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moria pronósticos en esta razon; aseguráronle que Dios y los hombres le favorecian. Con esto despliegan los pendones, y con mucho regocijo por las calles públicas de la ciudad dicen á voces, Castilla, Castilla por el Rey Don Enrique. El nuevo Rey segun el estado y méritos de cada uno hizo muchas mercedes: á unos dió ciudades, y á otros villas, castillos, lugares, oficios y gobiernos: holgaba de parecer liberal, y era fácil serlo de hacienda agena. Cada uno pensaba que quanto pidiese, tanto se hallaria; que todo le seria concedido: á Beltran Claquin dió á Trastamara, y á Hugo Carbolayo á Carrion, al uno y al otro con título de condes: á los hermanos del nuevo Rey, á Don Tello restituyó el estado de Vizcaya, á Don Sancho dió el de Alburquerque: el maestrazgo de Santiago se dió á Don Gonzalo Mexía, y á Don Pedro Muñiz, que tambien él era muy querido de Don Enrique, dieron el maestrazgo de Calatrava: á Don Alonso de Aragon conde de Denia y Ribagorza, que era tio hermano del padre del Rey de Aragon, le hizo merced de Villena con título de marqués, y con todo el señorío que fué de Don Juan Manuel : á otros dió villas y castillos con que los contentó de presente, y los heredó en el reyno para adelante.

Capítulo vIII.

Que el Rey Den Pedro fué echado de Españia.

Con los dos Reyes que se intitulaban de Castilla, el reyno andaba alborotado. El Rey Don Pedro por su mucha crueldad tenia poca parte en las voluntades de sus pueblos, todos deseosos de poderse rebelar y vengar la sangre de sus parientes : ninguna cosa los tenia, sino el miedo que si les fuese contraria la fortuna, serian sin misericordia castigados. Los dos Reyes con grande porfía y ahinco comenzaron la contienda sobre reyno cada qual tenia por sí grandes ayudas y valedores. De parte de Don Enrique estaba el exército estrangero, el odio su competidor, y el ser los hombres naturalmente aficionados á cosas nuevas. A Don Pedro ayudaba que casi antes fué Rey que hobiese nacido, que era hijo de Rey y descendia de otros muchos Reyes, y que él solo quedaba por heredero legí

el

de

TOMO IV.

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timo de todos ellos : en ambos el nombre y magestad Real era respetado y venerable. Punzaba á Don Pedro la ofensa que se le hacia á Don Enrique le encendia en cólera y animaba á la venganza la sangre que de su madre y hermanos, amigos y parientes derramaron, y los grandes trabaxos que el reyno padecia; finalmente mayor cuydado tenia de sustentar el nuevo nombre de Rey que su propia vida. Con esta resolucion Don Enrique y los suyos se determinaron ir luego á Búrgos: en el camino pasaron cerca de Logroño, mas no quisieron llegar á él porque entendieron que los ciudadanos no harian nada de su voluntad, y que si les cercaban, seria cosa muy larga : Navarrete y Briviesca se les dieron luego. Mientras esto asi pasaba, Don Pedro se hallaba en Búrgos con pocos amigos, ca muchos dellos él mismo los hizo matar: suspenso y dudoso de lo que haria, no se atrevia á fiarse de nadie, ni tomar resolucion si se iria, si esperaria á su enemigo. Resolvióse finalmente en ir con grande presteza á Sevilla, porque tenia en aquella ciudad sus hijos y tesoros, y temia perderlo todo. No se atrevió arriscarse, por saber quan pocos eran los que le querian bien. Los de Burgos todavía le ofrecieron su ayuda : él se lo agradeció, y dixo que entonces no se queria valer de su buen ofrecimiento y lealtad, antes les alzó el homenage que le tenian hecho, para que si se viesen en aprieto, pudiesen entregarse á Don Enrique sin incurrir infamia ni caso de traycion. Cególe Dios para que no aceptase el favor que le hacian, mayormente que como toda su perdicion le viniese por su crueldad, acrecentó de nuevo el odio que le tenian, con que al tiempo que se queria partir, hizo matar á Juan Fernandez de Tovar no por otra culpa sino porque su hermano acogió en Calahorra á Don Enrique. Esto hecho, se partió de Búrgos en veinte y ocho dias del mes de marzo: dende el camino mandó á los capitanes y alcaydes de las villas y castillos que tomara en Ara. gon, les pegasen fuego; y desamparados, sacasen luego las guarniciones, y que lo mas presto que pudiesen, se fuesen para él á Toledo. Desta suerte en un instante perdió lo que con gran costa y trabaxo en muchos años tenia ganado: uno destos pueblos fué la ciudad de Calatayud ; la libertad que cobró en el ́postrero de marzo, hasta hoy la celebra con fiesta solemne y procesion en que van fuera de la ciudad á Santa María de la

Peña á cumplir el voto que entonces hicieron en memoria de la merced recebida. Llegó el Rey Don Pedro á Toledo : allí se detuvo algunos dias en asegurar aquella ciudad y dexalla á buen recaudo; mandó quedar en ella por general á Don Garei Alvarez de Toledo maestre de Santiago. Partido el Rey Don Pedro de Burgos, los de la ciudad enviaron por sus cartas á llamar á Don Enrique. Diéronle título de conde, pero ofrecíanle la corona de Rey, si la fuese á tomar en su ciudad, pues por su antigüedad y nobleza se le debía que en ella y no en otra diese principio á su reynado : aceptó su oferta, luego se partió para aquella ciudad, en que le recibieron con grandes aclamaciones y regocijos; en el monasterio de las Huelgas fué coronado y recebido por Rey de Castilla. Con el exemplo de Búrgos las mas ciudades y fortalezas del reyno de su propia voluntad en espacio de veinte y cinco dias despues de su coronacion le vinieron á dar la obediencia. Con esto no quedó nada inferior á su contrario ni en fuerzas, ni en vasallos : los grandes y los pueblos todos á porfía deseaban con apresurar. se ganar la gracia del nuevo Rey. Asentadas las cosas de Castilla y León, se fué Don Enrique á Toledo : allí sin ninguna dificultad, antes con mucho regocijo le abrieron las puertas. Renunció el maestre de Santiago Don Garci Alvarez de Toledo: dióle el Rey Don Enrique en recompensa del maestrazgo y de que se pasó á su servicio, lo de Oropesa y de Valdecor. neja; con que Don Gonzalo Mexía quedó sin contradiccion por maestre de Santiago. Por muerte de Don Garci Alvarez lo de Oropesa quedó á su hijo Fernan Dalvarez de Toledo, que en su muger Doña Elvira de Ayala tuvo á Garci Alvarez de Toledo señor de Oropesa, y á Diego Lopez de Ayala cabeza de los Ayalas de Talavera señores de Cebolla. Lo de Valdecorneja quedó á otro Fernan Dalvarez de Toledo hermano ó sobrino del maestre, y dél vienen los duques de Alba: llámanse Valdecorneja el Barrio, Dávila, Piedrahita, Horcaxada y Almiron. Apoderado Don Enrique de tan principal ciudad como Toledo, todo lo demas del reyno quedó llano, de manera que Don Pedro no se atrevió mas á estar en el reyno, antes perdida del todo la esperanza, se determinó de ponerse en salvo en una galera, en que embarcó sus hijos y tesoros, con que se fué á Portugal. Al que Dios comenzaba á desamparar, parecia que

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le faltaba el consejo y tambien el favor de los hombres: el Rey de Portugal no le quiso tener en su reyno, antes le envió á decir que no cabian dos Reyes en una provincia; Don Fernando hijo del Rey de Portugal estaba inclinado á Don Enrique: favorecíale, y envíabanse muchos recados el uno al otro, y estaba mal con el Rey Don Pedro. Verdad es que en Portugal no se le hizo ningun desaguisado por no violar el derecho de las gentes, antes se le dió paso seguro para Galicia, para do se encaminaba con intento de juntar en aquellos pueblos alguna flota en que pasarse á Bayona de Francia: llegado á Compostella, hizo matar á Don Suero arzobispo de Santiago, y al dean de aquella iglesia que se decia Peralvarez, ambos naturales de Toledo: no amansaban tantos peligros el cruel ánimo del Rey, y él mismo sin necesidad aumentaba las causas de su destruicion. Ordenó su partida á Francia: parecióle que le era muy peligroso ir por tierra, asi allegó de aquella costa una armada de veinte y dos navíos y algunos otros baxeles menores. Embarcóse en ella con Don Juan su hijo y otras dos hijas, que Do. ña Beatriz la mayor era muerta, aunque Polidoro escribe que falleció en Bayona de Francia (1). Con buen viento llegaron á Bayona en la Guiena, que á la sazon se tenia por los Ingleses: llevó consigo una buena parte de sus tesoros, verdad es que la mayor cantidad dellos, que enviaba en una galérá con su tesoro Martin Yanez, se la tomaron los ciudadanos de Sevilla con deseo de hacer algun notable servicio á Don Enrique, al qual todo se le allanaba. Córdoba se le habia entregado, y por horas le esperaban en Sevilla. Desta manera entendió Don Pedro por su mal que las cosas humanas no permanecen siempre en un ser, y que muchas veces muy grandes príncipes por mas dichosos y mas poderosos que fuesen, aunque estuviesen rodeados de grandes exércitos, fueron destruidos por ser malquistos del pueblo, y llevaron el pago que sus obras merecian. El nuevo Rey Don Enrique despues de llegado á Sevilla asentó paces con los Reyes de Portugal y de Granada. Hecho esto, del exército de los estrangeros escogió mil y quinientas lanzas, y por sus capitanes Beltran Claquin y Don Bernal hijo del conde de Fox señor de Bearne : con tanto como si todo lo al quedara

(1) En su Histor, lib. 19.

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