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SECCION IX.

COSTUMBRES De cumana, &c. EN PARTICULar.

EN CUMANA, los habitantes Europeos, y los descendientes de Europeos, por lo general, se ocupan en el comercio; este y Barcelona siendo los puertos en que le hacen.

Los usos y costumbres de estas gentes son muy aliadas á las de sus hermanos de las otras ciudades grandes del Sud de America. Sin embargo una de sus costumbres las mas singular es, la de pasar la mayor parte de sus tardes en el rio, sentados en una silla. El Manzanares, cuya temperatura desciende en la estacion de las inundaciones, mas abaxo de 22° quando el aire está á 33°, es de un beneficio inestimable en un pays donde los calores son excesivos durante la mayor parte del año, y en donde es tan agradable el bañarse varias veces al dia. Los muchachos pasan, como quien dice, la mayor parte de su vida en el agua; todos los habitantes, y aun las mugeres de las familias mas opulentas, saben nadar; y en un pays donde el hombre se acerca tanto al estado natural, la primera qüestion que ponen es, si el agua está mas fria que en la tarde precedente. El modo de bañarse es muy variado. Humboldt dice, "Todas las tardes ibamos á una ter

tulia en los arrabales de los Guayquerias. En las hermosas noches que hacía luna, ponian sillas en el agua; los hombres y las mugeres estaban ligeramente vestidos, como en varios baños del norte de Europa; y la familia y huespedes pasaban varias horas metidos en el agua, fumando, y hablando, segun la costumbre del pays, de la extrema sequedad de la estacion, de las abundantes lluvias en los distritos cercanos, y en particular del luxo de que las Señoras de Cumana acusan á las de Caracas y de la Habana. La compañia no tenia ninguna aprehension de los bavas, ó pequeños cocodrilos, que ahora son en menor numero, y que se acercan de los hombres sin atacarles. Estos animales tienen tres ó quatro pies de largo. En el Manzanares no se hallan ninguno, pero hay muchos delfines, que algunas veces ascienden el rio por la noche, y amedrentan á los que se bañan arrojando caños de agua.'

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Como los habitantes de Cumana prefieren el aire fresco del mar á la apariencia de la vegetacion, no estan acostumbrados á otro paseo que al de la playa. Los Españoles, á quienes acusan de no tener ninguna predileccion por arboledas, ó por el gorgeo de los paxaros, han transportado sus preocupaciones y sus habitos al Nuevo Mundo. En Tierra Firme, en Mexico, y en el Peru, se ve muy rara vez que un natural plante un arbol para que le de sombra; y, si exceptuamos las inmediaciones de las

grandes capitales, los paseos de arboles son casi desconocidos en estos payses.

"He observado," dice Lavaysse, " una costumbre muy extraña entre las mugeres de Cumana: No gastan velos ni guantes. De esta suerte, con talles y facciones las mas agradables y expresivas, tienen un color de cobre. Mientras que me hallaba en Cumana, ofrecí varios pares de guantes á una señora y á sus hijas, á quienes debia varios favores. Los acepto, pero me dixo que ni ella ni sus hijas les podian gastar, pues no era la moda en Cumana; que si una señorita aparecia en publico con un velo y guantes, juzgarian que era una coqueta fantastica, con quien ninguno se casaria; y que tales zarandajas no eran propias sino para los petimetres, y señoritas melindrosas, de Caracas!"

Los habitantes de Cumana son muy corteses; casi se puede decir que lo son demasiado. No hay entre ellos tanto luxo como entre los de Caracas; sin embargo, sus casas estan bien amobladas. Son muy abstemios. Aquellas fiestas y comidas, que forman los encantos de la sociedad en Europa, y que en las colonias Inglesas y Francesas se repiten casi todos los dias desde el primero de Enero hasta el ultimo dia de Diciembre, no se conocen en Cumana, y en las otras provincias de Caracas.

Los Creollos de esta ciudad, que entran en la carrera de las letras, se distinguen por su

penetracion, juicio, y aplicacion. Alli no se ve la misma vivacidad de espiritu que se percibe entre los Creollos de Maracaibo, pero los de Cumana se hallan compensados por mayor porcion de buen sentido y de solidez.

"Las primeras semanas de nuestra residencia en Cumana," dice Humboldt, "se pasaron en verificar nuestros instrumentos, en herbolizar en los campos vecinos, y en exâminar las huellas de los terremotos del 14 de Diciembre de 1797. Admirados al contemplar el gran numero de objetos que á la vez se presentaban á nuestra vista, nos vimos embarazados al principio en la distribucion y plan regular de nuestros estudios y observaciones. Si todo lo que nos rodeaba era digno de inspirarnos el mas vivo interes, nuestros instrumentos fisicos y astronomicos eran tales que en su turno excitaban fuertemente la curiosidad de los habitantes. Nos veiamos á cada paso distraidos por visitas; y, para no descontentar á una gente que se alegraba tanto al ver las manchas de la luna por el telescopio de Dollond, la absorvencia de dos gases en un tubo eudiometrico, ó los efectos del galvanismo sobre los movimientos de una rana, teniamos que responder á preguntas, á veces muy obscuras, y repetir por varias horas los mismos experimentos.

"Estas escenas se renovaron por espacio de cinco años, todas las veces que tomabamos nuestra residencia en los parages donde llega

ban á saber que poseiamos microscopios, telescopios, y aparatos electricos. Era tanto mas fatigante quanto las personas que nos visitaban no tenian mas que ideas confusas de astronomia y de fisica; dos ciencias que en las colonias Españolas se hallan designadas por el nombre singular de "nueva filosofia." Los medio-sabios nos miraban con una especie de desprecio, quando oian que no habiamos traido, entre nuestros libros, el Espectaculo de la Naturaleza por el Abate Pluche, el Curso de Fisica de Sigaud la Fond, ó el Diccionario de Valmont de Bomare. Estas tres obras, y el tratado de Economia Politica del Baron Bienfeld, son los libros extrangeros mas conocidos y estimados en la America Española, desde Caracas y Chili á Guatimala y al norte de Mexico. Ninguno puede pretender al nombre de sabio á menos que no pueda citar sus traducciones; y no es sino en las grandes capitales, en Lima, en Sta Fé de Bogota, y en Mexico, que los nombres de Haller, Cavendish, y Lavoisier, empiezan á remplazar á los que han gozado de una celebridad popular durante los ultimos cincuenta años.

La curiosidad que excitan los fenomenos celestes, y los varios objetos de las ciencias naturales, toma un caracter muy diferente entre las naciones ya civilizadas, y entre las que no han hecho muchos progresos en el desenrollo de sus facultades intelectuales. En los dos esta

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