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Yo deseo, señores Diputados, que la religion católica continúe siendo la religion del Estado, porque es la base mas sólida, mas firme, en que puede apoyarse, sostenerse y levantarse el edificio social en España. Yo quiero, señores Diputados, que la religion católica continúe siendo la religion del Estado, porque es el vínculo de union entre todos los españoles, el que ha inspirado todos sus grandes hechos, al que se deben todas sus glorias, todo su valor Ꭹ toda su brillantez entre todos los pueblos del globo. Yo quiero, en fin, señores Diputados, yo quiero que la religion católica continúe siendo la religion del Estado en España, porque yo descubro horizontes nebulosos, cargados de electricidad, que están cerniéndose ya sobre nuestras cabezas, y que indudablemente descargarán sobre nosotros males que hoy seria imposible definir, que hoy no podemos calcular tampoco en toda su intensidad. Yo quiero, señores Diputados, que la religion católica continúe siendo la religion del Estado en España, porque así lo exigen la honra y la gratitud del noble pueblo español.

>>Y con respecto á las razones ó argumentos que quieren aducirse en favor de la tolerancia civil de cultos en España, creo haber demostrado ya que la ley de la reciprocidad no puede entenderse en todo su rigor, en toda su estension, porque nos conduciria al absurdo, y que la ley de la reciprocidad limitada por las severas y filosóficas reflexiones del buen juicio y del buen sentido español, se cumple, y se cumple admirablemente, con la tolerancia práctica, con la tolerancia caritativa, con la tolerancia amorosa con que aquí recibimos á todos sin preguntarles su religion, ni su procedencia siquiera.

»Vuelvo á repetir aquí, señores Diputados, que una cosa es la cuestion de principios y otra cosa es la aplicacion que de estos principios debe hacerse; y yo he confesado francamente que no hallo motivo bastante para que se haya cedido, se haya transigido, para que se haya hecho esa transaccion en la aplicacion de altos y fundamentales principios.

»Por último, señores Diputados, hemos consultado el texto sagrado, hemos evocado aquí la noble y grandiosa figura del Obispo de Hipona, y hemos visto que la tolerancia religiosa, en el sentido que hoy se dá á esa palabra, no ha sido nunca aceptada, ni proclamada en principio, y sí solo reconocida de hecho cuando razones de alto interés así lo han exigido.

»Ahora bien, señores Diputados: al concluir debo yo repetir aquí el eco de una solemne protesta que escuchásteis vosotros todos, sin duda ninguna profundamente conmovidos. Tambien yo, señores Diputados, tambien yo creo en Dios, Padre Omnipotente, Criador del cielo y de la tierra, y como la idea de Dios-Padre se relaciona necesariamente con la de Dios-Hijo, creo tambien en Nuestro Señor Jesucristo, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de la Santa Virgen María. (Rumores prolongados.)

>>Señores Diputados: tengo el valor de mis convicciones, y mas que de mis convicciones, que nada valen, tengo el valor de mi fe.

>>Creo en la pureza virginal, en la perpétua virginidad de la Inmaculada Vírgen María, Santa Madre de Dios; y creo esto, porque creo en la Santa Iglesia católica, creo todo lo que la Santa Iglesia católica cree, enseña, pro

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fesa y define, y quiero vivir y morir, y espero vivir y morir en la confesion de esta fe, como en esta fe quieren morir y vivir todos los españoles. (Varios señores Diputados: No, no.-Sí, sí.-Se reproducen los rumores y reina gran agitacion.)

>>Señores Diputados, todos los españoles. (Continúa la confusion y crecen los murmullos.)

>>El señor VICEPRESIDENTE (Cantero): Órden, señores Diputados, órden. »El Sr. MANTEROLA: Yo creo, señores, que aquí no venimos á sobreponer pulmones á pulmones, ni gritos á gritos; no, señores: yo creo que interpreto los sentimientos del pueblo español, y sé que no me equivoco al interpretarlos de esa manera. El pueblo español es católico, eminentemente católico... (Unos señores Diputados: Sí, sí.-Otros señores Diputados: No, no.Protestas en uno y otro sentido. Momentos de gran confusion.)

>>Concluyo, pues, señores Diputados, repitiendo con fruicion inefable de mi alma, que el pueblo español es católico con raras escepciones, que con toda mi alma y con todo mi corazon deploro. Yo deseo, sin embargo, que todos, todos tengan la dicha de morir en el gremio de la santa Iglesia católica. Yo lo deseo, y por alcanzarles esta dicha, por alcanzarla para uno solo de vosotros, creedme, lo digo delante de Dios, á quien no podemos engañar, derramaria gota á gota toda la sangre de mis venas.>>

Al señor de Manterola contestó el señor Montero Rios en los siguientes términos:

*No temais, señores Diputados, que al contestar en nombre de la comision al brillante discurso á que acaba de poner término el Sr. Manterola, apoyando las dos enmiendas que ha presentado á los artículos 21 y 22 del proyecto, yo venga á producir perturbaciones ni á levantar tempestades. La verdad y las buenas causas no necesitan seguramente de exageraciones en su defensa: la verdad y las buenas causas solo necesitan la calma y la tranquilidad para conquistar la victoria. Y cuando nosotros estamos discutiendo precisamente si hemos de plantear ó no en el pais la libertad de conciencia, que es la mas preciosa, la mas legítima, pero tambien la mas delicada, la que puede lastimarse mas fácilmente si no se inspira en la razon fria y serena, debemos conservar á toda costa esa calma que una Asamblea deliberante necesita, si cabe, mas en este asunto que cuando discuta asuntos de otra especie.

»Pero á la vez, señores Diputados, no tengo inconveniente en confesar que al oir en la sesion última al Sr. Manterola pintar con el mas sombrío colorido los gravísimos males que en el órden político y religioso amenazaban á nuestra patria si llegásemos á sancionar la libertad de conciencia, ó sea la libertad de cultos, que al fin no es mas que la manifestacion política de aquella libertad tan sagrada, se perturbaron en el primer momento mis sentimientos de católico, á la vez que se alarmó tambien mi amor á la causa de la patria.

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>>Yo temia al oir las frases de su señoría que la religion y nuestra na

cionalidad pudieran quedar comprometidas en el porvenir de la España. Tanto era el calor, tanta la exhuberancia de los sentimientos religiosos del Sr. Manterola, cuando al apoyar su enmienda combatia los dos artículos del proyecto constitucional.

»¿Pero es verdad, señores, que su señoría, en su brillante discurso, y al exponer con esa fuerza de razonamiento que le distingue los fundamentos de su enmienda, defendiese la causa de la religion católica? ¿Es verdad que defendiese tambien la causa de la patria? Yo señores, al oir hablar de la religion buscaba en mi inteligencia el gran criterio, el criterio elevadísimo, aquel criterio tan precisamente formulado por San Vicente de Lerin, cuando ȧice: quod semper, quod ubique, quod ab omnibus, lo que siempre, lo que en todas partes, lo que por todos se profesa, es la verdad, ese es el dogma.

>> Yo tendia la vista de mi inteligencia por toda la Europa, y veia planteada por todas partes la libertad de conciencia, la libertad de cultos, y la veia planteada con el asentimiento espreso de la Iglesia católica; entonces, tranquilizándose mi fe perturbada, yo decia: el Sr. Manterola no defiende aquí la causa de la Iglesia católica.

»De la misma manera, cuando su señoría nos decia que si destruíamos esta unidad política del culto, no solamente sobre vendria una série interminable de perturbaciones para el porvenir de nuestro pais, sino que hasta correria gran peligro la independencia nacional; cuando nos decia que los que iban á ser traidores á Dios, tal vez llegase dia en que lo fueran á la patria, tendia yo la vista de mi inteligencia, y decia: ¿será tal vez la felicidad y la gloria patrimonio esclusivo de la nacion española? ¿Estarán las demas naciones que no sostienen la unidad católica, y aun las que no son católicas, privadas de estos dones preciosos; estarán condenadas á la desgracia y al desórden permanentes?

»Yo fijaba mi vista en la floreciente nacion inglesa, en que el órden reina por do quiera, cuya prosperidad no tiene límites, cuyo progreso es inmenso; yo la fijaba en la nacion vecina, en la Francia, que nada nos tiene que envidiar en punto á felicidad y paz interior, y yo observaba que en esos pueblos, sin embargo de no existir la unidad católica, la prosperidad y el órden no habian encontrado obstáculos en su camino.

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>Yo á la vez recordaba las grandes glorias de la edad antigua y de la edad moderna, esas grandes glorias que están marcadas de una manera indeleble en la historia de los pueblos, y yo veia que esas glorias no estaban inspiradas tan solo en el sentimiento religioso, y hallaba, por el contrario, que procedian indistintamente de los grandes sentimientos de los pueblos que las habian conquistado.

>>No veo, pues, analogía alguna ni contacto el mas remoto entre là cuestion que estamos debatiendo aquí y la causa permanente de la Iglesia, del mismo modo que entre aquella y la causa de la patria, que son cosas completamente independientes.

>> Aquí estamos tratando de una cuestion politica; estamos tratando de establecer en la Constitucion del Estado una libertad, la primera de todas las libertades individuales; libertad que no lleva en sí peligro alguno para

la Iglesia, y que, por el contrario, contribuirá á robustecerla y á que cada vez sean mas brillantes sus destinos en el porvenir.

»¿Que defiende, pues, aquí el Sr. Manterola? Triste es para mí confesarlo, señores; pero lo diré con la franqueza que me caracteriza. Lo que defiende el Sr. Manterola es su propia causa, lo que defiende es la posicion política y privilegiada del clero á que tan dignamente pertenece; posicion privilegiada y política que es completamente independiente de los intereses permanentes de la Santa Iglesia católica; posicion privilegiada y política que enmedio de las perturbaciones por que viene atravesando nuestra desgraciada nacion ha sido una de las causas mas poderosas, mas enérgicas, mas tristemente fecundas que han n producido estas mismas perturbaciones.

>>Fijemos nuestra atencion en la situación de los ánimos y en las exigencias de la opinion pública antes, de la revolucion de Setiembre. ¿Podremos desconocer, inspirándonos en la buena fe, que una de ellas, tal vez la mas ardiente de todas, fue la libertad de cultos, que la comision de Constitucion, en justo respeto á la opinion del pais, en cuya representacion se sentaba aquí, consignó en el proyecto de Constitucion? ¿Y qué significaba cse clamor general, esa exigencia de la opinion pública en España? ¿Presentaba tal vez un carácter anti-religioso?

>>Yo me uno en este punto al Sr. Manterola para decir que en España la inmensa mayoría, ó á lo menos una gran mayoría de sus habitantes, es adicta á los intereses y á la doctrina de la Iglesia católica. Sin embargo, esa opinion se formulaba de una manera enérgica, era proclamada por casi todas las juntas revolucionarias, y ha formado la densa atmósfera que respecto á esta grave cuestion se estiende sobre España desde la revolucion de Setiembre. Con esa opinion, por lo tanto, no se queria significar mas que una aspiracion, una exigencia completamente política, distinta y separada de la causa santa de la Iglesia; con esa opinion no se significaba sino la necesidad imperiosa que se hacia sentir en beneficio del Estado, y mucho mas en beneficio de la Iglesia, de que desapareciese para siempre ese carácter político que habia adquirido por razon de su historia el clero español, que lejos de favorecer los intereses religiosos del pais, los comprometen gravísimamente cada dia.

»¡Ah, señores! La Historia contemporánea ofrece desgraciadamente pruebas irrecusables de los funestos efectos que ese carácter y esa influencia política del clero ha producido en la marcha de los negocios públicos de nuestra patria y en el estado religioso del pais. Por esa influencia política ha sido el clero, especialmente el alto clero, arrastrado al seno de un partido político que está en completo desacuerdo con las exigencias de la sociedad moderna, y se ha visto en la triste condicion, como parece por desgracia que sucede todavia, de ampararse tras la santa causa de la Iglesia, convirtiéndola así en blanco de los ataques del partido liberal español, que no profesa otras doctrinas que las que la civilizacion moderna formula en todas partes, corriendo de este modo el peligro de hacer incompatibles la causa de la Iglesia y la causa de la libertad, cuando la religion católica y la libertad

son hermanas gemelas, que no pueden menos de marchar por vias paralelas por la senda del progreso y hácia la perfeccion humana.

>>Por ese carácter del clero se ha visto la Iglesia en el tristísimo caso de ceder ante las exigencias de la opinion, transigiendo en el órden religioso para salvar intereses del órden político: por ese carácter político, y para conservar esa unidad política que con tanto calor defiende el Sr. Manterola, las autoridades de la Iglesia se vieron condenadas á la dura necesidad, tan dolorosa para todo corazon católico, de infringir ellas mismas, voluntariamente, los preceptos de la Iglesia general, considerando y recibiendo como fieles á los que con sus actos esternos habian manifestado de una manera clara y terminante que no pertenecian á su seno.

»Debido, era, por desgracia, tan funesto estado en que se hallaba la Iglesia católica y la sociedad civil en España á ese carácter político que nosotros tratamos aquí, si no de destruir por completo, á lo menos de debilitar, aminorando sus efectos por medio de la libertad de cultos.

>>Pero nos decia el Sr. Manterola: «no, la causa de la Iglesia católica cor»re un gravísimo peligro con esa libertad; no, esa libertad envuelve en cier>>ta manera la negacion de la idea católica.»>

>>¿Cómo es posible, señores, decir que la causa de la Iglesia católica, que es inmortal, que es eterna como Dios, pueda depender en su existencia de la influencia de circunstancias pasajeras y transitorias? ¿Cómo es posible decir que la política de España, ni la de ninguna nacion del mundo, puede encerrar los destinos de la Iglesia católica, de esa Iglesia que ha de vivir hasta la consumacion de los siglos, porque así lo quiere, es el producto de la voluntad Divina que jamás ha de faltar?

>>La Iglesia católica ha ejercido y ha de continuar ejerciendo su influencia legítima; pero no en la esfera política, sinó en la elevada esfera del órden moral. La Iglesia católica tiene por su Divino Fundador un altísimo destino, pero destino de naturaleza esencialmente moral, destino que no es social ni político. Su influencia se sentirá de una manera indirecta en la sociedad y en la política del pais, pero obrando directamente en el órden moral tan solo. De allí trascenderá insensiblemente á la vida del Estado, porque en la polí-tica de los pueblos libres, en el régimen de las sociedades modernas, en que todos los ciudadanos son llamados á intervenir en la cuestion social participando del poder público, llevan los individuos por do quiera los sentimientos y las ideas que la religion les inspira en el seno de la familia.

>>Pero querer subordinar la influencia de la Iglesia á una política determinada, no es favorecer esa influencia, es comprometerla de una manera gravisima.

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»¿No ha oido el Sr. Manterola, y precisamente en este recinto, asentar la muerte del catolicismo precisamente porque habian desaparecido ciertas instituciones que fueron defendidas en otros tiempos en nombre de la réligion, como su señoría defiende ahora la unidad política del culto católico?

>Y ¿qué puede hacer un verdadero católico, un hombre que esté inspirado en los sentimientos de la Iglesia, ante argumentos semejantes? Deplorar la ceguedad de aquellos que no han tenidɔ inconveniente en po

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