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piezas de artillería. Tal fué para Gerona la gloriosa noche del 24 de Mayo 1.

Habíase retirado Bellefonds al Ampurdán, dejando en Báscara una guarnición de 150 hombres. El capitán Trinxería, con sus arrojados migueletes y un cuerpo de tropas que destacó el marqués de Leganés, fué á mediados de Junio á caer sobre esta villa, apoderándose de ella y de toda su guarnición, que trajo prisionera á Barcelona.

En cambio, los franceses se apoderaron de Cadaqués. Hostilizada á un mismo tiempo esta plaza por una escuadra de 30 galeras y un cuerpo enemigo que se presentó á sitiarla por tierra, hubo de rendirse el 23 de Junio con honrosos pactos, no llegando á tiempo el capitán Trinxería, que acudió precipitadamente á socorrerla.

Ya nada más de notable ocurrió en esta campaña y en esta guerra. Verdad es que la escuadra francesa hizo un amago sobre Rosas y también sobre Barcelona, en cuyas aguas se presentó en ademán de atacar á la ciudad, pero no llevó á cabo sus designios. Barcelona, por otra parte, estaba prevenida: tenía bien defendidos sus fuertes, y había congregado su coronela á las órdenes del entonces conceller en cap D. Juan Jofreu.

Vino á poner fin á la guerra, por el pronto, una tregua de veinte años, que se pactó entre ambas potencias, á consecuencia de la cual los franceses evacuaron el Ampurdán por el mes de Setiembre, volviéndose el duque de Bournonville á Barcelona, donde fué reemplazado en su cargo de virrey por el marqués de Leganés, á 5 de Octubre.

Ya nuestros anales no hablan de otra cosa notable

1 Henry, en su Historia del Rosellón. lib. IV, cap. VII, cuenta el hecho de un modo distinto, faltando á la verdad histórica.

en este año, sino de una horrorosa tempestad en el puerto de Barcelona el 19 de Noviembre, á causa de la cual se perdieron varios buques, entre ellos la galera capitana, que naufragó con más de 300 hombres de su tripulación, á más del gobernador de la escuadra, cuyo cadáver fué arrojado á la playa y llevado á enterrar con gran pompa en la iglesia de Santa María.

CAPÍTULO XL.

Carga de los alojamientos.--Disgusto del país.-Insurrección de Centellas.—Retirada de las tropas.—Acude el virrey á aquietar el movimiento.-Insurrección de Villamajor.-Los paisanos entran en Mataró.-Pasan por delante de Barcelona.-Sale el obispo de Barcelona á tratar con los insurrectos y es detenido.-Petición de los paisanos.- Se consigue la quietud de la provincia.-Nuevo desorden de paisanos.-Guerra con Francia y entrada del duque de Noailles.Descontento en Cataluña.-Ríndese Camprodón.-Sentencia del gobernador de Camprodón.—Recobro de Camprodón.-Sentencias de muerte en Barcelona.-Sublevación de los paisanos.

(DE 1687 Á 1689.)

Comenzaba Cataluña á respirar después de tanta guerra y tanto estrago, sobre todo en sus comarcas fronterizas, cuando un nuevo motivo de intranquilidad vino á perturbar el ánimo de sus naturales. Como si tantas, tan repetidas y tan duras lecciones no hubiesen bastado para demostrar al gobierno de Madrid lo perjudicial que era atentar á las libertades de los catalanes, se volvió á permitir, ó por mejor, á imponer la carga de los alojamientos, que había sido el principal combustible del gran incendio de 1640.

Habían sido tolerados los alojamientos y contribucio

nes que querían de los paisanos los soldados en tiempo del marqués de Mortara y conde de Monterey, y llegaron á tomar creces durante los gobiernos del duque de Bournonville y marqués de Leganés. Según dice nuestro analista, sufrieron los pueblos alentados con algunos alivios que les concedió el duque de Bournonville, y más, añade, con el arte é industria del tesorero D. Félix de Marimón, que con amorosas y apacibles palabras consiguió en su tiempo, aliviando en parte la carga, dejar á los paisanos con ella, esperanzados de la enmienda que deseaban.

Pero llegó el año 1687, y con él una terrible plaga de langostas que destruyó los frutos, dejando al país pobre y sin granos para el común sustento. No por esto cesaron las tropas en sus exigencias, y aunque se excusaban los paisanos con su desgracia y falta de medios, no fueron oídos en sus instancias repetidas á los diputados, y, como en 1640, volvió á faltarles el auxilio de la ley, por no atreverse los abogados á firmar sus memoriales.

La primera villa que demostró su descontento, fué la de Centellas. Negóse á pagar lo que por carga ó contribución de alojamientos le correspondía, y el virrey marqués de Leganés envió contra ella á D. Domingo de Pignatelli, general de la caballería, con 400 caballos, y á D. Antonio Serrano con su tercio de 600 infantes. Llegaron estas fuerzas á dicha villa el 7 de Setiembre, quedando alojadas en ella y en su término. Sucedió en esto que un soldado se descompasó en palabras ú obras con cierta mujer en una de las casas de campo inmediatas; pidió la mujer auxilio á unos paisanos; volaron éstos á pedir socorro á Centellas; alborotóse el pueblo, y como basta una chispa para producir una explosión cuando la mina está cargada, bien pronto toda la comarca se declaró en abierta insurrección. Comenzaron las campanas á tocar á somatén; despertáronse los ecos dormidos

de las sierras al ronco son de los cuernos marinos, y todas las montañas vecinas se coronaron de paisanos armados, como si hubiesen brotado repentinamente de entre las peñas.

Pignatelli, que había retirado todas las tropas á Centellas, se vió al día siguiente poco menos que sitiado en la villa, y hasta recibió de parte de los paisanos armados la intimación de abandonar el pueblo, diciéndole que no existía causa para tener en él tal número de soldados. El general entonces, ó por no tener fuerzas para resistir, ó por no tener órdenes para atacar, salió á un lugar distante una legua de Centellas hacia el camino de Vich, de donde envió á participar el suceso al virrey.

Al recibir esta noticia, partió el marqués de Leganés con la caballería que se hallaba en Barcelona, con algunos ministros y varios caballeros, dispuesto á llegar hasta Centellas; pero en La Garriga tuvo aviso de que el paisanaje armado en defensa de la villa era mayor en número del que se presumía, y no se atrevió á pasar adelante, regresando á Granollers, en cuya villa se detuvo algunos días para aquietar el movimiento por vías de conciliación. Consiguiólo gracias al auxilio de algunos hombres de crédito en el país; pero al regresar Barcelona se manifestó poco satisfecho, y expresó su dis. gusto dictando varias medidas á fin de que los paisanos volviesen á pagar las contribuciones. De poco, sin embargo, aprovecharon estas órdenes. Los pueblos se negaron á obedecerlas, y sólo después de repetidas instancias y grandes diligencias se pudo conseguir de la entonces villa de Mataró que, como tan populosa, se redujese á pagar las contribuciones por alojamientos, creyéndose serviría de ejemplo á las demás. Empero sucedió que lo que se había juzgado medio para el ejemplo, fué motivo en los otros lugares para estar más firmes en no pagarlas é irritarse contra Mataró.

En esta disposición las cosas, terminó el año 1687 y comenzó el de 1688. El disgusto de los pueblos iba tomando creces por momentos, y amenazaba estallar un levantamiento que podía traer consecuencias tan transcendentales como el de la guerra de los segadores. Lo que había sucedido el año anterior en Centellas, sucedió este año en Villamajor. A causa de una reyerta entre un soldado y un paisano en este último citado pueblo, se alborotó el vecindario, dióse la voz de alarma que las campanas transmitieron á las vecinas poblaciones, y pocas horas bastaron para reunirse en Villamajor un gran concurso de paisanos, quienes, nombrando sus cabos y su consejo, se declararon en abierta insurrección.

Corrían los primeros días de Abril de 1688. Fuertes por su número y por su ánimo los paisanos reunidos en Villamajor, decidieron marchar contra Mataró á fin de castigar á esta villa ó conseguir de ella que rompiese su compromiso, según el cual se obligara á pagar las contribuciones de los alojamientos. Entraron en Mataró, prometiendo que no harían daño alguno, y efectivamente, sólo se llevaron consigo á algunos sujetos que eran partidarios del gobierno de Madrid, saliendo á poco de la villa y tomando la dirección de Barcelona. Tanto en Mataró como en los pueblos inmediatos fueron engrosándose las fuerzas de los insurrectos, y por el camino enviaron una embajada al virrey «con un papel, dice Feliu de la Peña, pidiendo, entre impertinencias, algunas cosas razonables 1.»

Llegaron los paisanos al lugar de San Andrés del Palomar, donde eran ya en número de unos 4.000 hombres, y pasaron por delante de Barcelona dando el

1 Feliu de la Peña, que vivía á la sazón, tomó alguna parte en aquellos movimientos, pero en sentido no del todo favorable á los paisanos, lo cual le ocasionó muchos disgustos, si bien se ve que su deseo era el de conciliar los ánimos y evitar mayores males.

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