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y aplauso de los circunstantes que haria la renunciacion tan deseada de todos. Invencion y engaño por lo que se vió; que dende á pocos dias de noche se hurtó y huyó de aquella ciudad con intento de renovar los debates pasados. Enviaron personas en pos dél, que le prendieron ; y vuelto á Constancia, mal su grado fué forzado á hacer la renunciacion postrero dia del mes de mayo, para atajalle los pasos de todo punto dieron cuydado al Conde Palatino que le tuviese debaxo de buena guarda, mas huyó tres años adelante. Finalmente, para sosegalle, por concierto le fué vuelto el capelo, con que pasados algunos años falleció en Florencia cabeza de la Toscana. Sepultaron su cuerpo en aquella ciudad en el bautisterio de San Juan, enfrente de la iglesia mayor. Sus tesoros que allegó muy grandes en el tiempo de su pontificado, quedaron en poder de Cosme de Médicis, ciudada no principal de aquella señoría: escalon por donde él mismo subió á gran poder, y los de su casa adelante se enseñorearon de aquella república : tal es la comun opinion del vu lgo. La alegría que los prelados recibieron por la deposicion del Pontífice Juan, se dobló con la renunciacion que cinco dias adelante Cárlos Malatesta procurador del Pontífice Gregorio, conforme á los poderes que traia muy amplos, hizo en su nombre. Restaba solo Benedicto, cuya obstinacion ponia en cuydado á los padres, si antes que renunciase nombraban otro Pontífice, no recayese en los inconvenientes pasados. Acudieron al medio que les ofrecieron de España, que el César Sigismundo en algun lugar á propóse viese con el Rey de Aragon y con el dicho Papa Benedicto, ca no tenian de todo punto perdida la esperanza; antes cuydaban se dexaria persuadir, y seguiria el comun acuerdo de todas las naciones y el exemplo de sus competidores. Para estas vistas señalaron á Niza, ciudad puesta en las marinas de Génova, y en esta razon despacharon para los dos el Rey y el Papa sus embaxadores, personas de cuenta Ꭹ de autoridad.

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Capítulo VII.

Que los tres Principes se vieron en Perpiñan.

AL mismo tiempo que estas cosas pasaban en Constancia, el Rey de Aragon en Valencia festejaba con todo genero de demostracion el casamiento del Príncipe Don Alonso su hijo con la Infanta Doña María hermana del Rey Don Juan de Castilla. Para mas autorizar la fiesta se halló presente el Pontífice Benedicto. Concurrió toda la nobleza y señores de aquel reyno: grandes invenciones, trages y libreas. Acompañó á la Infanta desde Castilla con otras personas de cuenta Don Sancho de Rojas, que á la misma sazon de obispo que era de Palencia, trasladaron al arzobispado de Toledo por muerte de Don Pedro de Luna que finó en Toledo á los diez y ocho de setiembre, y le enterraron en la capilla de San Andrés de aquella su Iglesia junto á Don Ximeno de Luna su pariente: al presente yace en propio lucillo que le pusieron en la capilla de Santiago. La promocion de Don Sancho se hizo por intercesion y á instancia del Rey de Aragon; y él mismo por su persona y aventajadas prendas era digno de aquel lugar, y por los muchos servicios que á los Reyes hizo en tiempo de paz y guerra. Su padre Juan Martinez de Rojas señor de Monzon y Cabra, que falleció en el cerco de Lisboa en tiempo del Rey Don Juan el Primero, su madre Doña María de Leyva. Hermanos Martin Sanchez de Rojas, y Dia Sanchez de Rojas, y Doña Inés de Rojas, la qual casó con Fernan Gutierrez de Sandoval. Nació deste casamiento Diego Gomez de Sandoval Conde de Castro Xeriz, adelantado mayor de Castilla y chânciller mayor del sello de la puridad. Fué gran privado de Don Juan Rey de Navarra, cuyo partido y de los Infantes sus hermanos siguió en las alteraciones que anduvieron los años adelante, que fué ocasion de perder lo que tenia en Castilla, grandes estados, y de adquirir la villa de Denia por merced que le hizo della el mismo Rey Don Juan de Navarra. El arzobispo Don Sancho le hizo donacion de la villa de Cea que compró de su dinero, pero con tal condicion que tomase el apellido de Rojas, home

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nage que despues le alzó. Casó segunda vez la dicha doña Inés con el mariscal Fernan García de Herrera, que tuvo en ella muchos hijos: cepa y tronco de los condes de Salvatierra, que adquirieron asimismo la villa de Empudia por donacion del mismo Don Sancho de Rojas. Las bodas del Príncipe Don Alonso se celebraron á los doce del mes de junio. Dexó á la Infanta su padre en dote el marquesado de Villena, mas dél la despojaron, y la dieron á trueque docientos mil ducados, por llevar mal los de Castilla, que los Reyes de Aragon quedasen con aquel estado, puesto á la raya de ambos reynos en parte que se podian fácilmente hacer entradas en Castilla. El Rey de Portugal desde el año pasado aprestaba una muy gruesa armada. Los Príncipes comarcanos, con los zelos que suelen tener de ordinario, sospechaban no se enderezase á su daño; al de Aragon en especial le aquexaba este cuydado por rugirse queria tomar debaxo de su amparo al Conde de Urgel, y por este camino alteralle el nuevo reyno de Aragon. Engañóles su pensamiento porque el intento del Portugués era asaz diferente, esto es de pasar en Africa á conquistar nuevas tierras. Animábale su buena dicha, con que ganó, y con poco derecho se afirmó en aquel su reyno, y poníanle en necesidad de buscar nuevos estados los muchos hijos que tenia, para dexallos bien heredados, por ser Portugal muy estrecho. En la Reyna su muger tenia los Infantes Don Duarte, Don Pedro, Don Enrique, Don Juan, Don Fernando y Doña Isabel; fuera destos á Don Alonso hijo bastardo, que fué Conde de Barcelos. Armó treinta naves gruesas, veinte y siete galeras, treinta galeotas, sin otros baxeles que todos llegaban hasta el número de ciento y veinte velas. Partió el Rey con esta armada la vuelta de Africa, sin embargo que á la misma sazon pasó desta vida la Reyna Doña Philipa, que hizo sepultar en el nuevo monasterio de la batalla de Aljubarrota. De primera llegada se apoderó por fuerza á los veinte y dos de agosto de Ceuta, ciudad puesta sobre el estrecho de Gibraltar. El primero á escalar la muralla fué un soldado por nombre Corterreal, otro que se decia Alberguería, se adelantó al entrar por la puerta : al uno y al otro remuneró el Rey y honró como era debido y razon; lo mismo se hizo con los demas, conforme á cada uno era. Los Moros unos pasaron á cuchillo, otros se salvaron por los pies, y al

gunos quedaron por esclavos. Deste buen principio entraron los Portugueses en esperanza de sugetar las muy anchas tierras de Africa. Mudaron otrosí este mismo año la manera de contar los tiempos por la era de César, como se acostumbraba, en la del nacimiento de Christo por acomodarse á lo que las otras naciones usaban, y en conformidad de lo que poco antes deste tiempo, como queda dicho, se estableció en los reynos de Aragon y Castilla. El cuydado de sosegar la Iglesia todavía se llevaba adelante, y los padres del concilio continuaban en sus juntas. No pudo el Rey Don Fernando ir á Niza por cierta dolencia continua que mucho le fatigaba: acordaron que el César llegase hasta Perpiñan, villa puesta en lo postrero de España y en el condado de Ruysellon: Príncipe de renombre inmortal por el celo que siempre mostró de ayudar á la Iglesia sin perdonar á diligencia ni afan. El Pontífice Benedicto y el Rey Don Fernando, como los que se hallaban mas cerca, acudieron los primeros. El Emperador llegó á los diez y nueve de setiembre acompañado de quatrocientos hombres de armas á caballo y armados, asaz grande representacion de magestad. El vestido de su persona ordinario, y la baxilla de su mesa de estaño, señal de luto y tristeza por la afliccion de la Iglesia. Concurrieron al mismo lugar embaxadores de los Reyes de Francia, Castilla y Navarra. Todo el mundo estaba á la mira de lo que resultaria de aquella habla. El miedo y la esperanza corrian á las parejas. No podia el Rey por su indis posicion asistir á pláticas tan graves. Todavía desde su lecho rogaba y amonestaba á Benedicto restituyese la paz á la Iglesia, y se acordase del homenage que en esta razon hizo los tiempos pasados: el concilio de los obispos se celebraba; no era razon engañase las esperanzas de toda la Christiandad: acudiese al concilio, y hiciese la renunciacion que todos deseaban, conforme al exemplo de sus competidores: ¿quánto podia quedar de vida al que por sus muchos años se hallaba en lo postrero de su edad? Pudiera Benedicto con mucha honra doblegarse y ponerse en las manos de tan grandes Príncipes y de toda la Iglesia, si el apetito de mandar se gobernara por razon, afecto desapoderado, y mas en los viejos; mas él estaba resuelto de no venir en ningun partido de su voluntad, solo pretendia entretener y alargar con diferentes cautelas y mañas. Apretában

le los dos Príncipes para que se resolviese, y acabase. Un dia hizo un razonamiento muy largo en que declaró los fundamen. tos de su derecho: Que si en algun tiempo se dudó quál era el verdadero Papa, la renunciacion de sus dos competidores ponia fin en aquel pleyto, pues quitados ellos de por medio, él solo quedaba por rector universal de la Iglesia: que no era justo desamparase el gobernalle que tenia en su mano, de la nave de San Pedro: quanto tenia la edad mas adelante, tanto mas se debia recelar de no ofender á Dios y á los Santos por falta de valor, y de amancillar su nombre con una mengua perpetua. Siete horas enteras continuó en esta plática sin dar alguna señal de cansancio, si bien tenia setenta y siete años de edad, y los presentes de cansados unos en pos de otros se le salian de la sala. Alegaba sobre todo que si él no era el verdadero Pontífice, por lo menos la eleccion del que se habia de nombrar, pertenecia á solo él como al que restaba de todos los cardenales que fueron elegidos antes del scisma, por Pontífice cierto sin alguna duda y tacha. Gastábase mucho tiempo en estas alteraciones sin que se mostrase esperanza de hacer algun efecto. El Emperador cansado con la dilacion se partió de Perpiñan. Amenazaba á Benedicto usarian contra él de fuerza, pues no queria doblegar su voluntad. Todavía se entretuvo en Narbona por si con la diligencia del Rey Don Fernando que se ofrecia á hacella, se ablandase aquel obstinado corazon. Todo prestó poco, antes con toda priesa Benedicto se robó y se partió para Peñíscola, con cuya fortaleza, que es; tá sobre un peñon casi por todas partes rodeada del mar, cuydaba afirmarse y defender su partido. Llegóse al último plazo y remedio, que fué quitalle en Aragon la obediencia, como se hizo por un edicto que se publicó á los seis de enero del año que se contó mil y quatrocientos y diez y seis, en que se veḍa- 1416. ba acudir á él en negocios, y lo mismo tenelle por verdadero Papa. El principal en este acuerdo y resolucion fué fray Vicen; te Ferrer, que el tiempo pasado se le mostró muy aficionado y parcial. La larga costumbre puede mucho: asi en los ánimos de algunos todavía quedaba algun escrúpulo, y se les hacia de mal apartarse de lo en que por tantos años continuaron. El pueblo fácilmente se acomodó á la voluntad del Rey, como el que poca diferencia hace entre lo verdadero y lo falso. Desa

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