Imágenes de páginas
PDF
EPUB

sucesion tuvieron influjo alguno para que se alterase su tranquilidad interior, ni intentase separarse de la metrópoli: la gloriosa guerra de la independencia uo fué tampoco bastante para determinarla à la separacion; nos socorrieron con sus caudales, y sea dicho en alabanza y loor de la América, el principio de su disidencia tuvo un orígen noble y enteramente parecido al que impulso á la España a defenderse contra una irrupcion enemiga. Invadida la Andalucía en 1810, ocupadas las más de nuestras provincias, dispersado su gobierno, y casi desehechos sus ejércitos, se tuvo por decidida la suerte de la España é inevitable ya su ruina. Difícil era por cierto persuadirse que de una extremidad aislada de la península debiera la nacion renacer otra vez de nuevo, no solo independiente, sino tambien regenerada y libre: los americanos desconfiando de sus jefes, temieron que como europeos, no quisiesen seguir la suerte de España, cualquiera que fuese, se decidieron, pues, á no sufrir yugo extranjero y prefirieron separarse de la península, al desdoro de obedecer las órdenes de un invasor injusto: tal fue el noble principio de las turbulencias de América y si alguno de sus caudillos tuvo motivos ménos puros, se vió precisado á disimu. larlos y encubrirlos con pretexto de una causa tan justa y digna.

Habiendo las armas españolas, en union con las aliadas, rechazado y acosado al enemigo por todas partes y héchole evacuar la península, en tan feliz estado de cosas todo anunciaba una próxima reconciliacion con las provincias disidentes de Ultramar: mas todas las esperanzas de los buenos se desvanecieron con el aciago decreto de 4 de Mayo, y el sistema atroz que se siguió dispues. La guerra continuó en muchas partes, y las pasiones se irritaron más y más, llegando a ser muy difícil la conclusion de tan fatales desa venenciasSin embargo, la Nueva España, ó por mejor decir, toda la América septen. trional española, sosegada ya casi del todo en aquella época, puso término á guerra tan devastadora, habiéndose una parte considerable del Perú mantenido constantemente unida à la España, como lo ha estado Cuba y las demàs islas. Así al paso que Tierra Firmé, Buenos Aires y Chile, presentaban el triste espectáculo de que se derramase sangre españcia y americona, por las mismas manos que tenian interés en conservarla, la parte más importante de la América española estaba libre de tanta desolacion. Mas esta tranquilidad no basta; aunque se extendiera á toda la América y fuese más duradera, no es suficiente á satisfacer á los amantes de la humanidad. Es menester que la América afirme de un modo estable su felicidad, y que en vez de perjudicar á la Europa, coadyuve á ella más eficazmente. Las Cortes españolas, elevándose sobre las preocupaciones de unos y las pasiones de otros, deben tomar providencias sabias que las hagan dignas èmulas de aquellas otras, que sobre una roca y bajo el tiro del cañon enemigo, dictaron leyes respetadas hoy y

obedecidas, por tantas y tan lejanas provincias. La comisioe, persuadida de esta verdad, discutió en varias conferencias las cuestiones que le parecieron más propias para conseguir el gran fin que todos nos proponemos, la examinó en union con los ministros de S. M., los cuales al principio convinieron enteramente con los dictámenes que en general se sostuvieron: circunstancias particulares les han obligado á suspender en alguna manera su juicio, creyendo que la opinion no se hallaba preparada para una resolucion definitiva. En este conflicto la comision nada puede proponer a las Cortes, porque tocando al gobierno decidir la cuestion de hecho, esto es, la de la conveniencia y necesidad de adoptar ciertos medios, no creyendo éste que sea llegado el momento, la comision no puede hacer otra cosa que limitarse á excitar el celo de los ministros, á fin de que acelereu tan deseado momento. Así lo reclama la justicia, lo reclama tambien la suerte incierta y precaria de tantos españoles europeos establecidos en aquellas regioncs; lo reclaman los americanos; las diversas castas que han sostenido esforzadamente la causa de la metrépoli; lo reclaman, en fin, la América y la verdadera felicidad de la península. La de aquella consiste en una paz sólida, manantial de su prosperidad futura, y la de ésta en no verse entorpecida à cada paso y distraida en sus deliberaciones, con la atencion que requiere la triste situacion de provincias tan remotas. Las luces del siglo y una política ilustrada, deberán guiar al gobierno en resolu cion tan gloriosa y nueva. La comision ocupada de la grandeza del asunto, y convencida de que su decision influirá tal vez en la suerte del universo, quisiera poder comunicar à todos los españoles esta su íntima conviccion, para que contribuyesen por su parte al feliz éxito de tamaña empesa. La España conseguiria ventajas que de otro modo nunca alcanzará, y los vínculos de parentesco y religion, con las relaciones de comercio y las que dan instituciones libres, serian la prenda más segura de nuestra armonía y estrecha union. La comision, pues, no pudiendo terminar por si cosa algura, se ciñe á proponer que se excite el celo del gobierno, á fin de que presente á la deliberacion de las Cortes con la mayor brevedad, las medidas fundamentales que crea convenientes, así para la pacificacion justa y completa de las provincias disidentes de América, como igualmente para asegurar á todas ellas el goce de una firme y sólida felicidad.-Madrid y Junio 24 de 1821.

DOCUMENTO NUM. 19.

LIB. 2° CAP. 6°

Exposicion presentada á las Cortes por los diputados de ultramar en la sesion de 25 de Junio de 1821, sobre el estado actual de las provincias de que eran representantes, y medios convenientes para su definitiva pacificacion; redactada por encargo de los mismos diputados por D. Lúcas Alaman y D. José Mariano de Michelena.

Los diputados de las provincias de ultramar han visto con el mayor dolor desvanecerse las halagüeñas esperanzas que sobre la suerte futura de las provincias que representan, les habia hecho concebir la indicacion del señor conde de Toreno, que las Cortes tuvieron á bien aprobar. Del dictámen que se ha leido ayer de la comision especial que con este motivo se formó, se concluye únicamente que las circunstancias de la América son las más críticas, y que ha llegado el caso de tomar medidas que, saliendo del órden regular, puedan curar los graves males que ahora se sufren, y precaver los males aun mayores que amenazan. Bien persuadidos de esta verdad los diputados de ultramar, crerian faltar à la confianza que en ellos depositaron sus comitentes, y á las obligaciones sagradas que les impone su honor y su conciencia, si dejasen pasar los pocos dias que restan de la presente legislatura, sin instruir al congreso del estado de las provincias que tienen el honor de representar, y proponerle las únicas medidas capaces de restablecer la tranquilidad y asegurar la conservacion y bienestar de aquella grande é interesante parte de la monarquía, manteniendo la integridad de esta.

No renovaremos ahora la memoria de las causas, principio y progreso de una guerra que de once años á esta parte devasta aquellos hermosos países; pero diremos sí, que despues de tantos y tan costosos esfuerzos hechos por el gobierno para mantener aquellas regiones bajo la dependencia, despues de tanta sangre y desolacion, nada se ha logrado. Buenos Aires, Chile, Santa Fè y una gran parte de Venezuela están emancipados de hecho; el Perú invadido; Quito turbado; y una nueva revolucion de un carácter mucho más temible que la anterior, ha estallado ultimamente en México. Es, pues, cierto que los medios de violencia de que hasta ahora se ha hecho uso, no han producido el efecto deseado, y lo es tambien que aun cuando fuese posible continuarlos, tampoco lo producirian. Dese por supuesto que se lograse la pacificacion absolu a de todo el vasto continente de la América, si no se extingue el motivo del descontento, éste se mostrará siempre que encuentre ocasion; una conspiracion sucederá á otra, nunca habrá verdadera tranquilidad, y los

tesoros de la nacion deberán emplearse todos en mantener ejércitos numero sos, única garantía de esa paz forzada y efímera. Muy lejos de nosotros la idea inmoral é irreligiosa de dejar consumir a nuestros hermanos con sus discordias, de fomentar éstas, y de esperar se semetan á fuerza de ruinas. La nacion entera está obligada á la conservacion y felicidad de su mayoría; protejerla y llevarla á efecto es su primera obligacion, la del congreso que la representa y del gobierno que la rige. Nos toca, pues, solamente, como testigos de los sucesos, presentar á su exàmen los obstáculos que se oponen á que la disfrute.

Ninguno parece que debiera encontrarse despues de restablecido tan glorio samente en las Españas el régimen constitucional. Este asegura la felicidad de la península como de las provincias de ultramar; nada parece que queda que desear á éstas: sin embargo, el efecto prueba que no solo no se han pacificado las que estaban con las armas en la mano, sino que aun se han armado las que se tenian ya por tranquilas. ¿Qué desean pues? Nosotros lo diremos, señor: desean esa misma Constitucion que debe hacerlas felices, pero que en el estado actual de cosas consideran como una bellísima teoría que solo en la península puede reducirse á pràctica. Los americanos son hombrès libres, son españoles; tienen los mismos derechos que los peninsulares; los conocen y tienen bastantes virtudes y recursos para sostenerlos: ¿cómo, pues, podrá esperarse que prescindan de ellos y que permanezcan en paz sin su posesion? ¿Co mo se podrá exigir que arranquen de su corazon las semillas que han sembrado y propagan con gloria sus padres y sus hermanos, con el estímulo más poderoso que es el ejemplo Proporcionar á los americanos los mismos goces que á los peninsulares para conseguirla, es el único arbitrio que hay para terminar la guerra civil. Y puede esto hacerse por los medios que están en prác tica? Nosotros creemos que no. Es necesario confesar que la Constitucion no puede practicarse en aquellos países, si no se tomau medidas nuevas y eficaces para que los tres poderes puedan obrar en su esfera con la energía y prontitud que exige la necesidad y conveniencia del Estado. Es evidente que una de las principales partes de la armonía y artificio de este código, consiste en la inmediata responsabilidad de los empleados públicos, por los abusos que cometen en el ejercicio de su autoridad; porque es indisputable que teniendo el hombre una tendencia poderosa á sobreponerse á las leyes, necesita un freno continuo que lo tenga reducido á la esfera que estás le trazan. Inútil fué en todos tiempos y en todos los países dar leyes filantrópicas, cuando no se proveia á su observancia por un poder enérgico que velase sobre sus ejecutores. todos los códigos abundaban más o menos de leyes protectoras de la humanidad, y en todas partes se vieron los más horrorosos abusos del poder. Así que, mientras un empleado de cualquiera naturaleza que sea, no tema una inmə

[ocr errors]

diata responsabilidad, cuando se desvio de la senda de la ley, nada se ha hecho en favor de los pobres. ¡Cuánto pudieramos decir sobre este particular! Convencidos per una triste experiencia de lo que hemos visto en las provincias. de América, recordariamos á las Cortes las repetidas quejas que han venido contra los jefes, que no haciendo más caso de la Constitucion que de las leyes de Indias, y que hollaban con el mayor descaro sus principales artículos: llamariamos su atencion sobre el desprecio con que han mirado la division de poderes, la libertad política de la imprenta, el exclusivo derecho de la representacion nacional para la imposicion de contribuciones, el respeto religioso con que debe conservarse el sagrado derecho de la libertad individual, y todas las consecuencias que emanan de estos principios. Estas, señor, no son relaciones de viajero ni declamaciones de políticos exaltados: son los clamores de quince millones de habitantes, que hablan al cuerpo legislativo de las Españas de donde esperan el remedio de sus males: porque en fin, es preciso decirlo francamente, las Américas gimen bajo el enorme peso del despotismo, no ménos ahora que en el sistema anterior; con esta diferencia, que entonces sabian los pueblos que con dormir tranquilamente bajo el mortífero árbol de la arbitrariedad; que con mirarse como un rebaño de ovejas pertenecientes á uno ó muchos propietarios; ó como esclavos que debian obedecer ciegamente á su señor en cuanto les mandase, estaban seguros de los ataques del poder: pero ahora que se les anuncia pomposamente que son libres; que se les insta á que publiquen con franqueza sus pensamientos é ideas, que se les asegura que no serán molestados miéntras no obren contra ley expresa, se dejan arrastrar de estas hermosas apariencias, dando á su génio una parte del vuelo de que es susceptible y al momento cae cobre ellos la hacha del poder. ¿Qué recurso, señor, queda á estas desgraciadas víctimas de su credulidad? ¿Ocurrir á la metrópoli, á dos o tres mil leguas, á quejarse contra el déspota? ¡Triste sobre vano

recurso!

El sistema de elecciones establecido en la Constitucion y la remision bienal de diputados de América á la metrópoli, es otro de los inconvenientes que no podemos dejar de manifestar. Muy cerca de doscientos diputados deberán salir de los diversos puntos de América y venir desde una larga distancia cada dos años á formar un congreso en Madrid. Ocioso es entrar en los pormenores de esta gravosísima peregrinacion; tan impracticable parece a primera vista, que es inútil manifestarlo. Tampoco hablaremos de los enormes gastos que es necsario erogar para verificarla; pero no podemos mènos de hacer presente al congreso algunas reflexiones interesantes. Al tiempo de hacerse las elec

« AnteriorContinuar »