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Hasta este tiempo pocos sucesos notables habian ocurrido en España. Octavio, como César, honró la fidelidad española, creando para si una guardia de tres mil españoles de Calagurris (Calahorra): que de este modo demostraban los mismos conquistadores de España el aprecio en que tenian la nativa lealtad de los hijos de este suelo. Por este tiempo se vió tambien por primera vez à un español, Cornelio Balbo, hechura de César, elevado á la dignidad consular, que ningun estrangero habia obtenido todavía.

En las guerras del triumvirato habia habido tambien algunos movimientos en España en favor del uno ó del otro de los triumviros; movimientos que fueron apagados por los gobernadores de Roma, y que sirvieron á estos de pretesto para seguir explotando las riquezas del pais, y para recibir en Roma honores triunfales poco merecidos. Mezcláronse tambien en estas revueltas los dos principes africanos que antes habian peleado el uno por César y el otro por Pompeyo, declarándose ahora por Antonio el uno y por Octavio el otro. Bogud, el partidario de Antonio, fué derrotado en una sangrienta batalla, y arrojado de España, perdiendo ademas sus estados de África.

Bajo el imperio de Octavio sufre España una trasformacion completa en su organizacion politica y civil. Aquellas comarcas, provincias ó pequeñas naciones, tan varias y distintas, tan independientes entre sí, tan faltas de unidad, van á constituir ya todas un solo cuerpo de nacion, una sola provincia sujeta al régimen de un hombre solo. El nuevo dominador del mundo declara á toda España tributaria del imperio romano, pero al tiempo que la hace tributaria, le da la unidad que no habia tenido nunca, sujetándola á un centro comun y á unas mismas leyes (38): novedad importante, que constituyó como un nuevo punto de partida para España en su marcha al través de los siglos. Desde el año 38 antes de J. C. en que se verificó este acto solemne de incorporacion, comenzó un sistema cronológico peculiar para España, que se denominó Era española, ó Era de Augusto, y desde cuya época siguió rigiendo como base de su cronología histórica, hasta que andando el tiempo se abolió para adoptar la cronología general de la era cristiana (1).

Afectando Augusto querer gobernar con el senado, dividió con él la administracion de las provincias, dejando á aquél con estudiada política las mas sumisas y pacificas, y reservando para sí las fronterizas ó las mas inquietas en que acampaban las legiones, quedando así, en todo caso, dueño de la fuerza

(1) Se contó por la era española en Cataluña hasta 1180, en Aragon hasta 1350, en Castilla hasta 1383. Para reducir la era es

pañola á la era cristiana no hay sino rebajar 38 años.

y de las armas. En este concepto hizo tambien de España dos provincias, una senatorial y otra imperial. Dió al senado la Bética, y se asignó á sí el resto de la Península, del cual hizo despues una doble provincia, con los nombres de Lusitana y Tarraconense, regidas por gobernadores ó legados á la vez civiles y militares. En la distribucion que hizo de todas las fuerzas del ejército, desti→ nó á España solo tres legiones de las veinte y cinco que habia conservado para sí; prueba de la confianza que ya tenia en la sumision de estas regiones, acaso por la tendencia que ellas mismas, halagadas por los beneficios de la administracion de Octavio, tan distinta de la de los tiranos pretores, manifestaban á adoptar las leyes, el régimen, los usos y costumbres romanas.

Pero aun existian en España pueblos, comarcas enteras que no habian recibido el yugo de Roma. Todavía los cántabros y astures se mantenian independientes y libres. Todavía aquellos fieros y rudos montañeses desde sus rústicas y ásperas guaridas se atrevian á desafiar á los dominadores de España y del mundo. Siglos enteros hacía que España encerraba en su seno conquistadores estraños; ni cartagineses ni romanos habian penetrado todavía entre las breñas y sinuosos valles en que habitaban aquellas indomables gentes, que inaccesibles á las armas y á la civilizacion conservaban toda la rudeza de costumbres con que en otro lugar los hemos descrito (1). Era ya Octavio Augusto señor del mundo, y creiale todo pacíficamente sumiso á Roma y á su imperio, y todavía no lo estaban unos pocos habitantes de la península española. No podia Augusto sufrir que en un rincon de España hubiera quien no reconociese la autoridad del dominador del orbe.

Algunas escursiones de los cántabros y astures hasta las vecinas comarcas de los autrigones, de los murbogas y de los vaccéos, sujetas ya al imperio, debieron hacer conocer á los romanos la bravura y ferocidad de aquellos hombres agrestes, y aun darles alguna inquietud y cuidado. Ello es que el emperador romano no se desdeñó de venir en persona á dar impulso y vigor á aqueIla guerra que parecia no deber fijar siquiera la atencion de quien tan acostumbrado estaba á ver sometérsele tantos y tan vastos reinos. Vino pues Augusto (26) al frente de un ejército, que dividió en dos cuerpos, de los cuales destinó uno al mando del pretor Carisio contra los astures, y con el otro marchó él contra los cántabros.

Estableció Augusto sus reales en Seguisamo (Sasamon, entre Burgos y el Ebro), donde hizo todo lo posible por comprometer y obligar á los enemigos á venir á una batalla general. Tarea inútil para aquellos montañeses, á quienes agradaba mas y era mas ventajoso molestar á los romanos con repentinas

(1) Cap. I. del lib. I. de esta historia!

irrupciones, bruscas acometidas y rápidas retiradas, sin que las pesadas legiones imperiales pudieran nunca darles alcance ni menos penetrar en sus rústicas guaridas. Apareciendo y desapareciendo súbitamente y con agilidad maravillosa, peleando en pequeños grupos y pelotones, teniendo á los imperiales en continua alerta y zozobra, y no dejándoles gozar momento de seguridad ni de reposo, traíanlos fatigados, inquietos y desesperados. En vano Augusto hizo que una armada concurriera á ayudar por la costa sus operaciones militares. Los cántabros se concentraban dentro de sus rocas, y desde allí repetian los asaltos, sin que hubiera medio de empeñarlos en mas formal combate. Cansado Augusto y mortificado con tan obstinada resistencia, habiendo caido además enfermo, retiróse al cabo de algunos meses á Tarragona, dejando á Cayo Antistio el mando del ejército y el cargo de aquella guerra. Mas afortunado ó mas hábil Antistio, en ocasion que los cántabros habian necesitado bajar á la llanura, acaso en busca de mantenimientos, logró por medio de una simulada fuga atraerlos á sitio donde tuvieron que empeñar una accion general, en la cual quedaron victoriosas las armas romanas. Fué este primer desastre de los cántabros cerca de Vellica, no lejos de las fuentes del Ebro (1). Trataron los fugitivos de ganar el monte Vindio, y hallando los romanos apostados ya en Aracillum (hoy Aradillos, á media legua de Reinosa), viéronse forzados á buscar un asilo en el monte Medulio; inexpugnable posicion, si alli hubieran intentado atacarlos los romanos. Mas éstos tuvieron por mejor y mas seguro cincunvalar la montaña, haciendo en derredor y en un círculo de quince millas un profundo foso, y construyendo en toda la linea gran número de torres, de la misma manera que si pusiesen sitio á una ciudad. Una vez que los cántabros alli encerrados no tentaron en un principio romper la línea enemiga, érales ya después imposible el escapar.

Vióse entonces una de aquellas resoluciones de rudo heroismo de que España habia dado ya tantos ejemplos, y que siempre admiraban á los romanos. Aquellos hombres de ánimo indómito, prefiriendo la muerte á la esclavitud, diéronsela á sí mismos peleando entre si, ó tomando el tósigo ó venenoso zumo que para tales casos siempre prevenido llevaban. Añaden algunos, que los romanos, aprovechando aquella confusion, cayeron sobre los heróicos y desesperados combatientes, lo cual es muy verosímil, y que los que vivos caian en sus manos eran crucificados, siendo tal el desprecio de la muerte y la bárbara serenidad de aquella gente independiente y fiera en el tormento, que sucumbian en la cruz cantando himnos guerreros (2). Asi subyugaron por

(1) Dion Cass. lib. LI. y LIII.-Flor. li bro IV.-Oros. lib. VI.

Томо 1.

(2) Supónese ser de este tiempo un fragmento de cancion bélica hallado por Hum24

primera vez la Cantabria, si subyugar se puede llamar esto, las armas de Roma.

Publio Carisio se habia dirigido con su ejército contra los astures. Afirmase por algunos que el mismo Augusto en persona mandaba otra vez la mitad de estas tropas. Un cuerpo de astures que se encaminaba á Galicia ó Lusitania, fué alcanzado y detenido por Carisio, que despues de un sangriento y sostenido combate que obligó al orgulloso romano á decir públicamente que le habia maravillado la bravura de aquellos guerreros, y que por lo menos no era inferior á la de los soldados romanos, los forzó á retirarse á Lancia, ciudad situada sobre Sollanzo á nueve millas de donde hoy está Leon. Sitióles alli el mismo Augusto. La ciudad fué defendida con denuedo admirable, pero reducidos ya á tan pocos que era imposible prolongar mas la defensa, hubieron de rendirse, siendo los mas valientes de ellos vendidos como esclavos. Sucedió esto al empezar el nono consulado de Augusto (1).

Visitó luego Augusto los paises conquistados, y deseando dejar asegurada en ellos la tranquilidad, hizo lo que habia practicado César con los habitantes del monte Herminio, obligar á los moradores de las montañas á desamparar las fragosas breñas y bajar á los lugares descubiertos y llanos. A los soldados que habian cumplido el término de su empeño mandó distribuir campos y tierras; que era el fundamento de las colonias. Asi se fundó Emérita Augusta, hoy Mérida, habiendo tenido el cargo de dirigir los trabajos de aquellos veteranos el mismo Carisio, como se vé en las monedas que se conservan de aquel tiempo, en que se hallan de un lado el nombre de Augusto y de otro los de Carisio y Emérita. Otras ciudades tomaron el sobrenombre de augustas, como Cæsar-Augusta, la antigua Salduba y hoy Zaragoza; Pax-Augusta, hoy Badajoz; Braccara-Augusta, hoy Braga, y otras. Fundóse igualmente en aquel tiempo la ciudad de Leon con el nombre de Legio septima gemina, correspondiente al de las legiones que alli quedaron con el especial objeto de vigilar y en caso necesario reprimir á los bravos astures. Otros varios monumentos quedaron de Augusto en España. Cuéntase entre ellos el templo de Janus-Augustus en Ecija; un bello puente sobre el Ebro; las Turres Augusti, elevadas en forma piramidal sobre el rio Ulla en Galicia, y las Aras Sextianas en el cabo de Torres de Asturias, unas y otras erigidas por Sextio Apuleyo, uno de los gefes

bold en Vizcaya en los manuscritos de un tal Juan Ibañez en 1590, visitando los archivos de aquella provincia. Cópiale RosseewSaint-Hilaire en el Apéndice I. del tomo I. de su Historia de España.

relacion de algunas circunstancias de estas guerras, no sabemos con qué fundamento. Nosotros hemos seguido aquello en que hallamos convenir mas las antiguas historias latinas, no muy explícitas y claras en lo re

(4) Mariana y otros autores varian en la lativo á estos acontecimientos.

romanos de la expedicion cantábrica, y dedicadas á Augusto, como términos de las victorias que consiguió bajo sus auspicios.

Vuelto Augusto á Tarragona, recibió alli embajadores de la India Oriental y de la Escitia, que atraidos de la fama de su nombre venian á ofrecerle amistad. Y dejando á Lucio Emilio el mando del ejército de la Tarraconense, y el gobierno de esta provincia y de la Lusitania á Publio Carisio en concepto de legado augustal, partióse para Roma, donde cerró por cuarta vez el templo de Jano, suponiendo que España y el mundo quedaban en largo y completo reposo (1).

Grandemente equivocado fué este juicio respecto de España. Los cántabros y astures, conservando vivo el odio á los romanos, no pudiendo vivir sin libertad, irritados acaso tambien con las violencias de los conquistadores, y deseando vengar las injurias pasadas, dieron principio á otra lucha aun mas brava y feroz que la primera. Emilio y Carisio que fueron á sujetarlos entraron devastando sus campos, incendiando sus rústicas viviendas, y cortando las manos á los prisioneros, segun las bárbaras leyes de la guerra de la civilizada Roma. Aunque pareció quedar sujetos por entonces, fuéle preciso todavía á Cayo Furio, sucesor de Emilio, guerrear otra vez con aquella gente, la sola en el mundo que traia entretenidas las legiones romanas, y á las cuales por lo tanto no cabia en lo posible resistir. Furio los venció tambien, y redujo á esclavitud todos los prisioneros. Si imposible era á los cántabros y astures vencer, tambien la esclavitud les era insoportable. Asi, pasado algun tiempo, concertáronse entre sí aquellos mismos esclavos, mataron á sus señores y dueños, ganaron los montes y riscos, y no les fué dificil conmover todo el pais y alzarlo en masa.

Infundia ya pavor á los romanos tan indómita gente. Arredrábalos la idea de tener que exterminar aquella raza feroz si habian de vencerla, y asombrábalos tanta obstinacion y porfia, tanto desprecio de la vida. Pero no podia tampoco el señor del mundo dejar vivo y sin apagar aquel fuego, aquel foco perenne de rebelion, mas temible en España que en otra parte alguna. Asi hubo de enviar á sujetarlos á su mismo yerno M. Agripa, que envanecido por sus victorias contra los germanos, gente tambien belicosa y fiera, creyó reducir con la misma facilidad á los cántabros y astures (2). Pronto recibió el

(1) Este templo, que se conservaba siempre abierto mientras Roma tenia pendiente alguna guerra, habíase cerrado solas tres veces en los siete siglos que Roma llevaba de existencia: la primera en tiempo de Numa, la segunda cuando terminó la guerra púnica, la tercera despues que Octavio venció á Mar

co Antonio. La cuarta fué esta.

(2) Mariana hace venir ya á Agripa desde la primera guerra cantábrica, lo cual está en contradiccion con todas las historias antiguas, que le suponen en aquel tiempo ocupado en otra parte.

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