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ellos toda la riqueza del pays. Les miraban con una veneracion que casi se podia llamar supersticion. Su influxo equivalia á un poder absoluto, del que, sin embargo, no abusaban. Sus prerogativas eran muchas. La mas notable, que es la que ofrece la mejor regla para juzgar de las otras, era la que les daba un derecho positivo é indisputable á las primicias matrimoniales, en casos de casamientos adoptivos ó supernumerarios.

SECCION XXII.

DE LOS GUERRAS.

HOMBRES de esta descripcion, abandonados á su propio capricho y disposicion, no sabian, ni podian saber recurrir á otro medio de ajustar una disputa, que al de las armas. Feroces y vengativos, hallaban en la guerra atractivos desconocidos á un pueblo mas civilizado, y la seguian con tal desesperacion, que antes parecia la saña de una fiera que el valor de un guerrero. La traicion y la perfidia eran entre ellos las principales virtudes militares.

Para agravar los horrores de la guerra, tenian por practica teñir las puntas de las flechas de veneno, asesinar á sus prisioneros, y amenudo devorarles. No era la esperanza del botin la

que les excitaba á empresas militares, pero la sed ardiente de la venganza. Sus enemigos no tenian nada que perder, pues tanto el equipage del general como el del soldado no consistia mas que en una aljaba llena de flechas, una maza, un taleguillo de maiz, y algunas veces una estera. Sus aldeillas no eran sino un conjunto de cabañas miserables sin muebles, las que el enemigo podria muy bien quemar si queria, pero no saquear. De este modo el objeto de la guerra no era la conquista, pero la devastacion; no era la posesion pero la destruccion.

Apesar de su continua devocion por la sangre y la devastacion, nunca se han visto dos exercitos Indianos frente á frente, y en un pays abierto; tan cierto es que la cobardia es la concomitante de la ferocidad, como el valor lo es de la generosidad. En Tierra Firme no habia mas que los Caribes, que habitaban las orillas del Orinoco, que atacasen frente á frente á sus enemigos, y asi adquirieron una reputacion que infundia terror á todas las otras tribus. A su valor debian la tranquila posesion de una inmensa extension de terreno, en la que ninguna otra tribu tenia la osadia de pisar.

Estas guerras horribles continuaron hasta que los Españoles les atacaron en sus respectivas casas. El peligro comun les inspiró, como era natural, la resolucion de unir sus fuerzas contra el enemigo de su independencia. En Tierra Firme, las querellas domesticas no fu

eron, como en el Peru y Mexico, favorables á los Europeos. ¿Pero que ventaja sacaron de todas sus confederaciones? Una destruccion igual al aumento de su numero. ¡ Quantas veces quarenta ó cinquenta Españoles han derrotado quatro ó cinco mil Indios! "Muchos viageros, dice Depons, pretenden que los Indios del Norte de America hacen una resistencia mas noble contra sus enemigos, y que sacrifican sus vidas con mucho denuedo: que estos viageros garanticen el valor de las tribus septentrionales, y yo respondo de la cobardia de las del Sud."

SECCION XXIII.

DE LOS INDIOS CIVILIZADOS.

EL orden natural nos conduce de los Indios que son aun salvages á los civilizados, ó que estan baxo el gobierno de la ley. Hemos visto que el sistema rigoroso que adoptaron los primeros conquistadores, fue inmediamente seguido por una sistema comparativamente suave. La politica del gobierno Español se ha dirigido unicamente á reducir su independencia; y aunque su derecho para esto era no menos problematico que el de esclavizarlos, sin embargo, quando quedo despojado de todo medio coer

civo, se hizo mas tolerable que quando se cometian actos inauditos de crueldad y atrocidad, baxo el impulso de la rapacidad y de la venganza.

Los principales reglamentos de la metropoli para asegurarse de la soberania en America, tendian á prohibir de que los Indios no hiciesen uso de armas defensivas ú ofensivas; á impedirles que hiciesen uso de caballos; á evitar que los Indios aprendiesen el oficio de armeros, ó que viviesen en casas de personas que manufacturasen, reparasen, ó manejasen armas; á obligar á los Indios subyugados á vivir todos en pueblos, en lugar de estar esparcidos por todo el pays; para prohibir que los Indios no pasasen de un lugar á otro, y menos aun para que mudasen su residencia, baxo la pena de veinte lapos en las espaldas del delinquente, y quatro duros acuñados al cacique que lo permitiese ; á impedir á los Españoles, Mulatos, y á aquellos de una raza mixta, el habitar aldeas Indianas, por miedo de que difundiesen ideas injuriosas á la tranquilidad publica.

Todas estas medidas, enteramente inutiles en las provincias de Caracas, hace mucho tiempo que han sido relegadas con todas aquellas inventadas por ingenios especulativos, que se creian inspirados por la sabiduria, quando no estaban mas que baxo miedos imaginarios. La disposicion relativa á la separacion de los Es

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pañoles y de los Indios, era la unica que quedaba vigente.

El primer acto de generosidad de los Españoles hacia los Indios fue, el permitirles elegir magistrados entre ellos mismos. Todas las aldeas Indianas tenian un cacique, que descendia de antecesores distinguidos antes de la conquista, si acaso exîstia alguno; si no, el rey nombraba uno. Una de las qualificaciones indispensables para ser instalado en esta dignidad era, que fuese un Indio sin mezcla de sangre Europea ó Africana.

La legislatura, imaginando que no exercerian su autoridad mas que para el bien de la comunidad, no definió ó circumscribió con bastante exâctitud ó particularidad la naturaleza de su empleo y su extension; pero asi que observó que abusaban vergonzosamente de la confianza que se les habia hecho, no perdió tiempo en asegurar á los Indios contra las injusticias de sus gefes.

En las provincias dependientes de Caracas, todos los pueblos Indianos que tubiesen mas de quarenta casas, se les ponia baxo la autoridad de un cabildo ó municipalidad, compuesta de dos alcaldes Indios, y de regidores.

La jurisdiccion del cabildo se extendia á toda especie de materias de policia. El principal cuidado que le era impuesto por la ley, era el reprimir la embriaguez, la impiedad, y toda especie de licencia; pero tal era la corrupcion

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