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gona, sin que de nada valiesen los empeños de la diputación y el haberle ésta rocordado, por medio de su presidente el canónigo Clarís, los compromisos con ella contraídos y los juramentos prestados al rey y á la patria. De todos modos, si de Espernan se comprometió á no hacer armas contra las tropas reales, hizo bien y se portó como hombre de honor.

En este apuro, y perdida la asistencia francesa, mandó hacer Cataluña nuevas levas de infantería y caballería, que con suma brevedad se iban engrosando con la gente de varios puntos, entre ellos Vich, Manresa, Granollers, Tarrasa, Sabadell y todo el Vallés, San Celoni, Hostalrich, Arenys, Mataró y toda la costa de mar. Toda esta gente, con lo demás necesario para la defensa, se enviaba á Martorell, á donde pasó también el Dr. Ferrán, oidor de cuentas de la diputación, con plenos poderes y autoridad para organizar y disponer cuanto creyese útil y conveniente al objeto.

Interin se proseguía con la actividad que el caso demandaba en la fortificación de Martorell, no se descuidaba lá de Barcelona. Vióse entonces á las mujeres y ancianos acudir á ofrecer sus servicios, y, movidos de patriótico celo, á los individuos del clero formar compañías y montar las guardias en las puertas y muralla 1. Diéronse órdenes para reparar las fortificaciones, y envióse toda cuanta gente fué posible á terminar las obras que se habían comenzado en Montjuich para convertir la torreatalaya que allí se alzaba, en una verdadera fortaleza 2. En estos momentos es cuando aparece realmente superior y grande el canónigo Pablo Clarís, quien con ánimo levantado á todo acudía, como cabeza principal del gobierno, siendo esperanza de los unos, consuelo de los

1 Feliu de la Peña, lib XX, cap. VI.

2 Archivo municipal: Dietarios de este año.

otros, áncora de todos y timón de aquella nave que á él principalmente debió la salvación en tan deshecha bo

rrasca 1.

La imprevista retirada de M. de Espernan había obligado al teniente general de Cataluña D. Francisco de Vilaplana, por no perder la poca gente que tenía, á retirarse á Martorell y abandonar á Villafranca del Panadés, en donde estaba reconociendo los lugares vecinos con sólo tres compañías de caballos ligeros. Esto hizo que el duque de San Jorge, que llevaba la vanguardia del ejército real, pudiese adelantar sin obstáculo y ocupar á Villafranca sin oposición, esperando allí al marqués de los Vélez, que con lo restante del ejército llegó pronto y asentó por el momento su campo en aquella villa.

Iban por su parte reconcentrando los catalanes sus fuerzas en Martorell y sus inmediaciones 2; y como se vió que el Dr. Ferrán, oidor eclesiástico, no reunía la suficiente ciencia militar al patriótico y acendrado celo

1 En estos momentos, el día 4 de Enero de 1641, fueron presos en Barcelona D. Pedro y D. Antonio de Aragón, hijos del difunto duque de Cardona, siéndolo, al decir de Feliu de la Peña, para seguridad y en rehén de los embajadores catalanes que estaban detenidos en la corte. El Dietario del archivo municipal, que he consultado, habla en efecto, con referencia al 4 de Enero, de este suceso; pero no dice el motivo, que bien puede ser el indicado por Feliu. El dietario añade que también la duquesa de Cardona fué arrestada en su propia casa, poniéndole guardias de vista. En cuanto á sus dos hijos D. Pedro, marqués de Povar, y D. Antonio, fueron llevados en un coche á las cárceles reales. Con referencia al día 19 del mismo mes, hallo también en el dietario, que por parte del Consejo de Ciento se renovaron las órdenes de tener estrechamente guardados é incomunicados en las cárceles públicas á los dos hermanos, no permitiéndoseles ver ni hablar á nadie.

2 Es preciso tener en cuenta que Martorell era en aquella época el verdadero punto estratégico, pues sólo allí se podía cruzar el Llobregat por medio del puente llamado del Diablo, no existiendo aún el de Molins de Rey, que se de moderna construcción.

que le impulsaba, creyó oportuno la diputación dar el mando del campo de Martorell al diputado militar Don Francisco de Tamarit, general de las armas catalanas, que á la sazón se hallaba en el Ampurdán. Al recibo de su nuevo nombramiento, encargó éste la defensa de aquellas fronteras á los maestres de campo Don Tomás de Banyuls, D. Garao de Alemany, D. Bernardo de Montpalau, D. Antonio Cassador, D. Juan de Senmanat y el vizconde de Joch, y partió para Barcelona, y de allí en seguida para Martorell, con las compañías de caballos del comendador Enrique Juan, el bayle de Falset y Manuel de Aux. Parece que cobró el pueblo más aliento con la llegada de Tamarit, en quien se tenía mucha confianza, y mayor fué aún el regocijo por haber entrado casi al propio tiempo los capitanes franceses Plesis y Serignan con un regimiento de infantería y 300 caballos, enviados por Espernan, no comprendidos en la capitulación de Tarragona 1.

Luego que el marqués de los Vélez hubo descansado su gente en Villafranca, púsose en movimiento, ordenando que la vanguardia se adelantase á tomar el pueblo de San Sadurní de Noya, que era como el antemural de Martorell. Resistió bien el pueblo, confiado en la proximidad del socorro; pero el empeño con que fué embestido por fuerzas sobradas, le obligó á rendirse antes de llegar el auxilio.

Mientras el ejército real se iba adelantando hacia Barcelona, uno de los jefes catalanes, D. José de Biure y Margarit, llevó á cabo una arriesgadísima y afortunada expedición. Hallábase situado en las cercanías de Montserrat con los migueletes de los capitanes Cabanyes y Casellas, y creyó oportuno el momento para acercarse á Tarragona y picar el ejército por la espalda. Parece

1 Melo, lib. V, 32.

que la primera idea de Margarit fué la de intentar un golpe de mano sobre la misma Tarragona; pero como se hallaba ésta con fuerte y prevenida guarnición, decidió dejarse caer sobre la villa de Constantí, situada á una pequeña legua de aquella ciudad, y convertida por las tropas reales en hospital de sus heridos y cárcel de sus prisioneros.

Su empresa fué coronada del mejor éxito, y embestida la villa de noche, hubo de entregarse, lo propio que el castillo, á las primeras luces de la mañana, después de haber ofrecido porfiada y brava resistencia. Melo, cuya autoridad en este punto es innegable por pertenecer á contrarias banderas, elogia el valor de los catalanes en este trance, y cita particularmente el esfuerzo de un sargento catalán llamado Juan de Torres. La empresa hubiera sido más gloriosa si los nuestros, irritados sin duda al recuerdo de las víctimas de Cambrils, no hubiesen manchado el brillo de la victoria con pasar desastradamente á degüello á los enfermos y heridos que se hallaban en el hospital. Refiere el suceso el historiador citado, y con indignación debe reprobarse, que no es bien hacer resaltar las maldades de los contrarios ocultando las cometidas por los propios.

El brillante resultado que dió el asalto de Constantí fué la libertad de 300 catalanes, prisioneros en aquella villa desde la triste jornada de Cambrils.

Al tenerse noticia en Tarragona de lo que pasaba en Constantí, mandóse salir toda la fuerza disponible de caballería é infantería, y tuvieron estas tropas un choque con los migueletes de Cabanyes, encargados de proteger la retirada de Margarit, el cual, conseguido su objeto, abandonó la villa, ya que, por otra parte, su conservación hubiera sido inútil é imposible.

Queda ya dicho cómo se había dado el mando del campamento de Martorell á D. Francisco de Tamarit. Al

llegar este hábil y experto jefe al puesto de honor y de peligro que la patria le confiaba, observó que no había fuerzas bastantes para resistir al ejército castellano, y envió por lo mismo á pedir nuevos socorros á Barcelona. Grande alarma movióse con esto en la ciudad, la cual acudió á todas sus parroquias, conventos, cofradías, gremios y universidad, mostrándose otra vez más el celo y patriotismo de los barceloneses en tan apurado trance, pues todos se ofrecieron al peligro para el remedio de la patria. Los eclesiásticos por sí solos formaron algunas compañías, disponiéndose á salir al campo en defensa de las libertades del país. Presenció entonces Barcelona el sublime espectáculo de ver á los clérigos y frailes abandonar el altar y el coro para empuñar un arma; á los niños, ancianos y enfermos acudir presurosos á solicitar un puesto; á las mismas mujeres presentarse en tropel á reclamar que se las permitiese compartir con los guerreros las fatigas y la vigilancia. Era la hora del peligro para la patria y la libertad, y todos eran iguales en aquel momento supremo, todos rivalizaban en celo y entusiasmo, todos se hallaban dispuestos á sacrificar sus vidas y haciendas en aras de los idolatrados objetos que justamente intentaban sostener.

El día 21 de Enero, por disposición del Consejo de Ciento, se alzó el pendón llamado de San Raimundo de Peñafort, y el mismo día á las once de la mañana partió dicho pendón para Martorell con 400 mosqueteros, entre ellos canónigos, frailes y capellanes, habiendo ya marchado antes mucha más gente, pues que iban haciéndose partir las compañías á medida que se formaban 1.

1 Dice el Dietario del archivo municipal: "A 21 de Janer deliberació del Concell de cent perque se arborás lo pendó de Sant Ramon de Penyafort per socorrer als catalans de Martorell: per est efecte se feu embaxada á Santa Catarina, y se portá dit pendó à benehir al senyor

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