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religion que parecia tener el privilegio de vigorizar las almas. El pueblo por otra parte oía por primera vez sonar en sus oidos una doctrina filosófica que comprendia, un principio social que estaba al alcance de su inteligencia, reflexionaba sobre él, y deducia cuánto iba á mejorar su condicion en el caso de que prevaleciera. El pueblo, á quien ningun filósofo habia enseñado todavía, ni él se habia imaginado nunca que podia dejar de ser esclavo, oyó predicar una doctrina que condenaba la esclavitud en nombre de Dios (1), y se fué adhiriendo á ella, porque los mas dispuestos á creer son siempre los mas oprimidos. Los poderosos la rechazaban, porque les era violento renunciar á los goces materiales á que estaban tan apegados.

Poco a poco fué penetrando la nueva doctrina en las escuelas, y se hizo objeto de exámen y de discusion entre los sábios. Compararon los filósofos á Sócrates con Jesús, y en el primero hallaron toda la grandeza de un hombre, en el segundo toda la grandeza humana y toda la grandeza divina. Cotejaron la filosofía del Evangelio con las de Aristóteles, de Platon y de Epicuro; pusieron el Dios de los cristianos al frente de todos los dioses del gentilismo, y resultó de la comparacion que los sabios no solo se hicieron creyentes, sino que se convirtieron en apologistas del cristianismo. Aquella doctrina que al principio habian llamado por desprecio stultitia, insipientia, insania, era lo mas sublime que habia salido de la boca de los instructores y de los legisladores de la humanidad. Los filósofos vinieron entonces en apoyo de los apóstoles, y los académicos continuaron la mision de los artesanos. Entonces salieron los elocuentes escritos apologéticos de Justino, de Tertuliano, de Clemente de Alejandría, de Cipriano, de Lactancio y de Origenes, desafiando á toda la sabiduria pagana. «Desgarraré el velo que cubre vuestros misterios, les decia Clemente Alejandrino, versadísimo en la filosofía de Platon: Cantanos, Homero, tu magnifico himno: Los AMOROSOS HURTOS DE MARTE Y VENUS: pero nó, enmudece; no es magnifico el canto que enseña la idolatría. Vuestros dioses, crueles é implacables con los hombres, oscurecen su espíritu....»

Asi se iba infiltrando el principio civilizador en las clases mas elevadas de la sociedad romana; ya los magnates, los patricios, las matronas, no se desdeñaban de creer: el sentimiento religioso se habia ido propagando de las aldeas á las ciudades, de las grutas á las academias, de las chozas á los palacios: ¿cuánto tardará en subir hasta el trono imperial? Ya Alejandro Severo se ha

(1) «Los preceptos del cristianismo, dice Robertson, comunicaban tal dignidad á la naturaleza humana, que la arrancaron de la servidumbre deshonrosa en que se hallaba sumida. (Discurso sobre el estado del univer.

so á la aparicion del cristianismo). > Solo Gib bon se atreve á negar que fuese debido á la religion cristiana este admirable mejoramiet.. to de la humanidad,

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bia atrevido à poner la imágen de Jesús entre las de Abraham y Apolonio. Marco Aurelio se habia hecho semi-cristiano desde el prodigio de la Legion Fulminante; y de cristiano se murmuraba al emperador Filipo. Ya no solo se estendia la nueva fé por las provincias romanas, sino que habia franqueado los limites y barreras del imperio; ya cundia por los pueblos bárbaros, y ganaba soldados donde no habia llegado el vuelo de las águilas romanas: allá se propagaba hasta por regiones y lugares en que ni siquiera se sabía que existia Roma, y que habia un senado, y un hombre que se llamaba emperador.

Siendo España una de las mas importantes provincias del imperio, y teniendo tanta comunicacion con la metrópoli, no pudo tardar en tener conocimiento de la doctrina que habia venido á alumbrar el mundo. Una piadosa tradicion, no interrumpida por espacio de diez y ocho siglos, hace á España el honor de haber tenido por primer mensagero de la fé cristiana al apóstol Santiago el Mayor, y de haberla predicado en persona en varias regiones de la Península: cumpliéndose asi la profecía de que las palabras de los apóstoles llegarian hasta los confines de la tierra. El rayo, el hijo del trueno, como le llamaba su maestro divino, derrama el fulgor de la fé en las comarcas de Galicia, donde siete de sus mas esclarecidos discípulos le ayudan á plantar la viña del Señor. Algunos de ellos le acompañan en su regreso á Jerusalen, á donde le llamaba la Providencia para coronar su celo. Alli recibe el martirio, y recogiendo sus discípulos el cadáver de su venerado maestro, se embarcan para Galicia, su patria, trayendo consigo el sagrado depósito. Dios permitió que el lugar en que se guardaron las cenizas del santo apóstol permaneciera ignorado, para que su prodigioso hallazgo diera, al cabo de ocho siglos, dias de regocijo á la iglesia española y dias de gloria al pueblo cristiano (1).

Con el propio objeto de difundir la doctrina del Evangelio en esta favorecida porcion del globo, España tuvo tambien la gloria de ser luego visitada por el apóstol de las gentes, por el apóstol filósofo, San Pablo, que hasta en el palacio del mismo Neron habia logrado hacerse discípulos y ganar proselitos. El elocuente apóstol dirige su rumbo hacia las regiones de la Península á que no habia podido llegar la voz del hijo del Zebedeo, y derrama por las comar

(1) Veánse Florez, España Sagrada, to mo III.-Morales, Cron. general.-Medina, Grandezas de España.-Masdeu, Esp. Roman. tom. VIII.-Niegan los estrangeros la venida del apóstol Santiago á España y su predicacion en nuestra Península. ¿Podrcmos dejar de respetar las tradiciones solo por que las nieguen los estrangeros? No nos de tendremos abora á refutar sus argumentos

TOMO I.

negativos: otros lo han hecho ya victoriosamente antes que nosotros. Solo diremos, en cuanto a las dificultades de tiempo, que desde el año 38 de nuestra era, en que suponemos la venida de Santiago, hasta el 42, en que acaeció su muerte en Jerusalen, tuvo tiempo de ejercer su apostolado en España y de volver á la Palestina.

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cas de Oriente el conocimiento de la doctrina civilizadora del cristianismo (1). La sangre de los mártires empezó pronto á colorear este suelo, en que tanto habia de prevalecer y donde tanto habia de fructificar la semilla de la fé. A pesar del influjo que en España ejercian los opulentos patricios, que atraidos de la belleza de su clima la habian hecho como una colonia de la aristocracia romana, no pasa el primer siglo sin que España vea algunos de sus hijos figurar gloriosamente en el martirologio cristiano. Eugenio de Toledo es colocado yá, desde la segunda persecucion movida por Domiciano, en la nómina de los que vertieron una sangre generosa en obsequio del Crucificado. En el segundo siglo, imperando Marco Aurelio, y gobernando á Leon Tito Claudio Atico, se ofrecen Facundo y Primitivo en holocausto por la nueva fé, dejando con su valor y su constancia maravillados á sus perseguidores. Fructuoso de Tarragona, prelado de su iglesia, presenta el modelo del héroe cristiano, y con sus dos compañeros de martirio asombra y confunde al cruel ministro del despreciable Galieno (2). Los atletas de la fé se multiplican en el tercer siglo, y las vidas de los santos, «ese gran árbol genealógico de la nobleza del cielo,» presentan ya en sus páginas un largo y auténtico catálogo de ilustres mártires españoles.

Mas cuando se vió aparecer ea España huestes, legiones enteras de campeones de la fé de Cristo, fué en la horrible persecucion de Diocleciano. Entonces, cuando mas arreció la tempestad, cuando Daciano, el ministro mas sanguinario y cruel que habia tenido emperador alguno, levantó por todas par tes cadalsos y multiplicó los suplicios, entonces fué cuando España acreditó que vivian en su suelo los descendientes de los que en Sagunto, en Astapa, en Numancia habian sabido sacrificarse arrojándose a las llamas por defender su libertad y sus hogares, y que los despreciadores de la muerte por sostener su

(1) Tambien hay estrangeros, aunque no tantos, que nos quieren disputar la gloria de la venida y predicacion del apóstol San Pablo. Pero de ella por fortuna tenemos clarísimos testimonios. Su intencion de venir á España la manifestó él mismo bien explicita mente en la Epistola á los romanos. Cum in Hispaniam proficisci cœperó, spero quod præteriens videam vos. Cap. XV. ver. 24. Per vos proficiscar in Hispaniam. Ibid. vers. 28. De haberlo realizado certifican, San Juan Crisóstomo en la homilia 13 sobre la Epistola á los de Corinto, y en la 10. sobre la segunda carta á Timoteo; San Gerónimo en el libro IV sobre Isaías, y en el c. 5 sobre el profeta Amos; San Teodoreto en el Comenta

rio sobre la Epístola á los Filipenses, y otros muchos de los primitivos santos padres. El año que San Pablo vino á España se cree ba. ber sido el 60 de la era vulgar, y tiénese por cierto que vino por mar, y desembarcó en Tarragona, donde acostumbraban á hacerlo los cónsules y pretores, proponiéndose predicar la palabra de Dios en la España Oriental, como en la Occidental lo habia hecho ya el apóstol Santiago. El ilustrado Sr. Cortés, dignidad de la iglesia metropolitana de Valencia, ha recogido los mejores testimonios sobre este asunto en un librito titulado: Compendio de la vida del apóstol San Pablo, impreso en Valencia en 1849.

(2) Acta primorum martyrum, etc.

independencia, lo eran tambien por sostener la fé una vez abrazada, cuando se intentaba arrancarles brutalmente la una ó la otra. Hombres, mugeres y niños desafian entonces con intrepidez el hacha del verdugo y la cuchilla del tirano. Toledo, Alcalá, Avila, Leon, Astorga, Orense, Braga, Lisboa, Mérida, Córdoba, Sevilla, Valencia, Gerona, Lérida, Barcelona, Tarragona y otros cien pueblos y ciudades, cuentan entre sus blasones cada cual su hueste de mártires. Daciano medita sacrificar en masa la poblacion cristiana de Zaragoza, y no pudieron contarse los mártires de Zaragoza porque fueron innumerables. El poeta cristiano Prudencio la llamó Patria sanctorum martyrum (1). La ciudad que habia de suministrar muchedumbre de mártires á la patria, comenzó por proveer de mártires á la religion.

Mas no eran solamente mártires los que producia la naciente Iglesia española. Varones y prelados eminentes en letras producia ya tambien. Y Osio, el venerable obispo de Córdoba, el enemigo terrible del paganismo y de la heregía, lumbrera de la cristiandad y presidente futuro de casi todos los concilios de su tiempo, comenzaba á asombrar con su erudicion y con su fogosa elocuencia, no solo á España, sino al mundo entero.

Ni por eso negamos que hubiera en España defecciones y flaquezas lastimosas durante las persecuciones. ¿En qué pueblo del mundo no habrá espíritus débiles, ni qué nacion podrá blasonar de que todos sus hijos sean héroes?

Lejos estaba tambien de ser el cristianismo la religion dominante ni cn Esraña, ni en las demas provincias del imperio romano en la época á que alcanza nuestro exámen. Paganos eran todavia los emperadores; idólatra se mantenia el senado romano; las magistraturas civiles y militares se conservaban en manos de los seguidores del antiguo culto, y la mayoría de los pueblos adoraba todavía á los viejos ídolos, y se postraba ante los dioses de la gentilidad. En tal estado se encontraba el mundo cuando subió al trono de los Césares Constantino. Prosigamos ahora nuestra historia.

(1) Prudent. in Himn. Martyr, Cæsar laba en Leon. Pero aun es mayor el testimoAug.-Actas de los Mártires.-Depping. Hist. tom. II.—Tertuliano, contemporáneo de San Irenéo, en el escrito que presentó á Escápula, presidente de Africa, refiere cómo entonces se ejercia la persecucion contra los cristianos de España por el presidente que se ha

n:o que ofrece en el libro contra los judíos, c. 7 donde hablando de las regiones que babian abrazado la religion cristiana aplica el todo á la nacion española. Maurorum multi fines: Hispaniarum omnes termini, et Galliarum diversæ nationes,

CAPITULO V.

DESDE CONSTANTINO HASTA TEODOSIO.

De 306 de J. C. á 880.

Constantino. Su conversion al cristianismo.-Cambio religioso y político en el mundo ramano.-Edictos imperiales en favor de los cristianos y de su culto.-Su tolerancia con los paganos. Heregia arriana.-Concilio general de Nicéa.-Osio, obispo de Córdoba.-Estado de la iglesia de España en este tiempo.-Decretos y cánones del concilio de Illiberis.-Reformas políticas de Constantino.-Fundacion de Constantinopla.-Nueva aristocracia en el imperio romano.-Duques, condes, altezas, excelencias, etc.-Leyes humanitarias de Constantino.-Opuestos y encontrados juicios con que ha sido calificado esto célebre emperador.-Nuestra opinion. -Muerte de Constantino.-Reinados de sus tres hijos Constantino, Constancio y Constante-Juliano el Apóstata.-Reaccion del paganismo.-Juicio crítico de Juliano.-Otros emperadores.-Valentiniano y Valente.—Irrup. cion de los godos en el imperio.-Trágica muerte de Valente.-Graciano.-Elevacion de Teodosio.

¡Contraste singular! En el año 275 no hubo en el espacio de ocho meses quien ocupára el trono imperial. En el 306 reinan á un tiempo seis emperadores: Constantino, Maximiano y Maxencio en Occidente; Galerio, Licinio y Maximino en Oriente; los unos con el titulo de Augustos, los otros con el de Césares; novedad introducida por Diocleciano. Todos irán desapareciendo para dejar solo al que estaba destinado á reformar la vetusta sociedad romana.

El viejo Maximiano, despues de haber abdicado la púrpura (308), quiere recogerla nuevamente, conspira contra Constantino su yerno, pero cao prisionero en manos de éste, y Constantino hace morir á un anciano que á haber podido le hubiera muerto á él (310). Galerio, el enemigo implacable de los cristianos, el instigador de Diocleciano, el autor del edicto de exter minio, el inventor de nuevos tormentos, mucre de una enfermedad repug

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