Imágenes de páginas
PDF
EPUB

desengaño: tan impetuoso fué el primer arranque de aquellos españoles, tanto impuso á las nuevas legiones romanas el formidable aspecto de aquellos montañeses, que entrando el desaliento y la consternacion en sus filas, hubo de sufrir la humillacion de retirarse el vencedor de la Germania. Tuvo que tomarse tiempo para restablecer la disciplina de su ejército, para reanimar con castigos y con arengas el abatido valor de sus soldados. Notable fué la severidad que usó con la legion llamada Augusta, una de las que con mas cobardía se habian conducido en el combate. Agripa la declaró indigna de llevar aquel nombre y la disolvió toda entera. Este ruidoso y ejemplar castigo surtió su efecto, picando el pundonor de las demas legiones.

Cuando ya tuvo sus tropas mejor dispuestas, emprendió de nuevo la campaña, y habiendo tenido la suerte de sorprender á los cántabros en una llanura, empeñólos en una accion general en que quedó vencedor. No dejó con vida un solo hombre de los que cayeron en sus manos: destruyó todas sus viviendas de la montaña; hizo á los ancianos, mugeres y niños bajar á morar á los llanos, no sin que presenciára horribles escenas de madres que mataban á sus hijos, de hijos que daban la muerte á sus padres de órden de ellos mismos, no queriendo conservar la vida con la esclavitud. Agripa hizo ocupar militarmente todo el pais (1).

Gran sensacion y estraordinario contento causó en Roma la terminacion de la guerra cantábrica (19). Con ella quedó sujeta toda España, con ella acabó de perder su libertad despues de dos siglos de heróica é incesante lucha. «España, repetimos con Tito Livio, el primer pais del continente que invadieron las armas romanas, fué el postrero que se sometió.» Desde Escipion hasta Agripa habian mediado doscientos años. Este es el mayor elogio que puede hacerse del genio indomable de los hijos de esta region del mundo. España quedó reducida á provincia del imperio.

Siguióse una paz, que se llamó proverbialmente paz Octaviana: aquella paz de que dijo Tácito: ubi solitudinem faciunt, pacem apellant.

(4) Dion Cass. lib. LIV.-Paterc. lib. II.-Flor. lib. II.

CAPITULO VIII.

SITUACION DE ESPAÑA

DESDE LA ESPULSION DE LOS CARTAGINESES HASTA SU COMPLETA SUMISION AL IMPERIO ROMANO.

Examinanse las causas de la guerra-De su duracion. De su resultado.-Por parte de los romanos. Por parte de los españoles.-Gobierno de España durante las guerras de la república. Pretores.-Cuestores.-Lo que excitaba su avidez.-Influencia de las riqueLas en Roma.-Venalidad.-Desmoralizacion.-Escandaloso lujo de los patricios.-Miseria de la plebe.-Causas que prepararon el gobierno imperial.-Estado intelectual de España en este tiempo.-Respectiva civitizacion de los habitantes de las diferentes comarcas españolas.-Poetas cordobeses.-Influjo de Sertorio en la civilizacion de España -Idem de Augusto.-Reflexiones.

La paz que despues de tan largos siglos de luchas alcanzamos; la sumision total de España á Roma, y el tránsito del gobierno republicano al imperial, todo ofrece al historiador ocasion oportuna para dar á sus lectores y darse á sí mismo un momento de descanso, que bien lo hemos unos y otros menester para reposar de las aflictivas y enojosas relaciones de guerras y batallas, de tantas escenas de dolor, de desolacion y de sangre, sin que nos haya sido posible aliviar de ellas á nuestros lectores, por mas que hayamos procurado alijerarlas; que tal es la naturaleza de estos períodos históricos en que la suerte de los pueblos depende solo de la suerte de las armas. Parécenos haber llegado á la cumbre de una altura, desde donde mas tranquilos podemos contemplar la marcha de los mismos sucesos y examinar su influencia en la condicion fisica y moral del pais.

¿Quién provocó esta lucha secular? ¿Cómo tan dilatado espacio de tiempo

se sostuvo? ¿Por qué se malograron los heróicos esfuerzos de los españoles? ¿Por qué fué tan lenta la conquista por parte de los romanos?

El pensamiento perpétuo de Roma era conquistar. Lo disimuló en España mientras tuvo en ella otros enemigos que combatir. Convinole entonces mostrarse generosa con los españoles, fingirse su aliada y amiga. Vencidos y expulsados los cartagineses, varió de todo punto la politica de Roma. Á la conducta en lo general noble y generosa de los Escipiones, bien fuese dictada por los sentimientos de su corazon, bien producto de un sistema politico prudentemente calculado, reemplazaron las vejaciones, las crueldades y las estafas de los pretores, avarientos casi todos, traidores y aleves muchos, tiránicos y opresores los más. Si alguno se mostraba desinteresado como Caton, ó humanitario y conciliador como Graco, divisábase apenas entre la turba de los Galbas y los Lúculos, de los Didios y los Crasos, que unian á la rapacidad el desenfreno, y á la crueldad la alevosia. Roma, que desde la expulsion de los cartagineses habia arrojado la máscara como conquistadora, aprovechándose de tener sus legiones apoderadas de una gran parte de España, la arrojó tambien como explotadora, permitiendo y tolerando, ya que mandando nó, el desastroso sistema de sus gobernadores militares, especie de soberanos y tiranuelos consentidos y casi autorizados.

Y casi autorizados; porque el senado y los cónsules, si no aplaudian abiertamente las exacciones y las estafas de los prevaricadores, gustábales por lo menos ver como refluia en la ciudad el oro y la sustancia de este rico pais, á cuya participacion acaso no eran agenos ellos mismos. La breve duracion de aquellos cargos producia dos efectos, ambos fatales para España; la rapidez con que los pretores procuraban enriquecerse en el corto periodo de su magistratura, y la esperanza que todos tenian de que les tocára el turno para desempeñarla. Para mal de los españoles, Roma emprendió su conquista en la época en que iban desapareciendo las antiguas virtudes de la república, en la época en que los honores triunfales, los sufragios del pueblo y del senado, los mas elevados cargos del ejército y de la administracion, se obtenian y ganaban á precio de oro. De poco servia que algunos senadores preservados de la general desmoralizacion levantaran una vez amiga en favor de la desventurada España; que se formára en el senado un partido que se denominó español; que los Escipiones y los Catones pronunciáran enérgicos discursos pidiendo el castigo de los pretores avaros y criminales: su voz se ahogaba ante una mayoría corrompida o ganada con el mismo oro que constituía el motivo de la acusacion, y los procesados pretores salian absueltos. ¿Qué valia que à costa de esfuerzos arrancára Pison

una ley autorizando á los pueblos de España para denunciar las depredaciones de los gefes militares, y pedir la debida responsabilidad é indemnizacion? ¿A qué, si este derecho habia de ser ilusorio? Mas de una vez pasaron el mar y llegaron hasta el senado los lamentos de los pueblos oprimidos, espresados por embajadores enviados al efecto: pero la impunidad en que quedaban los acusados, la presencia siempre amenazante de las armas romanas en la Península, todo hacía que los españoles contempláran inútil apelar al senado en demanda de justicia. El mismo Ciceron que presenciaba ya la caida de la república, Ciceron que pasaba por mas circunspecto y mas timido que Caton, se atrevía á decir: «Difícil es espresar lo odiosos que nos hemos hecho á las naciones estrangeras por las arbitrariedades y la cupidez de los gobernadores que les hemos enviado (1).» Lo que prueba cuán lejos estaba de haberse curado en tiempo del célebre orador tan mortifera Haga.

Á cualquiera habria irritado proceder tan desconsiderado y abominable, cuanto mas á los altivos españoles, cuyos ánimos se hallaban harto concitados ya con ver á los que antes se habian llamado sus auxiliares y amigos, trocarse en dominadores y señores. De aqui la resistencia, de aqui aquellas insurrecciones tantas veces sofocadas y siempre renacientes, á la manera de aquellas plantas que tanto mas se reproducen y multiplican, cuanto mas la cuchilla del podador corta su tallo. No sabemos que pueda haber guerra mas justa que la de un pueblo que se arma para defender su sue. lo, sus hogares, sus haciendas, sus vidas y su libertad, contra otro pueblo que intenta arrebatarle estos bienes sin mas derecho que el de ser mas fuerte y mas poderoso.

Compréndese, á poco que á la luz de la reflexion se examinen, las causas de la prolongacion de una lucha al parecer tan desigual, sostenida por dos pueblos, el uno afanoso de conquistar, el otro tenáz en resistir; entre una república poderosa, vasta, de muchos siglos ilustrada y sábiamente regida, y poblaciones rústicas y aisladas que aun no constituian nacion; entre legiones disciplinadas y aguerridas, y soldados sin organizacion y sin táctica, entre capitanes ceñidos de laureles recogidos en otras guerras, y caudillos improvisados que dejaban sus grutas y sus riscos para salir á los campes de batalla.

Cegaban á Roma dos pasiones; el afan de la conquista, y la sed de dinero. Lo primero la hacía cruel, destructora, asoladora: era su bárbara máxl

(1) Difficile est dictu quantum in odio simus apud exteras nationes propter eorum,

quos cum imperio missimus, injurias et libidines. Cic. pro Leg. Manil

ma reducir un pais conquistado á situacion en que no pudiera rebelarse: «Roma no trata con sus enemigos hasta despues que deponen las armas.» Por lo mismo no escrupulizaba en exterminar, cuando lo creia necesario, los moradores todos de una poblacion ó comarca, desde el decrépito anciano hasta el niño de pecho, y en yermarla de habitantes: pacem appellant ubi solitudinem faciunt. Y ellos, los que se jactaban de haber nacido para dar la libertad á las naciones de la tierra, la asolaban para esclavizarla. Caton, el austero, el probo Caton, hacía ostentacion de haber derruido cuatrocientos pueblos en tres meses; y los sobrenombres de Africano, de Numantino y de Macedónico, significaban la ruina de otras tantas ciudades ó naciones. Lo segundo hacía á Roma desapiadada consigo misma. «Vengan arroyos de oro, y mas que se viertan raudales de sangre.» Asi sacrificaba sus hombres, y los hombres de todo el mundo. César, á quien pintan como el mas humano de los guerreros de aquel tiempo, hacía murallas de los cadáveres, y calculan que habia muerto en batalla ordenada un millon de hombres y hecho un millon de esclavos. Pero conquistaba pueblos para Roma, y á su vuelta de España ostentaba entre sus trofeos un carro de plata fabricado de la recogida en este pais. César era divinizado, y la sangre que aquel carro hubiera costado á Roma no se tomaba en cuenta. Galba asesinaba inicua y traidoramente á los lusitanos, y Roma lo disimulaba, sin advertir, ó por lo menos sin escarmentar, si lo advertia, que aquella matanza producia la guerra de Viriato que le costó tan cara. Asi se prolongaba la conquista, porque se reproducian con la exasperacion las causas de la resistencia.

Ya hemos indicado como otra de las causas de la lentitnd en los progresos de las armas romanas la breve duracion de las magistraturas militares; y por lo mismo que procuraban los pretores aprovecharla para acumular riquezas, solian emplear en esto tiempo y cálculos que hubieran necesitado para combinar y activar las operaciones de campaña. Acaecia muchas veces que cuando un general empezaba á conocer el terreno era reemplazado por otro desconocedor del pais, el cual á su vez tenia que ceder el puesto al que venia á sustituirle en ocasion que acababa de concebir un plan de ataque ó que comenzaba á asediar una plaza. El pesado armamento de los soldados romanos, de aquellos guerreros, almacenes vivientes cargados de armas ofensivas y defensivas, de víveres y provisiones para dos ó tres semanas, de estacas para formar trincheras, de instrumentos y útiles para abrir fosos y construir terraplenes, era un obstáculo para guerrear con gente tan ágil, tan desembarazada y frugal como era la española, para el sistema de asaltos, de correrías y de sorpresas que usaban y en que eran tan diestros y mañosos, compitiendo caballos y ginetes en agilidad y sɔltura, ỵ

« AnteriorContinuar »