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más prez á la literatura moderna (1); como D. Valentín Carderera, el autor de la Inconografia, el coleccionista de primorosas estampas, el biógrafo de Jusepe Martinez, el anotador de los Discursos practicables; como Lafuente, el narrador de las glorias de la Iglesia patria; como Codera, digno de figurar entre los arabistas Moreno Nieto, Alcántara, Fernández y González, Simonet, Guillén Robles; como Costa, testimonio vivo de que es posible en la juventud, la más sólida universalidad de conocimientos; y como otros mil que no nombro, para no hacer más enojoso de lo que ya es imposible evitar este trabajo, en el que,-valiéndome de una frase del Cardenal de Luca, resulta pagado en cobre lo que debía haber dado en plata,-prueban que no están descastadas las razas ni perdidas las cepas de próceres del ingenio, de otros días.

Entre los que más brillo han dado con su pluma á las letras, en la ciudad en que enseñaron Pedro S. Abril y Malón de Chaide, y más honra con su nombre á la tierra en que vivimos, sobresale un personaje que lo fué todo, en la Orden sagrada de las letras y vivió para el goce espiritual de las grandes creaciones poéticas; pues jamás tuvo devoto más apasionado la poesía, la divina poesía; sublime de lo sublime!, donde emancipase de la materia, el alma; la palabra, es pincel, buril, y diapasón, y espiritualizándose, se armoniza con la idea; y están congregadas, bajo el imperio de las Musas y en la plenitud de su hermosura, todas las artes, constituyendo un bienaventurado universo estético. De la naturaleza y el espacio necesitan las obras en que la vida es uniforme; el Perseo de Benvenuto, la Ariadna de Dannecker, el Cristo de la Luz, miniatura de la aljama cordobesa, las maravillosisimas catedrales, cuyas naves adornan las banderas ganadas en los combates por la fe y en cuyas sillerias de coro, un Berruguete ó un Siloe esculpieron pasajes de la Biblia ó episodios de la guerra de Granada: del tiempo y de la sumisión del pensamiento à la cadencia necesitan, las armonías de Beethoven, la música de Donnizetti, de Meyerbeer, de Chopin, del Cisne de Pésaro, <que habla sin lengua, pinta sin colores y llora sin lágrimas»: es plástico el arte que creó, las Nupcias de Alejandro con Rosana (2), y al que debemos, la amable majestad divi

(1) D. Pedro Madrazo, á quien envío un saludo de admiración.

(2) Este ingenioso cuadro alegórico del pintor de Cos, lo ha descrito detalladamente, Luciano. Teniendo á la vista la descripción de éste, intentaron reproducirlo Rafael y otros maestros, quienes hubieron de desistir de tal empresa.

na del Salvador de Juanes, las Gracias de Rubens, la Odalisca de Ingres, el Novillo del Haya de Potter..., el arte que embelleció los claustros del Paular, con la imaginativa del Carducho y con la de Peregrin, la biblioteca en que se guardan códices, como las Cantigas y el Apocalipsis: -la poesía, reproduce el mundo exterior y el mundo moral: esculpe lo que pensamos; míralo todo en su esencialidad; cabraza las leyes generales de la creación, de la historia y del espiritu, enalteciéndolo totalmente»; sube hasta Dios; y allí, arrobada, extasíase, en la azul é infinita planicie de los cielos.

La naturaleza tiene su arqueologia, en los paisajes histórico-monumentales de Pusino, que, mientras se conserven, habrá arquitectura griega y romana, aunque se pierdan los restos de la arquitectura griega y romana que poseemos: tiene su poema, en los cuadros del que apoderóse de las dudosas tintas con que baña la tierra el sol, cuando nace; de la claridad del mediodía y de los matices de una serena y apacible caída de la tarde: tiene su novela, en las obras de Berghem; su lirismo, en las de Ruysdael; su poesía subjetivo-objetiva, en las de Salvador Rosa; su poesía venatoria, en alguna de Velázquez: y tiene su arqueología, su poema, su novela, su lirismo, su poesía subjetivo-objetiva, su poesía venatoria, en Hesiodo y Lucrecio, en las Geórgicas y las Luisiadas, en la Diana de Gil Polo y en las Églogas del cantor de Elisa, en Moratin y el Tasso. Comparad los rebaños, los campos, los bosques de aquéllos, ó los pastos de Dujardín, los Kermesses de Teniers, los efectos de luna de Vander Neer, las escenas románticas que recibieron vida de la violácea paleta de Villa-amil, la Siega del heno de Rosa Bonheur y la Mañana de otoño de Castán, con las sencillas descripciones del Tytiro de Toledo y las magnas del pintor del Océano, el Epico de la raza ibera, el desgraciado sublime, en cuyos versos se ve à Dios más grande, que en el mendigo de Smirna: y eso que en el mendigo de Smirna, se ve à Dios más grande, que en el astro de los astros, según Victor Hugo!-Acercaos al molino de la galería Doria...: respiraréis el aire plácido y oiréis el fragor de la cascada, que el lorenés trasladó á su lienzo; al Arco-iris de Rubens; que mueve á envidia al natural; á los Bueyes que marchan à la labor de Troyon, página de poesía pastoril de las más bellas debidas al numen del hombre y que con su cielo y sol tan hermosos, su diáfana brisa y sus plantas, esmaltadas de rocío, da la lección más acabada à la realidad... y sólo encontraréis expresada, una idea, un instante: como encontraréis sólo, una idea inalterable, un instante

perenne, en esas odas místicas, pintadas por un serafín, con un rayo de estrella, en un retazo del tisú celeste, en las Vírgenes del que saludó Jovellanos diciendo:-Yo he creído en tus obras los milagros del arte; yo he visto en ellas la atmósfera, los átomos, el aire, el polvo, el vapor de las aguas y hasta el trémulo resplandor de la luz del alba. «La Arquitectura simboliza un beneficio à la humanidad; la Estatuaria recuerda una hazaña; y la Pintura habla á la imaginación, á los sentidos y al entusiasmo»: la Poesía, cuyo campo es el de lo bello y su fondo la verdad; que, sin proponérselo, moraliza é instruye y convierte, en creencias y sentimientos generales, los principios científicos que el sabio formula, desprendiéndose de los hechos; que espiritualiza la materia y da casta carne al espíritu; que reproduce embellecido el mundo real, y conserva en sus creaciones, el carácter nativo de ellas, sin que pierdan la universalidad; la Poesía! no puede presentarnos un conjunto de objetos, por yuxtaposición, en el espacio, que impresionen, á la vez, mas sí, una riqueza de pormenores, que haga percibir al alma, la unidad del todo: recorre el tiempo; describe el movimiento; invade los dominios de la música; sírvese de la armonía imitativa; y ora simula el ruido de la lima y el rastrillo; ora nos hace visible la lanza, estremeciéndose al clavarse en el caballo de Troya y produciendo en el vientre de éste metȧlica resonancia; ora nos recrea con los acordes de la cítara de Apolo. Gros os representará á Bonaparte, en el campo tristisimo de Eylau, en determinado instante y en determinado instante del Paso del Gránico ó de la entrada en Babilonia, Lebrun á Alejandro. Un poeta os describirá de tal modo, el conflicto de Muret, que veréis la llanura que reluce cual si fuese de cristal, cubierta de yelmos y espadas; y al Obispo Folquet bendiciendo á los suyos; y oiréis las levantadas frases, en que el héroe de las Navas, da la señal de combate à sus soldados y la arenga de Monfort, al desplegar al aire su bandera: veréis al conde de Foix, à la cabeza de la vanguardia; al de Tolosa, á la cabeza de la retaguardia; y al rey, ardoroso y temerario, transfigurado y fascinador, relampagueando la mirada, contraído el rostro, agitados sus músculos todos, en el centro de la línea, después de haber cambiado sus armas para que no le reconociesen; picando espuelas á su corcel, en dirección al sitio en que Roncy y de Ville asestan terribles golpes sobre el que creen sea D. Pedro; derribando de un golpe de maza turca, al primer jinete francés, que se le opone al paso, y ejecutando prodigios de valor, en lo más crudo de la batalla; la terrible embestida del ilustre padre de D. Jaime; á los

cruzados cejando, reanimándose luego, arrollando después, á los bravos que se hartan de acuchillar, junto à su señor; y oiréis las animosas palabras que salen de los labios de éste, el gutural acento con que grita Aragón! Aragón!: veréis la prisa que se da el más cariñoso de los Mecenas, en herir, en matar, acá, allá, acullá, en todas partes; el aturdimiento de los enemigos; la bizarría con que el trovador coronado opónese al reflujo de la derrota y pelea solo contra un ejército, pues todos sus caballeros están heridos ó son cadáveres; y oiréis también, el reto del mejor entre los valientes, á mi!, yo soy el monarca; la griteria de la desbandada, en la que los unos perecen al filo de los aceros, los otros al cruzar el río, y el choque del cuerpo real, al caer, bañado en sangre propia y ajena, sobre aquel suelo maldecido en el que, fiel á la divisa de su linaje, supo morir si no vencer, el católico, el noble, el liberal hijo de Alfonso II, á cuyo sepulcro dan guardia de honor, el de los infanzones y caudillos enterrados en la orilla del Alcanadre (1), en la forma que quedaron tendidos, en los campos de la Pro

venza.

Mas, hablemos, que ya es hora, del autor insigne de este Diccionario; del catedrático eminente; del poeta que cantó, con entusiasmo el Aragón que mi laureado amigo V. Marín ha saludado, en estos versos:

Justicia fueron tus leyes,
Siervos de la ley tus reyes,
Esclava tuya la gloria.

(1) Tienen su sepulcro en el Monasterio de Sigena, á la vez que D. Pedro II, D. Aznar y D. Pedro Pardo, D. Miguel de Luenco, D. Miguel de Rada, D. Gómez de Luna, D. Blasco de Aragón y D. Rodrigo de Lizana.

II

AUNQUE

D. JERONIMO BORAO Y CLEMENTE

UNQUE de los museos de la historia desapareciesen las cunas de oro de sus idolatrados Benjamines, sabríamos, pues lo dirian sus obras, la patria de los Andrés del Sarto y Calderón de la Barca; y aunque la testigo de los tiempos, callase el carácter de las edades conocidas ó el origen de los pueblos, que más han influído en la humanidad, conoceríamos el carácter y el origen, conservándose La Ciudad de Dios y la Summa, el Derecho Romano y las Partidas, el Decamerón y el Quijote, la Divina Comedia y el Antar; ó estando en pie, las creaciones artísticas que admiramos en Atenas y en Egipto; alli donde las aguas del Arno copian temblando, à causa de su asombro, la aérea rotonda de Brunelleschi y en las márgenes del Rhin, que da un Niágara á Europa y tiene islas encantadoras, pobladas de recuerdos de Schiller y los Niebelungen; decoraciones como la de las siete montañas; paisajes de hermosa gradación de términos, que poetizan, solitarios castillos, desnudos ó acariciados por la hiedra, ermitas, abadías, arruinadas torres, viñedos sin número, árboles de espeso follaje, y entonan, el ave que juguetea, acariciando con el ala la corriente; el barquichuelo que se adormece al suave columpio de ésta; el corderillo que mama; la cabra que roe el pámpano de las vides; el perro que custodia con gravedad el rebaño; el rayo de luz que se pierde en las soledades de la selva; el aire que finge entre las hojas, risas, besos y lloros: del Rhin, que acá, muéstranos la sombra de César; allí la de Hoche; allá la de Beethoven; más allá la de Gustavo Adolfo vigilada por la de Spínola ó la de los bravos vencedores de Napoleón; y en su superficie, la estela de la barca en que Durero fué copiando, un día, lo que tan agradable naturaleza hablaba á su espíritu: del Rhin, que en un sitio recuérdanos á Southey y en otro las doncellas convertidas en rocas, en castigo de su fría insensibilidad, ó la ondina que atrae con su cántico, al remolino de Gwir: del Rhin de madame Stael, en una pa

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