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perpetuamente anduvo á tienta paredes: con la grandeza de los negocios se cansaba y ofuscaba. Por esto se sugetó siempre al mando y albedrío de sus palaciegos y cortesanos: cosa de gran perjuicio, y de que resultaron continuas alteraciones y graves. Dirá alguno: reprender estos vicios es cosa fácil; ¿quién los podrá enmendar ? quién se atreverá á afirmar lo que es muy verdadero, que á las mugeres conviene el arreo y el regalo, á los Príncipes el trabaxo desde su primera edad? Quién digo se atreverá á decir esto delante de aquellos que po nen la felicidad del señorío, y la miden con el regalo, luxuria y deleytes, y tienen por el principal fruto de la vida servir al vientre y á las otras partes mas torpes del cuerpo? Demas desto quién persuadirá esta verdad á los que tienen por género de muy agradable servicio conformarse con los deseos de los Príncipes y con sus inclinaciones para por allí medrar ? Dexemos pues estas cosas, y volvamos á nuestro cuento. En el 1420. principio del año siguiente, que se contó de mil y quatrocientos y veinte, pasó el Rey á Tordesillas, villa de Castilla la Vieja. Don Enrique maestre de Santiago ó por pretender casarse con la infanta Doña Cathalina, ó con intento de sugetar sus contrarios, acompañado de los suyos entró en aquel lugar, prendió á Juan Hurtado de Mendoza mayordomo de la casa Real, y á otros del palacio con tanto se apoderó del mismo Rey á doce del mes de junio, y le quitó la libertad de ir á parte ninguna ó determinar algun negocio: gran vergüenza, y grave afrenta del reyno, que el Rey estuviese cercado, preso y encerrado por sus vasallos. Movidos desta indignidad los demas grandes de la provincia acudieron á las armas, por su caudillo el infante Don Juan de Aragon, que celebrado que hobo sus bodas en Pamplona, concluidas las fiestas, y gastados en ellas no mas de quatro dias, se partió para Castilla movido de la fama de lo que sucediera, y por las cartas de muchos que le llamaban. En Avila se celebraron las bodas del Rey de Castilla con pequeño aparato y pocos regocijos por estar ausente gran parte de los grandes y el Rey detenido á manera de preso. Don Enrique para su seguridad y para fortificarse tenia en aquella ciudad tres mil de á caballo: Don Juan su hermano se entretenia en Olmedo con igual número de caballos, que tenia alojados por los lugares çomarcanos: con

currian á él de toda la provincia; los menores, medianos y mayores trataban de vengar la injuria del Rey y mengua del reyno. Procuróse que los Infantes hermanos se viesen: no se dió lugar á esto, ni permitieron que el infante Don Juan se pudiese ver con el Rey. El infante Don Enrique magüer que á la sazon apoderado de todo, cuydadoso de lo de adelante procuró se tuviesen córtes en aquella ciudad. Nadie tenia libertad para tratar los negocios por estar la ciudad llena de soldados, y el lugar en que se juntaban, cercado de hombres armados. Con esto Don Enrique por cortes fué dado por libre de toda culpa de lo que hasta allí se le podia imputar: nadie se atrevió á contradecillo ni hablar, en tanto grado que como por galardon y pago de aquella hazaña con voluntad del Rey se alcanzó del Pontífice Martino Quinto que el maestrazgo de Santiago con todas sus rentas y estado quedase por juro de heredad á los descendientes de Don Enrique, que fuera una nueva plaga de España y un gravísimo daño, si el Rey no revocara aquel decreto llegado á mayor edad. Lo que solo restaba, la infanta Doña Cathalina era la que principalmente hacia resistencia á los intentos de Don Enrique: decia claramente no queria por marido el que con armas y fieros pretendia alcanzar lo que debiera con servicios, agrado y buena voluntad; todavía vencida su flaqueza ó inconstancia, aquellas bodas se celebraron con grandes regocijos en Talavera villa principal cerca de Toledo, do el Rey se pasó desde Avila. Diéronle en dote el señorío de Villena con nombre de Duque : á Alvaro de Luna, el principal entre los palaciegos, por lo que en esto trabaxó, le fué hecha donacion de Santistevan de Gormaz; principio y escalon para subir al gran poder que tuvo, y alcanzar tantas riquezas como juntó adelante. Por este tiempo cada dia en Cataluña bramaba la tierra, y temblaba toda desde Tortosa hasta Perpiñan. Junto á Girona estaba un pueblo llamado Amer, en que se abrieron dos bocas de fuego que abrasaba los que se llegaban á dos tiros de piedra : de otra boca junto á las de fuego salia agua negra, y á media legua se mezclaba con un rio (que debia ser Sameroca) con que aquel pueblo se destruyó, y los peces del rio murieron. Era el olor del agua tan malo que las aves batian las alas quando por allí pasaban: estendíase tanto que llegaba hasta Girona con estar apartada de allí i y

distante quatro leguas. En Salamanca por el mismo tiempo se edificaba el colegio de San Bartholomé á costa de Don Diego de Anaya, que en el mismo tiempo del concilio Constanciense fué de Cuenca trasladado al arzobispado de Sevilla. Dióle grandes rentas con que buen número de colegiales se pudiesen sustentar, á la manera del colegio de Boloña que el cardenal Don Gil de Albornoz dexó allí fundado para que en él estudiasen mozos Españoles. Vióle Don Diego de Anaya á su pasada por Italia: determinóse de hacer otro tanto : exemplo de liberalidad que imitaron personas principales en toda España, ca edificaron los años adelante colegios semejantes, de donde como de castillos roqueros ha salido gran número de varones excelentes en todo género de letras. En aquella misma ciudad y universidad se fundaron con el tiempo otros tres que se llaman mayores, en Valladolid el quarto, el quinto en Alcalá, los menores apenas se pueden contar. En el mismo tiempo se abria puerta á los Aragoneses y Portugueses para adquirir nuevos estados. Fué así que Don Enrique hijo del Rey de Portugal por el conocimiento que tenia de las estrellas (profesion en que gastó gran parte de su vida) sospechó que en la anchura del mar Océano se podria abrir camino para descubrir nuevas islas y gentes no conocidas. Acometió con diversas flotas que envió para este efecto, si podria hacer algo que fuese de provecho. Por este modo entre Lisboa y las islas de Canaria, casi en medio de aquel espacio, este año hallaron una isla aunque pequeña pero que goza de muy buen cielo y tierra fértil, como lo mostraban los bosques espesos que en ella hallaron á propósito para cortar muy buena madera, de donde se llamó la isla de la Madera. Deste principio costeando las riberas de Africa, poco a poco parte este Infante, y mas los Reyes adelante, llegaron con esfuerzo invencible hasta lo postrero de Levante, corrieron las marinas de la Asia, la India y la China con gran gloria del nombre portugués y provecho no menor. Tenia cercada dentro de Nápoles á la Reyna Doña Juana Luis Duque de Anjou. La causa de hacelle guerra era la enemiga que de antiguo tenia con aquellos Reyes, y las deshonestidades poco recatadas de la misma Reyna, á las quales como quier que el Conde Jacques su marido no pudiese poner remedio, ni las pudiese sin gran mengua suya disimular, vuelto á Francia,

algun tiempo despues renunciada la vida de señor se hizo frayle de San Francisco. El que principalmente ayudaba al Duque de Anjou, era Mucio Esforcia capitan de gran nombre en aque. lla sazon, esto por envidia que tenia á Bracio de Monton otro capitan á quien la Reyna daba mas favor: las cosas y fuerzas de la Reyna se hallaban en gran peligro y casi acabadas quando Don Alonso Rey de Aragon, Quinto deste nombre, muy esclarecido por la excelencia de sus virtudes, y por haber frescamente domado y sosegado á Cerdeña, fué llamado y convidado á dar socorro á los cercados, con esperanza que le daban de que sucederia en el reyno de Nápoles por adopcion que la Reyna, por no tener hijo ninguno, le ofrecia hacer de su persona y prohijalle. No dexó pasar la ocasion que sin procuralla se le ofrecia, de ensanchar su reyno : asi con una armada que envió desde Cerdeña, hizo alzar el cerco de Nápoles. El premio deste trabaxo y desta ayuda fué que en una junta de señores que se tuvo en aquella ciudad, se otorgó y publicó la escritura de la adopcion á diez y seis de setiembre, y el Pontífice Romano algun tiempo despues asimismo la tuvo por buena. No trato del derecho que tuvieron para hacer esto por ser la disputa mas fácil que necesaria. Sin duda deste principio largas y perjudiciales guerras nacieron entre Franceses y Españoles, trabadas unas de otras hasta nuestra edad. El mismo Rey Don Alonso sugetado que hobo á Cerdeña, y desamparado á Córcega para que los Ginoveses se apoderasen della, se apresuró para pasar en Sicilia. Llegó á Palermo en breve: el deseo y esperanza que tenia de asegurarse en la sucesion del nuevo reyno, le aguijonaba; el cuydado era tanto mas encendido, que cierto mathemático cinco años antes desto le dixo, consideradas las estrellas, ó por arte mas oculta: «El cielo, Rey Don Alonso, te pronostica grandes cosas y maravillosas. Los hados te llaman al señorío de Nápoles, que será breve al principio no te espantes, no pierdas el ánimo. Dásete cierta silla, grandes haberes, muchos hombres. Vuelto que seas al reyno, serán tan grandes las riquezas que hasta á tus cazadores y monteros darás grandes estados. Confiado en Dios pasa adelante á lo que tu fortuna y tu destino te llama, seguro que todo te sucederá prósperamente y conforme á tu voluntad y

deseo. »

Capitulo xn.

Como fué preso Don Enrique Infante de Aragon.

No pararon en poco las alteraciones y graves desmanes de Castilla, la floxedad del Rey era la causa, y sobre esto habelle quitado la libertad, de que resultaron discordias civiles y prisiones de grandes personages, y miedos de mayores males que desto se siguieron. Estaba la corte en Talavera como poco antes queda dicho: el Rey mostraba no hacer caso ni cuydar de su injuria, antes se deleytaba y entretenia en cazar. Con esta color salió del lugar á veinte y nueve de noviembre y se fué á Montalvan, que es un castillo puesto y asentado en un ribazo de tierra casi en medio de Talavera y Toledo á la ribera del rio Tajo, de campos fértiles y abundantes. Persuadióle que huyese y hízole compañía Alvaro de Luna, que ya por este tiempo estaba apoderado del Rey: otro género de prision no menos menguada y perjudicial. Llevó mal esto el Infante Don Enrique: recelábase de lo que habia hecho, y por la mala conciencia temia lo que merecia. Por esta causa con nuevo atrevimiento, juntadas arrebatadamente sus gentes, puso cerco á Montalvan, bien que no le combatió por tener en esto solo respeto al Rey que dentro se hallaba. Concurrian los grandes para vengar este nuevo desacato: estos eran el arzobispo de Toledo, el Infante Don Juan, el almirante Don Alonso Enriquez; pero corria igual peligro, y se sospechaba de qualquiera parte que venciese, no se quisiese apoderar de todo. En el entretanto comenzó á sentirse falta de mantenimiento en el castillo, tanto que se sustentaban de los jumentos y caballos y otros manjares sucios y profanos. Al fin por mandado del Rey, aun, que cercado, y por miedo de los que á su defensa acudieron, á los diez de diciembre se alzó el cerco: Don Enrique se fué á Ocaña, villa de su jurisdiccion y maestrazgo, con intento de defenderse con las armas si le hiciesen guerra, y en ocasion volver á sus mañas. El Rey, ido Don Enrique, dió la vuelta á Talavera: en el camino le salieron al encuentro los Infantes de Aragon Don Juan y Don Pedro su hermano, saludáronse en.

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