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Siempre fué mi opinion que jamas han terminado ni terminarán completa y definitivamente las revoluciones, mientras su conclusion no se establezca sobre la base de una fusion bien combinada de todos los elementos volcánicos de las reacciones políticas, hechas cada cual á su vez con una ú otra bandera, y mientras que los hombres eminentes de todos los diversos partidos políticos no depongan en las aras de la patria su amor propio, sacrificando sus pasiones y sus intereses individuales en holocausto del bien de su pais.

La suerte de la monarquía á la época que yo publiqué mis Apuntes, es decir en 1834, la consideré dependiente de la resolucion de dos cuestiones gravísimas; que yo deseaba se resolviesen de un modo pero que de hecho fueron resueltas de otro muy diverso. Reducíanse estas dos cuestiones, la primera a no hacer de la nueva era política empezada para la España desde la publicacion de la pragmática de marzo de 1830, que varió la ley de sucesion, y cuya aplicacion debia verificarse á la muerte del rey Fernando, una época de reaccion sobre la reaccion de 1823, y la segunda á no obstinarse en plantear por tercera vez el sistema político

que, ensayado dos veces en 1812 y 1820 sea por lo que fuere, habia naufragado entrambas.

Mas de tres mil leyes esparcidas en nuestros códigos, unas en uso, en desuso otras, persuadian que no eran leyes lo que mas necesitaba España, sino organizacion, administracion, gobierno. Estas eran en realidad nuestras necesidades preferentes para hacer que nuestra desgraciada nacion pudiera adquirir ventajas materiales que la pusieran en el caso de que comparando situaciones tambien materiales, prefiriese por instinto una nueva, hallándola mejor que todas las anteriores.

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Juzgado habia en mis primeros años, acaso con equivocacion, que el gobierno representativo era preferible, ó para hablar con mas propiedad, tenia menos inconvenientes que el gobierno absoluto: deseaba en vida del rey Fernando verlo aceptado con sinceridad por aquel monarca, y puesto en planta con elementos de duracion. Posible hubiera sido ra aquel rey, cuya fuerza moral inmensa le hizo árbitro de todas las situaciones, desde su advenimiento al trono hasta su muerte. Ninguna dificultad hubiera podido resistir á este especie de omnipotencia, con la cual le era fácil haber creado por sí una administracion pública fuerte y bien combinada sin cuya existencia es difícil, por no decir imposible, que marche ningun gobierno. Fundado en este principio, 6 diciendo mejor en esta verdad consignada

en la historia de todos los pueblos, temí y desconfié del resultado de las formas representativas á la muerte del Rey, si cuando menos, aun con las dificultades inherentes á la situacion de un trono en minoría y de una cuestion de sucesion pendiente, no se trataba de crear hasta donde fuese posible, pero siempre antes de realizar el tránsito de unas formas de gobierno á otras, una administracion y elementos de fuerza gubernamental. Crear uno ú otro con formas de gobierno representativo, lo creí completamente imposible; pues si bien estas formas pueden contribuir á hacer progresar un pais, fomentando é impulsando el desarrollo de todos los manantiales de la prosperidad pública, es semi-imposible con ellas la creacion y establecimiento de una administracion vigorosa centralizada. Persuadido de esta verdad pensé entonces que el ensayo no daria otro resultado que un desengaño amargo y que se hallarian tales obstáculos en la marcha del nuevo gobierno que desconfiaba se pudieran vencer.

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La esperiencia ha hecho ver que no me engañaba, pues á decir verdad, las inmensas dificultades que hallamos para organizar y consolidar un gobierno, principal necesidad que nos aqueja y necesidad independiente de las formas y comun á todas; necesidad igual en Constantinopla que en Filadelfia, y

que por desgracia aun no estamos muy cerca de ver satisfecha, no tienen, en mi juicio, otro orígen que la dificultad práctica de crear una buena administracion central, ó sea un gobierno supremo, que sea fuerte, con las trabas inherentes á las formas representativas. En suma, las formas del gobierno, debieron ser una cuestion secundaria. La cuestion primaria era, sin dudar, la creacion de una administracion bien organizada que alcanzase á todos los ramos del gobierno.

Por otra parte, la inesperiencia gubernamental impidió conocer que una constitucion, sea la que quiera, no es suficiente para crear en el estado administracion ni gobierno: establece sí sus bases, pero con bases no se gobiernan los pueblos, necesitándose medios materiales de accion gubernamental, sin lo cual no hay gobierno posible y solo hay anarquía.

Imperfectos y aun perjudiciales podrian ser los que existian en la antigua monarquía, pero tales como eran, habia un sistema completo, malo ó bueno, con el que el gobierno seguia sin embarazos su camino. El omnímodo poder del consejo de Castilla, tal como fuese, establecia en todo caso una centralizacion muy fuerte. Los capitanes generales, los ayuntamientos, los intendentes, las salas civiles de las chancillerías y audiencias, los corregidores y al

caldes mayores, hasta los alguaciles eran elementos de accion gubernamental y elementos útiles y vigorosos; tenian fuerza moral y consideracion pública, y en consecuencia servian útilmente y enrobustecian la accion central del supremo gobierno.

Este artificio, por defectuoso que se le suponga, era sin embargo un sistema de administracion independiente hasta cierto punto de las formas de gobierno. Tan imperfecto como se quiera, marchaba, tenia el apoyo que le daban el tiempo que contaba de existencia y su identificacion con los usos y las costumbres públicas. Conservábase ademas el mas fuerte elemento de gobierno cual era el principio religioso alimentado y sostenido por el influjo y poder no quebrantado del clero, cuya existencia y poder estaba identificado con el de la corona. Todo esto destruido ¿con qué se ha reemplazado? Con nada que tenga trabazon y armonía: aquel sistema malo ó bueno no se ha sustituido con ningun otro. A aquellos ayuntamientos pasivos y tranquilos despues que Cárlos V hundió el poder municipal con el peso de su espada, se han sucedido otros no creados sobre el tipo español ni con el antiguo artificio en el que entraban hermanados desde Alfonso XI, la autoridad real representada por los corregidores, jueces y presidentes que aquel soberano introdujo en los con

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