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que es bueno, noble y generoso. ¿Quereis un poeta? No lo busqueis entre aquellos que no saborearon los besos maternales, cuya cuna se meció por manos estrañas: habrán crecido, se habrán hecho hombres, tendrán si se quiere llena la cabeza, pero vacío el corazon. El entusiasmo les será desconocido, porque en su pecho estará seca ó ciega la fuente del sentimiento, de donde brota todo lo que arrebata y todo lo que conmueve. ¿Quereis un orador? Sin la sensibilidad se tendrá la elocuencia de las ideas, pero no se parece á la elocuencia de los afectos; se llegará á alcanzar una palabra árida, descarnada, fria por lo razonadora, premiosa tal vez por los esfuerzos impotentes que se hacen para animarla, pero no se consigue la elocuencia arrebatadora y entusiasta, cuyo gérmen solo puede inspirar en la infancia el soplo vivificante de una muger. ¿Buscais, por último, un hombre de bien? Hasta la virtud se inspira por el aliento materno; y el que no lo haya percibido sobre sus labios, tendrá esa virtud adusta, inflexible, casi salvaje, que se practica pensando solo en que es una obligacion, pero sin acordarse de que es un placer. Es necesario haber sonreido á la vista de la sonrisa materna, haber estampado muchas veces nuestras manos infantiles sobre los labios de aquella que nos dió el ser, para que el corazon adquiera esa sensibilidad, esas espansiones de amor, de que nace luego la virtud con todos sus encantos y con todo su enternecimiento.

Si; porque una madre es el simbolo y la personificacion de la Providencia. Es el ángel que el Señor envia á cada niño para que cuide de su vida, para que lo cobije bajo sus alas y le muestre con su dedo el rumbo que debe seguir en los tortuosos senderos de la vida.

Si pensáramos en lo que es una madre; si recordáramos los sacrificios, las penas y las lágrimas que debemos á su tierna soHicitud, viviríamos siempre pegados á su sombra, como antes hemos vivido pendientes de su pecho. Pero sopla luego el viento abrasador de las pasiones, olvidamos lo que merecia una gratitud mas permanente y mas oficiosa, y trocamos un cariño tan in

tenso y tan dulce por los haiagos tal vez mentidos de otras mugeres, que empiezan por quitarnos el reposo y alguna vez acaban por robarnos para siempre la felicidad. La ingratitud es la marca que el génio del olvido ha impreso sobre la frente del hombre, como antes el Dios de la creacion imprimió sobre la de Cain la señal execrable de su pecado.

Yo perdí á mi madre cuando mas podia necesitar de ses consejos: perdí al práctico, cuando mi nave estaba mas espuesta á romperse contra los escollos, porque entraba en la juventud, y sentia la agitacion que anuncia las grandes borrascas. A la primera noticia de su enfermedad crucé los mares, y vine á colocarme al lado de su lecho mortuorio. Sus pesares y la idea de mi peligro precipitaron su muerte. Yo no habia venido á buscarla sino para cerrarle los ojos y recibir las últimas lecciones de sus labios moribundos.

Despues de ocho dias pasados en la inquietud de mi dolor, quise volver á verla. Hubiera mirado como una profanacion sacrilega aquella tentativa si se hubiera tratado de otra muger y de otros amores; pero se trataba de mi madre, y crei que lo piadoso y tierno del designio purificaba el hecho, y hasta lo santificaba. Removí la tierra que cubria su cadáver, abrí su ataud, y contemplé por la última vez con un estupor sombrío aquel rostro que la muerte no habia desfigurado todavía. Yo estaba casi pegado á él; pero nos hallábamos separados por un mundo entero La eternidad habia estendido entre los dos su velo impenetrable. Las lecciones mudas de la muerte son las mas persuasivas; las de una madre convertida en polvo tienen una elocuencia terrible, cuyos ecos no borra el tiempo con sus alternativas ni con sus rumores. Cuando se pisa una tierra sembrada de tumbas á la claridad de la luna, y en el pavoroso silencio de la soledad, un temor religioso se apodera de nosotros, y nuestras ideas son á la vez espanto y presentimientos; pero cuando lo que se registra con ojos ávidos y henchidos de lágrimas es el féretro de una madre, no puede decirse lo que se siente, porque el dolor ahoga al sentimiento.

Coloqué el cuerpo de mi madre en un sitio separado, donde supiera al menos que podia dirigir sin miedo de equivocarme mis miradas y mis suspiros, porque aun para los muertos debe haber un sentimiento de celos y de fidelidad que forma la religion de los corazones.

Aquella visita fúnebre decidió tal vez para siempre de mi carácter. Desde entonces, melancólico y opaco, porfiando por hacerme una soledad en medio del mundo, de sus ruidos y de sus quimeras, aquel recuerdo lúgubre ha venido á acibararme hasta la copa embriagadora de los festines. La Sagrada Escritura nos dice que Isaac amó tanto á Raquel, y gozó tanto placer en sus brazos, que llegó á olvidar la muerte de su madre. Isaac habia conocido á su madre viva, pero no la habia visto como yo despues de muerta.

Mas hé aquí un enigma de la naturaleza. ¿Por qué algunas almas, que acaso no se diferencian de las demás sinó en lo visionarias y ensoñadoras, aman lo mas estraordinario y acerbo, obedecen á cierta fuerza centrifuga y se lanzan en alas de una imaginacion siempre delirante en busca de lo desconocido, y tal vez de lo infinito? ¿Por qué giran su vuelo á las esferas mas distantes, como el águila que se esconde á nuestra vista, para mecerse como ella entre las nubes y las tempestades? ¿A qué abandonarse asi en ese espacio sin límites, en ese océano sin riberas, en ese tiempo sin fin? ¿Qué atraccion tienen para esos corazones los secretos que busca el pensamiento en sus jiros de anhelacion y de esperanza? Yo no lo sé; pero creo que el alma, como el cuerpo, tiene sus movimientos necesarios y casi instintivos. Y no lo sé, porque el hombre en su fatigosa carrera tropieza á cada paso con el error, vacila continuamente en la duda, alcanza la certeza con mucha dificultad y casi nunca llega á la evidencia... ¿Qué es la ciencia? Las pocas y casi imperceptibles líneas que separan á los hombres en su magnitud intelectual, en el conocimiento de los principios de convencion que los mismos hombres han establecido guiados por su orgullo ó fascinados por su interés, tal vez perdiéndose su razon entre las sinuosidades del

camino que seguian, ó engañándola mas bien los imperfectos medios que tenian á su alcance. ¿Qué son los sentidos, qué son las opiniones, ó qué son las combinaciones mentales sobre que descansan? Vidrios tenidos del color que les dá la educacion, las prevenciones y los hábitos, colores que reflejan sobre las ideas, y que las hacen tan diferentes para cada uno de nosotros. Las impresiones y los juicios; estos dos puntos de partida ó de elaboracion del pensamiento trasporan frecuentemente el error, y en él respiramos como si fuera nuestro natural elemento. ¡Cuántas veces en las impresiones como en los juicios tomamos la apariencia por la realidad! Se creia que el planeta en que vivimos estaba inmóvil y como enclavado en su eje, y despues se ha visto que jira sin cesar sobre ese foco de luz y de fecundidad que lo anima y calienta. Nos parece que la bóveda de los cielos tiene una construccion sólida como la techumbre de un grande edificio; y sin embargo, son los vapores, es el éter difundido por el espacio el que produce nuestra ilusion. Creemos que los astros que ostentan su luz imperecedera en esa bóveda inconmensurable asemejándola á un manto sembrado de brillantes y de perlas, están enclavadas en él; y no obstante, jiran en sus movimientos con la misma libertad con que un caballo sin freno corre por la llanura. Creemos que el sol es el padre de todos los astros, el mayor y el mas distante de nosotros, y á pesar de nuestra creencia hay otros mayores colocados á una distancia infinitamente mayor tambien, como si la mano del Eterno quisiera ponerlos fuera del alcance de nuestra vista, para impedir así la impresion de nuestro terror y de nuestro asombro. Hállase la aguja náutica, y se cree que por una simpatía oculta, por un instinto misterioso su direccion se encamina fijamente al Norte; y sin embargo, hay una declinacion sensible en ese rumbo, y la regla no puede aplicarse en todo su rigorismo. El hombre proclama verdades desde el trono de su insensata vanidad, y hasta las verdades mas absolutas pierden este carácter en el campo de la aplicacion. Hasta los números en medio de su autoridad inflexible ceden á modificaciones

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al entrar en la esfera de las combinaciones humanas. Una hora no tiene la misma duracion para todos los individuos. Es un instante para el que goza, y un siglo para el que padece. ¿Qué orgullo, pues, podrá poner el hombre en sus medios y en su saber? El que pudiera poner en su magnitud un insecto que mirase su sombra al pie y en comparacion de las enormes montañas de los Andes ó del Cáucaso. Y no obstante, para obtener en último resultado esa ciencia, es para lo que atormentamos desde el principio á la niñez.

¿Mas qué es lo que hace á está tan feliz? La inocencia y la imprevision.

La inocencia es el aroma de la flor que embalsama el aire con su fragancia. Es la linfa cristalina de la fuente que retrata el rostro de la persona que la mira; es la luz que en la cuna del mundo desterró al caos, y formó el tercer prodigio de la creacion. La inocencia perpétua seria la perpétua felicidad; pero el conocimiento de la vida, de los hombres y del mundo, viene á destruirla, como la piedra arrojada al fondo de un lago trasparente, revuelve y enturbia sus aguas.

En cuanto a la imprevision, que es una falta y un mal en la edad adelantada, es acaso el mayor bien en los años alegres de nuestra existencia. La pesadilla del hombre reflexivo es el mañana, y para la adolescencia y la niñez, el mañana es solo el signo de las esperanzas, la cita de los juegos y de los placeres. Ese mañana que amenaza siempre, y no llega nunca; colocado á nuestra vista, no para pasar, sino para reemplazarse como los horizontes que descubrimos en un viaje, como las olas que el viento arroja sobre la playa, es ciertamente el verdugo del corazon. Si se espera una ventura, la impaciencia inquieta á la felicidad; si se teme un mal, la imaginacion lo reviste de formas gigantescas, y lo presenta al pensamiento del modo mas terrible y pavoroso. Hé aquí la esplicacion de un fenómeno tan estraño como comun. Un porvenir sombrío asusta y estremece, y sin embargo, suele soportarse con serenidad cuando llega á herirnos con su golpe. La incertidumbre y el temor que le acom

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