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especialmente era rigurosísimo contra los adúlteros: llegó á que por haber cometido este delito el obispo de Portu, con sus propias manos le maltrató muy reciamente: asi se decia vulgarmente que traia consigo un azote para castigar á los que cogiese en algun delito. Tenia costumbre de distribuir cada año muchos marcos de plata, parte labrada y parte acuñada, entre los suyos, segun la calidad y méritos de cada uno. Refiérese dél aquella sentencia: « Que no era digno de nombre de Rey el que cada dia no hiciese bien y merced á alguna perso na.» Hizo el puente y villa de Limia en Portugal: dexó por heredero de su reyno á su hijo Don Fernando, cuyo reynado no fué tal y tan feliz como el del padre. Con los embaxadores que el Rey de Aragon envió á su padre, asentó él paces en quatro dias del mes de marzo deste año en los palacios de Alcanaaes, que son cerca de Santaren. Tuvo amores deshonestos con Doña Leonor de Meneses muger de Lorenzo Vazquez de Acuña á quien se la quitó. El marido por tanto anduvo mucho tiempo huido en Castilla, y se dice dél que traia en la gorra unos cuernos de plata como por divisa y blason, para muestra de la deshonestidad del Rey y de su afrenta, mengua y agravio.

Capítulo x.

Que Don Fadrique fué vencido en Nájara.

TODA Castilla y Francia ardian llenas de ruido y asonadas de guerra: hacíanse muchas compañías de hombres de armas, ginetes é infantería; todo era proveerse de caballos, armas y dineros: las partes ambas igualmente temian el suceso, y espe raban la victoria. Don Enrique en Búrgos, do era ido, se apercebia de lo necesario para salir al camino á su enemigo, que sabia con un grande y poderoso campo era pasado los Pyrineos por las estrechas sendas y montañas cerradas de Roncesvalles. Llegó á Pamplona sin que el Rey Cárlos de Navarra le hobiese hecho ningun estorbo á la pasada, ca estaba á la sazon detenido en Borgia. Prendióle andando á caza cerca de allí un caballero breton llamado Olivier de Mani, que la tenia en guarda por Beltran Claquin su primo. Entrambos los Reyes

sospecharon que era trato doble, concierto con este capitan que le prendiese, para tener color de no favorecer á ninguno dellos, y despues escusa aparente con el que venciese. A los príncipes ningun trato que contra ellos se haga, aunque sea con mucha cautela, se les puede encubrir; antes muchas veces les dicen mas de lo que hay, y eso lo malician y echan á la peor parte. Don Enrique partió de Búrgos con un lucido y grueso exército de mucha infantería y quatro mil y quinientos hombres de á caballo, en que iba toda la nobleza de Castilla y la gente que de Francia y Aragon era venida en su ayuda. Llegó con su campo al encinar de Bañares: llamó á consejo los mas principales del exército, y consultó con ellos lo tocante á esta guerra. Los embaxadores de Francia, que eran enviados á solo este efecto, y Beltran Claquin procuraron persuadir que se debia en todas maneras escusar de venir á las manos con el enemigo y no darle la batalla, sino que fortificasen los pueblos y fortalezas del reyno, tomasen los puertos, alzasen las vituallas, y le entretuviesen y gastasen; que la misma tardanza le echaria de España por ser esta provincia de tal calidad que no puede sufrir mucho tiempo un exército y sustentarle. Que se considerase el poco provecho que se sacaria quando se alcanzase la victoria, y lo mucho que se aventuraba de perder lo ganado, que era no menos que los reynos de Castilla y Leon, y las vidas de todos. Que en el exército de Don Pedro venia la flor de la caballería de Ingalaterra, gente muy esforzada y acostumbrada á vencer, á quien los Españoles no se igualaban ni en la destreza en pelear, ni en la valentía y fuerzas de los cuerpos. Finalmente que se acordasen que no es menos oficio del sabio y prudente capitan saber vencer al enemigo con industria y maña que con fuerza y valentía. Esto dixeron los embaxadores de Francia de parte de su Rey, y Beltran Claquin de la suya. Otros que tenian menos experiencia, y menor conocimiento del valor de los Ingleses, y eran mas fervorosos y esforzados que considerados y sufridos, instaron grande mente en que luego se diese la batalla. Decian que las cosas de la guerra dependian mucho de la reputacion, y que se perderia si se rehusase la batalla, por entenderse que tenian miedo del enemigo, y serian tenidos por cobardes y de ningun valor. Que si el ánimo no faltaba, sobraban las fuerzas y ciencia mili

tar para desbaratar y vencer dos tantos Ingleses que fuesen: Sobre todo que á tan justa demanda Dios no faltaria, y con su favor esperaban se alcanzaria una gloriosa victoria. Aprobó Don Enrique este parecer: mandó marchar su campo la via de Alava para hacer rostro á algunas bandas de caballos ligeros del enemigo que se habian adelantado y robaban aquella tierra. Llegó con su exército junto á Saldrian, y á vista del de su enemigo asentó su campo en un lugar fuerte (porque le guardaban las espaldas unas sierras que allí están) con que podia pelear con ventaja, si no le forzaban á desamparar aquel sitio. Considerado esto, los Ingleses levantaron sus reales y tiraron la via de Logroño ciudad que tenia la voz de Don Pedro, con intento de traer á Don Enrique á la batalla, ó entrar en medio del reyno por donde tenian esperanza que todas las cosas podrian acabar á su gusto. Entendido por Don Enrique, que estaba en Navarrete, el fin del enemigo, volvió atrás camino de Nájara que es una ciudad que se piensa ser la antigua Tritio Metallo en los Autrigones, y de que sea ella, no es pequeño indicio que dos millas de allí está una aldea que retiene el mismo nombre de Tritio. Esta ciudad alcanza muy lindo cielo y unos campos muy fértiles, y por muchas cosas es un noble pueblo, y con el suceso desta batalla se hizo mas famoso. Escribiéronse estos Príncipes: cada qual daba á entender al otro la justicia que tenia de su parte, y que no era él la causa desta guerra; antes la hacia forzado y contra su voluntad, y tenia mucho deseo y gana de que se concordasen, y no se viniese al riesgo y trance de la batalla por la lástima que significaban tener á la mucha gente inocente que en ella pereceria. Mas como quier que no se concordasen en el punto principal de la posesion del reyno, perdida la esperanza de ningun concierto, ordenaron sus haces en guisa de pelear. Don Enrique puso á la mano derecha la gente de Francia, y con ella su hermano Don Sancho con la mayor parte de la nobleza de Castilla: á su hermano Don Tello y al Conde de Denia mandó que rigiesen el lado izquierdo: él con su hijo el Conde Don Alonso se quedó en el cuerpo de la batalla. Los enemigos que serian diez mil hombres de á caballo y otros tantos infantes, repartieron desta manera sus esquadrones. La vanguardia llevaban el duque de Alencastre y Hugo Carbolayo que se era pasado á los Ingle

ses: el Conde de Armeñac y monsiur de Labrit iban por capitanes en el segundo esquadron; en el postrero quedaron et Rey Don Pedro y el Príncipe de Gales y Don Jayme hijo del Rey de Mallorca, el qual despues que se soltó de la prision en que le tenia el Rey de Aragon, casara con Juana Reyna de Nápoles. Halláronse en esta batalla trecientos hombres de á caballo Navarros, que con su capitan Martin Enrique los envió el Rey Cárlos de Navarra en favor del Rey Don Pedro. Corria un rio en medio de los dos campos: pasóle Don Enrique, y en un llano que está de la otra parte, ordenó sus haces. En este campo se vinieron á encontrar los exércitos con grandísima furia y ruido de las voces, de los combates, del quebrar de las lanzas y el disparar de las ballestas. El esquadron de la mano derecha que regia Beltran Claquin, sufrió valerosamente el ímpetu de los enemigos, y parecia que llevaba lo mejor; empero el otro lado quitó Don Tello á los suyos la victoria de las manos: con mas miedo que vergüenza volvió en un punto las espaldas, sin acometer á los enemigos ni entrar en la batalla. Como él y los suyos huyeron, dexaron descubiertos y sin defensa los costados de Beltran y de Don Sancho, por donde pudieron fácilmente ser rodeados de los enemigos, y apretándolos reciamente por ambas partes, los vencieron y desbarat taron. Hízose gran matanza, y fueron presos muchos grandes y ricos hombres, entre ellos los capitanes mas principales del exército. Don Enrique con mucho esfuerzo y valor procuró detener su esquadron que comenzaba á ciar y retirarse; por dos veces metió su caballo en la mayor priesa de la batalla con .10.1 grandísimo peligro de su persona; mas como quier que no pudiese detener á los suyos por la gran muchedumbre de enemigos que cargó sobre ellos y los desbarató (mal pecado) perdida del todo la esperanza de la victoria, se salió de la batalla y se acogió á Nájara: de allí por el camino de Soria se fué á Aragon acompañado de Juan de Luna y Fernan Sanchez de Tovar y Alfonso Perez de Guzman, y de algunos otros caballeros de los suyos. A la entrada de aquel reyno le salió á ver y consolar Don Pedro de Luna, que despues en tiempo del gran scisma fué el Papa Benedicto. No paró el Rey Don Enrique hasta que por los puertos de Jaca entró en el reyno de Francia, sin detenerse en Aragon por no se fiar de aquel Rey,

si bien era su consuegro. Hallábase en grande cuyta, poca esperanza de reparo: por semejantes rodeos lleva Dios á los varones excelentes por estos altos y baxos hasta ponerlos de su mano en la cumbre de la buena andanza que les está aparejada. Los demás de su exército se huyeron por las villas y pueblos de aquella comarca, todos esparcidos sin quedar pendon en hiesto, ni compañía entera, ni esquadra que no fuese desbaratada. Despues de la batalla hizo matar el Rey Don Pedro á Iñigo Lopez de Horozco, á Gomez Carrillo de Quintana, á Sancho Sanchez de Moscoso comendador de Santiago y á Garci Jofre Tenorio hijo del almirante Alfonso Jofre, que todos fueron presos en la pelea: otros muchos dexó de matar por no los haber á las manos, que por ningun precio se los quisieron entregar los Ingleses cuyos prisioneros eran; demás que el Príncipe de Gales le reprehendió con palabras casi afrentosás porque despues de alcanzada la victoria continuaba los vicios que le quitaban el reyno. Uno de los presos fué Don Pedro Tenorio adelante arzobispo de Toledo. Llevó en esta batalla el pendon de Don Enrique Pero Lopez de Ayala, aquel caballero que escribió la historia del Rey Don Pedro, y fué uno de los presos. Por esta razon algunos no dan tanto crédito á su historia, como de hombre parcial: dicen que por odio que tenia al Rey Don Pedro, encareció y fingió algunas cosas: á la verdad fué uno de aquellos contra quien en Alfaro él pronunció sentencia en que los dió por rebeldes y enemigos de la patria. Dióse esta batalla sábado tres 1367. de abril deste año mil y trecientos y sesenta y siete. Don Tello llevó á Búrgos las tristes nuevas deste desgraciado suceso. La Reyna Doña Juana muger de Don Enrique sabida la rota tuvo gran miedo de venir á manos de Don Pedro: asi ella y sus hijos con gran priesa se fueron de Burgos á la ciudad de Zaragoza. En esta sazon en Burgos se hallaban Don Gomez Manrique arzobispo de Toledo, y Don Lope Fernandez de Luna arzobispo. de Zaragoza, que se quedaron con la Reyna. Estos la acompañaron en este viage de Aragon: llegada allí, no halló en el Rey tan buena acogida como pensaba; que es cosa comun y como natural en los hombres desamparar al caido, y hacer aplauso y dar favor al vencedor. Olvidado pues el Rey de Aragon ya de las amistades y confederaciones que tenia hechas

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