sin vagar errada. Don Francisco de Quevedo-Villegas. Cancio n. En muerte del caballero Don Luis de Carillo y Sotomayor. Miré ligera nave Que con alas de lino en presto vuelo Por el ayre süave Iba segura del rigor del cielo, Y de tormenta grave. En los golfos del mar el sol nadaba, Y ella preñada de riquezas sumas, Les argentaba de espumas: Quando en furor iguales En sus velas los vientos se entregáron, Y dando en un baxío Sus leños desató su mismo brio, Que de escarmientos todo el mar pobláron, Rotas xarcias, parleras de su historia. En un hermoso prado Verde laurel reynaba presumido, De paxaros poblado, Que cantando robaban el sentido. De verse con su adorno tan galana Y en aura blanda la adulaba el viento: Hurtó en breve momento Y arrojando del seno un duro rayo Y juntamente derribó con ella Toda la gala, primavera, y mayo. Quedó el suelo de verde honor robado, Y vió en cenizas su soberbia el prado. Ví con prodiga vena De parlero cristal un arroyuelo, Jugando con la arena, Y enamorando de su risa al cielo, A la márgen amena, Una vez murmurando, otra corriendo, Estaba entretenido. Espejo guarnecido de esmeralda Me pareció al miralle Del prado la guirnalda. Mas abrióse en el valle Una envidiosa cueva de repente: Enmudeció el arroyo, Creció la obscuridad del negro hoyo, |