Imágenes de páginas
PDF
EPUB

CAPÍTULO XXV.

Gobierno y disposiciones militares tomadas en Barcelona.-Intimación á la ciudad.-Contesta Barcelona.-Consejo de capitanes. -Se acuerda el ataque de Barcelona.-Plan de ataque.-Alocución del general en jefe.-Alocución de Tamarit á los catalanes. - Preparativos de resistencia en Barcelona.-Muerte del conde de Tirón.-Retirada de los catalanes. -Muerte del duque de San Jorge. --- Muerte de otros capitanes.Ataque á la ciudad.--Batalla de Montjuich.-Socorre Barcelona el fuerte.-Derrota y estrago de las tropas reales.-Toma Garay el mando del ejército.-Banderas tomadas á los castellanos.

(26 DE ENERO DE 1641.)

Hecha la aclamación de Luis XIII como conde de Barcelona, dióse parte en el gobierno de las armas y en las direcciones de las mismas á los franceses, nombrándose una junta superior compuesta de tres personas: el diputado militar D. Francisco de Tamarit, el conceller en cap de Barcelona D. Juan Pedro Fontanella, y M. Plesis Besanzon, la cual junta tenía un consejo consultivo de guerra compuesto del gobernador de Barce.

castellano, y también después del asalto de Montjuich, de que se va á hablar en el inmediato capítulo, una obra dramática titulada La famosa tragicomedia de la entrada del marqués de los Vélez en Cataluña y asalto de Monjuique. En contra de las ideas sostenidas por Cataluña y en defensa de la legitimidad y derechos de Felipe IV, se imprimieron también algunas obras, siendo entre ellas la más notable un tomo de 400 páginas, impreso en Zaragoza, con el título de Cristal de la verdad y espejo de Cataluña: su autor Fr. Agustín Rius; proponiéndose probar este autor en su obra la singular é inmoral tesis de que los reyes, jurando la observancia de los pactos hechos á su elevación, aunque tengan fuerza de ley, no se hallan rigurosamente obligados á cumplir su juramento, mientras que, por el contrario, al vasallo que ha jurado fidelidad y obediencia nadie en el mundo puede dispensarle del cumplimiento de este deber.

lona Miguel de Torrellas, Francisco Juan de Vergós, Jaime Damiá y M. de Serignan. En los fuertes, puertas, baluartes y fortificaciones pusiéronse cabos catalanes y franceses; diéronse á mandar los tercios patricios á los maestres de campo Domingo Moradell, José Navel y Galcerán Dusay; la artillería de la plaza se puso bajo el mando de Juan Bautista Monfar y Sors, y se encargó la fortaleza de Montjuich, abandonada por su gobernador D. José de Rocabertí, que traidoramente se había pasado al campo enemigo, al francés M. de Aubigny, bajo cuyas órdenes se pusieron pueve compañías de milicia ciudadana pertenecientes á los gremios de mercaderes de lienzos, sastres, cordoneros, zapateros, taberneros, freneros y otros; algunas compañías del tercio llamado de Santa Eulalia; 200 migueletes mandados por su intrépido capitán Cabanyes, y 300 soldados franceses. Comunicáronse órdenes al mismo tiempo á Rosell, conceller tercero de Barcelona, que se supo hallarse en Tarrasa, para que con su gente y la que pudiera recoger bajase hacia la ciudad, á fin de socorrerla si importase, y á D. José de Margarit para que con la suya se fuese á Montserrat y al Bruch, y desde allí ocupase todos los pasos convenientes al objeto de estorbar los socorros del ejército real.

Acababan apenas los catalanes de tomar en junta de Brazos el acuerdo de proclamar conde de Barcelona al rey de Francia, cuando llegó á las puertas de la ciudad un trompeta despachado desde San Feliu de Llobregat por el marqués de los Vélez, portador de un pliego que contenía cartas del rey y del marqués para los concelleres, los diputados, el obispo y la duquesa de Cardona 1. El trompeta fué admitido y entregó sus cartas.

1 Melo, y por él los que á ciegas le siguen, caen en el error de consignar que Barcelona tomó la resolución de proclamar al rey de Francia luego que hubo recibido la carta del marqués. Por los dietarios y do

La del marqués decía: «Que advirtiesen cómo se hallaba con su ejército á la vista de sus muros; y que si bien S. M. quedaba deservido de las acciones hechas en Barcelona y Principado, con todo estaba con los brazos abiertos para perdonar y recibir á los que quisiesen darle la obediencia; con que excusarían los desórdenes que suele hacer un ejército por donde pasa, y que él estimaría mucho evitasen el daño que les amenazaba y tenían tan cercano, por cristiano y natural de la provincia.» Acompañaba el marqués una carta real, escrita en Setiembre de 1640, cuando aún las cosas no habían llegado al punto en que entonces se hallaban 1.

Dióse lectura de estas cartas en sesión del Consejo de Ciento celebrada el 25 de Enero, y respondió la ciudad: Que el país había tenido ocasión de experimentar cómo el ejército había hecho en el Principado las mayores hostilidades que imaginarse podían, así en los que voluntariamente se habían rendido como en los que se habían resistido, y que, por lo mismo, no se podía tomar resolución bastante en lo que su excelencia escribía sin tomarla él de retirar el ejército, porque en cualquier resolución que se tomase se padecería en honras, vidas y haciendas. Que bajo este supuesto, su excelencia considerase lo que sería de mayor servicio de S. M. y beneficio del Principado, al cual su excelencia se mostraba tan afecto por cristiano y natural 2.» ¡Valiente y he

cumentos de nuestros archivos, se ve que la junta de Brazos fué anterior al recibo de la carta que llegó con el trompeta al anochecer del 23, no leyéndose en Consejo de Ciento hasta el 25. No es este sólo el error cometido por Melo en su obra, muy notable é importante, por otra parte. Hay que estudiar á este autor con crítica. Feliu de la Peña, en medio de lo satirizado que ha sido, escribe este período con exactitud, y se nota que tuvo á la vista los documentos de la época.

1 Las cartas originales del rey y del marqués de los Vélez, están en el Dietario del archivo municipal.

2 "Divendres á 25 Janer 1641. En aquest día se tingué Consell de

róica contestación de un pueblo que, teniendo á un ejército poderoso al pie de sus muros, se niega á entrar en pactos ínterin el ejército no se retire!

Despachado con esta contestación el trompeta, según forma de la guerra, y recibida por el marqués de los Vélez, llamó éste á consejo á los principales capitanes de su hueste, deseando oir el parecer de los más expertos y también el de D. José de Rocabertí, gobernador que fuera del fuerte de Monjuich, y que la noche antes se había pasado al enemigo, haciendo así traición á su patria y á sus banderas 1. Dió éste noticia del estado de defensa en que se hallaba el fuerte; habló D. Francisco Antonio de Alarcón, del consejo real de Castilla, á quien el conde-duque había enviado como para fiscal de las acciones del de los Vélez, y manifestó que, á tenor de las órdenes terminantes del rey y del gobierno, debía sujetarse á Barcelona; y usaron también de la palabra

Cent en lo cual se llegiren dos cartas, la una del rey de Castella y la altre del Excelentíssim marqués de los Velez, á la cual per lo mateix trompeta vingut á 23 de dit se respongué que haventi exercit de Sa Majestat en lo present Principat, nos pot tractar de las cosas que sa Excellencia demana ab dita carta per no exposar á sos ciutadans á las atrocitats y hostilitats que encara despres de dada paraula ha usat lo exercit que sa Excellencia te á son cárrech, y que aixis sa Excellencia fos servit pendrer resolució conforme mes li aparexerá convenir., (Dietario del archivo municipal.)

1 En Melo, lib. V, de 55 á 65, se hallan las particularidades del consejo celebrado por el de los Vélez. Habla Melo también del gobernador de Montjuich; pero no le nombra, sin duda para evitar á su nombre la mancha de aquella traición. Sin embargo, es positivo que era Don José de Rocabertí. En el Dietario de la ciudad, con referencia al 29 de Enero, se dice y de él copio: "Se publicá per orde del senyors diputats que á cualsevol persona que entregués viu á D. Joseph de Rocaberti, se li donarian 1.000 lliuras, y mort 500, per traidor á la patria, pus havent estat elegit mestre de camp de las fortificacions de la montanya de Montjuich, dos dias avans de la pelea se passá secretament al enemichs, donantli coneixement del estat de defensa del dit castell.,

en distintos sentidos el marqués Xeli, el de Torrecusa, y Garay, el gobernador del Rosellón, que en Tarragona se había unido al ejército.

Melo, que en este punto es autorizado, nos dice hablando de este consejo, al cual asistió sin duda, que no dejaba de ponerles en gran desconfianza el saber que Barcelona estaba en defensa; terraplenada su muralla, capaz toda de artillería, y con más de 100 cañones alojados en forma suficiente; llena de hombres desesperados; socorrida de soldados viejos, y no desamparada de cabos expertos; suya la mar; los puestos importantes ocupados y defendidos; los vasallos fieles al rey pocos y encubiertos, y abundantísima la plaza de bastimentos. Y añade que de otra parte miraban su ejército ya disminuído de infantería y caballería por el hambre, por la guerra y por la enfermedad, y principalmente por las muchas guarniciones que iban dejando atrás; el enemigo á las espaldas con poder considerable de gente y en su país; el paso de Martorell poco seguro para la retirada; mucha gente bisoña, toda hambrienta; el manejo de las provisiones casi imposible; el mar no defendido; pocas galeras y mal armadas; en los cabos alguna desconformidad, y los socorros de Castilla, Aragón y Valencia lentos y apartados.

Sin embargo de todas estas razones, y á pesar de la opinión de Garay, que era contraria al ataque, se decidió embestir simultáneamente el fuerte de Montjuich y la ciudad, aunque más principalmente el primero, considerando que, ganado el castillo, estaba vencida Barcelona. Fijóse el día siguiente, sábado 26, para el asalto, y diéronse las órdenes en consecuencia.

Dos escuadrones de mosqueteros, cada uno de 1.000 plazas, mandado el primero por D. Fernando de Ribera y el segundo por el conde de Tirón, debían subir por la montaña de Montjuich para atacar el fuerte, uno por la

« AnteriorContinuar »