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seo militar se redujo, sin embargo, toda su campaña 1.

De ningún otro suceso notable vuelven á ocuparse nuestros anales hasta 1670. Sólo nos hablan de la venida del príncipe D. Juan de Austria, hijo natural del rey Felipe IV, que, en pugna con el confesor de la reina y con la misma reina, se retiró á Cataluña, considerándose aquí seguro y al abrigo de las asechanzas de sus enemigos. D. Juan fué muy bien recibido y obsequiado en Barcelona, y la ciudad, la diputación, el cabildo y el Brazo militar escribieron á la reina gobernadora intercediendo en su favor. El príncipe permaneció en este país, viviendo primero en una casa de campo de Sarriá, y luego en otra junto á los muros mismos de Barcelona, hasta que regresó á Madrid, donde se arreglaron sus asuntos, según largamente explican las historias generales.

En 1670 hubo grandes disturbios en Rosellón, levantando una partida de 500 hombres un llamado José Trinxería, el cual, después de varios encuentros con las tropas francesas, se vino á Cataluña y entró á servir en el ejército español, formando parte de la compañía del barón de Llinás. Trinxería se hizo famoso y célebre después, como veremos.

Nada hay que decir de los años 1671 y 72. No así con respecto al 1673. Había vuelto á renovarse la guerra con Francia, y como fueran incendiadas varias poblaciones por los españoles en la Flandes francesa, quísose usar de represalias en Cataluña. A este fin, una división de 3.000 infantes y 700 caballos, á las órdenes del teniente general Le Bret, entró en el Ampurdán con intención de quemar algunos lugares. Era virrey de Cataluña el duque de San Germán: tuvo noticia del movimiento, y acudió rápidamente á Figueras con al

1 Henry.-Feliu de la Peña.

gunas compañías de paisanos, la guarnición de Gerona y los somatenes y gente del Ampurdán. De este modo se desbarató el plan de los franceses, quienes, vencidos en un encuentro y llevándose á su general herido, regresaron al Rosellón, prendiendo fuego en su retirada á la venta nueva y al lugar de la Junquera.

Esta campaña de Le Bret tuvo las más funestas consecuencias para los franceses. Irritados los somatenes y migueletes con el incendio de la Junquera, pidieron venganza al duque de San Germán, quien se ofreció á llevarles á su vez al Rosellón así que hubiese organizado un cuerpo expedicionario. No tardó el duque en cumplir su promesa, y en 1674, ordenadas las tropas y reunidos nueve tercios por parte de la provincia, se dispuso á cumplir lo prometido.

CAPÍTULO XXXVIII.

Conspiración para entregar el Rosellón.-Inés de Llar.-Sus amores con un capitán francés.-Revela la conspiración.-Plan de la conspiración.-Tormento y muerte de los conspiradores.-Inés de Llar se retira á un convento.-Los migueletes. -Triunfos del duque de San Germán en Rosellón.-Toma de Bellagarde.-Batalla de Maurellas.— La escuadra francesa rechazada por la borrasca.—Muerte de Dárdena.-Levanta el campo el ejército francés.-Levanta el suyo el duque de San Germán. -Los franceses penetran en Cataluña.-Preparativos contra franceses.-Se alza la bandera de Santa Eulalia.-Insubordinación del tercio barcelonés.-Sale el tercio de la ciudad. El francés dueño del Ampurdán.-Se apodera de Báscara.-Sitio de Gerona.-Muerte del bayle de Masagoda.-Levántase el sitio de Gerona.-Valor de los migueletes.—Defensa heróica de Boneu en Massanet. Capitulación de Bellagarde.-Sitio de Puigcerdà.-Protesta de Barcelona.

(1674 x 1675.)

Antes, empero, de abrirse esta nueva campaña, una vasta conspiración, que desgraciadamente frac asó por causa idéntica á la que había hecho descubrir la de Tomás de Banyuls, estuvo á punto de poner el Rosellón en manos de los españoles. Pretendiendo que Felipe IV no tenía derecho para enajenar ni el Rosellón ni el Conflent, lo cual era cierto, y que el rey de Francia no mantenía los privilegios de la provincia, cosa cierta también, un gran número de personas, así del Rosellón como del Conflent, habían urdido un vasto complot para entregar aquellos países á las tropas españolas. Por una intriga de amor fué descubierta la trama y desbarado el plan de los conspiradores, en Marzo de 1674.

Inés de Llar, hija de un noble caballero llamado Don Carlos de Llar, que residía en Villafranca del Conflent,

sostenía relaciones amorosas con un capitán de infantería llamado Courté, que estaba de guarnición en dicha villa. Eran principales jefes del complot el padre y el hermano de Inés, en cuya casa se tenían secretamente las reuniones. La conspiración estaba bien urdida: debía estallar en la noche del viernes al sábado de la semana de Pasión; pero las vacilaciones de D. Jerónimo Dualdo, general de artillería y gobernador de la plaza de Puigcerdá, con quien se contaba, hicieron retardar la explosión hasta el jueves siguiente, y este retardo fué causa de que fracasara el plan. Dos días antes del término fatal, los cuatro principales conjurados se hallaban reunidos en el aposento de D. Francisco de Llar, inmediato al de su hermana, la cual, al través del tabique que dividía las dos habitaciones, oyó algunas palabras que la llenaron de sorpresa. Prestó el oído; entendió que se trataba de la vida de su amante, y redoblóse su atención. Los conjurados hablaban de la guarnición de Villafranca que debía ser sorprendida por soldados españoles venidos de Puigcerdá, los cuales habían de entrar en la villa disfrazados para permanecer ocultos en las casas de los comprometidos. También se hablaba del gobernador de Villafranca, Perlán, y del capitán de infantería Courté, diciendo que había que matarles si oponían la menor resistencia cuando fuesen á apoderarse de ellos en sus casas. La joven Inés, temblando por la vida de su amante, pálida y azorada, corrió á revelar á Courté lo que pasaba, sin advertir quizá que le hacía dueño de la vida de su familia. Courté dió aviso al gobernador Perlán, y así fué como quedó descubierta la conspiración.

Inmediatamente se dictaron órdenes para prender á los conjurados. De éstos pudieron escaparse á Cataluña, D. José de Villafranca y Terreros, D. Francisco de Llar, D. Carlos de Banyuls, José Gelcén, el Dr. José

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Fort, José Puig, Pedro Junci y otros. Entre los presos quedaron D. Carlos de Llar, D. Manuel Descatllar, D. Juan de Soler y el Dr. Francisco Puig. D. Manuel Descatllar, tío de Inés, hizo en el tormento revelaciones importantes. Por él se supo que durante la noche designada 200 españoles debían ocultarse en una gruta vecina á Villafranca, y al amanecer del día siguiente algunos migueletes, llevando ocultas sus armas entre haces de paja, habían de entrar en la villa. Llegados á la casa de uno de los cómplices, estos migueletes, armándose repentinamente, se hubieran arrojado sobre los guardias de los portales, secundados por los conspiradores, y al rumor de sus tiros, los hombres escondidos en la gruta debían caer sobre la villa. Al propio tiempo, partidas de paisanos ganados por los jefes de la conspiración habían de llegar á la villa, y un cuerpo de tropas salido de Puigcerdá y tomando su ruta por el Capsir se hubiera encontrado durante la mañana del día señalado en los alrededores de la población para hacerse dueño de ella. Estaba también acordado que por su parte el virrey de Cataluña, entrando en Vallespir por Maurellas, caería rápidamente sobre Illa, y las dos fuerzas reunidas marcharían contra Perpiñán, cuya plaza debían entregar los comprometidos en la conspiración.

D. Carlos de Llar, D. Manuel Descatllar y muchos otros conjurados perecieron, unos en el tormento, otros á manos del verdugo. Sus cabezas fueron colocadas en jaulas de hierro á las puertas de la plaza, cuya entrega habían meditado. Al pie de la cabeza del segundo cónsul de Villafranca, que formaba también parte de la conspiración, se puso este cartel:

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