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guieron grandes alborotos en el reyno. La Reyna para hallarse apercebida suplicó al Rey de Castilla tuviese por bien que se viesen: otorgó él con los ruegos de su hermana: viéronse en Ateca aldea en tierra de Calatayud; el Rey prometió á la Reyna de asistilla con sus fuerzas, y no faltarle quando le hubiese menester. Don Juan de Exerica y su hermano Don Pedro, que seguian la parcialidad de la Reyna, quedaron animados á la servir y amparar quando se ofreciese, y por quanto sus fuerzas alcanzasen.

Capítulo IV.

De algunos movimientos de Navarros y Portugueses.

En el principio del año siguiente, que se contaba de mil y trecientos y treinta y cinco, Don Juan Manuel atemorizado 1335. con el mal suceso de Don Juan de Haro, y tomando escarmiento en el de Lara, se reconcilió con el Rey. El contento del reyno fué extraordinario por ver acabadas en tan breve tiempo cosas tan grandes, y por la esperanza de la paz y sosiego por todos tanto tiempo deseada. En las ciudades y villas se hicieron grandes regocijos, juegos y espectáculos públicos. En Valladolid se hizo un torneo, en que los caballeros de la Banda desafiaron á los demas caballeros, y fueron los mantenedores del torneo: el Rey se halló en él, pero en hábito disfrazado porque se tornease con mayor libertad. Diéronse grandes encuentros y golpes sin hacerse mal ni herirse, salvo que algunos fueron de los caballos derribados. Despartióse el torneo, sin que se pudiese averiguar á qual de las partes se debiesen dar los premios y prez y las joyas que tenian aparejadas para el que mas se señalase. Las cosas humanas, como son vanas é inconstantes, fácilmente se truecan y mudan y revuelven en contrario: y ansi este universal contento se añubló con nuevas que vinieron de que se volvian á alterar los humores. El Rey de Portugal persistia en su intento de repudiar á Doña Blanca y de casarse con Doña Costanza, determinado si no pudiese cumplir su deseo por bien, de alcanzarlo por la espada, por lo menos meterlo todo á barato. El hijo mayor del Rey de

Aragón se concertó de casar con Doña María hija del Rey de Navarra, anteponiéndola en la sucesion del reyno (aunque era menor de edad) á su hermana Doña Juana, si el Rey mu riese sin dexar hijos varones: el autor destos conciertos fué el virey de Navarra Don Enrique, Ambas á dos cosas fueron pe sadas y desabridas para el Rey de Castilla, porque se entendia que estas alianzas se hacian para ser mas poderosos contra él. A la verdad el Infante de Aragon Don Pedro por el odio que tenia con su madrastra, se confederó con los Navarros, que tomaron de sobresalto el monasterio de Fitero que era del señorío de Castilla: exceso que por un Rey de armas les fué demandado, y enviaron embaxadores al Rey de Aragon para quexarse destos desaguisados: escusóse aquel Rey con su poca salud, y alegar que no era poderoso para ir á la mano á su hijo en lo que hacer quisiese. Con esta respuesta de necesidad se hubo de romper la guerra: envióse contra los Navarros un grueso exército, y por capitan general Martin Portocarrero, porque Don Juan Nuñez de Lara, en quien el Rey tenia puestos los ojos para que hiciese este oficio, se escusó de aceptarle. Juntáronse las gentes de la una parte y de la otra: dióse la batalla junto á Tudela: fué muy cruel y reñida: quedaron vencidos y destrozados los Navarros y muchos dellos anegados en el rio Ebro. Entendióse haberles sucedido este desastre por falta de capitan, porque el virey Don Enrique se quedó en Tudela por miedo del peligro, ó por respeto de la salud y bien público, que dependia de la conservacion de su persona. Don Miguel Zapata Aragonés no se halló en la batalla á causa que se entretuvo en fortalecer á Fitero, creyendo que el primer ímpetu de la guerra seria contra aquel pueblo; mas ya que se queria fenecer la batalla, se descubrió encima de unos cercanos montes de aquella campaña, con cuya llegada se rehizo el campo de los Navarros : los Aragoneses como quier que entraron descansados, entretuvieron por un rato la pelea; pero al fin fueron desbaratados y vencidos por los de Castilla, y preso su capitan no fué tan grande el número de los muertos como se pensó. Los Castellanos se hallaron cansados con el continuo trabaxo de todo el dia, demas que con la obscuridad de la noche que cerró, no se conocian, mayormente que todos por saber la lengua castellana apellidaban Castilla: ardid que les

valió para que la matanza fuese menor. Por otra parte los Vizcainos con su capitan Lope de Lezcano, destruida la comarca de Pamplona, tomaron en aquellos confines el castillo de Unsa. Con estos malos sucesos se reprimió la osadía y atrevimiento de los Navarrós, y se castigó su temeridad. En un mismo tiempo se derramó la fama destas cosas en Francia y en España. Estaba entonces el Rey de Castilla en Palencia enfermo de quartanas, donde por lástima que tuvo de los Navarros, mandó á Portocarrero que no les hiciese mas guerra ni daños; parecíale quedaban bastantemente castigados, hora hobiesen tomado las armas de su voluntad, hora hobiesen sido á tomarlas forzados: sacóse el exército de aquella provineia junto con el pendon del Infante Don Pedro, que le llevaron á la batalla porque los grandes señores no rehusasen de ir á esta guerra, como si fuera á ella la misma persona Real del Infante. La fama destos sucesos movió á Gaston conde de Fox á que viniese á restaurar las cosas malparadas de los Navarros, obligado á ello por la antigua amistad que entre sí ambas naciones tenian, y facilitado con la vecindad destos dos estados. Venido el de Fox, acometieron á Logroño ciudad principal de aquella frontera. Salió contra ellos mucha gente de los pueblos comarcanos, y juntos con los ciudadanos de Logroño pasaron el rio Ebro. Dieron con los enemigos, peleóse bravamente, y fueron vencedores los Navarros. Recogiéronse en la ciudad los vencidos con propósito de se defender con el amparo y fortaleza de los muros. Ruy Diaz de Gaona, capitan y ciudadano de Logroño, hizo en esta retirada un hecho memorable, que con una estraña osadía, ayudado de solos tres soldados, defendió á todo el exército de sus enemigos que no pasasen el puente, porque mezclados con su gente no entrasen el pueblo; murió él en esta defensa, y sus compañeros que quedaron con la vida, defendieron el pueblo que no se perdiese, ca los Navarros viendo que no le podian tomar, volvieron. En el tiempo que las cosas se hallaban en este estado, sucedió que Juan arzobispo de Rems yendo en Romería á Santiago, pasó acaso por esta tierra. Este prelado era un varon muy santo, y de grande autoridad entre estas dos naciones, por cuya solicitud y diligencia se concertaron y hicieron paces: tanto á las veces puede la diligencia de un solo hombre,

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y tan grandes bienes dependen de su autoridad. En este mismo tiempo de tres Reyes Albohacen, Philipe de Francia y Eduardo de Ingalaterra vinieron tres honradas embaxadas al Rey de Castilla. Movíanse á esto por la gran fama que tenia acerca de las naciones comarcanas. De Africa le enviaron muy ricos presentes: pedian se confirmasen las treguas que tenian asentadas los nuestros con los Moros. El Inglés ofrecia una hija suya para que casase con el Infante Don Pedro. El Rey no aceptó este partido por la tierna y pequeña edad del Infante, de quien sin nota de temeridad ninguna cosa cierta se podian prometer ni asegurar. Todo esto pasaba en Castilla el año de 1335. mil y trecientos y treinta y cinco de nuestra salvacion. Poco despues entrante el año próximo el Rey de Aragon Don Alonso murió en Barcelona á veinte y quatro de enero: varon justo, pio y moderado; por esto tuvo por renombre y fué llamado el Piadoso. Fué mas dichoso en el reynado de su padre que en el suyo, á causa de la poca salud que siempre tuvo, que por lo demas no le faltó virtud ni traza, como se pudo bien ver por las cosas que hizo en su mocedad. A Don Jayme el hijo menor del primer matrimonio dexó el condado de Urgel, y Don Pedro quedó por heredero del reyno. Los hijos del segundo matrimonio dexó heredados en otros estados, segun que arriba queda apuntado. La Reyna Doña Leonor por recelo que el nuevo Rey por los enojos pasados no le hiciese algun agravio á ella y á sus hijos, á grandes jornadas se fué luego á Albarracin, donde por ser aquella ciudad fuerte y caerle cerca Castilla, si se le moviese guerra, pensaba podria muy bien en ella defenderse. Los de Exerica por tener en mas el acudir al amparo y servicio de la Reyna, que cuydar de lo que á ellos tocaba, se fueron tras ella. Por estos mismos dias de Portugal nuevas tempestades de guerra se emprendieron. La avenencia que Don Juan de Lara y Don Juan Manuel hicieron con el Rey, no era tan verdadera y sincera que se entendiese duraria tanto como era menester. Todos entendian que mas les faltaban fuerzas, y buena ocasion para rebelarse, que gana y voluntad de ponello por obra. Traia en mucho cuydado á Don Juan Manuel la dilacion de los casamientos de Portugal, y no osaba hacerlos sin la voluntad y licencia del Rey, ca temia no le tomase su estado patrimonial que tenia grandísimo en Castilla. Don

10.

Pedro Fernandez de Castro y Don Juan Alonso de Alburquerque, que se apartaron de la obediencia del Rey de Castilla, persuadian y solicitaban al Rey de Portugal para que moviese guerra á Castilla. No pudieron estar secretos tantos bullicios de guerra y tantas tramas: asi el Rey hizo nueva entrada en las tierras de Don Juan de Lara, y le tomó algunas villas y castillos, y á él le cercó en la villa de Lerma en catorce de junio. Combatiéronla de dia y de noche con mantas, torres, trabucos y con todo género de máquinas de guerra. Procuróse otrosí con los vecinos de la villa que entregasen á Don Juan, ya con grandes amenazas, ya con promesas: ofrecíanles la gracia del Rey, y libertad á ellos y á sus hijos, con apercebimiento que si se tardaban en hacerlo, los destruirian. Ninguna cosa bastó para que no guardasen una singular y gran lealtad á Don Juan, confiados en la fortaleza de la villa: ni los ruegos prestaron ni las amenazas para hacer que le entregasen. Vista su determinacion, cercaron toda la villa al rededor con fosos y trincheas. Talaron y destruyeron sus campos y heredades: enviaron otrosí algunas bandas de gente para que tomasen los pueblos de la comarca. Alargábase el cerco, y los cercados por no estar bien proveidos empezaron á sentir necesidad de bastimentos. Tenian poco socorro en Don Juan Manuel, puesto que para mostrar su valor y ver si podria socorrerlos salido de allí secretamente, se entró en Peñafiel, villa de su estado y cercana de Lerma. Poco faltó para que el Rey no le prendiese, ca sobrevino de repente. Tuvo noticia del peligro, huyó y escapóse. El de Alburquerque mudado propósito se reduxo al servicio del Rey, El Rey de Portugai por sus embaxadores envió á rogar al Rey que alzase el cerco de Lerma. Estrañaba que hiciese agravio y maltratase á un caballero de tanta lealtad, y en particular amigo suyo. Volviéronse los embaxadores sin alcanzar cosa alguna. El Rey de Portugal para satisfacerse juntó su exército, rompió por las tierras de Castilla: á la raya cercó á Badajoz y la combatió con grande furia y cuydado. Envió asimismo con mucha gente á Alonso de Sosa para que robasen la tierra. Apellidáronse los de la comarca, encontraron los contrarios cerca de Villanueva, desbaratáronlos, mataron y prendieron muchos dellos; con que avisaron y escarmentaron los demas Portugueses para que no se atreviesen otra vez á hacer

TOMO IV.

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