Discursos leidos ante la Real academia española en la pública recepción del doctor Don Marcelino Menéndez Pelayo el dia 6 de marzo de 1881

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F. Maroto é hijos, 1881 - 116 páginas
 

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Pasajes populares

Página 39 - Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido...
Página 15 - ... en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale.
Página 27 - Castellanos, franceses, catalanes, naciones, ministros, repúblicas, príncipes y reyes de quienes he de tratar, ni me hallo deudor á los unos, ni espero me deban los otros : la verdad es la que dicta, yo quien escribe...
Página 31 - Admiraron todos el valor y entereza suya, y cada movimiento que hizo le contaron por hazaña, porque murió no sólo con brío, sino con gala, y (si se puede decir) con desprecio.
Página 60 - Animas, buen principio llevaba el demonio para hacernos perder el pensamiento con niñerías; cuando entiende que de él no se ha miedo, busca otros rodeos. Yo la dije: «Hermana, de que eso sea, pensaré lo que he de hacer; ahora déjeme dormir».
Página 24 - Es el monte muy delicioso en su principio: hermoséanle por todas partes frondosas arboledas, que subiendo largo trecho con la cuesta, suavizan el camino con su amenidad, y al parecer con engañoso divertimiento llevan al peligro por el deleite.
Página 20 - Porque á la buena mujer su familia la reverencia, y sus hijos la aman, y su marido la adora, y los vecinos la bendicen, y los presentes y los venideros la alaban y ensalzan.
Página 59 - Yo comencé a quedarme en costumbre de leerlos, y aquella pequeña falta, que en ella vi, me comenzó a enfriar los deseos, y comenzar a faltar en lo demás, y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo lo que en esto me embebía, que si no tenía libro nuevo no me parece tenía contento.
Página 18 - ... no importa, que está esperando el señor don Fulano ». Veréis al confesor echar gente menuda abajo, levantarse y salir del confesionario mas hinchado que algún privado necio, que apenas cabe por la iglesia, y el claustro se le hace angosto. En tanto vuestro penitente se está paseando, renegando del confesor y de su tardanza. Al fin sale el padre maestro...
Página 33 - Carpió, á la roano izquierda en la testera descubierto al estribo del coche , antes de llegar á su casa, en la calle Mayor salió un hombre del portal de los Pellejeros, mandó parar el coche, llegóse al Conde, y reconocido, le dio tal herida que le partió el corazón (a).

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