Imágenes de páginas
PDF
EPUB

otros, que, cierto, me pueden bien creer, que fué más de gozar de la figura que no de lo figurado; que señaló aquí que este viejo llevaba la barba y cabellos tan blancos por mejor encomendallo, y que así algunos tienen que se habría de hacer la guerra con barbas y cabellos, con tal que las tales canas no sean decrépitas y sin fuerzas; y dijo la causa diciendo que si un viejo tiene respeto á un poco de la honra, quiere y escoge por menos mal perder esa poca de vida que le queda antes que, incurriendo en infamia de cobarde, poner mancilla en los hechos notables que con larga vida trabajando ha alcanzado; y aun dado que haya vivido mal, ofreciéndose la muerte honrosa, abrázase con ella, por dejar al mundo la miel en la boca de su última memoria, porque á los atribulados en la guerra un solo remedio les dan y les queda, que es nullam sperare salutem.

Y por eso el Conde de Ureña dijo á un Alcaide que en las diferencias viejas le perdió una fortaleza, el cual se vino á desculpar al Conde todo vestido de luto y la barba muy crecida y cana, al cual, como le vió el Conde, dijo:-Perdístesme la fortaleza y guardástesme la barba cana.-Dándole á entender que primero había de perder la vida que no la honra.

Y creo que no hay entendimiento sano que

[ocr errors]

aborrezca la compañía de los viejos, si no son mujeres, porque los tales, aunque sean de baja suerte, con la autoridad de sus canas pueden y osan refrenar el atrevimiento de los mancebos, aunque sean de alto estado.

Como se vió en la villa de Paredes, la cual, gobernándola Don Pedro Manrique, por el Conde su padre, que siempre estaba en el Andalucía, ó en otros sus lugares, el dicho Don Pedro sólo quiso reservar para sí la caza del término de la dicha villa, para lo cual tomó por remedio matar todos los perros que topaba. Pues yendo un día á caballo por una calle, topó un viejo que llevaba consigo un gozque, que era su recreacion, al cual el dicho Don Pedro mandó á sus criados matar. De cuya muerte y afrenta se enojó tanto el viejo, que en presencia de todos dijo:-Dígoos que va bien medrando vuestro Estado. Vuestro abuelo, el Maestre Don Rodrigo Manrique, andaba á matar moros, y vos andáis á matar perros.

Fué esta palabra tan eficativa y reprehensible, que de allí adelante, si el Don Pedro topaba algun perro, no solamente le perdonaba la vida, pero aun le hacía acatamiento.

Lo otro que nuestro Predicador encarece, que es decir: Home, home con encarecimiento, tiene razon, pues Dios hizo todas las cosas

para el hombre, y sus deleites es estar con los hijos de los hombres, y este viejo no se haze, pero aun se deshace por acompañar al hombre, y llama aquí por excelencia á su Rey home.

Lo cual mostró bien un fidalgo vecino de Ébora, llamado Francisco de Miranda, que aposentándose en aquella ciudad el Serenísimo Rey Don Juan, que hoy vive, los aposentadores tomaron para servicio de la Reina la posada de los nietos de este fidalgo, el cual, agraviado dello, fuese á quejar al Rey, y propuesta su querella, el Rey le respondió:-Bem, eu falarei a a Raynha.-Porque es costumbre de Reyes y Señores tener respeto al esclarecido linaje de sus mujeres y á las notables virtudes que en ellas hallan, á cuya causa, aunque puedan, no las mandan con poder absoluto de maridos, sino con crianza de gentiles hombres las suplican, como servidores, lo que quieren. Pues como este fidalgo oyó decir:Bem, eu falarei a a Raynha,—alzó la voz delante todo el mundo y dijo tres veces: -Home, home, home, corpo de Deus! Olhay cá; e noso Rey co a mulher quer falar? A mulher não presta mais de pera a cama, e nunca dela tomar conselho.

El piadoso Rey, cuando vió su osada locura, con la clemencia paternal con que gobernaba

}

su reino, disimuló el atrevimiento del viejo

loco.

Y este aborrecimiento de mujeres, aun fuera de Portugal lo tienen algunos, aunque creo yo son pocos, como decía Collaços, capitan de Don Fadrique de Zúñiga, Regidor que era de Plasencia, que el hombre que había de dormir con mujer, había de ser encima de una tapia, para que, consumada la cópula, diese con ella de la tapia abajo.

Loa tambien el Predicador que la barba de este viejo era feroz y espantosa, de lo cual se precian mucho los portugueses; y para que parezca más espantable, se precian de no tocar á ellas. Como aconteció á uno de ellos que, yendo en romería á Santiago, allegó á Orense á casa de un barbero gallego para cortar el cabello, el cual, no sabiendo su costumbre, dióle tambien unas tijeradas en las barbas del labio alto. El portugués, como lo sintió, dijo: -Cortastes os bigotes? Ora pois, cagaivos na barba.

Y cuando uno quiere desafiar á otro, pone la mano en la barba y dice:-Empeño vos istas. -Y no sólo ellos, pero aun los castellanos se precian de traellas crecidas. Como claro se mostró en un soldado salmantino que, en tiempo del Gran Capitan, estaba en Italia, y mandando hacer reseña, cada uno llegaba á la

[ocr errors]

muestra personal, y entonces ó le admitían ó no, conforme á la barba y persona que tenía. Y acaecióle pasar á este salmantino, el cual era sin barbas, y el capitan le despidió, y agraviándose el soldado, pidió la causa por que se descontentaban de él, y el capitan le respondió: Porque está mandado que no pase aquí hombre que no tenga barba que no pueda tener un peine colgado della.-Y él, afrentado de que le despidiesen por ruin, no quiso pasar de allí hasta que le trajeron un peine, el cual, tomándole en la propia mano, se le hincó en el carrillo, y dijo muy bravo contra el capitan, puesta la mano en la espada:-Pues tengo barba en que se tenga un peine, ¿no podré entrar en compañía de buenos?—Y aun ser señor dellos,—dijo el capitan, y así fué admitido á la compañía.

Con todos estos ejemplos está claro que nuestro Padre tiene razon de loar la barba del viejo, y más siendo cana, en cuyo acatamiento los moradores de Lisboa han hecho unas secretas para los forasteros y tratantes sobre el mar, al calze de Villafranca, para que ninguno vaya á cagar sobre la barbacana, porque este viejo la tuvo.

Á lo último que hay que responder de este capítulo al Padre, que dice que iba el Conde Manuel Álvarez y con él los de Lisboa y los

« AnteriorContinuar »