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instantáneo é imprevisto. Brillante es, en efecto, el período de su discurso en el cual sostiene que Milón jamás habría querido mancharse con un delito antes de presentarse al pueblo, del cual quería ser elegido Cónsul, razón por la cual tenía Clodio más interés en matar á su rival y desembarazarse de él.

Por el contrario, Lorencino ensalza en sí mismo el delito cometido, y está muy lejos de quererlo atenuar de algún modo, porque los tiranos-dice-de cualquier modo que se maten están bien muertos. Y prosiguiendo, además, no se excusa sino de no haber podido mostrar al pueblo el cadáver de su víctima, por. que preocupado de su salvación, buscando en tal guisa defen. derse de los ataques que le dirigieron, no supo aprovechar el momento político.

De esta suerte, Lorencino demuestra no sólo ser cínico, sino, además, también vil, no obstante utilizar un hábil razonamiento: Nadie habrá creído-dice-que yo hubiese querido >convertirme en tirano y no libertar la patria; como esta idea >siempre estuvo alejada de mi pensamiento, me he engañado creyéndola alejada del de los demás. Así que de un modo ó >de otro yo habré perjudicado la causa, pero no dañado mi >honor. Confesaría fácilmente haber errado, al no tomar uno >de estos ó semejante partido, si no esperase que los desterra>dos acabasen conmigo la obra que yo habia comenzado.>

Guirati no cree que pueda afirmarse con Carmignani y Pellegrini que después del Renacimiento la elocuencia política jamás ha progresado al par con las demás artes, por cuan. to la falta de monumentos constituye por sí prueba absoluta».

Y de esta suerte, opina acerca de ello: «Nuestro arte tiene >el carácter propio de un hecho transitorio; el discurso im. provisado y pronunciado no se destina á la lectura; pero la >taquigrafía es invento moderno, y la imprenta entonces no >se conocía, y los oradores que sugerian consejos, arengaban

>las masas y empujaban á Italia á esclarecidos destinos no >eran más que hombres de acción elevados por los aconteci>mientos mismos, quienes no podrán tranquilamente empren· >der la escritura de las cosas dichas, ni, tal vez, sabrían ha>cerlo. Acaso muchas de aquellas obras de patrio entusiasmo, llevadas a cabo en aquel lapso de tiempo, no es imaginable que se realizaran sin la ayuda prestada por la palabra poten>te, sin el concurso de hombres expertos en el arte de decir.> <Los dominadores de Italia son lanzados de región en re>gión; cada comunidad alza su propia bandera, se forma una >gran federación para obtener la independencia, y las carrozas >triunfalmente se preparan y reúnen en las llanuras lombardas. ¿Quién pudo haber mitigado las rivalidades, exaltado >los espíritus, recogido en un solo pensamiento las mentes, >ordenado las fuerzas, y dirigido al intento los fogosos hijos >de Italia sino la voz vibrante de los oradores patriotas?» (1).

Pero esta investigación saldría de los límites del tema; la pregunta que se formula Guirati comprende el desarrollo de la elocuencia política, que nosotros no pretendemos examinar, pues nuestro objeto es tan sólo indagar las causas de la decadencia de la gloriosa oratoria forense antigua.

¿Faltaron tal vez los oradores? ¿No nacieron ya?, y decimos, no nacieron ya, porque la realidad desmiente el proverbio de que el poeta nace y el orador se hace, demostrando, al contrario, que el orador nace, como nace el poeta (2).

El orador no se hace, porque pudiera conocerse muy bien la Retórica y saberse á la perfección la Institución oratoria, sin ser por esto elocuente.

(1) Obra citada, pág. 22.

Véase acerca de esto E. FERRI: Difese penali, Torino, Bocca, 1899. Prólogo. Véase también ASTORE: Filosofia dell'elo▪ quenza, Napoli, Orfino, 1783, libro 1; y consúltese igualmente HELVETIUS: Euvres, Londres, MDCCLXXXI, vol. III, Sección I, Des hasards auxquelles nous devons les hommes illustres. Véase además para la cualidad del orador A. Mosso: La fatica, Milán. Treves, 1891, cap. 70 y siguientes y CORMENIN, en el Libre des Orateurs, obra citada, pág. 5 y siguientes.

Broca halló que la tercera circunvolución izquierda preside el lenguaje, habiéndola hallado notablemente desarrollada en el cerebro de León Gambeta, que, por otra parte, tenía un peso escaso, ó sea de 1.246 gramos.

<La elocuencia, dice Monti, no es abstracción, no es hipó»tesis, no es cálculo, sino, sobre todo, una sensación vivísi>ma. Está, por lo tanto, en nuestro corazón. Todo el arte se >halla en saberla desarrollar y dirigir» (1).

El grado sumo de la elocuencia no se reúne destilando en la mente los pensamientos en el alambique de los artificios de la retórica: en tal caso no hay elocuencia, sino psitacismo oratorio.

La religión pagana colocaba la Diosa que simbolizaba la elocuencia juntamente con la Poesía entre la Sabiduría y el Amor; y los romanos decían que era virtud suma la del orador (2).

Si, por acaso, por una coincidencia rara, como aquélla, gracias á la cual se halló, durante el Concilio de Constanza, en la Abadía de Saint-Gall, el manuscrito completo de las Instituciones de Quintiliano, se hubiera podido hallar también una huella de las oraciones defensivas que el mismo pronunció hubiéramos podido examinar hoy día muy bien en qué correlación se hallaban en el mismo autor las enseñanzas con su aplicación práctica (3).

Podríamos, sin temor á exageraciones, aplicar á los tiempos presentes el coloquio sobre la elocuencia perdida que Tácito supone ha ocurrido entre Curiazio Materno, de orador convertido en poeta, M. Aspro, Julio Secundo y Vispiano Mesalla en el año 75 de J. C.

(1) Véase MONTI: Della necessita dell'eloquenza, Sección III. (2) Est etenim eloquentia unaquædem de summis virtutis. (3) Los discursos de Quintiliano, como él mismo dice, fueron, con método precursor de la moderna taquigrafía, recopilados casi íntegramente y divulgados con fines lucrativos. Séneca, sin embargo, dice que la fama de Quintiliano, como orador, murió con él. Véase BAYLE: Dictionnaire, letra Q (Quintiliano, inciso B), y para las dotes innatas en el orador con preferencia á la doctrina, obra citada, letra P (Porcius, inciso U).

Magna eloquentia sicut flamma materia alitur et motibus excitatur, urendo clarescit, exclama Mesalla, después de haber disertado extensamente sobre los orígenes de la elocuencia antigua-initia et semina veteris eloquentiæ—, es decir, las ciencias y las artes. Y añade que en Roma la permanencia continua, con frecuencia por torpes intereses, de los magistrados en las tribunas, las continuas acusaciones recíprocas y enemistad entre los poderosos y las luchas constantes entre el Senado y la plebe, si contribuyeron á la ruina de la República, magnificaron y engrandecieron la elocuencia, porque aquel que era más fuerte y poderoso en el arte de la palabra, podía más en los Colegios, más honores recibía, más favores recababa de los grandes, plus auctoritatis apud patres, plus notitiæ ac nominis apud plebem parabat» (1).

¿Puede actualmente decirse otro tanto de nuestros Abogados? ¿Cuál es su principal misión? ¿Cuáles son sus miras y la lucha en la noble palestra del foro? ¿Cuál, sobre todo, la preparación para los gloriosos torneos de la palabra?

El título académico, tan sólo, debe dar hoy día la potencia. lidad del orador. Aquella elocuencia, que antes se formaba con el ejercio asiduo y con titánicas luchas, debe de ser en la actualidad una dote común á todos después de unos estudios que son muy útiles para desarrollar otras aptitudes muy distintas.

(1) C. C. TACITUS: De oratibus sive de causis corruptæ eloquentia, § XXXVI.

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CRÓNICA SOCIAL

El retiro obrero en España.-El régimen obligatorio.-Antecedentes.-El Reglamento para el régimen obligatorio del retiro obrero.-A quiénes se aplica. La pensión.-La función de la Oficina Internacional del Trabajo.-La jornada de ocho horas en Bélgica.

El día 23 de Enero de 1921 publicó la Gaceta una disposición ministerial de verdadera trascendencia, y que debe señalarse de modo especial en el proceso lento, lentísimo, que entre nosotros sigue la reforma social. Nos referimos al Real decreto del Ministerio del Trabajo, que contiene el Reglamento general para el Régimen obligatorio del retiro obrero. Cierra esta disposición un período e inicia otro a la historia de la previsión social, con relación a la manifestación importantísima de dicha previsión, que se concreta en el seguro popular de la vejez, mediante el establecimiento de un régimen de retiros. Hasta ahora teníamos, en vigor legal en la materia, un sistema que podría considerarse como de iniciación, y que se conoce como de seguro libre subsidiado, merced al cual es voluntario en el obrero y en el patrono la constitución del seguro de vejez, actuando el Estado para fomentarlo y animarlo, merced a la ayuda o subsidio en beneficio del que practique la previsión. Semejante sistema estableciose en España al crear el Instituto Nacional de Previsión, por la ley de 27 de Febrero de 1908. Bien convencido el Instituto Nacional de Previsión de que su régimen legal entrañaba sólo un primer ensayo, una iniciación, y hasta una preparación incluso del mecanismo técnico indispensable, jamás consideró como obra definitiva y como solución última, el régimen de la libertad subsidiaria.

Y es ello tan cierto, que la labor del Instituto Nacional de Previsión puede estimarse como fundamental, y en todo caso y mo

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