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lante de inmensa trascendencia. Acaso él abrió el palenque fatal de rivalidad entre la Francia y la Inglaterra, que mas tarde ha sido tan funesto á la España. Acaso la alianza anglo-francesa que apareció escrita en este tratado ante los ojos de la Europa hizo concebir el justo temor de ver comprometer ante aquella alianza el equilibrio europeo, temor que sin duda ha sido la causa principal de haber quedado España á merced de las oscilaciones producidas en gran parte por los intereses rivales y aun incompatibles entre Inglaterra y Francia, que el resto de la Europa debia por propio interes procurar avivar y escitar, y ha escitado sin duda para romper la formidable alianza anglo-francesa que la tenia estremecida, no precisamente por el riesgo de comprometer su independencia, sino por el temor del contagio político que les atemorizaba con sobrada razon para no dejar de conjurar el peligro. Combatiéronlo en efecto cuanto pudieron, y ningun medio mas eficaz para ello que crear dificultades en el mismo terreno en que las dos grandes potencias aliadas hallaban á cada paso motivos de discordancia y rivalidad permanente. De aquí tal vez procedió la proteccion de D. Cárlos, y la negativa á reconocer el gobierno de la Reina, dejando abandonada la España en manos de la Inglaterra y Francia, y sin el solo contrapeso que hubieran podido procurarla la presencia diplomática de las potencias europeas cerca del gobierno español, tomando mas en cuenta sus deseos de hacer entibiar, y si podian romper la alianza anglo-francesa, que los temo

la

res de ver triunfar en España la revolucion sobre la monarquía. Tan dura ha sido la condicion de la España por carecer de los medios de influencia y fuerza que garantizan la independencia de las naciones, sobre todo cuando su situacion era tal que se le reunian á un tiempo una guerra civil, una cuestion de sucesion, y la inmensa cuestion política de un cambio de formas en el gobierno, y todas ellas durante una minoría en el trono, con la Regencia de una muger, y un pretendiente á la corona, armado y poderoso. Inmensos han sido y son nuestros males, pero puede asegurarse sin temor, que ningun pais de Europa los hubiese sobrellevado con menos trascendencia en sus resultados, y sin disolverse el Estado.

CAPÍTULO TERCERO.

Reconvenciones del Rey de Inglaterra por la conducta de los gefes del ejército de la Reina-Carta del Rey de Inglaterra á su ministro de relaciones esteriores el Vizconde de PalmerstonPrimeros efectos del tratado de la cuadruple alianza-Se embarca D. Cárlos en el navío inglés el Donegal-Reclamacion oficial para fijar la suerte de D. Cárlos de acuerdo con los aliados del cuadruple tratado-Llegada del navío Donegal donde venia D. Cárlos á las costas de Inglaterra-Proyecto de un convenio para proponer á D. Cárlos lo firmase antes de desembarcar del navío DonegalNombramiento del subsecretario de relaciones esteriores para ir á Portsmouth y cooperar conmigo en favor de la causa de la ReinaMi ida á Portmousth al encuentro de D. Cárlos el 12 de junio de 183 Rehusa D. Cárlos toda negociacion-Primer proyecto de artículos adicionales al tratado de la cuadruple alianza-Fuga de D. Carlos de Inglaterra con direccion á España-Efectos de esta fuga Se deciden los aliados á adicionar el tratado de la cuadruple alianza-Articulos adicionales.

Un incidente desagradable vino á interrumpir, aunque ligeramente, despues de haber hecho el tratado, mi grata posicion cerca del gabinete inglés. Despachos del honorable Sir Georges Villiers, ministro de S. M. B. en Madrid, habian pintado á este Monarca con colores vivísimos los duros tratamientos que empleaban contra los carlistas los generales de la Reina; y esta pintura, muy honrosa por cierto

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para Mr. Villiers por los principios de humanidad que la dictaron, pero indudablemente parcial y exagerada, pues encareciendo la dureza de los unos, pasaba en silencio las provocaciones y crueldades de los otros, hicieron al respetabilísimo Príncipe que ocupaba el trono de la Gran Bretaña, dirigir á su ministro de relaciones esteriores una dura carta, de que se me dió copia, y que inserto íntegra, cuyo contenido no dejará de ser importante para la historia.

"S. M. el Rey de la Gran Bretaña á su ministro de relaciones esteriores el Vizconde de Palmerston.

El Rey acusa al Lord Palmerston el recibo de su carta de ayer, y no puede oponerse al cumplimiento de lo que pide el Marqués de Miraflores, ó mas bien el gobierno español, de que algunos buques pequeños de la escuadra de S. M., bajo el mando del ViceAlmirante Parker, sean enviados á la costa del norte de España, con órden de entrar en caso de necesidad en alguno de los puertos de aquella costa, pero garantizando que no tomarán parte alguna en la lucha que continúa en las provincias; y S. M. autoriza al Vizconde de Palmerston á comunicar al almirantazgo el placer que tendrá en ello.

Como quiera que sea, el Rey no puede menos en esta ocasion de mirar con sumo sentimiento, por no decir disgusto, el carácter sanguinario de aquella lucha, y los principios bajo que siguen esta guerra el general Quesada y otros oficiales de los que mandan las tropas de la Reina; carácter que aparece

á los ojos de S. M. como contrario á lo que dicta la humanidad en cualesquiera circunstancias, y bajo la mas rigorosa justicia.

S. M. aprobando altamente, como lo hace, la última representacion hecha sobre el particular por Mr. Villiers al Sr. Martinez de la Rosa, y sintiendo hayan sido hasta ahora infructuosas las anteriores, no puede llegar á creer que haya entre sus buques ni entre su gente, quien, ni aun del modo mas indirecto, pudiera prestarles ayuda en un sistema tan sanguinario, y desea por por lo tanto que el Vizconde de Palmerston suplique al Marqués de Miraflores que haga saber á la Reina Regenta de España el deseo íntimo y personal de S. M. de que se adopten medidas que sujeten los procedimientos de los empleados y oficiales de su gobierno y ejército á un sistema calculado para conciliar mas bien que para destruir á aquellos á quienes es del interes de S. M. la Reina llamar á su deber.

S. M. el Rey confia que la Reina Gobernadora verá en este paso un firme deseo de su triunfo y prosperidad, y se lisonjea de que no apelará en vano á los ilustres individuos á quienes, por la publicacion de una amnistía general, ha dado recientemente una prueba de su moderacion y clemencia, atributos propios de su sexo-Firmado-Villiam-Lóndres 4 de junio de 1834."

Combatir debí las acusaciones hechas por el ministro británico en Madrid, y lo hice en efecto con Lord

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