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el consuelo recreable de los perpiñaneses, gozándole frecuentemente por su mucha devoción á aquella santa casa, sita junto río, puesto muy ameno. La de Nuestra Señora del Puente, imagen prodigiosa, á cuyo amparo, intercediendo con su preciosísimo Hijo, se ha visto libre muchas veces la fidelísima villa, del riesgo y daños inminentes, por las avenidas de su río.

>>Los arrabales, que siendo gran número de casas y viendo en ellas entre otros muchos los curtidores, faltando hoy como faltan de la villa, por no tener donde cómodamente ejercer su ocupación, y no pudiéndose sustentar sin este oficio los zapateros, se ha también ausentado la mayor parte de ellos y de otros oficios. Con que la que antes tenía sobrado para otros lugares y partes, se halla mendiga y necesitada de que hoy la provean.

» Y finalmente, los mismos ministros de V. M. dentro la fidelísima villa de Perpiñán, derribaron la iglesia parroquial de San Mateo y muchísimas casas alrededor del castillo, las cuales hicieron tanta falta á sus vecinos, que por no hallar otras en que vivir, fueron avecindarse á otra parte. Por manera, que cuando necesitaba y necesita la villa de más moradores y naturales, para guarda, defensa de sus muros, estando el propio daño pendiente de la invasión del francés, llega á verse casi destruída de ellos, por éste y otros respetos que adelante se notarán, dignos todos de la atención y pronto remedio del Real ánimo, y piedad de V. M., y de que mirando y admirándoles, el mundo llore. desdichas tamañas, rogando á Dios le libre de ellas.

>>Es mucho de ponderar, señor, para la presura al reparo, y restauración de la fidelísima villa que perdida ella, de necesidad lo será el castillo, pudiendo muy bien el enemigo desde su puesto minarle, batirle y guardar no llegue nadie á la plaza de armas, ni á sus murallas.

Y volviendo al curso de lo sucedido en dicho día de 16 de Junio, es de advertir, que algunos soldados del preboste, viendo la continuación de la artillería y bombas y el saco de los del ejército por toda la villa, para salvar las vidas intentaron coger la puerta de San Martín y salirse á

la campaña. Sabida por los cónsules esta facción, enviaron luego muchas órdenes para que se retirasen. Y las llaves de la puerta de la villa que habían tomado (procurándolas cobrar instantemente), en llegando á sus manos, las enviaron al marqués Geri, para que las guardase en nombre de V. M.

» Calmada, señor, y no del todo esta tormenta, por intercesión del obispo de Elena y medio que fué para volverse á concluir el concierto de los alojamientos en las pocas casas que quedaron á la fidelísima villa, se alojaron en ellas más de 3.000 soldados, cumpliendo los cónsules con lo pactado de su parte enterísimamente. Pero al contrario al marqués Geri y cabos del ejército; pues habiendo prometido franquear las puertas á todos los que querían irse con armas defensivas, arrimando las ofensivas, no dieron lugar á que ninguno saliese, si no era con licencia expresa, hasta los labradores y vivanderos, haciéndoles los soldados al volver infinitas vejaciones y tratándolos atados peor que esclavos.

»Y sobre continuarse después del concierto las quemas, robos, homicidios, estupros y otros insultos, quitaron más de 6.000 armas á particulares de la villa, subiéndoselas al castillo.

»Si quisiese, señor, como se entiende justificarse el haber procedido en esta forma contra la fidelísima villa, representando que fué porque sus cónsules habían enviado á pedir socorro, será oponerse al hecho de la verdad notorio. Porque habiendo llegado á su noticia de los cónsules, que venían 4.000 hombres provinciales para asistirles á la defensa de las opresiones y daños de los soldados y á la guarda de la villa por V. M., caso que el enemigo francés, valiéndose de la ocasión, quisiese sitiarla, despacharon al instante personas con orden y amonestación que no pasasen adelante, sino que se retirasen luego, como con efecto lo hicieron. Y dando cuenta de esto al marqués Geri y á los cabos del ejército, se ofrecieron á que dado que los provinciales no se retirasen, dispusiesen todo lo que más fuese servicio de V. M. que la villa no faltaría al cumplimiento de cualquier orden.

»Otro cargo, señor, parece que se ha querido achacar á la fidelísima villa, para justificar tales procedimientos. Y es, que se entendía haber minado el castillo. Está tan lejos de ser eso así, que habiendo barruntado los cónsules la sospecha, pidieron se mandase recibir información y hacer vista ocular dello, lo cual conseguido con asistencia personal de D. Juan de Garay y otras personas, pareció manifiestamente lo contrario.

»Estando, pues, tan inmune de culpa como se ve y consta del proceso informativo que por orden expreso de V. M. le dijo el obispo de Urgel, á la fidelísima villa, yéndose á despedir de ella, había de traer originalmente á esta corte. Y suplican á V. M. sus cónsules, mande á no estarlo así se ejecute, y se les dé traslado en caso necesario, por habérsele denegado el dicho obispo de Urgel. Y habiendo persistido siempre en el servicio de V. M. y beneficio del ejército, su multitud y cabos la tuvieron en tal opresión, aflicción y desconsuelo, hasta los 28 del susodicho mes de Junio, que fué Dios servido enviarla su Moisén el duque de Cardona y Segorbe, virrey y capitán general por V. M. en el Principado de Cataluña; que viendo el incendio, ruinas y desolación padecidos por aquel infeliz cuanto fiel pueblo (habiéndole al entrar obligado á enternecerse y verter lágrimas, la mucha copia de los naturales, así niños y mujeres, como hombres, clamando misericordia y justicia). Mandó luego en observancia de los favores jurídicos de la villa, desalojarle el ejército. Derribar las horcas que el marqués Geri había elegido en las plazas de la Lonja y en la del trigo. Restituir las armas tomadas á los vecinos hasta aquel día. Y quitar el cuerpo de guardia de dicha plaza de la Lonja.

»>Y habiendo representado al duque el marqués de Geri y cabos del ejército, que no era bien estuviese su Excelencia sin que asistiesen soldados en la villa, le pidió cuartel para 700 ú Soo hombres no más, y con pretexto (palabras formales del duque) que de no hacerlo así, le sería fuerza salirse de ella. Visto por los cónsules este mandato, le dieron luego para su apresto y se ejecutó el acuartelar el dicho número de soldados no más.

Poco le duró, señor, á la fidelísima esta respiración, bonanza de su libertad, con manutención de justicia. Porque habiendo llegado el duque ya malo á ella, continuó la enfermedad, aumentándosele hasta que dió el alma á Dios, sucediendo en el Julio siguiente.

Muerto el duque y transferido el gobierno por V. M. de maese de campo general del ejército en D. Juan de Garay, que hasta entonces sólo era gobernador de las armas. Éste, contraviniendo á las órdenes del duque y su recomendación especial de que mirase por la quietud, bien y aumento de la fidelísima villa, sus naturales y moradores; siendo tan fieles vasallos y habiendo siempre con suma puntualidad y fineza, acudiendo al servicio de V. M. como era notorio, y tenía experimentado muchas veces, corriendo el gobierno del Principado de Cataluña por su cuenta. Y sobre haberlo prometido cumplir así, en los postreros tercios de la vida del duque, hizo ya volver á bajar á la villa toda la milicia como antes, continuándose hasta hoy.

» Y por ser al pie de 3.000 soldados, y no coger en el susodicho cuartel, se ha hecho aprehensión violenta de todas las casas de la parroquia de Santiago, sin las que tiene ocupadas: y están pidiendo de continuo los cabos, capitanes y oficiales del ejército, en lo mejor y más bien parado de la villa. En que asimismo se ha proseguido y prosigue el tener cuerpos de guardia días y noches en la plaza susodicha de la Lonja (que es el puesto del comercio, consulado de mar, casa de ayuntamiento de la villa y donde V. M. tiene los tribunales de casas comerciales y ferias, y el público la tabla común de depósitos, impidiéndola la disolución militar el curso de los ejercicios de este puesto, y haciendo muchos desacatos en una capilla que hay y se celebra misa cuotidiana), en la plaza de la Gallinería y en la Plaza Nueva. Y estos cuerpos de guardia son, señor, sin los que en sus casas tienen D. Juan de Garay y cada uno de los cabos.

>Pasando los límites de la obligación de la fidelísima villa (que es sólo de dar cubierto ó habitación yerma) D. Juan de Garay se la ha cargado de proveer 1.500 camas para

los soldados y 100 cargas de leña cada día. Y á sus naturales, vecinos y paisanos, cerrando de manera la salida y entrada de ella, hasta los clérigos y religiosos, que por más que lo necesiten, no se concede sino á cual y cual. Y aún se ha visto detener los curas que habían venido para despachar con su prelado, privando á sus feligreses del uso de los Sacramentos y del de la misa en días de domingo y fiestas.

Y habiéndole representado el obispo de Elena, que esta privación llegaba á serlo del sustento y ocasión de perecer de hambre; reconociéndolo así D. Juan de Garay, por edicto público mandó: que los eclesiásticos que quisiesen salir, fuesen á pedir licencia á su superior, y los seglares á los cónsules. Pero duró esto muy poco, que luego volvió á su primero estado y se continúa hasta hoy.

>>Y por otro edicto mandó so gravísimas penas, que todos los eclesiásticos y seglares llevasen luego sus armas, aquéllos en casa del obispo y éstos en la consular de la villa. Y yéndolo ejecutado (con tomarles los soldados las que mejores les parecían sin atreverse á despegar su boca). De que las hubieren juntando en dichas casas, de ellas las cogió todas é hizo subir al castillo, y más las de la armería de la villa, su pólvora, que era mucha cantidad, y cuerdas. Con que quedó y está aún hoy desarmado aquel pueblo de Perpiñán, siendo el que por sí solo se ha defendido siempre en las ocasiones de sus cercos y rebatos de enemigos: y ser lo de su mayor sentimiento, viendo poner y ocasionar nota en su reputación y fidelidad.

Y sobre haber extendido D. Juan de Garay su jurisdicción contra derecho y toda equidad, hasta prender eclesiásticos, religiosos, caballeros y ministros de V. M., y erigido horcas en la Plaza Nueva, distrito privativo del bayle de Perpiñán. El abrigo y consuelo que han hallado en él aquellos fieles vasallos, es tratarles á la menor ocasión y movimiento de rebeldes y traidores á su rey. Y á su ejemplo, hacen lo mismo los capitanes y soldados.

»Siendo más que notorio lo contrario, y que tienen impreso en sus corazones el amor, reverencia y obediencia á

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