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»Pero en segundo lugar declaro, señores Diputados, que si hay algun medio de evitar á mi pais nuevas guerras civiles; si existe ahora, ó puede existir en el porvenir, algun medio para evitar que haya que ir una vez mas á buscar la resolucion de las cuestiones políticas pendientes, como por desgracia y en último término ha sucedido ya en tantas ocasiones en nuestra patría infeliz, á las cuadras de los cuarteles de los regimientos; si es que aun existe algun medio de evitar á este pobre pais esa nueva desventura, ese medio tendria 'mi patriótica aceptacion. Yo lo acepto, yo estoy dispuesto á aceptarlo lealmente: yo no pediré al Trono que se levante, para reconocerle como legítimo, sino que tenga la suficiente fuerza, que tenga la suficiente anchura para traer y consolidar el órden con la libertad. De este modo, y si en el último término tuviera que renunciar á mis simpatías personales, podria siempre decir al menos: yo no he conseguido lo que mas déseaba; pero no he hecho el sacrificio de mis sentimientos sino en aras de la felicidad de la patra. Hé aquí todo mi secreto, hé aquí tambien todo el móvil de mi oposicion al proyecto de ley que se discute, segun el cual temo que no se levante ni lo qué yo prefiero, ni nada que pueda traer al pais el tien que le hace falta.

>>No lo dudeis: si desde el principio de la revolucion de Setiembre el pais entero, ó una gran parte del pais, ó vosotros mismos, por tal ó cual prestigio, hubiérais acertado á hallar un Príncipe acepto siquiera á los revolucionarios, y ese Príncipe hubiera evitado al pais alguna parte de los males que viene esperimentando, yo, que no he sido partidario de la revolucion de Setiembre; yo, que no tomé parte en ella, en nombre del interés general le hubiera apoyado en su obra.

» Y si esta Cámara, ú otra Cámara, hiciera to lavía eso y proclamase un Príncipe que traiga consigo el bienestar de la patria, lo mismo estoy dispuesto á hacer en adelante. Poco importa esto por mi persona; pero no podeis dudar, si poneis la mano en vuestros corazones, que detras de mí hay algo en el pais; que hay, no algo, sino mucho, en el pais, que responde á mis pensamientos; y que si estoy aquí poco acompañado, no estoy tan poco acompañado como aquí en el pais. Hay en él clases considérables, hay muchos, muchísimos hombres políticos, que esperan eso, que desean eso, que desean ante todo la felicidad de la patria, y apoyarán al que trabaje con buena voluntad para alcanzarla, sin dejar de tener por eso preferencia y simpatías por la persona misma que á mí me las inspira.

>>Paréceme, en conclusión, señores Diputados, que he estado bastante sincero; paréceme que he estado tambien suficientemente esplícito. Inútil seria que despues de lo que he dicho me estendiera en mas largas consideraciones. Lo que yo deseo es que todo cuanto he dicho os sirva para reconocer en el fondo de vuestra conciencia, que he tenido razones poderosas, razones muy sérias, muy profundas, por lo menos á mi juicio, puesto que no pretendo ser infalible, para dejar de votar el proyecto de ley que se discute. Y no tengo mas que decir por ahora.>>

«El Sr. Rios ROSAS: Señores Diputados: habeis oido el estenso discurso con que el Sr. Cánovas tantas veces ha cautivado vuestra atencion, y hasta conmovido vuestro ánimo por la limpieza de la frase y por la escelencia del

estilo. Le he oido yo tambien con la misma atencion que vosotros, y voy á comunicaros la impresion que en mí ha hecho este discurso; voy á deciros la síntesis que, en mi juicio, encierra ese discurso.

» El Sr. Cánovas es ahora, como ha sido antes, enemigo de la totalidad de la revolucion de Setiembre, enemigo de la Constitucion que ha hecho la revolucion de Setiembre, enemigo de las instituciones creadas por esa Revolucion, enemigo del espíritu de la Revolucion, enemigo de todo cuanto hemos hecho desde que estalló la Revolucion hasta el dia. Eso lo sabíamos; pero era bueno que el Sr. Cánovas lo recordara en esta crísis, en estos momentos solemnes; porque la espresion de esos sentimientos, la manifestacion de esas aspiraciones nos servirán de mucho para apreciar el criterio con que su señoría combate el dictámen de la comision.

>>Pero aparte del sentido general de ese discurso, aparte de este sentido que os he revelado, y respecto del cual me parece que creeis lo que yo creo; aparte de ese sentido, ¿qué ha dicho su señoría, en rigor, contra el dictámen de la comision? Enmedio de su elocuencia, enmedio de su maestría, enmedio de su energía de espresion, ¿no le habeis visto circular constantemente alrededor de un solo argumento?

>> Esto me tranquiliza; esto prueba que el dictámen de la comision es bueno en sí y superior á las objeciones de los mas agudos talentos.

>>Pudiera su señoría haber examinado los diversos principios que contiene ese dictámen; pudiera haber examinado si el voto ha de ser secreto ó ha de ser público; pudiera haber examinado dentro de la publicidad el mecanismo del voto; pudiera haber examinado la cuestion de si habia ó no de haber una discusion contemporánea al voto; pudiera haber examinado otras cuestiones que comprende el dictámen, y que su señoría ha dejado completamente intactas. Todo lo que á su señoría le ha preocupado, todo lo que su señoría ha criticado, ha sido la parte aritmética, por decirlo así, del dictámen de la comion.

>> Yo me felicito de ello: yo expondré brevísimamente esa única cuestion que ha tocado el Sr. Cánovas, y habré de exponerla repitiendo lo que, á propósito de ella, dijo el dia pasado mi digno amigo el Sr. Rodriguez, porque no hay mas que decir sobre esa cuestion. Sobre esa cuestion concreta, sobre esa cuestion grande en resultados, pequeña en los términos, no hay mas que decir que lo que dijo el Sr. Rodriguez. Antes de examinar esa cuestion, y proponiéndome en el curso de mi peroracion rectificar algunos de los grandes errores de principios y grandes errores históricos en que ha incurrido el Sr. Cánovas, quiero descargar mi conciencia, quiero desahogar mis sentimientos patrióticos, protestando contra un error fundamental, contra un error que, si no hubiera salido de los lábios de su señoria, Ilamaria yo escandaloso, contra un error histórico que ha proferido aquí el Sr. Canovas.

»No: España en 1823 no llamó al estranjero; eso no es cierto. La España no lo ha llamado nunca; la España no lo llamará jamas. (Grandes aplausos.) Orden. Escuchod,

>> Le llamó el Rey, á quien no calificaré en este momento, porque he ser vido á su desventurada hija; no lo llamó el pueblo español; no lo llamaron

las clases superiores; no lo llamaron las clases medias; no lo llamó ninguna de sus ilustraciones; no lo llamó ninguno de sus grandes elementos políticos y sociales; no lo llamó el ejército; no lo llamó la Milicia, ni aun siquiera lo llamó la parte sana del clero español; no lo llamó la mayoría del clero español. Lo llamó el Rey Fernando VII; y lo llamó el Rey Fernando VII, apoyado únicamente en algunas de las capas mas inferiores de la sociedad. En los mas de los pueblos, el proletarismo español era bastante honrado, y tenia en lo general bastante sentido para no llamar al estranjero. Lo llamó el Rey con los voluntarios realistas. (Bien, bien.)

>>Puede, pues, tranquilizarse el Sr. Cánovas: la España que no llamó entonces al estranjero, no lo llamará nunca; la España, que no llamó entonces al estranjero, no lo llamará ahora para que entronice en el sólio español á un Principe apoyado en las bayonetas del estranjero.

»Yo, señores, he sido dinástico; yo he servido á Isabel II lealmente; yo he puesto mi pecho delante de ella para interponerme entre la Reina y las balas. Yo he hecho esto dos veces, y no me arrepiento de haberlo hecho; y si me hallase en adelante en circunstancias análogas con otro cualquier Príncipe, porque no espero que vuelva á sentarse en el Trono español esa desgraciada señora, lo haria tambien.

>> Yo he sido dinástico, señores, cuando el Sr. Olózaga, dignamente, era antidinástico; y defendiendo yo á la Reina en una ocasion solemne, enfrente del Sr. Olózaga, pronuncié estas ó semejantes palabras.

>> Yo dije entonces que no aceptaria jamás Reyes ni dinastías amasadas por la traicion é impuestas por el estranjero.

>>Pues lo que dije entonces lo digo ahora, cualesquiera que sean esos Reyes y esas dinastías. ¿Quién habia de decirme á mí que esto que pensaba entonces, que esto que pienso ahora, seria una alusion, seria una condenacion, seria una profecía lanzada contra la misma desventurada dinastía que yo á la sazon defendia?

>> Pero me he visto en la necesidad de decirlo á causa de lo que á propósito del príncipe Alfonso ha dicho el Sr. Cánovas.

»Yo aplaudo su franqueza, yo aplaudo su sinceridad; yo creo que su señoría ha dicho todo lo que siente, y nada mas de lo que siente. ¡Pido á Dios que crean lo mismo los que fuera de aquí simpatizan con sus opiniones y no están muy satisfechos con la conducta de su señoría! Esos estimarán, créalo su señoría, que su señoría no haya quemado las naves, v mientras su señoría no queme las naves, no será el Hernan Cortés de esa epopeya.

»Su señoría ha clasificado las Monarquías, ó la forma de constituir las Monarquias, en tres clases. Ha dicho su señoría que unas se apoyan en la noche de los tiempos; que el poder monárquico constituido de antiguo, es una manera de perpetuar una dinastía. Ha dicho despues el Sr. Cánovas que hay otra forma, que es, á su juicio, la forma moderna y la mejor, que es la forma del plebiscito; y que hay, por fin, otra forma, que su señoría ha llamado doctrinaria, calificacion cuyo mérito corresponde á su señoria porque es original.

>Pues bien, señores Diputados; yo, en oposicion á lo que cree su señoría,

creo, con la Historia en la mano, y con la Historia de este siglo, dos coșas de la Monarquía plebiscitaria, dos cosas completamente contrarias á las que ha sostenido su señoría.

»Yo creo profundamente que no se consolidan jamás esas monarquías. Yo creo que no se consolidó la de Napoleon I No presumo de profeta; tengo un alto respeto á un gran poder estranjero, y por consiguiente, no me permitiré augurar nada respecto de la suerte que en el curso de los tiempos reserve la Providencia á los sucesores de ese poder. Pero yo no puedo olvidar, como no lo ha olvidado nadie, el juicio que en esta delicada materia han formado en Europa todos los hombres imparciales, todos los hombres ilustrados, todos los hombres de Estado ¡Quiera el cielo que el porvenir desmienta este juicio y ahorre nuevas tempestades á esa hermosa y poderosa Francia, cuya paz interior es el reposo del mundo! Pero dado que una dinastía constituida de ese modo ofrezca condiciones de solidez, ofrezca condiciones de estabilidad, ofrezca grandes condiciones de porvenir, yo no no la aceptaria jamás para mi patria. ¿Y sabeis por qué? Por la misma razon que en los Estados-Unidos es indirecta la eleccion del Presidente; porque un Monarca designado nominalmente, apoyado por millones de votos en presencia de las Asambleas, es un Monarca absoluto; las Asambleas son entonces una sombra; el absolutismo está en el fondo; el absolutismo está en el vigor de la cabeza y del brazo que han levantado sobre el pavés muchos millones de hombres.

»Nosotros, monárquicos liberales, no podemos ni debemos ser menos prudentes que los republicanos de América, No: si ha de haber Gobierno representativo; si ha de haber gobierno delega lo; si las Cámaras no han de ser mas que la delegacion del pueblo, el Rey al labrarse, el Rey al amasarse, el Rey al constituirse, no puede ser sino la delegacion indirecta del pueblo, y debe ser elegido por la Cámara, para que sepa el Rey que las Cámaras son instituciones permanentes; para que sepa el Rey que las CáCámaras son la nacion; para que sepa el Rey que ha de vivir con las Cámaras, por las Cámaras y con las mayorías; para que sepa el Rey que no ha de ser absoluto, sino que ha de ser constitucional; para que sepa el Rey que rompiendo este pacto, rasga su título y compromete su Trono. (Muy bien: grandes aplausos.)

Ahora bien: por estos motivos yo profeso la forma llamada por su señoría doctrinaria, de constituir dinastías; profeso la forma con que se constituyó la dinastía que aseguró y perpetuó el régimen constitucional en Inglaterra; profeso la forma con que se ha constituido la dinastía que ha asegurado el régimen constitucional en esa nacion artificial que se llama Bélgica; y como no imputo á esa forma la caida del Rey Luis Felipe, no me hace efecto ninguno el ejemplo citado por el Sr. Cánovas. Luis Felipe no fue nombrado por la Cámara; la Cámara no hizo mas que reconocer el hecho del Hôtel de Ville. En el Hôtel de Ville la aclamacion del pueblo, el apoyo de Lafayette, el entusiasmo de las muchedumbres, hizo Rey á Luis Felipe. Si Luis Felipe ca yó, no fue porque estuviese elegido por una Cámara: podría decir, mas eso no cumple á mi buena fe, que cayó por estar elegido por las turbas; pero la verdad es que los Reyes elegidos, que, los Reyes fundadores de dinastías, que los

Reyes que han de venir detras de nosotros con el curso de los tiempos, caen ó no caen, segun los tiempos y las circunstancias.

Hemos visto caer muchos Reyes de derecho divino; hemos visto caer muchos Reyes de derecho humano; los henios visto caer de varios modos. No podemos, pues, deducir del origen de la eleccion de tal ó cual dinastía, de tal ó cual Soberano, la mayor ó menor debilidad del mecanismo con que fue elevado al Trono.

Me permitirá la Cámara que consulte (porque no venia dispuesto á contestar al Sr. Cánovas) los apuntes que he tomado al hablar su señoría, para contestarle, siguiendo el curso de su peroracion.

Entremos ya en el argumento Aquies, en el argumento sustancial, en el único argumento, por decirlo así, del discurso del Sr. Cánovas.

>> Su señoría nos ha dicho que es menester, si el Rey ha de tener autoridad moral, que sea elegido por muchos votos: si, pues, es menester que el Rey sea elegido por muchos votos, aceptad este criterio, aceptad esta necesidad, escribid este precepto en la ley que tratais de hacer.

>>Ciertamente que conviene que el Rey sea elegido por muchos votos; pero entendamonos: en toda Asamblea, ¿qué es lo que constituye, qué es lo que representa la Asamblea? La mitad mas uno de los individuos que la componen. Todo Cuerpo numeroso, y aunque no sea muy numeroso, todo Cuerpo compuesto de hombres, toda Corporacion, por sa propia naturaleza, ha de dividirse: es, pues, una ley necesaria de toda Corporacion, la ley de la mayoría, la necesidad de admitir que la mayoría, que la mitad mas uno de los individuos que componen el Cuerpo, son el Cuerpo mismo, son la unanimidad: hay que partir de esta base para todo: sea en una cuestion de una importancia inmensa, sea en una cuestion de importancia mediana, sea en una cuestiou que no tenga importancia alguna, en una cuestion inferior ó baladi, preciso es admitir siempre que la mayoría es el Cuerpo, que la mayoría es la unanimidad, que la mayoría decide. Esto es evidente.

>>Si, pues, la mayoría es el Cuerpo (y aquí no hago mas que exponer los rudimentos del régimen parlamentario), todo lo que hace la mayoría, cualquier cosa que haga la mayoría, tiene que hacerla segun las leyes de su naturaleza; no puede hacer nada sino con sujecion á esas leyes; esas leyes son la condicion necesaria de su accion.

>>Pues bien: supuesto que la mayoría representa la unanimidad, admitida la hipótesis de que la mayoría puede hallarse sola y la minoría ausente, ¿qué resulta? Que dividida la mayoría, por una cuarta parte de la Corporacion se resuelven todas las cuestiones de necesidad, y de necesidad absoluta. Es un criterio que no admite escepcion; no puede admitir mas que una escepcion, una escepcion contraria á la naturaleza de las cosas, contraria á la naturaleza de estas instituciones: la escepcion de buscar en la minoría, en la cooperacion de la minoría, una mayoría legal, determinando en tales ó cuales circunstancias, en tales ó cuales cuestiones, que las dos terceras partes, por ejemplo, de la Cámara, hayan de concurrir á una votacion, á una resolucion. Pero, ¿qué resulta de este sistema que alguna vez se ha ensayado? ¿Qué resulta? Que la minoría se impone á la mayoría, que queda

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