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tan amada, testifique su gratitud á Borao, en un monumento. Sea éste el de la colección de sus obras!; en la que corresponden los sitios de honor, á las lecciones pronunciadas en la cátedra por el docto maestro y que alguien conserva manuscritas; y á una novela, no publicada aún, y que es un venero de lenguaje, la joya de un gran narrador, de un gran pintor, de un gran observador, de un escritor sin mancha, capaz de cautivar å los que leen en torno de los dorados veladores, y en torno de las camillas de tosco pino (1).

Tanto merece aquel varón extraordinario!...

Nadie admira más que yo à la inmortal Zaragoza. Sus hombres de foro y su claustro universitario son muy respetables: con las oraciones pronunciadas, en la asamblea de jurisconsultos, que presidió el gran dialéctico Gil Berges, podría formarse un libro monumental: en sus Ateneos y Academias, la juventud discute las tesis más graves ó se ensaya con fortuna, en el género de Campoamor, Zorrilla y Principe: las redacciones de sus periódicos, son viveros tan excelentes, como cuando en ellas alentaba al escritor novel, Carreras y González; empezó Cavia á mostrarnos su donaire y geniales agudezas; Pablo Ordás su corrección; y nos reveló sus aptitudes prodigiosas Arnáu, orador de palabra fácil, galana y florida, filósofo profundo y literato tan docto, que conoce las literaturas eslavas no menos bien que la patria, y no menos bien que Rambaud la poesía moscovita, y no menos bien que el Espiritu de las leyes ó la Critica de la Razón pura los trabjos de Murray y Vallace sobre la nación de Pedro el Grande, y no menos bien que las de Pérez Galdós ó Dickens, las novelas de Tourguenef, Pisemslky y Distoyewski, por cuyas páginas circula el aire frío de las márgenes del Volga, en las que anima el paisaje el burlaki tirando de las maromas atadas á las barcazas de hielo: de las imprentas de la capital han salido obras notables de medicina, de filosofia, de arqueología, de arte, de derecho: al lado del erudito (2), que ha rectificado los errores de los analistas, sobre los orígenes de nuestro antiguo reino, encuéntrase el que mejor escribe el cuento aragonés (3): y próximo

(1) Debo la noticia de la existencia de esta novela inédita de Borao, á un deudo de éste, el Sr. Villahermosa, persona ilustradísima, capaz de quilatar la producción en su verdadero precio.

(2) D. Tomás X. de Embún, autor de los Orígenes del reino de Aragón, obra de un mérito indiscutible, que consultan los doctos y que es una manifestación luminosa de la crítica moderna de los Dozy y Schack.

(3) D. Agustín Peiro, quien prestaría un gran servicio á la literatura,

al banco en que á veces estudia el anciano venerable (1), que ha hecho de su vida una profesión de la ciencia, veis copiando manuscritos al joven militar (2), historiador de la Artilleria española en los siglos XIV y XV. Y sin embargo el hueco que Borao dejó entre nosotros, de tal suerte no se ha llenado aún, que á semejanza del Conde de Castiglione á la muerte del Pintor de las Gracias, bien podría decirse:-Desde que está ausente del mundo el esclarecido maestro, ya no parece que vivimos en Zaragoza.

Merece la frase el autor laureado de Los Fueros de la Unión! El hombre de letras tiene ya carta de ciudadanía en tierras de la fama; y el nombre del Profesor será pronunciado siempre en nuestras aulas universitarias, con el respeto que en París, el de los doctores españoles que allí enseñaron; en Salamanca el del Brocense; el de Lebrija en Alcalá; el de Virués en Viena; el de Vega en Wilnia y el de Laguna en la margen del Rhin en que se alza, una de las más hermosas maravillas del siglo de San Fernando, San Luis é Inocencio III, el Dante, Santo Tomás y el Giotto; del siglo de las Partidas y de las catedrales de Toledo y Burgos, sólo comparables en sublimidad a la aludida de Colonia, en la que nuestro Enrique Gil, deslumbrado por la ilusión de bienaventuranza que produce la luz penetrando por las rasgadas vidrieras del terminado ábside, encontraba en toda su perfección, el fausto sencillo y la solidez gallarda, la fragilidad y la firmeza, la armonía y la variedad, la audacia y el reposo.

haciendo con los muchos y buenos cuentos aragoneses conocidos, lo que hicieron los hermanos Grimn de los alemanes.

(1) Moner.

(2) Arantegui.

III

DICCIONARIO DE VOCES ARAGONESAS

DON

ON CLARISEL DE LAS FLORES, es la obra maestra de Borao. Así dice un joven, á quien admiro mucho, á pesar de las diferencias que de él me separan; pues en la literatura,

Si el Rey de mi facción es enemigo,
Yo lo soy de la suya y no por eso,
Dejaré de cumplirle los oficios

Que por justicia y por honor le debo (1).

No discutiré con el Sr. Menéndez Pelayo, acerca de la exactitud de su frase. Cómo? Gracias si comprendo lo que escribe, el que nos persuade con su universalidad y su rostro casi imberbe, de que no fué un privilegio otorgado á otro siglo, la cuna de Pico de la Mirandola. Lo que sí diré, que este DICCIONARIO es la obra más popular de D. Jerónimo.

Por una de las muchas bendiciones que la Divinidad ha dejado caer sobre nuestra España, ciñe ésta cinco coronas, que son el atributo de su Imperio artistico. Cinco son sus literaturas y cinco sus lenguas, de las que hay recuerdos, en la literatura de Castilla y en la lengua en que se gritó tierra! tierra!, en la nave de Colón y Granada por los Reyes Católicos, en la más célebre torre nasarita. Estas literaturas agitanse hoy y viven, obedeciendo á una ley de la historia, que no contradice la que impulsa á la unidad las sociedades. Es muy útil excavar en las Pompeyas del pasado, en busca de las perdidas glorias: es justo que el éuscaro procure que salga del olvido su Altabiscar y el idioma que sirvió á Humbold para investigar nuestros aborigenes y al que está reservado el verter luz, sobre el gran período de

(1) Cienfuegos.

las razas hispanas, vecinas á las prehistóricas: es justo que el gallego recuerde, el habla en que el Rey Sabio cantó loores á la Virgen; se querelló Macías; escribió Rimbaldo de Vaqueiras; el habla que cultivaron los trovadores del Cancionero del Vaticano, y la poesia, que perpetúa la inocencia infantil de la española, que vivió de niña en aquellos roble dales, donde la enredadera crece y las flores abundan y se confunden en un himno, el cántico de las aves, las exclamaciones de alegría de las danzas, los aires de la albada, de la gaita y de la zampoña, el píar triste de las golondrinas, el arrullo de la tórtola, el sonido de la esquila del aprisco, el murmurar de los arroyos, de las fuentes y de los follajes: es justo que el astur ame el dialecto más á propósito, para que un Meléndez empuñe la caña pastoril y celebre las dulzuras de la vida del campo: es justo que el erudito, en las orillas del Llobregat y del Ebro, al pie del Miguelete, siguiendo las aficiones de este siglo, indague el valor de sus Jordis, Masdovelles y Ausias March, y consagre sus vigilias al estudio de la lengua con que el arqueólogo dice en Poblet y Ripoll sus entusiasmos, el piadoso reza en el templo de la Moreneta de las montañas, el artista prorrumpe en cánticos, al borde del torrente de Fay ó en las blancas cumbres del Monseny, donde acuérdasenos en la memoria la tristeza osiánica, como acuérdasenos en la memoria el romance morisco, junto à la alabastrina taza de un patio árabe ó bajo el techo de alerce, ébano, marfil, oro y lapis-lázuli del que pendían lámparas de plata, nácar y concha, en la Alhambra...; al estudio de la lengua en que el historiador, bendice á los conselleres, diputados, ciudadanos-guerreros, comerciantes-estadistas del país, que tuvo sabios, cual Francisco Ximénez, Lull y el vate-peregrino, fraile-mago, misionero en Túnez y Bujia, propagador de una cruzada, solitario y palaciego, que se llamó Arnaldo de Vilanova...; al estudio de la lengua que se habló en el mar de Homero y de Teócrito, en Nápoles, en Milán, en Constantinopla, en las aguas de Almería, en la nave de Corbera, en las Navas, en el sitio de Granada, en Lepanto... Si!, es muy justo!, á fin de que recuerden la civilización y la libertad, lo que deben á la Casa de los Jaimes y de los Alfonsos. Si; muy justo..., tan justo, como el respeto de las naciones á un pasado de gloria; á lo que le recuerde jornadas célebres de su vida; hijos suyos preclaros; sucesos dignos de que el cincel se fatigue perpetuándolos;-á las armaduras del Cid y Hernán Cortés; al estoque real (1), á la Durandal

(1) Así se llama la espada del Gran Capitán y sirve en las juras reales.

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de Rolando y á la espada de Pelayo ó de Suero de Quiñones; al montante de García Paredes; à la Borgoñota (1) de Carlos de V; al casco de D. Jaime el Conquistador; al manuscrito de un sabio; á la seca paleta de un Goya; á la clave de un Mozart; al cincel de un Cánova; al anteojo de Nelson; el héroe de S. Vicente y Aboukir; al cuerno de caza de Carlomagno formado de un colmillo de elefante; á la casa de Rafael en la Contrada del Monte (2); á la Peña del Amador de Beatrice en el Adriático. Mas si tal creo, el aspirar á reconstruir literaturas, á que reverdezcan viejos laureles, á que retoñen remozadas, aspiraciones poderosas un día, es una utopia; pues ni los antiguos espiritus pueden renovarse; ni el ribereño del Miño y el Auseba, los paisanos de la mil veces insigne Pardo Bazán y del esclarecido Aribáu, tienen una civilización ỏ una idea que expresar; ni la poesía brota viva y animada sino de las fibras del que siente, llora y piensa, lo que siente y llora su pueblo y piensa su siglo; ni se logra lo deseado por los que acuden á los Juegos florales à ganar una rosa de jardín ó las tres englantinas, parafraseando á los trovadores del siglo xv, lamentando el desastre de un pasado con el propósito de restaurarlo, quejándose, afligiéndose sobre un recuerdo,-luto del alma, siempreviva de algún sepulcro que esté en el corazón, altar de adoraciones del que son incienso las lágrimas,-solicitando en fin, las caricias de una musa candida, melancólica, pensativa, hermosa en medio de su dolor, coronada de flores silvestres, como la Ofelia de Shakespeare. Porque el llanto, la esperanza dulce que dibuja en el labio la más apacible sonrisa, son manantiales que fluyen la leche nutritiva y la miel dorada de la inspiración; pero un arte elegíaco, nada más que elegiaco, es imposible. La idea de lo que fué, jamás ha engendrado un renacimiento: si no va unida á una gran confianza en lo actual, es estéril y aun perniciosa.

Si; jamás, jamás ha existido un arte, teniendo por única fuente de inspiración, el dolor.

No me citéis los Trenos, páginas arrobadoras, dechados de la ternura y la melancolía, en su belleza completa y perfección absoluta! Jeremías era su pueblo transformado en hombre. No me arguyáis en contrario, recordándome los cantos de Hungría, Polonia y Bohemia, porque la cárcel en que éstas gimen, guardadas por cerrojos, que son imperiales cetros y las heridas que les causan sus grillos y el chacal

(1) Casco labrado por Benvenuto Cellini para Carlos V. (2) Nombre de una calle de Urbino.

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