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Sevilla en las révueltas que traian el Conde de Niebla y Pero Ponce, y aun el castigo fué mayor, que hizo justiciar mil hombres que halló en el caso mas culpados. Benefició las rentas Reales por su industria y la del Infante su hermano, de suerte que grandes sumas se recogian cada un año en sus tesoros, que hacia guardar en el alcázar de Madrid; la qual para mayor seguridad arrimó las torres, que hoy tiene antiguas, però de buena estofa. Suyo es aquel dicho: Mas temo las maldiciones del pueblo que las armas de los enemigos.» Asi llegó y dexó grandes tesoros sin pesadumbre, y sin gemido de sus vasallos į solo con tener cuenta y cuydado con sus rentas, y escusar, los gastos sin propósito: virtud de las mas importantes de un buen Príncipe. 59 19 ats, la 95p aste

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Que alzaren for Rey de Castilla á Don Juan el Segundo.

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HECHO el enterramiento y las exêquias del Rey Don Enrique con la magnificencia que era razon, y con toda representacion de magestad y tristeza, los grandes se comunicaron para nombrar sucesor, y hacer las ceremonias y homenages que en tal caso se acostumbran. No eran conformes los pareceres, ni todos hablaban de una misma manera. A muchos parecia cosa dura y peligrosa esperar que un infante de veinte y dos meses tuviese edad competente para encargarse del gobierno. Acordábanse de la minoridad de los Reyes pasados, y de los males que por esta causa se padecieron por todo aquel tiempo. Leyóse en público el testamento del Rey difunto, en que disponia y dexaba mandado que la Reyna su muger y el infante Don Fernando su hermano se encargasen del gobierno del reyno y de la tutela del Príncipe. A Diego Lopez de Zúñiga y Juan de Velasco encomendó la crianza y la guarda del niño, la enseñanza á Don Pablo obispo de Cartagena para que en las letras fuese su maestro, como era ya su chânciller mayor, hasta tan. to que el Príncipe fuese de edad de catorce años. Ordenó otroque los tres atendiesen solo al cuydado que se les encomendaba, y no se empachasen en el gobierno del reyno. Algunos

pretendian que todas estas cosas se debían alterar: alegaban que el testamento se hizo un dia antes de la muerte del Rey quando no estaba muy entero, antes alterada la cabeza y el sentido que no erá razon por ningun respeto dexar el reyno expuesto a las tempestades que forzosamente por estas causas se levantarian. Desto se hablaba en secreto, desto en público, en las plazas y carrillos. Werdad es que ninguno se adelantaba á declárár la traza que se debial tener para evitar aquellos inconvenientes i todos estaban á lá mira, ninguno se queria ayentunámá ser el primero. Todos, ponian mala voz en el testamentol y lo dispuesto en él, pero cada qual asimismo temia de ponerse á riesgo de perdersé, si se declaraba mucho. Ofrecíaseles que el infante Don Fernando los podria sacar de la congoxa en que se hallaban y de la cuyta, si se quisiese encargar del reyno; mas recelábanse que no vendria en esto por ser de su natural templado, manso y de gran modestia : virtudes que cada qual les daba el nombre que le parecia, quien de miedo, quien de floxedad, quien de corazon estrecho, finalmente de los vicios que mas á ellas se asemejan. La ausencia de la Reyna, y ser muger y esfrángera, daba ocasion á estas pláticas. Entreteníase á la sazon en Segovia con sus hijos, cubierta de luto y de tristeza asi por la muerte de su marido, como por el recelo que tenia en qué pararian aquellas cosas que se removian en Toledo. Los grandes, comunicado el negocio entre sí, al fin determinaron dar un tiento al infante Don Fernando. Tomó la mano Don Ruy Lopez Dávalos por la autoridad que tenia de Condestable, y por estar mas declarado que ninguno de los otros. Pasaron en secreto muchas razones primero, despues en presencia de otros de su opinion le hizo para animalle, que se mostraba muy tibio, un razonamiento muy pensado desta sustancia: « .: « Nos, señor, os convidamos con la corona de vues tros padres y abuelos: resolucion cumplidera para el reyno, honorosa para vos, saludable para todos. Para qué la oferta salga cierta, ninguna otra cosa falta sino vuestro consentimiento: ninguno será tan osado que haga contradiccion á lo que tales personages acordaron. No hay en nuestras palabras engaño ni lisonja. Subir á la cumbre del mando y del señorío por malos caminos es cosa fea; mas desamparar al reyno, que de su voluntad se os ofrece, y se recoge al amparo de vuestra

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sombra en el peligro, mirad no parezca floxedad y cobardía! La naturaleza de la potestad Real y su orígen enseñan bas“ tantemente que el cetro se puede quitar á uno y dar á otro conforme á las necesidades que ocurren. Al principio del mun do vivian los hombres derramados por los campos á manera de fieras, no se juntaban en ciudades ni en pueblos; solamen te cada qual de las familias reconocia y acataba al que entre to< dos se aventajaba en la edad y en la prudencia. El riesgo que #todos corrian de ser oprimidos de los mas poderósos, y las contiendas que resultaban con los estraños, y aun entre los mismos parientes, fueron ocasion que se juntasen unos con otros, y para mayor seguridad se sugetasen y tomasen por cabeza al que entendian con su valor y prudencia los podria amparar y defender de qualquier agravio y demasía. Este fué el orígen que tuvieron los pueblos, este el principio de la magestad Real, la qual por entonces no se alcanzaba por nego ciaciones ni sobornos; la templanza, la virtud y la inocencia prevalecian. Asimismo no pasaba por herencia de padres á hijos: por voluntad de todos y de entre todos se escogia el que debia suceder al que moria. El demasiado poder de los Reyes hizo que heredasen las coronas los hijos, á veces de pequeña edad, de malas y dañadas costumbres. ¿Qué cosa puede ser mas perjudicial que entregar á ciegas y sin prudencia al hijo, sea el que fuere, los tesoros, las armas, las provincias? y lo que se debia á la virtud y méritos de la vida, dallo al que ninguna muestra ha dado de tener bastantes prendas? No quiero alargarme mas en esto, ni valerme de exemplos antiguos para prueba de lo que digo. Todavía es averiguado que por la muerte del Rey Don Enrique el Primero sucedió en esta corona, no Doña Blanca su hermana mayor que casara en Francia, sino Doña Berenguela: acuerdo muy acertado, como lo mostró la santidad y perpetua felicidad de Don Fernando su hijo. El hijo menor del Rey Don Alonso el Sabio la ganó á los hijos de su hermano mayor el infante Don Fernando, porque con suś buenas partes daba muestras de Príncipe valeroso. ¿ Para qué son cosas antiguas? Vuestro abuelo el Rey Don Enrique quitó el reyno á su hermano, y privó á las hijas de la herencia de su padre: que si no se pudo hacer, será forzoso confesar que los Reyes pasados no tuvieron justo título. Los años pasados en

si con

Portugal el maestre de Avis se apoderó de aquel reyno, razón, si tyránicamente, no es deste lugar apurallo: lo que se sabe es que hasta hoy le ha conservado y manteniéndose en él contra todo el poder de Castilla. De menos tiempo acá dos hijas del Rey Don Juan de Aragon perdieron la corona de su padre, , que se dió á Don Martin hermano del difunto, si bien se hallaba ausente y ocupado en allanar á Sicilia; que siempre se tuvo por justo mudase la comunidad y el pueblo conforme á la necesidad que ocurriese, lo que ella misma estableció, por el bien comun de todos. Si convidáramos con el mando á alguna persona extraña, sin nobleza, sin partes, pudierase reprehender nuestro acuerdo. ¿Quién tendrá por mal que queramos por Rey un Príncipe de la alcuña Real de Castilla, y que en vida de su hermano tenia en su mano el gobierno ? Mirad pues no se atribuya antes á mal no hacer caso ni responder á la voluntad que grandes y pequeños os muestran, y por escusar el trabaxo y la carga desamparar á la patria comun, que de verdad tendidas las manos se mete debaxo las alas y se acoge al abrigo de vuestro amparo en el aprieto en que se halla. Esto es finalmente lo que todos st.plicamos; que encargaros useis en el gobierno destos reynos de la templanza á vos acostumbrada y debida, no será necesario. » Despues destas razones los demas grandes que presentes estaban, se adelantaron cada qual por su parte por suplicalle aceptase. No faltó quien alegase profecías y revelaciones, y pronósticos del cielo en favor de aquella demanda. A todo esto el Infante con rostro mesurado y ledo replicó y dixo no era de tanta codicia ser Rey que se hobiese de menospreciar la infamia que resultaria contra él de ambicioso é inhumano pues despojaba un niño inocente, y menospreciaba la Reyna viuda y sola, á cuya defensa toda buena razon le obligaba, demas de las alteraciones y guerras que forzosamente en el reyno sobre el caso se levan. tarian. Que les agradecia aquella voluntad, y el crédito que mostraban tener de su persona; pero que en ninguna cosa les podia mejor recompensar aquella deuda que en dalles por Rey y señor al hijo de su hermano, su sobrino, por cuyo respeto y por el pro comun de la patria él no se queria escusar de ponerse á qualquier riesgo y fatiga, y encargarse del gobierno segun que el Rey su hermano lo dexó dispuesto; solo en nin

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