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no conoce otros bienes que los del alma, no se avergüenza de confesar una «honesta pobreza.» Como guerrero derrotó á los francos, á los borgoñones y á los vándalos que se habian apoderado de las Galias. Mató á cuatrocientos mil bárbaros, libertó y reedificó setenta ciudades, trasladó á la Gran Bretaña colonias de prisioneros, sometió una parte de la Alemania, levantó una mural'a de doscientas millas desde el Rhin hasta el Danubio, y libre de las guerras estrañas sofocó las rebeliones interiores: como administrador, afianzɛda la paz, empleó sus ejércitos en labores de agricultura, y mandó plantar de nuevo viñas en España revocando el ridículo edicto de Domiciano. «Si los dioses me conceden vida, dijo en una ocasion, pronto el imperio no necesitará de soldados.» Las legiones recogieron esta espresion, y no aguardaron mas que una ocasion para deshacerse de quien tal ánimo demostraba de disolverlas. Al día siguiente de haberle asesinado (282), le erigieron un sepulcro de mármol con esta inscripcion: «Aqui yace Probo, el mejor de los emperadores, el vencedor de los tiranos, y de todas las naciones bárbaras. » Esta inscripcion era una verdad, y aun pudieron decir mas de sus virtudes pacíficas (1).

Siguieron Caro, Carino y Numeriano. Carino residió en España. De su estancia se hallaron monumentos en el mercado público de Sagunto, y muchas inscripciones han perpetuado su administracion. Sucedió á éstos Diocleciano, con el que empieza la era famosa de la Iglesia conocida con el nombre de Era de Diocleciano, ó Era de los mártires.

Aun estaba la España bajo la dominacion de Carino cuando fué contra él Diocleciano: encontráronse sus ejércitos, pero los soldados de Carino ahorraron á Diocleciano el trabajo de vencerle. Parecia ya como artículo de ordenanza para los soldados asesinar á sus gefes, ó para dar la púrpura á otro, para quitarsela á los mismos que habian proclamado. Diocleciano no se reconoció bastante fuerte para sustentar solo el peso de tan vasto imperio, y le com. partió con Maximiano Hércules (285). Aun hizo mas: nombró luego dos Césares, á saber, Constancio Chloro y Galerio, y dividió los dominios imperiales en cuatro grandes provincias. La España con la Bretaña y las Galias le fué encomendada á Constancio, que era el mejor de los tres. Tiénese no obstante en lo general una idea muy exagerada de la crueldad de Diocleciano, sin duda por la persecucion general que en su reinado sufrió la Iglesia. Pero Diocleciano, príncipe prudente y hábil, habia dado antes de la persecucion diez y ocho años de gloria al imperio; habia sido gran administrador, y refrenó mucho el despotismo militar y la preponderancia de las legiones. El mismo edicto de persecucion que con tanta sangre de mártires enrojeció la tierra le dió de

4) Hist. Aug. Vit. Prob.-Zosim. lib. 1. TOMO I.

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muy mala gana; el delito de Diocleciano fué la flaqueza de haber cedido á las inicuas sugestiones de Galerio. El emperador quiso antes consultar á un consejo de magistrados, y este consejo opinó que los cristianos debian ser perseguidos. Diocleciano, no tranquilo todavía, envió á consultar á Apolo de Mileto, y Apolo respondió que los justos esparcidos por la tierra le impedian decir la verdad; los arúspices declararon que estos justos eran los cristianos: resolvióse con esto su persecucion, y se dió el famoso edicto de Nicomedia, obra de la maldad de Galerio y de la debilidad de Diocleciano (1). Antes de este edicto, y en los reinados de Galo, Valeriano, Galieno, Claudio y los demas que le sucedieron, los decretos de persecucion habian sido ó parciales ó contradictorios, y los gobernadores de las provincias, mas bien que los emperadores, eran los que empleaban, segun su carácter, la tolerancia ó el rigor con los cristianos. Ahora la persecucion se hizo general; el decreto prevenia el esterminio; Galerio no se contentaba con menos; se empezó destruyendo las iglesias y entregando á las llamas los libros santos y las actas de los mártires que habia habido, y siguieron los suplicios sin distincion de órden, clase ni edad: las cárceles rebosaban de victimas; los caminos se veian cubiertos de montones de hombres mutilados; los garfios, el potro, la cruz y las bestias feroces despedazaban á niños y madres, ó los arrojaban confundidos á las piras, ó los precipitaban al fondo del mar á centenares, porque no habia verdugos para tantas víctimas (300).

Muchos mártires hubo tambien en España, no por culpa del César, porque Constancio no los perseguia, y acaso en su interior los amaba, sino del gobernador Daciano, escogido de entre la aristocracia romana, la mas enemiga de las novedades (que asi llamaban la nueva religion), para dar cuenta de los cristianos desde los Pirineos hasta el Océano. Murieron obispos, centuriones, magistrados; y de este tiempo fueron los innumerables mártires de Zaragoza. Hubo tambien en España, fuerza es confesarlo, falta de constancia en muchos; bastantes abjuraron ó por debilidad ó por poco arraigados en la fé, y faltábale todavía mucho á la España para ser toda cristiana. La persecucion duró en Occidente dos años largos, los últimos del reinado de Diocleciano; en Oriente la continuó Galerio por otros ocho años mas. Galerio no se saciaba de sangre cristiana.

El impio é infame Galerio habia logrado persuadir á Maximiano, padre de su muger, á que abdicase la púrpura. Logró despues lo mismo de Dio

(4) Chateaubriand, en sus Mártires, ha becho el retrato de las cualidades respectivas de los tres emperadores, Diocleciano,

Galerio y Constantino, con mucha verdad histórica, y con la elegancia que distingue á aquel ilustre escritor de nuestro siglo.

cleciano, mas ciertamente con amenazas que con la persuasion; y Diocleciano, tan generoso en partir con otros el imperio, obligado á bajar de él por el mismo á quien habia elevado, se retiró á Salona su patria. Asi quedaron por emperadores Valerio en Oriente y Constancio en Occidente. Con la elevacion de Constancio al imperio cesó en España la persecucion de los cristianos (505), antes se entregó públicamente á su confianza; abriéronse las cárceles á todos, y entre ellos recobró la libertad Osio, obispo de Córdoba, que despues se hizo tan justamente célebre. Constancio fué un excelente príncipe, dulce, justo y tolerante, y tan pobre, que cuando daba un festin tenia que pedir la plata prestada. Suidas le llama Constancio el Pobre. Su hijo Constantino, el que despues habia de dar tanto engrandecimiento y lustre á la Iglesia, tenia entonces diez y ocho años, y habiéndose alistado antes en las banderas de Diocleciano, continuaba sirviendo en Oriente bajo los estandartes de Galerio. Reclamábale su padre, agobiado de enfermedades; pero el inicuo Galerio le retenia en su poder, hasta que una noche se salvó de sus lazos con la fuga. Para librarse Constantino de la persecucion, iba en cada parada de postas cortando las piernas á los caballos de que se servia (1), y de este modo llegó á incorporarse con su padre, el cual murió luego en Yorck; las legiones, haciendo el último ensayo de su poder, aclamaron á Constantino emperador, en nombre de las virtudes de su padre (306).

Muchas guerras tuvo que sostener todavía Constantino antes de sentarse tranquilo en el trono de Occidente, ya contra Maximiano, que arrepentido de su abdicacion, quiso vestirse otra vez la púrpura, ya contra Galerio, ya contra Maxencio y Licinio. Por este tiempo se celebró en España el concilio de Illiberis. La Iglesia y el mundo van á recibir una trasformacion bajo el imperio de Constantino.

(1) Zosim. lib. II.

CAPITULO IV.

EL CRISTIANISMO.

Pintura de las costumbres del imperio romano.-Corrupcion y disolucion moral.-En los emperadores: en el pueblo: en los hombres de letras.-Causas que la producian.-Politeismo.-Constitucion orgánica del imperio. Tiranía: esclavitud: condicion miserable y abyecta del pueblo.-Vicios de la legislacion.-Derechos tiranicos de los padres.-Prostitucion del matrimonio: facilidad de los divorcios: leyes sobre el ce'ibatismo: esclavi. tud de las mugeres: falta de vínculos de familia: esposicion de los hijos.-Escandalosa lujo y vida licenciosa de los ricos: egoismo universal: estrago y desenfreno de costumbres. Filosofía epicúrea: filosofia estóica.--Necesidad de una revolucion social en el mundo. La trae el cristianismo.-Filosofia cristiana.-El cristianismo considerado como principio moralizador y como principio civilizador.-Su doctrina: su nacimiento y progresos.-Costumbres de los primeros cristianos.-Persecuciones: martirios: edad heróica del cristianismo.-Cómo fué ganando al pueblo.-Cómo á las clases elevadas de la sociedad.-Filósofos cristianos; apologistas.-El cristianismo en España.-Mártires españoles.-Zaragoza.-Osio.-Situacion religiosa del mundo al comenzar el cuarto

siglo.

Estaba elaborándose lentamente en el imperio romano una revolucion social, la mayor que han presenciado los siglos, y la mayor tambien que se verá hasta la consumacion de los tiempos. Todos los sucesos que hasta ahora llevamos referidos carecen de importancia al lado del grande acontecimiento que se estaba preparando. La sociedad antigua iba á disolverse, el mundo iba á sufrir una trasformacion fisica y moral, y la gran familia humana iba á ser regenerada en su religion, en su gobierno, en su legislacion, en su moral y en sus costumbres. Los elementos existian yá, pero iban obrando paulatinamente como todo lo que está destinado á producir cambios y revoluciones que han de durar largas edades. Menester es que conozcamos las causas que fueron preparando esta gran metamorfosis social, para que podamos apreciar después debidamente sus efectos.

Por el imperfecto cuadro que hasta ahora hemos delineado se ha podido ver á qué grado de corrupcion, de inmoralidad, de desenfreno habian llegado las costumbres en el imperio romano, y el imperio romano era entonces el mundo. Aunque la disolucion y los vicios tenian ya gangrenada la sociedad romana en los últimos tiempos de la república, veíanse todavía algunos ejemplos, si no de virtudes morales, por lo menos de virtudes cívicas, de las virtudes propias de un resto de energía nacional, de un resto de amor á la libertad. Bruto y Casio fueron llamados los últimos romanos. La voz de Ciceron dejó de oirse, y no hubo quien la reemplazára, porque la elocuencia enmudece con la tiranía. Mientras la república estuvo ocupada en conquistar, la necesidad del heroismo produjo todavía algunas virtudes: cuando los hombres dejaron de pensar en guerras pensaron en deleites y en cortesanas. Cuando Augusto dió la paz al mundo avasallado, no pudo hacer sino llamar en su auxilio las musas para que encubrieran con sus laureles la tiranía y la relajacion. Aunque de buena fé quisiera Augusto corregir las costumbres, era ya impotente para ello, porque el corazon de la sociedad estaba corrompido, y lo estaba por la misma organizacion social.

Asi desde Augusto que aparentó querer contener la inmoralidad, corre después y se precipita desbocada y sin freno, ayudada de la tiranía desenmascarada que era lo único que le habia faltado. Desde entonces no se ve sino una depravacion profunda en todos los miembros de la sociedad: el vicio y la impiedad, la ferocidad y la adulacion, la crápula y la sensualidad erigidas en sistema. Emperadores malvados disponian de un pueblo corrompido, y soldados licenciosos se daban emperadores tan desenfrenados como ellos. Plebe y soldados nombraban, aplaudian, divinizaban al que esperaban les hiciese mas distribuciones de trigo ó de dinero con que matar el hambre, y que les diese mas espectáculos con que divertirse: cuando las distribuciones y los juegos se acababan, asesinaban á aquél y aclamaban á otro. Asi el pueblo lloraba como una desgracia la muerte de Caligula, de Neron, de Cómodo, de Caracalla y de Eliogábalo, porque habian sido los mas pródigos para él. «El pueblo, dice elocuentemente un escritor español (1), el pueblo siempre mendigo y siempre seguro, decia al tirano: tenga yo dinero, y tú confisca: tenga yo trigo, y tú mata: tenga yo espectáculos, y tú harás cuanto ate agrade: con que entre el pueblo y el mal príncipe habia una tácita convencion, mediante la cual el déspota daba el trigo, y el pueblo los aplausos.... Cuando los tiranos salian de sus palacios, y oian las salutaciones y agradecimientos del pueblo, imaginábanse que todo el imperio se hallaba en el

(1) Malgorza y Azauza, Discurso sobre el comercio de los romanos.

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