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siempre necesario para dar á luz una obra de tanta conseqüencia, ha sido mayor despues que el supremo Consejo de Castilla se sirvió ordenar que ademas del sabio teólogo que aprobó esta traduccion, nombrase otro el M. R. Arzobispo de Toledo, con cuyo auxilio cotejase el traductor cuidadosamente esta obra con di cho original, para que no solo en lo sustancial, sino aun en la mas mínima expresion vayan en todo conformes, y se logre que salga esta obra al público perfecta en todas sus partes. Oxalá! que el cuidado puesto en la edicion corresponda á las intenciones del supremo Consejo, y al zelo con que el Excelentísimo señor Arzobispo de Toledo ha encomendado la exâctitud en la correccion. Consta á lo ménos, que el tex→ to latino que publicamos, tiene ménos defectos que el de la edicion de Roma estimada por original, y certificada como tal por el secretario, y notarios del mismo santo Concilio.

Por lo demas no parece se debe advertir á los lectores legos, sino que los decretos pertenecientes á la fe son siempre certísimos, siempre inalterables, siempre verdaderos, é incapaces de mudanza, ó variacion alguna. Pero los decretos de disciplina, ó gobierno exterior, en especial los reglamentos, que miran á tribunales, procesos, apelaciones, y otras circunstancias de esta naturaleza, admiten variacion, como el mismo santo Concilio da á entender. En conseqüencia, no hay que estrañar que no se conforme la práctica en algunos puntos con las disposiciones del Concilio; porque ademas de intervenir autoridad legítima para hacer estas excepciones, la historia eclesiástica comprueba en todos los siglos que los usos loables, y admitidos en unos tiempos, se reprobaron, y prohibieron en otros, y los que

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adoptaron unas provincias, no los recibieron otras.

Para que los lectores tengan presentes los puntos históricos principales, y los motivos que hubo para congregar el Concilio, para disolverlo en dos ocasiones, y para volverlo á continuar hasta finalizarlo; basta por ahora la lectura de las bulas de convocacion de Paulo III. Julio III. y Pio IV. pues consta en ellas así la urgente necesidad de convocarlo, como los obstáculos humanamente insuperables que fué necesario vencer para continuarlo, y conducirlo hasta su fin. Solo me ha parecido conveniente insertar la acta de la abertura: necesaria sin duda para conocer los Legados que presidian, proponian, y preguntaban, y el método, , y solemnidad con que se celebraban las Sesiones. El número, y nombres de los Prelados, Embaxadores, y otros concurrentes, consta de los Apéndices; que se han descargado de muchas noticias pertenecientes á los Padres, y Doctores Españoles, por no permitirlas la magnitud del volumen. Espero no obstante dar noticias mas individuales é importantes de estos sabios y virtuosos héroes, en la Historia del Concilio de Trento, de que tengo trabajada mucha parte; intimamente persuadido á que ningunos sucesos del siglo decimo sexto pueden dar mas alta y noble idea del zelo, entereza, y sabiduría de los Españoles.

EL

EL SACROSANTO,

TECUMENICO

Y GENERAL CONCILIO DE TRENTO

BULLA INDICTIONIS BULA CONVOCATORIA

sacri,œcumenici,et ge neralis Concilii Triden tini, sub Paulo III. Pont. Max.

PAULU

del sagrado, ecuménico y ge-
neral Concilio de Trento
en el Pontificado de
Paulo III.

PAULO OBISPO, siervo de los

AULUS EPISCOPUS, servus servorum Dei: ad siervos de Dios: para perpetua futuram rei memoriam. INI- memoria. CONSIDERANDO ya desTro nostri hujus Pontifi de los principios de este nuestro catus, quem non ob me Pontificado, que no por mérito rita nostra, sed. propter alguno de nuestra parte, sino por suam magnam bonitatem su gran bondad nos confió la proDei omnipotentis provi- videncia de Dios omnipotente ; dentia nobis commisit, cer- en qué tiempos tan revueltos, y nentes jam tum in quas en qué circunstancias tan apreta perturbationes temporum, das de casi todos los negócios, se quotque incommoda re habia elegido nuestra solicitud y Pastoralis solicitudo, et vi- vigilancia Pastoral; deseabamos gilia esset vocata ; cupieba por cierto aplicar remedio á los mus quidem mederi Chris males que tanto tiempo hace han tianæ reipubl. malis, qui- afligido, y casi oprimido la rebus illa jamdudum vexata, pública cristiana mas Nos, poet propemodum oppressa seidos tambien, como hombres, est: sed ipsi etiam, ut ho- de nuestra propia debilidad, commines, (1) circumdati infir- prehendiamos que eran insufimitalejad tantum onus cientes nuestras fuerzas para sostollendum impares vires tener tan grave peso. Pues comb

rum ferè omnium nostra

1

ností.

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(1) Hebr. c. 5.

(1)

que

entendiesemos que se necesitaba de paz, para libertar y conservar la república de tantos peligros como la amenazaban; hallamos por el contrario, que todo estaba lleno de odios y disensiones, y en especial, opuestos entre sí aquellos Príncipes á quienes Dios ha encomendado casi todo el gobierno de las cosas. Porque teniendo por necesario fuese Jeann.c.10. uno solo el redil, y uno solo el pastor de la grey del Señor, para mantener la unidad de la religion cristiana, y para confirmar entre los hombres la esperanza de los bienes celestiales ; se hallaba casi rota y despedazada la unidad del nombre cristiano con con cismas, disensiones y heregias. y heregias, Y deseando Nos tambien que es tuviese prevenida, y asegurada la república contra las armas y asechanzas de los infieles; por los yerros y culpas de todos nosotros, ya al descargar la ira divina sobre nuestros pecados, se perdió la isla de Rodas, fue debastada la Ungria, y concebida y proyectada la guerra por mar y tierra contra la Italia contra la Austria y contra la Esclavonia porque no sosegando en tiempo, alguno nuestro impío, , y feroz enemigo el Turco; juzgaba que los odios y disensiones que fomentaban los cristianos entre sí, era la ocasion

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mas

nostras esse sentiebamus. Nam cùm pace opus esse intelligeremus ad liberandam, et conservandam à plurimis impendentibus periculis rempubl. omnia invenimus odiis, et dissensionibus plena, dissentientiiis inter se, quibus sumbus præsertim Principibus

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at

ma rerum penè omnis á Deo permissa est. (1) Cùm unum ovile, et unum pastorem Dominici esse gegis, ad integritatem Christianæ religionis, et ad cœlestium bonorum spem in nobis confirmandam, neces sarium duceremus; schismatis, dissidiis, hæresibus erat Christiani nominis divulsa jam penè, et lacerata unitas. Cùm tutam que munitam ab infidelium armis, atque insidiis rempublicam optaremus ; nostris erratis, nostraque cunctorum culpa, Dei videlicet ira peccatis nostris imminente, Rhodus fuerat amissa, Hungaria vexata, conceptum, et meditatum contra Italiam, contraque Austriam, et Illyricum terra, marique bellum: cùm impius, et immitis hostis noster Turca nullo tempore requiesceret, nostrorumque inter se odia, et dissensiones, suam bene geren

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dæ rei occasionem duceret. Igitur, ut dicebamus, in tanta hæresum, dissensionum, bellorumque tempes tate,tantisque excitatis fluctibus, cum essemus ad moderandain, et gubernan dam Petri naviculam voca

,

ti nec viribus ipsi nostris satis fideremus; (1) pri mùm conjecimus in Domino cogitatus nostros, ut ipse nos nutriret, animumque nostrum firmitate, et robore, mentem consilio, sapientiaque instrueret. Deinde animo repetentes majores nostros, sapientia admirabili, et sanctitate præditos, sæpè in summis Christiane reipublicæ periculis remedium optimum, atque opportunissimum œcumenica concilia, et Episcoporum generales conventus adhibuisse; ipsi quoque animum ad generale habendum concilium adje cimus : exquisitisque Prin cipum sententiis, quorum

nobis videbatur utilis in

primis, et opportuna ad hanc rem esse consensio; cùm eos tunc non alienos ab hoc tam sancto opere invenissemus; œcumenicum concilium, et generalem , et generalem eorum Episcoporum, aliorumque Patrum, ad quos pertineret, conventum in

ci

mas oportuna para executar felizmente sus designios. Siendo pues llamados, como deciamos, en me dio de tantas turbulencias de heregías, disensiones y guerras, y de tormentas tan revueltas como se han levantado, para regir y gobernar la navecilla de san Pe dro; y desconfiando de nuestras propias fuerzas, volvimos ante todas cosas nuestros pensamientos á Dios, para que el mismo nos vigorase, y armase nuestro ánimo de fortaleza y constancia, y nuestro entendimiento del don de consejo y sabiduría. Despues de esto, considerando que nuestros antepasados, que tanto se distinguieron por su admirable sabiduría y santidad, se valiéron muchas veces en los mas inminentes peligros de la república cristiana, de los concilios ecuménicos, y de las juntas generales de los Obispos, como del mejor y mas oportuno remedio ; tomamos tam bien la resolución de celebrar un concilio general: y averiguados los pareceres de los Príncipes, cuyo consentimiento en particu→ lar nos parecia útil y conducente para celebrarlo; hallándoles entónces inclinados á tan santa obra, indicamos el concilio ecuménico y general de aquellos Obispos, y la junta de otros Padres á quienes tocase concurrir, para la ciudad de Mantua, en A 2

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el

(1) Psalm. 34.

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