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avara en las suyas! El ilustre Jovellanos, que pensaba de este modo, ideó el formar un Diccionario bable y aun trazó el plan de él, ávido de acaudalar el idioma en que escribiese, el Delincuente Honrado, el Pelayo y el Informe sobre la Ley Agraria. Y con idénticos anhelos produjo Borao este libro. Propúsose en él, dar á Castilla, aquello en que Aragón la supera. Propúsose, el alejar de todo impulso á hacerse tributaria del extranjero, al habla de Lope, Tirso, Granada y Solís, obsequiándolo con vocablos que, siendo propios, fuesen nacionales. La donación no podía resultar ofensiva, pues la procedencia de un agasajo, en nada disminuye el mérito de la grandeza que contribuye à aumentar ó á formar, como en nada disminuye la grandeza de la corona de Francia, Inglaterra y Austria ó el cetro de Rusia, el que el Montaña de Luz, el Regente, el Orlovv, la Estrella Polar ó el Gran Duque de Toscana, fuesen hallados lejos de Paris, del Támesis, del Dnieper y del Danubio.

No, no se desdora la lengua de Cervantes, porque reciba de Aragón palabras que carecen de traducción castellana: de no aceptarlas, se priva de poder expresar muchos conceptos, como los contenidos en atreudar, ceprenar, estema, y encalzar (1), redolino, ultranza (2) y zunzir (3).

Y no sólo no se desdora, sino que le aconsejan la aceptación del tributo, el sentimiento de nacionalidad y el patriotismo, con tan varoniles caracteres revelados entre nosotros, pues el mismo móvil, la misma inspiración hay en la lengua del Libro de trovas del Rey D. Dionis, de las Cantigas, del Cancionero de Baena, de las obras del Rabi D. Santo, de las Luisiadas de Camoens, que en la de los hermosos romanceros, y de la poesía cortesana y popular de Castilla.

No se olvide que en la lengua y literatura de ésta influyeron la lengua y la literatura regionales y singularmente las de Cataluña y las del país que tiene su Pelayo en Alfonso Enríquez.

No se olvide que las producciones del donoso y travieso Arcipreste de Hita, las estrofas de Alfonso Alvarez de Villasandino, los dezires de Micer Francisco Imperial, los versos célebres del Condestable D. Alvaro de Luna, El Desdén con el Desden y El Examen de Maridos, piedras son del

(1) Ambas se leen, en los Privilegios de la Unión.

(2) Úsala nuestro Zurita, frecuentemente.

(3) Véanse las Notas del discurso de recepción, en la Academia Española, del elegante historiador de los Trovadores.

alcázar de las letras españolas y que en tales monumentos, visible es la huella del numen de la región, que fué centro de júbilo, de prez y de cultura.

No se olvide que Castilla adoptó por hija á la poesía provenzal y se sirvió de las cuerdas lemosinas para levantar el espíritu público; que antes del libro de los Reys d' Orient, suena en la patria del Cid el laúd venido del Ródano, cuyo laúd gozó de gran privanza en las cortes leonesa y castellana; que un Trovador provocó el estusiasmo á favor del sitio de Almería y dió en la Piscina origen al sirventesio, que otro trovador saludó á Sancho III, no bien éste se hubo sentado en el trono, y otro lloró la rota de Alarcos y otro predijo el triunfo de las Navas; que Alfonso VIII y S. Fernando vivieron rodeados de cantores y el Rey Sabio tensionó con ellos en su habla, les llamó á sus consejos, les otorgó la más hidalga hospitalidad.

No se olvide el carácter de la poesía castellana en su niñez, que justificanos, el que haya en el Diccionario de la Academia muchos vocablos de Provenza y muchos castizamente catalanes.

Y, por último, no se olvide lo que las letras y la lengua de Castilla deben á la Casa de Aragón. Y si esto es así; si los ideales á que responde y traduce la lengua nacional son los ideales á que responde y traduce la euskara ó la gallega, á la eufonía, á la propiedad del idioma conviene, el que trate de enriquecerse, buscando medio de expresar con concisión, los conceptos para los que le falta palabra. ¿No las tiene, comprensivas de dar en enfiteusis, caer el rocio, recibir un golpe en la cara con herida? Pida á Aragón, á Galicia y á Asturias sus verbos atreudar, orballar y afrellarse, de purísima fuente y de fisonomía castellana.

La vida provincial favorece á la nacional, porque no es negación del carácter de los individuos la unidad política. Riquísima en oposiciones y diferencias, en virtud de su mismo principio, armonízanse éstas.

Ahora bien, del mismo modo que la vida provincial y aun la municipal es de justicia disfruten de todos sus derechos, bajo las leyes de la armonía y dentro de la unidad en que viven, si hemos de tener poesía, lo es, el conservar las preciosas variedades del habla español. Más aún; si han de ser perennes las privilegiadas cualidades de éste, es preciso que no pierdan las suyas los en que se quejó Macias y gritó desperta ferro el almogávar sacudiendo sus armas en las rocas al dar la señal del degüello, pues el gallego tan tierno, el bable tan dulce, el valenciano tan músico, el catalán tan vigoroso y onomatopéyico, el éuskaro

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tan primitivo al proporcionar al idioma de Castilla los vocablos que le falten, le comunicará sus particulares virtudes, aumentando así las que á éste caracterizan, incluso su majestad histórica, Cuidando el ingenio laureado en Vigo ó en Barcelona su lengua, se favorece á la en que escribió Valera Pepita Jiménez ó el Drama Nuevo Tamayo, el Andrés del Sarto de los poetas del día, pues senza errori pudiera llamársele, y á la en que Castelar, el hombre de letras más grande de los modernos tiempos, pronuncia discursos en los que el castellano vence en flexibilidad y riqueza al Edipo y á los Diálogos de Platón.

En catalán hablaba Capmany, cuando nos hizo el presente regio del Teatro critico y Aribáu cuando fundaba la Biblioteca de Autores Españoles, que adornó con prólogos elegantísimos y correctos; en gallego hablaba Pastor Díaz cuando leía sus admirables lecciones sobre el socialismo, y en gallego habla la escritora (1), que tiene en la república de las letras, la jerarquía de la Arenal en las ciencias sociales; el éuskaro habla el autor de páginas de color de cielo y con olor á rosa, y el bable hablaron el cantor del Pelayo y Martínez Marina y Caveda y D. Pedro J. Pidal; como en valenciano habló siempre Aparisi, el orador dulcísimo, cuya fantasía denunciaba que nacido era bajo un empíreo más azul que el más azul del Dominiquino, que es el pintor de los empíreos hermosos; en la floresta de España, que estimula al lirismo y á la armonía; cual estimulan á la poesía espiritualista las márgenes de las lagunas de Escocia ó los canales de Holanda, y á inspirarse en los hechizos de la naturaleza, el valle del Yumuri, en el que la tierra es azúcar, la catarata del Niágara inmortalizada por Heredia, los países en que brotan la flor de la piña y la flor del café, que han tenido en Plácido su Rioja. Decidme gá quiénes deben más gratitud que à los enumerados, la sintáxis y analogia españolas? Algo parecido interrogaría, si me refiriese à Oliván, recordando su admirable discurso sobre el uso del pronombre él, ella, ello; á Carrascón, recordando su Loca del Vaticano, que vale lo que el mejor Lorenzana; á Valentín Gómez, recordando sus castizas páginas y..... ¿por qué no contarle en el número, si por tradicíonal derecho nos pertenece?..... al Duque de Villahermosa, recordando su versión del poema sublime de la Agricultura, las Geórgicas de Virgilio.

Los cuatro se han servido en las conversaciones familia

(1) Pardo Bazán.

res (y ved si han prestado servicios á las letras) del modismo aragonés; en el que hay la complexión y la contextura intima de la madre, que en el modismo nacional;-del modismo aragonés puro, que en buen hora recogió Borao.

Y llegado es el momento de preguntar; glas peregrinas originalidades lingüísticas que D. Jerónimo reselló en el cuño moderno, merecen prestigio y ser erigidas en palabras españolas? Veámoslo...

Antiguo y natural es el deseo de conocer los orígenes de la lengua del que esparcía los ánimos con las sales de Bretón; del que manejaba mazo y escoplo, á la vez que pluma de primorosísimo corte; de Echegaray; del biógrafo de Jovellanos, y del orador insigne por quien ha eclipsado la fama de los Rostros, la tribuna de López y Olózaga. Los cerebros de centros y ejes más admirables, se han afanado en su busca; y desde que el canónigo Aldrete dió á la estampa su notabilisima obra, ningún filólcgo, ningún literato nacional ó extranjero, ha dejado de consagrarse, á hallar las fuentes de los idiomas de este país, y sobre todo las del romance castellano, con el ardor que los exploradores del siglo XIX trabajan por sorprender, en las áridas montañas de la Luna, ó en las calcinadas márgenes del Níger, los misterios del gran geroglífico del planeta, los misterios de la Libia.

Este ya viejo anhelo, responde á la necesidad más imperiosa, pues en España, es tal el vinculo que une la lengua y la historia, que el sabio, en esas peregrinaciones por los campos de la investigación que se llaman estudio, en esas ascensiones de la mente á las cumbres de la verdad, no puede moverse, sin que le sirvan de Beatriz la una ó la otra.

País hay, según observa el ilustre Fernández Espino, en que el idioma salió perfecto de las manos de sus Dantes y Bocaccios, mas el romance, cercado en su espíritu de graves perturbaciones, resintióse de las contrariedades de su origen y tuvo muy accidentado desarrollo.

Múltiples teorías, que contradicense entre sí, ha producido el indicado afán. El admirador de las fecundas é influyentes civilizaciones de Grecia y Roma, vió en el castellano el sello de la lengua de Pindaro y Tito Livio, y el arabista, el hebraizante, vestigios orientales: quién como Huerta, Salcedo, Larramendi, y el traductor de La Divina Comedia en el siglo xv, ciegos à la luz de la razón y de la historia, otorgaron la maternidad á la vascuence; y quién á las teutónicas, como Munarriz y Sismondi. Ninguno de estos escritores ha dado en el blanco; ya porque al formar sus jui

cios, olvidáronse del carácter del latín ó del árabe, ya porque no entraron en el laberinto de los idiomas à que pertenecen las múltiples huellas que descubrimos en el nuestro, con el hilo de Ariadna que sólo es posible hacer, citando de comparecencia á los pueblos propietarios de aquéllos. Y tampoco han dado Valdés, Morales y Cobarrubias, ni el mismo Aldrete, ni ninguno de los que, en las últimas centurias, buscaron las fuentes de ese Nilo de la ciencia filológica que se llama romance de Castilla, siquier les debamos rayos de luz tan preciosos que parecen soles; por haberse olvidado también, de las dificultades con que hubo de luchar para formar su lengua, la nación más hermosa del mediodía, y de comparar los elementos que formaron la cultura que lleva el nombre de ella. En los romances de España, según creen muchas celebridades, hay memorias de todos nuestros primitivos pobladores, sin que hayase podido determinar, con exactitud matemática, qué parte se debe á quién. Sigase la opinión del Humbold de la antigüedad ó la de Antonio Agustin, Lastanosa, Franco, Ustarroz, Dormer, Albiano de Rojas, Huerta; la de los doctos, que en las monedas autónomas encontraron preciosas revelaciones, es innegable, que en los tiempos que caen del lado de allá de las colonias griegas y sirofenicias, existían en el país ibero, todos los idiomas que en él se necesitaban; cuyos idiomas, de índole y caracteres desconocidos, adulteráronse, al sentir la influencia del de las gentes, que fueron llegando á nuestras playas. Cuál de los primitivos preponderó, no es fácil terminarlo. Juan de Valdés, Mayáns y Velázquez, fijándose en la estructura léxica de los antiguos nombres de algunas ciudades y comarcas, ríos y cabos, dicen que el griego, olvidándose de que la soberanía de éste, no pudo ser la que se supone, ni aun siendo verdad, lo que afirman Estrabon (1) y Ausonio (2); porque los milesios, zacyntos y focenses, tuvieron en el interior de España, rivales poderosos que modificaron con su habla, el del territorio por ellos ocupado; y porque en el trozo del litoral, en que extendióse su dominación, ejerció predominio la tiria, vigorizada después por la cartaginesa, que vino á enriquecer el elemento oriental, ya iniciado en la Peninsula.

Convertida en provincia latina la venerable madre de Vi

(1) Según Estrabon, tuvo escuela en la ilustre patria de los Séneca y Lucanos, Longevo Domicio y Esquilino.

(2) Según Ausonio, estableciéronse en España muchos retóricos griegos, que difundieron por doquier, las aficiones literarias.

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