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I

creencia religiosa; pero al español no debia concedérsele derecho semejante. No necesito, señores Diputados, insistir mas en el razonamiento de su señoría, porque está juzgado por sí mismo. ¿Dónde está el patriotismo en que el Sr. Manterola se inspiraba al ocuparse del porvenir de nuestra patria, que así le permite subordinar al español á una condicion mas dura que la que en que coloca al estranjero? ¿Dónde está el ardiente sentimiento religioso que inspiraba tambien á su señoría, cuando hablaba en nombre de la religion católica? Pues qué, la conciencia de la humanidad ¿no es igual ante Dios? Pues qué, ¿es lícito distinguir con el criterio de la Iglesia católica la situacion entre el nacional y el estranjero? ¿Hay estranjeros para la Iglesia? ¿No somos todos sus miembros hermanos de Jesucristo? Pues si la Iglesia reconoce la inviolabilidad de la conciencia del estranjero, ¿no ha de reconocer la de la conciencia del nacional? Pero si su señoría, salvando el rigor de la lógica, admitia esta anomalía, dando al estranjero un derecho que no otorgaba al español, era porque fundaba en la conveniencia su criterio.

»Su señoría no habia podido menos de reconocer al fin la fuerza de la razon con que defendemos la libertad de cultos, la razon que tan magistralmente exponia el ilustre Padre Lacordaire cuando decia que los católicos debian reconocer y sancionar la libertad religiosa en aquellos puntos donde eran dueños para que se les reconociese donde eran esclavos. El señor Manterola comprendia bien que si aquí no garantizábamos la libertad sagrada de la conciencia del estranjero, no teníamos derecho á exigir que en aquellas naciones en que el Estado profesa otro culto, se respetase la libertad sagrada de la conciencia católica.

i »Pero añadia: «al estranjero no le molestamos: respetamos la intimidad >de su conciencia, siempre que no perturbe nuestro órden religioso: la Igle>sia no intenta en manera alguna ir bajo la proteccion del Estado á pertur»bar la intimidad de la conciencia del individuo.» Y que, ¿es posible, señores, respetar la libertad de la conciencia, y no respetar su mas legítima manifestacion esterior? ¿Cabe reconocer el derecho que ante el Estado tiene el hombre de profesar la doctrina religiosa que cree verdadera, y desconocer á la vez la legitimidad de la práctica de esa misma doctrina, que és lò que constituye el culto?

>> Pero es que aun dentro de nuestra misma patria la libertad de conciencia va siendo una necesidad tal, que se impone á los mismos que protestan contra ella de una manera tan ardiente como lo ha hecho el Sr. Manterola. Su señoría comprende sin duda alguna con toda la claridad de su talento que la unidad política del culto no es posible si no descansa sobre la unidad política del dogma. ¿Qué seria, señores, la unidad del culto católico si no descansara en la unidad de la creencia? ¿Qué importancia ni qué va"lor real tendria esa unidad quimérica é hipócrita que no es la verdadera ́ ́unidad de la Iglesia? Y si su señoría comprende esto, como su profunda ilustracion no permite dudarlo, ¿por qué al votarse el art. 17 no protestó con su voto contra la libertad de imprenta, que lleva consigo la negacion de esa unidad política en el dogma? ¿Por qué se abstuvo de votar? ¿Se concibe, por ventura, que pueda sostenerse la unidad política y de cultos sin que se

prohiba la emision de toda doctrina religiosa que sea contraria al culto protegido? Pues si esto no es posible, ¿por qué su señoría no atacó de la manera que podia hacerlo, no protestó en la forma en que podia protestar, contra esa libertad de imprenta?

>Otra razon mas, sea dicho como de pasada, que viene á demostrar que lo que aquí se defiende no es una causa verdaderamente religiosa, sino un interés puro y esclusivamente político. La unidad religiosa no descansa principalmente en la unidad del culto, sino en la del dogma. Esta es la fundamental, aquella es su consecuencia.

>Dada la libertad de la manifestacion del pensamiento en el órden religioso, no puede pedirse sériamente la unidad política de cultos. Esa unidad es insostenible en el Estado, es una aberracion, es un absurdo, y si fuera posible, seria una horrible tiranía, desde el momento en que á esa proteccion del Estado para el culto no procede una proteccion análoga para el dogma.

>Aparte de esto, y para concluir brevemente y no molestar mas á la Cámara, yo podria conceder por un momento que, no como una cuestion esencial, sino por razones de pura conveniencia, interesase verdaderamente á la Iglesia la negacion de la libertad política de cultos. No tengo inconveniente en colocarme en este terreno para llamar desde él la atencion de los señores Diputados sobre la situacion política de nuestra patria.

»Por una parte, señores, un partido político. turbulento é intransigente, en nombre de la religion ataca la libertad política y de cultos, ataca todas las libertades, se opone á la marcha de nuestra sociedad, combate de una manera ciega todas las aplicaciones de la doctrina liberal. Por la otra, hay en nuestra patria, como en todo pueblo civilizado de nuestro siglo, un partido liberal tan poderoso como los hechos están demostrando al Sr. Manterola y á los que piensan como él, que no solo tiene fuerza bastante para conquistar el poder, sino tambien para sostenerlo y conservarlo.

»Y el Sr. Manterola no puede menos de reconocer con su alta ilustracion que este partido liberal no puede ser destruido y desaparecer de la escena política del pais. Ahora bien: ¿qué interesa á la Iglesia católica? ¿Le interesa, por ventura, que por una cuestion puramente de conveniencia transitoria, y que ella misma reconoce no es una cuestion esencial, se enagene las simpatías y se haga objeto de la animosidad, siquiera de las prevenciones de un partido político que influye poderosamente en los destinos del pais y que representa y absorbe la vida de la sociedad moderna? ¿No le interesa, por el contrario, conquistarse las simpatías de este partido político, ponerse en armonía con esta sociedad moderna, que, mala ó buena, está cumpliendo sus destinos en el mundo y lleva en sí la suerte del porvenir de la civilizacion? ¿No interesá á la Iglesia católica el que no subsista esta lucha encarnizada é intransigente, que parece que no puede resolverse sino con la destruccion de la Iglesia ó con la destruccion de la civilizacion de nuestros tiempos,

>En esta dolorosa situacion, el simple buen sentido no puede menos de aconsejar á los dignísimos Representantes de la Iglesia de España, que ya

que la causa santa del catolicismo no se compromete de un modo esencial aceptando la libertad política en todas sus manifestaciones, como la aceptó en otros pueblos de la Europa y del mundo, ponga término á ésa lucha sacrilega, que no habrá de producir otros frutos que la perturbacion de las conciencias en el órden religioso y la intranquilidad de nuestros pueblos en el órden político. Cumplirán así un altísimo deber que de consuno les imponen la religion y la patria.

»Yo, señores, declaro con toda la sinceridad de mis sentimientos religiosos, con todo el fervor de mi fe, aunque estuviera convencido, como lo estoy, de lo contrario, que pudiera ofrecer mas ventajas á la Iglesia la unidad que la libertad política de cultos, ante ese interés mas grande, mas sagrado, mas legítimo, transigiria con esa libertad, la aceptaria de buen grado y la acogeria de buena fe.

>>Han pasado ya los tiempos afortunadamente, y creo que no volverán, en que pueda de una manera séria, y sobre todo de una manera provechosa y eficaz, defenderse, reclamarse y sostenerse una libertad privilegiada á costa de la libertad de los demas. La libertad del individuo, como toda libertad social, para que pueda vivir, para que pueda tener condiciones de existencia, ha de moverse dentro de la gran órbita de la libertad coniun: la Iglesia católica aspira a la libertad, tiene una aspiracion noble; pero para que esa libertad le sea reconocida, empiece por reconocer tambien la libertad general.

» Yo, señores, y con esto concluyo; yo, señores, tambien diré que con mis creencias de hombre católico, temblaria ante la severa é inexorable sentencia que la posteridad habia de pronunciar un dia, cuando la libertad de conciencia, levantándose del lecho ensangrentado de su historia, demande justicia contra aquellos cuya cuna protegió y salvó de la tiranía de los poderes de la tierra, y que cuando se sintieron fuertes y no creyeron necesaria la proteccion que les habia preparado una existencia social, fuerte y poderosa, no respetaron como el parricida la vida de su madre.

>He dicho.»

Bien quisiéramos poder reproducir los magníficos discursos pronunciados en este mismo debate por los señores Cardenal Arzobispo de Santiago y Romero Ortiz, ministro á la sazon de Gracia y Justicia, con motivo de una enmienda que al retirarse la anterior fue presentada por el primero de dichos señores, y que decia literalmente: «Siendo la religion de la nacion española la católica apostólica romana, el Estado se obliga á protegerla y á sostener, por via de indemnizacion, el culto y sus ministros.>>

La índole de nuestra publicacion nos lo prohibe, mayormente despues de haber insertado integros los discursos de los Sres. Manterola, Magistral de Vitoria, y del jóven ministro de Gracia y Justicia en la actualidad, Sr. Montero Rios. Pero aun así y todo,

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de tal importancia la cuestion, que creemos que se nos dispen

sará el que insertemos algunos párrafos de uno y otro discurso de aquellos en que mas se sintetiza el pensamiento del orador:

«El Sr. CUESTA (Cardenal Arzobispo de Santiago): Señores Diputados, yo he aceptado el honroso cargo de Diputado, no por meterme en el torbellino de las cuestiones políticas, que abandono gustoso á los señores seglares: he aceptado ese cargo precisamente para esta ocasion, para hablar sobre la cuestion religiosa, que es lo que me pertenece propiamente; para defender los fueros de la religion católica que tenemos la dicha de profesar casi todos los españoles.....

>Pero antes de apoyar mi enmienda, me han de permitir los señores Diputados que desvanezca algunas prevenciones que hay acerca de la intolerancia del catolicismo. ¡Libertad religiosa! Hé aquí una de la ideas que han salido de la fermentacion de la revolucion de nuestros dias: libertad religiosa es el derecho mas sacrosanto que tiene el hombre. Estrañareis en mí este dicho: la verdadera libertad religiosa es el primer derecho del hombre, el derecho mas sagrado que tiene el hombre. Los Apóstoles la proclamaron desde el primer dia; Jesucristo habla dicho: «Al César lo que es del César, »y á Dios lo que es de Dios.» Y estas palabras profundas encierran una gran verdad: la distincion de los dos poderes, del poder temporal y del poder religioso. No quiso Jesucristo, Hijo de Dios, que los dos poderes estuviesen en una misma mano, porque oprimian demasiado al hombre; dividió los poderes, comenzó la libertad. ¡Oh! Eso de sustraer el mundo intelectual y espiritual del mundo material, eso es el origen de todas las libertades: Jesucristro quiso que se distinguiese el poder espiritual y el poder temporal; estableció la distincion, no la separacion, que es cosa muy distinta. El alma se distingue del cuerpo á pesar de estar íntimamente unida á él; separad el alma del cuerpo, y viene la muerte.

»Hé aquí la diferencia que hay entre distincion y separacion. ¿Cómo habia de querer Jesucristo la separacion de los dos poderes en una nacion que llegase á ser católica. Dios es el autor de las dos sociedades, de la temporal, encargada de promover la felicidad temporal de los hombres, encargada de conservar la paz y el órden para que todos podamos vivir bien; Dios es tambien el autor de la sociedad religiosa; es el autor de ambas. ¿Cómo habia de querer que hubiese divorcio entre ellas, si son ambas hijas suyas? Dios quiere la concordia, la armonía y hermandad entre esas dos potestades que rigen el mundo, para que ambas encaminen al hombre al último fin, cada una en su grado.............

>>Cada uno de estos poderes tiene su esfera de accion y en esa esfera es completamente libre; pero estas dos acciones no deben encontrarse, no deben chocar; deben marchar en armonía; esta es la doctrina del cristianismo.....

>>Pues bien; al predicar los Apóstoles en Jerusalen, el Sanhedrim se alarma, los hace convocar á su presencia, les manda que no hablen mas en nombre de Jesucristo, y Pedro respondió: «Primero es. Dios que los hom»bres.» Hé aquí la libertad. Los amenazah, los azotan, dícenles que los matarán, y Pedro responde: «Si es bueno obedecer á vosotros antes que á Dios,

»juzgadlo vosotros mismos; nosotros no podemos menos de hablar y decir »lo que hemos visto y oido.>>

»San Pedro llegó á Roma; los Apostoles se reparten en el mundo. ¿Qué tienen las palabras de aquellos hombres desconocidos y estranjeros para que los idólatras comenzasen á arrojar los ídolos y para que se arrodillasen ante la Cruz?

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» Así comenzó el cristianismo, y los pueblos á convertirse y á hacerse cristianos.

>Los Césares se alarmaron al ver este movimiento en su Imperio; desenvainan la espada para ahogar en un lago de sangre á la Iglesia naciente. «Los cristianos á los leones,» y los cristianos son arrojados al anfiteatro para pasto de las fieras. No importa; la sangre de mártires es semilla de cristianos, como decia Tertuliano. Los mártires, los cristianos son estirados en los caballetes, les hacen rechinar los huesos, y no dicen mas que «somos >crisrianos; entre nosotros no se hace ningun mal; obedecemos en todo á ▶á César menos en la religion: en esto obecemos á Dios, que es mas que César.»

Hé aquí la libertad proclamada por una parte, y por otra la mas fiera tiranía arrojando á los cristianos á los leones y despedazándolos en los tormentos: hé aquí por qué he dicho que el cristianismo es el que ha proclamado como el derecho mas sacrosanto la libertad verdadera, la libertad religiosa de adorar al Dios verdadero.....

> Esparcieron hombres perversos que los judíos envenenaban las aguas, y algunos fanáticos empezaron à degollarlos sin compasion. El Papa Clemente VI salió á la defensa de aquellas víctimas de la preocupacion, prohibió que les forzasen á bautizarse, y que se los atropellase.

»Robertson, aunque protestante, hace justicia a los principios y á la conducta de nuestros misioneros que acompañaron á los conquistadores de América: basta referir un hecho.

>Hernan Córtes queria destruir los altares y los ídolos de los tlastcaltecas, y el Padre Olmedo se atrevió á resistirse, diciendo que ese no era modo de hacer cristianos; que no se hacian por violencia, sino por la persuasion: que la violencia se reservaba para los mahometanos, que estendian la religion con la cimitarra.

»Hé aquí la doctrina de la Iglesia respecto de los que han nacido y han sido educados en una religion falsa.

>La Iglesia no aprueba, no puede aprobar la profesion de esas religiones falsas: la Iglesia disculpa en parte eso cuando lo hacen de buena fe; pero nunca aprueba que se les obligue ni se les fuerce con amenazas, con multas ni con nada á que cambien de religion: las religiones falsas no han reconocido este principio proclamado por el catolicismo.

>Mahoma estendia su religion predicando el esterminio de los infieles, así llamaba á los cristianos: «no hay mas Dios y Mahoma su profeta.» Esto decia, y el que no lo dijese caia bajo la cimitarra.

»La figura funesta de Lutero, que predicaba el esterminio de los católicos; la figura sombria de Calvino, que quemaba á Servet porque no creia lo

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