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Estaban todos muy contentos y con tanta paz que parece estaba la Isla conquistada», dice Marín de Cubas. (89)

Cuando Rejón, ante la prolongación de la lucha y las dificultades de la conquista, quiso hacer guerra de exterminio, el deán Bermúdez se opuso á ello, creyendo que el camino que debía seguirse era el de la persuasión y la atracción. (90)

Según Gómez Escudero: «Hacía sus entradas contra los canarios el capitán Vera, todo por consejo y voluntad del capitán Rejón, con mucha paz y concierto» (91). «Fué Alonso de Lugo en esta conquista capitán - dice el Cura de los Palacios-al qual los canarios querían mucho, porque con mucho amor los trataba é conquistaba; era medianero muchas veces entre ellos é Pedro de Vera, en las paces, é treguas é conciertos» (92).

Afirma Antonio Sedeño (93) que el obispo D. Juan de Frías «con sus predicaciones hacía mucho fruto en la conversión de los infieles con gran colmo que se juzgó en pocos días toda su reducción,.

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y fué así que asistían en el Real muchos canarios ya cristianos y éstos traían otros de paz y hacían que se convirtiesen»,.

si bien añadiendo: «como entró la avaricia de por medio todo se atrasó». Dicho prelado tomó parte en la empresa final que dió por resultado la sumisión de Gran Canaria á la corona de Castilla, y tan grande fué su influencia en los sucesos de la conquista, que Cairasco, en su Templo militante, le ha llamado «gran conquistador de Gran Canaria > (94).

El Cura de los Palacios, sincero cronista que no oculta los yerros de los conquistadores, da cuenta, en los siguientes sobrios y significativos términos, de la rendición de la hueste indígena, que puso término á la conquista de Gran Canaria: «é los de Telde viendo que no se podían amparar ni defender, diéronse á partido á Pedro de Vera con su Guardateme, diciendo que querían ser christianos é los dejasen libres, é ansi los recibieron, é bautizólos el obispo de Canaria D. Juan de Frías. (95)

Alonso Fernández de Lugo, en la conquista de la Palma, supo alternar la dureza en la pelea-natural en empresas guerreras, en que el prestigio de las armas y la demostración de superioridad son elementos esencialísimos del éxito, -con el respeto y buen trato á los cautivos, para aquietar los ánimos y extender la creencia de que los invasores eran gentes de paz enviadas por monarcas poderosos para llevarles una creencia superior, respetando su libertad, sus familias y sus propiedades (96). Las proposiciones hechas por el mismo comprendían cuatro artículos, según Viera (97): 1.o, que habría paz, unión, trato y amistad entre españoles y palmeses; 2.o, que Mayantigo reconocería la grandeza de los Reyes Católicos y les obedecería en todo como inferior, pero que conservaría la dignidad de príncipe y el gobierno del territorio de Aridane; 3.o, que abrazaría con sus vasallos la religión cristiana; 4.o, que se les guardarían las mismas libertades y franquezas que á los vasallos españoles.

Así tuvo pronto auxiliares entre los habitantes de la Palma, cuyo concurso fué precioso en una campaña en extremo difícil y arriesgada por las asperezas y quiebras del terreno, que no estaban acostumbrados á franquear los españoles, y consiguió una paz atribuída, tal vez con injusticia por el P. Espinosa (98), á cobardía de los palmeses.

Al desembarcar Alonso de Lugo en Tenerife para llevar á cabo la conquista, propuso á Bencomo, mencey de Taoro, que aceptase la paz y amistad con los españoles, la profesión del Cristianismo y la fidelidad y obediencia á los señores Reyes Católicos, quienes recibirían la Isla bajo su augusta protección, conservarían la entera libertad de sus habitantes y les harían grandes mercedes. (99)

Durante la guerra, dice Marín de Cubas (100): «Iban algunos cristianos, por mandado de sus capitanes, á traer algunos gentiles para darles de comer y hacerlos cristianos, y sabiendo ellos el buen trato, pedían el bautismo».

Cuando después de empeñada resistencia de los guanches que formaron la liga de Taoro, convencidos de su impotencia para continuar la lucha, enviaron emisarios de paz á Alonso de Lugo, éste

ofreció que si Bencomo y sus aliados le rindiesen sin la menor demora la parte de la Isla que dominaban y le ayudasen á rendir la restante, les conservaría á todos la libertad y les señalaría tierras para el sustento de la vida. Bien entendido que habían de abrazar en el bautismo la religión cristiana y portarse como buenos y fieles vasallos de los Reyes Católicos, sus señores». (101)

Gómez Escudero, al dar cuenta de la terminación de la conquista de Tenerife, dice, atribuyéndolo á milagro de la Reina de los Angeles: <fueron todos amigablemente cristianos y los nuestros les amaban mucho y ellos á los nuestros». (102)

Viana, cuyo poema tiene valor de fuente histórica por haberse escrito cuando aún estaba vivo el recuerdo de la conquista, ha dado forma á la tradición de la acogida hidalga y afectuosísima hecha por los vencedores á los menceyes de Taoro, Tacoronte, Tegueste y Anaga y sus secuaces, al rendirse en los Realejos, y de las buenas relaciones inmediatamente establecidas (103);

Con esto se partieron todos juntos.
Bencomo, Beneharo y los dos lenguas,
Y con ellos Gonçalo del Castillo,

Que yua hablando con Bencomo a solas,
Llegaron al real donde salieron
El General, Estopiñan, Truxillo,
Lope Hernandez, Pedro de Vergara,
Valdespino y Valdés con otros nobles
A recebir á los Niuarios Reyes.
Dieronse abraços de amistad firmísima,
Y tomando la mano el Rey Bencomo,
Al General por ambos esto dixo,

Nuestro poco poder te esta sujeto,
Prompto a tu voluntad y ministerio,
Si prometes con esto que prometo,
No dar a los Niuarios captiverio,
Pues eres como noble justo y recto,
No es bien que con infame vituperio
Mi gente como esclauos sea vendida,

Que bastale quedar desposeyda,

Otorgo Don Alonso de buen grado
Lo que pidio Bencomo, y dello hizo
A pedimento suyo, juramento
En un Missal sagrado, prometiendo
Assi la libertad de los Niuarios,
Como que a su aluedrio castigase
A los que dixo que tenia presos,
Y con esto las pazes confirmaron.

Iuntanse luego todos los soldados
Niuarios y Españoles, como amigos,
Piden perdon los vnos a los otros,
Por tantas inquietudes y trabajos,
Y daños ordinarios en la guerra,
Pasan alegres horas de alegria,
Ya con conuersaciones muy gustosas,
Ya con vanquetes, fiestas y combites,
Ynuentan juegos, visten todos galas,
Dando de mano la Niuaria gente
Al trage miserable, pobre y rustico,
Salen las damas, salen las doncellas
Hermosas mas que el Sol á marauilla,
A celebrar la paz con regozijo,
Para ser instruydas y enseñadas
En los preceptos santos catechismos
De la ley Euangelica de gracia.

Y tan conformes todos y pacíficos
Se hallauan Niuarios y Españoles.
Que sin odio, renzilla, ni discordia
Como si no jamas vuiessen sido
Contrarios ni enemigos se tratauan.

(Canto décimoquinto.)

Acredita la favorable suerte de los indígenas sometidos, el hecho indudable de la pronta y eficaz cooperación que éstos prestaron á los conquistadores. El primero y más valioso de los auxiliares fué el

Guanarteme de Gáldar. En un precioso documento de la colección del Doctor Chil, publicado en el tomo II de sus Estudios históricos, la Información del Rey D. Fernando Guanarteme á petición de D. Margarita Fernández de Guanarteme (104), se acreditan los servicios del mismo por declaraciones de conquistadores y vecinos de la Isla llamados como testigos, que deponen sobre los hechos que presenciaron ú oyeron referir. Resulta de ella, que traído al Real de Las Palmas por los cristianos en unión de buen número de sus súbditos, el capitán gobernador Pedro de Vera lo envió a los Reyes Católicos. Muy bien acogido en la Corte, llevado con su séquito en compañía de Sus Altezas, con las cuales recorrió diferentes ciudades, atendido como persona principal, vestido de grana y seda con ropas del Rey Católico, cristiano con el nombre de Fernando, siendo padrinos los Reyes y el Arzobispo de Toledo, y completamente atraído á la causa de España, volvió á la Isla á trabajar por la conquista. Unido á los capitanes del ejército real, atrajo á muchos de sus parientes y súbditos, hizo que se convirtieran al Cristianismo, que se reconocieran vasallos de los Reyes Católicos y que cooperaran á la conquista contra los canarios rebeldes. Tal era su lealtad y tal confianza inspiraba, que en sus correrías para la pacificación de la Isla era acompañado y obedecido, no sólo por sus canarios, sino por otra mucha gente de los conquistadores. El era el guía en los pasos difíciles, el consejero de los capitanes para evitar riesgos, el escudo de los españoles en situaciones comprometidas-en las cuales, por temor de hacerle daño los canarios, que no podían menos de considerar sagrada la persona de su señor, se abstenían de acometer y dejaban escapar á los enemigos,-la providencia, en suma, de la hueste conquistadora. Subyugado por la grandeza de la Monarquía española, el espectáculo de una civilización superior y la magnanimidad y hábil política de los Reyes Católicos, se consagró con ardor á servirlos, convirtiéndose de buen grado en auxiliar de los que ejercían cel verdadero poderío», ante el cual no tenía en nada su señoría» y á quienes era dable convertir la entonces pobre Isla en nueva Castilla, como la que había visto en sus andanzas con la Corte.

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