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atropellos cometidos por las tropas en varios lugares del Llobregat, se sublevaron el 21 de Noviembre, desarmando á todos los soldados que había en los pueblos del campo de Barcelona y dejándoles ir libres, reteniendo sólo prisionero al comisario general, D. Juan Colón, que estaba en San Feliu. La campana del somatén dió la señal de alarma, y en otros puntos donde había pequeños destacamentos sucedió lo propio que á orillas del Llobregat y del Besós.

El día 23 de Noviembre formaban ya los paisanos un cuerpo respetable y temible, á cuyo frente se pusieron Enrique Torres, Antonio Soler, José Rocafort y Juan Rocabruna, caudillos populares. El virrey mandó salir contra ellos las fuerzas de que pudo disponer, pero fueron rechazadas en los alrededores de San Baudilio de Llobregat, pueblo en que se hizo fuerte el paisanaje. El levantamiento iba tomando creces; la insurrección se propagaba, y el virrey estaba ya como sitiado en Barcelona. A existir entonces otro Clarís ú otro Margarit, Cataluña toda se levantaba, renovándose el ejemplo de las memorables, al par que funestas, jornadas del 1640. No sucedió empero así. Antonio Soler, el caudillo de más brío, de más cabeza y de más prestigio que tenían los sublevados, fué muerto en 2 de Diciembre por un agente vendido al virrey, y su cabeza, llevada á Barcelona, fué puesta en una pica sobre las ruinas de su propia casa, que se mandó demoler, sembrándola de sal. La muerte de Soler por una parte; la mediación, por otra, de las corporaciones populares, deseosas de atajar mayores males; los esfuerzos hechos por los obispos de Vich y de Tortosa, que acudieron solícitos; la prudencia que en aquellos momentos supo observar el virrey; la llegada muy oportuna de unos despachos reales concediendo á los catalanes varias de las libertades que se reservara Felipe IV, entre otras cosas la devolución del

TOMO XVI

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privilegio de la cobertura á los concelleres de Barcelona, todo contribuyó á calmar los espíritus y á quitar fuerzas á la sublevación. Viendo así dispuestos los ánimos, se publicó un perdón general, exceptuando sólo de él á Juan Rocabruna, José Rocafort y Enrique Torres, quienes se marcharon á Francia, y los paisanos se retiraron á sus casas deponiendo las armas.

CAPÍTULO XLI.

Campaña de 1690.-Se apodera el francés de la Seo de Urgel.-Bombardeo de Barcelona.-Entran los franceses en el valle de Ribas.Los migueletes se apoderan de Mourellas.—Toma de Rosas.--Arma. da francesa delante de Barcelona.-Nueva entrada del francés.—Batalla del Ter-Toma de Palamós.-Capitulación de Gerona.-Toma de Hostalrich.-Toma de Castellfollit.-Victoria de los migueletes y paisanos. -Otras derrotas de franceses.

(DE 1690 1695.)

Altamente favorable al francés fué la campaña del 1690. Volvió á entrar en Cataluña el duque de Noailles: rindió á San Juan de las Abadesas y se le sometieron Olot, Vich y Ripoll, sin que por nuestra parte alcanzaran lauros otras tropas que, en algunos encuentros, las esforzadas compañías de migueletes. Consta en los archivos que así la diputación como el Consejo de Ciento enviaron sentidas representaciones al rey quejándose amargamente de lo poco que se atendía á la defensa del Principado, y vino á reemplazar al duque de Villahermosa en su cargo de virrey el duque de Medinasidonia, el cual llegó á Barcelona el 21 de Diciembre.

En 1691 el duque de Noailles, que el año anterior se

había retirado después de haber mandado demoler los muros y torres de San Juan de las Abadesas y Ripoll, volvió á entrar con una fuerza de 10.000 hombres y puso sitio á la Seo de Urgel, que fué bizarramente defendida por D. José de Agulló. Esta plaza hubo de rendirse el 12 de Junio, después de ocho días de trinchera abierta, quedando la guarnición prisionera de guerra y libres del saqueo los naturales.

Francia quiso entonces hacer una manifestación de sus fuerzas por mar. Una armada de aquella nación, dirigida por el conde de Estrées, se presentó ante Barcelona, disparándole durante los días 10 y 11 de Julio cerca de 900 bombas, que causaron varios daños y destrozos 1. La escuadra se retiró el día 12, sin intentar ningún desembarco, como se temía; y para calmar la irritación de los catalanes, mandó esparcir el conde de Estrées unas proclamas exhortándoles á pronunciarse contra el rey de España, que nada hacía por defenderlos, añadiendo que sólo había cesado el fuego por consideración á los habitantes de Barcelona 2.

Mientras que el conde de Estrées hacía rumbo para Alicante á fin de bombardear esta plaza, como hiciera con la capital del Principado, el virrey, duque de Medinasidonia, atravesaba la frontera marchando sobre Prats de Molló, creyendo, sin duda, que esta diversión obligaria al de Noailles á abandonar la plaza de Bellver en Cerdaña, donde se estaba fortificando: Noailles se apresuró efectivamente á acudir en auxilio de Prats de Molló; pero desde el momento que Medinasidonia hubo regresado á Cataluña, el general francés se volvió á Cerdaña adelantándose hasta Ribas, cuya plaza tomó y entregó al saqueo 3.

1 Archivo municipal de Barcelona: Dietario.

2 Memorias del duque de Noailles.

3 Henry, lib. IV, cap. VIII.

Al año siguiente, el duque de Medinasidonia, después de haber construído dos reductos en lo alto del collado del Portell para asegurarse el libre paso de este camino, á su regreso destacó á Maurellas un cuerpo de migueletes, que obligaron á los franceses de guarnición en en dicha villa á refugiarse en la iglesia, de donde salieron por capitulación y salvando sus vidas 1.

Una invasión de los españoles hasta las orillas del Tech, rechazada por los franceses que tras de aquéllos penetraron en el Ampurdán, diferentes irrupciones en esta parte de Cataluña, y la toma de Rosas, bien defendida por su gobernador D. Pedro Rubí y atacada por el duque de Noailles, fueron las operaciones de las campañas de 1692 y 1693.

La pérdida de Rosas llenó á Cataluña y á España toda de consternación, y el de Medinasidonia, que estaba en Gerona y temblaba por esta plaza, mandó á toda prisa reforzar sus fortificaciones, echando de ella á las monjas y á todas las bocas inútiles. Dice el duque de Noailles en sus Memorias que se disponía á sitiarla, cuando recibió orden de mandar sus mejores regimientos al ejército del Piamonte.

No se deben dar por terminadas las noticias de este año sin hablar de cierto suceso que cuentan los dietarios de Barcelona. Luego después de la toma de Rosas, llegaron delante de la capital del Principado 93 bajeles de Francia y tres balandras. Fué el día 12 de Agosto. El almirante que mandaba esta armada envió un trompeta en una falúa á nuestra ciudad, diciendo que de todas las plazas de las costas españolas le habían regalado los gobernadores, y esperaba de Barcelona el mismo agasajo. Los generales que había en la ciudad, reunidos en casa de la duquesa de Medinasidonia, fueron de parecer

1 Feliu de la Peña, lib. XXI, cap. XII.

que debía darse gusto al francés; pero no así los concelleres, quienes dijeron que Barcelona sólo enviaba regalos de balas á sus enemigos. No obstante, se dispuso regalar al almirante, conforme solicitaba, y de este modo se evitó sin duda un nuevo bombardeo.

En 1694 volvió á entrar en campaña el duque de Noailles con 15.000 infantes y 10.000 caballos, y el 19 de Mayo salió con nuestro ejército para oponerse al enemigo el marqués de Villena, que á últimos del año anterior había reemplazado al duque de Medinasidonia en el virreinato de Cataluña 1. Hacíanse en Madrid grandes preparativos para mandarle refuerzos, pero no obtuvieron resultado. «Aquí, escribía el embajador de Inglaterra, no han podido juntarse 1.000 hombres, porque se desertan cada día tantos veteranos como reclutas traen; y cuando salga de la villa esta nueva quinta, desaparecerá más de la mitad antes de entrar en Cataluña, porque los mismos oficiales, que desean sólo salir de Madrid con lucimiento, les han prometido hacer la vista gorda cuando se fuguen 2. »

Como el francés se dirigía contra Gerona, salióle al encuentro el marqués de Villena, y á últimos de Mayo se encontraron ambos ejércitos á orillas del Ter. La batalla fué sangrienta y perdiéronla los españoles, quienes dejaron en el campo su caja militar, sus bagajes y 9.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, si hemos de dar crédito á las memorias del duque de Noailles, aun cuando el número estará un poco exagerado. Lo que hay de positivo es que el marqués de Villena sufrió una gran derrota, tras de la cual, sin detenerse en Gerona, se vino apresuradamente á la capital del Principado, dejando su campo en San Andrés de Palomar, mien

1 Dietario de la ciudad. Es un error de los historiadores franceses colocar aún al duque de Medinasidonia como virrey de Cataluña en 1694. 2 España hasta el advenimiento de los Borbones, por Weis.

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