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to, los representantes de todas las clases de la sociedad, y un inmenso concurso de pueblo que, afligido y melancólico, seguía el fúnebre cortejo. El cadáver iba descubierto sobre un rico y ostentoso túmulo, y después de haberlo paseado por las principales calles de la ciudad, lo entraron en la iglesia de San Juan de Jerusalén para depositarlo en la sepultura que allí tenía su familia, celebrándose antes solemnes funerales por su alma y pronunciando el sermón ó panegírico del difunto el doctor D. Gaspar Sala y Berart, de la orden de San Agustín.

Hizo este religioso resaltar las virtudes de Clarís, los trabajos sufridos por la patria, su celo por las cosas públicas, su amor nunca desmentido por Cataluña, su independencia, su desinterés y su abnegación. Contó, entre otras cosas, el predicador haber llegado un día á noticia de Pablo Clarís cómo una persona constituída en alta dignidad dijera de él que «aún había de verle ajusticiar. Clarís se contentó con callarse, y al poco tiempo, en ocasión en que el pueblo amotinado iba incendiando casas y buscando á traidores para degollarles, supo que una de las casas á que iba á prenderse fuego y una de las personas con más ahinco buscadas eran la de quien aquellas palabras profiriera. Voló en seguida el diputado á contener la ira de los turbulentos, y cuando los incendiarios y sediciosos llegaron á la casa señalada á su furia y rencor, hallaron en el umbral de ella á Pablo Clarís, quien, dirigiéndose al pueblo con reposado continente y grave actitud, exclamó: «Hermanos, respetad esta morada como mía.» Y la turba, furiosa y rugiente, se detuvo como domada ante aquel hombre, y la ira popular, contenida por la presencia del diputado, pasó de largo respetando aquella casa y á sus moradores. Esta fué la gran venganza de Clarís, «varón perfecto en la integridad, pureza y valor igual á todos los sucesos, á quien debió Cataluña la vanguardia de su

defensa, según así dice el Epitome de los principios y progresos de las guerras de Cataluña.

Tal era aquel hombre, á quien acompañaron al sepulcro el llanto y la consternación de un pueblo entero; tal aquel repúblico eminente, una de las grandes figuras históricas de nuestro país; tal aquel independiente y celoso panegirista de las libertades patrias, á quien, sin embargo, no ha titubeado en rebajar el historiador Melo, presentándole como un ambicioso intransigente y como un hombré sin convicciones fijas 1.

Un historiador moderno, D. Luis Cutchet, ha tenido el noble valor de atacar á Melo por esta causa. "En medio de las incontestables bellezas del libro de Melo, ha dicho aquel escritor en su Introducción á la Revista de Cataluña, es muy de lamentar que éste no escribiera con toda la copia de datos que era menester, para no exponerse à describir con poca verdad al ilustre Pablo Clarís, á cuyo varonil y ejemplar repúblico pinta el escritor militar con grandes dotes sin duda, pero animado de anti-jerárquica y revolucionaria ambición; siendo así que la sencilla lectura de las actas originales de la diputación del general de Cataluña, en aquellos solemnes días, demuestran precisamente lo contrario con la más luminosa claridad. Pues bien; ¿no es triste cosa que un gran tipo de sabiduría política y de cívica entereza, como lo fué nuestro buen Clarís, haya de seguir así malamente ofendido hasta la consumación de los siglos en su reputación de hombre público, en su pura é indisputable gloria, que es gloria de los catalanes todos, sólo porque un hábil escritor, cuando menos mal informado, ha conseguido acreditar á los ojos de la mayor parte de los historiadores una opinión inexacta?,

Y en efecto, los documentos todos vienen à probar la verdad respecto á Clarís, y á demostrar de una manera evidente que lo dicho por Melo es inexacto. El presidente de la diputación catalana de 1640 ha llegado hasta nosotros calumniado ante la historia, que ha ido reproduciendo la apreciación, falta de verdad, de D. Francisco Manuel Melo.

En todas las obras de aquella época, impresas ó manuscritas, y algunas de años posteriores á su muerte, se hace de Pablo Clarís una pintura diametralmente opuesta á la que se atrevió á hacer Melo.

En un sermón de aniversario y conmemoración de los difuntos ilustres, predicado por el padre carmelita Fr. José de Jesús María, se dice: "En estas santas ocupacions estaba empleat lo nostre senyor diputat Claris cuant la mort cruel y atrevida probá en ell sa indiscreció, y nos

La pérdida de Pablo Clarís fué irreparable. Sucedióle en el cargo de diputado su primo D. José Soler, como él canónigo de Urgel; pero difícil empresa era la de reemplazar á un hombre, idea á un tiempo mismo y alma de la revolución, á un hombre que era á la vez la acción y el pensamiento. Quedábanle aún brazos á la causa: allí estaban Tamarit, enérgico y decidido defen

altres la paciencia en sufrir un colp en par tan sensible y en privarnos de un exemple que alentava á tots en general y caminava ab llum superior y celestial, instituint en tots un gran y singular desitj de morir per la patria al costat de un tant leal alentat y incansable capitá, el cual arrimant à un costat totas las pretensions de pujar sino al cel, y olvidant las dignitats honoríficas que podia prometrer per la adoració de la estátua, mes se estimá viurer ó morir entre las tribulacions de sos germans los verdaders catalans, que ser honrat per medi de un crue IFaraó enemich del poble de Deu.,

Y otra obra, la Política del conde de Olivares, dice, hablando de Clarís, que “era persona á quien todos debían sus casas, honras, vidas, libertad y todo lo demás que al bienestar se debe.,,

El Dr. D. Francisco Fontanella consagró un discurso á la memoria del insigne varón con este título singular, fielmente traducido del catalán al castellano; título que podrá parecer ridículo á los poco versados en cierto género de literatura de aquel tiempo, pero que prueba para el caso lo vivamente impresionado que se hallaba el sentimiento público por la muerte del diputado. Dice así: Occidente, eclipse, oscuridad, funeral. Aurora, claridad, belleza gloriosa. Al sol, luna y estrella radiante de la esfera del epiciclo del firmamento de Cataluña. Panegírica alabanza en el último adiós á los manes vencedores del muy ilustre Dr. Fablo Clarís, dignísimo canónigo de la catedral de Urgel, diputado y presidente generoso del catalán consistorio, y gloriosamente aclamado libertador, tutelar y padre de la patria. Observada por el Dr. Francisco Fontanella, barcelonés.

También, para tributar debidos honores á su memoria, se abrió un certamen de poesía, pudiendo concurrir al premio los poctas con composiciones catalanas, latinas ó francesas. La que entre las catalanas se llevó la palma, se copia en el apéndice núm. (IV) á este libro.

Y aquel hombre tan honrado, venerado y querido en muerte y en vida; aquel hombre que tan altos y tan grandes sacrificios hizo por su patria, ¿merecía ser tratado como lo hizo Melo?

sor de las libertades, otra de las nobles figuras de aquel período; Margarit, incansable luchador é intransigente patricio; Rosell, Fontanella, Quintana y muchos y muchos otros; pero faltaba ya la mente superior, elevada, organizadora, el hombre que podía imprimir la marcha al movimiento, la vida á la revolución, el sér al nuevo estado. Con la batalla de Montjuich obtuvieron los catalanes un gran triunfo: quedó vencida la fuerza. Mayor triunfo, sin embargo, obtuvo Felipe IV con la muerte de Clarís: quedó vencida la idea 1.

1 Dejo íntegros, y según los escribí en la primera edición de mi HISTORIA, los juicios que formé de Pablo Clarís, de quien bien puedo asegurar sin jactancia que fuí quizá el primero, y de seguro el más ardiente de sus panegiristas en estos tiempos; pero debo confesar honradamente, en esta segunda edición, que los muchos manuscritos, memorias y noticias que he tenido ocasión de leer, han comenzado á introducir en mi ánimo la duda de si pudo tener alguna razón Melo al juzgarle con cierta severidad. Quizá fué Tamarit el verdadero impulsor y el alma de todo aquel movimiento, y supo valerse de Clarís como personaje más propio para atraer el favor popular á su causa. De todas maneras, no era Pablo Clarís un hombre vulgar, ni mucho menos. Es una figura superior que debe estudiarse, y de quien, aun con la duda, no retiro nada de cuanto dije.

TOMO XVI

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CAPÍTULO XXVII.

Serignan pasa á Montblanch.—Llegada de M. de Argenson.-El príncipe de Butera en Tarragona.-Carta de Felipe IV.-Regresa Lamotte. -Disposiciones tomadas por los catalanes.—Sitio de Tarragona.Llega la escuadra francesa.—Salou y Reus abren sus puertas.-Toma de Constantí.- Prosigue con rigor el sitio de Tarragona.-Combate naval.--Nuevos preparativos para socorrer á Tarragona.-Nuevo combate naval y socorro de la ciudad.-Los catalanes levantan el sitio.-Muerte del príncipe de Butera.-Margarit es nombrado embajador y parte á Francia.-Instrucciones y juramentos del embajador. -Cartas reales y contestación.-Aprobación y firma de los pactos. -Canje de la duquesa de Cardona y sus hijos.-Calderón de la Barca en Tarragona con el ejército real.—Quevedo y Rioja escriben contra Cataluña.-Tumultos en Barcelona y elección de concelleres, añadiéndose uno por parte de los menestrales.-Elección de diputados.

(HASTA FIN DE 1641.)

Habiéndose decidido comenzar el sitio de Tarragona, salió el 7 de Marzo M. de Serignan para la villa de Montblanch, declarada plaza de armas de la provincia, á fin de atender á las operaciones previas é ir allegando fuerzas 1. En estos preparativos se ocupó todo el mes de Marzo.

A 25 del mismo llegó á Barcelona M. de Argenson, nombrado por el rey de Francia intendente de justicia, policía y administración de las tropas de mar y tierra destinadas á Cataluña. También traía el encargo de entenderse con los diputados y concelleres para la redacción de los pactos con que Luis XIII había de ser conde de Barcelona. El martes 26 fué á visitar á los dipu

1 Feliu de la Peña, lib. XX, cap. VI.

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