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los polvorosos restos del Herculano, creo que me esperarán en pié aunque yo retarde algunas semanas mi visita.

-Si, contestó el jóven incorporándose en su lecho y abrazándome con una violencia estraña. Amigos y hermanos hasta la muerte. El plazo no es largo, añadió tomando de nuevo su actitud meditativa, y se reclinó sobre la cama, volviendo el rostro á otra parte para que yo no viera el llanto que le inundaba.

Detuvimonos en aquel punto hasta que se repusieron algun tanto las fuerzas de mi amigo, y despues seguimos nuestro viaje hácia donde tenia su familia, reducida ya solo á su madre. Despues de una marcha lenta y fatigosa, al declinar de una tarde apacible del otoño, llegamos á una altura, desde la cual descubrimos un dilatado y hermoso valle. La vista de aquel sitio produjo en el jóven una conmocion estraña, y yo temí por un instante un retroceso funesto. A poco detuvo su caballo, y dirigiéndome una palabra persuasiva y suplicante:

-Oye, me dijo: vas a hacerme un favor, para mi de mucho mas precio que cuantos pudieras dispensarme. En aquel edificio aislado habita mi pobre madre, y la infeliz no me espera ni está preparada para el golpe que vá á recibir. Ella no podria creer que el destino le enviara de nuevo á su hijo por los cortos dias que la muerte quiera dejárselo al infortunio. Tú, amigo, no puedes formarte una idea de cuánto quiero yo á mi madre. Aun siento en mis labios con cierto estremecimiento los besos suaves ó arrebatados de los suyos, y aun resuenan en mis oidos sus dulces palabras acompañadas siempre de caricias. No creia entonces que estos labios se mustiaran tan pronto, ni que tan pronto se paralizaran los latidos de un corazon que tantas veces ha palpitado contra el seno maternal. Adelántate y prepárala para mi vista. Presta este servicio á la amistad y á esa desvalida anciana, á quien amno sobre todas las cosas de la tierra.

Aquí vaciló, se detuvo un instante como si estuviera arrepentido de lo que acababa de decir, y con marcado rubor añadió:

-Prepara á esa pobre anciana, á quien amo entrañablemente. Este cambio de espresiones fué para mí una revelacion. Me dispuse à partir, estreché la mano que mi amigo me alargaba, y me estremecí al notar en su contacto la fiebre de la tísis. Ya me habia separado algunos pasos cuando me llamó de

nuevo.

—Entra, me dijo, por la puerta del jardin; porque asi tu aparicion puede tener un pretesto y parecer menos estraña. Todas las flores y todos los arbustos que hay allí han sido plantados por mi mano. Yo me embriagaba con el perfume de las primeras cuando me entregaba á los placeres de la infancia, y á la sombra de los segundos he sentido mas de una vez las emociones delirantes y los éxtasis ardientes de mi juventud. Diles que les traes el cadáver del amigo que las cuidaba.

Cada palabra que salia de aquella boca moribunda era una flecha que atravesaba mi corazon. Llegué al jardin; la casualidad hizo que encontrára en él á aquella señora venerable sentada á la sombra de un plátano, y sumida al parecer en hondas meditaciones. Acaso en aquel instante pensaba en su hijo, que tenia tan cerca sin poderlo presentir. Empecé mi conversacion con mil rodeos sin que me fuera dado calcular á dónde me llevarian. Pero el amor maternal lo adivina todo.

-Mi hijo ha muerto, esclamó con una voz entera y casi desesperada. Su fisonomia tomó de pronto una animacion increible, púsose en pie con un movimiento rudo y casi salvaje, y sus ojos lanzaron un resplandor siniestro parecido al fulgor del rayo en medio de una noche tempestuosa.

-No ha muerto, le contesté cogiendo sus manos trémulas y descarnadas, que hubiera creido ser de una muerta, si no me hubiera abrasado su contacto.-No ha muerto, repeti: vive y está muy cerca de vos, aunque débil y convaleciente de una grave enfermedad; y solo ha retardado su llegada para que yo viniese á prepararos con esta nueva.

-Bendito seais, Dios mio, dijo en alta voz y bañada en lágrimas.

Se arrodilló y dirigió una plegaria al cielo: en seguida empezó á dar órdenes para que saliesen en busca de su hijo, y yo estaba pasmado al ver cómo corria de una parte á otra con una agilidad que acaso no hubiera tenido en su primera juventud. Aquello era un cadáver galvanizado. La reaccion debia venir muy pronto, y asi fué, que cuando se preparaba á partir con sus criados, cayó en mis brazos desfallecida. Entonces vió marchar la comitiva con una alegria mezclada de dolor, y sin duda en medio de su resignacion y su piedad maldijo por la primera vez sus años y sus achaques que no le permitian ir al punto á donde volaba su corazon.

Pronto volvieron los que habian partido, trayendo sobre una silla de manos á mi desfalleciente amigo, que descollaba como la azucena que deja ver todavía su cabeza despues de haber sido tronchada por el huracan. Su rubia cabellera caia en bucles pcr su blanco y hermoso cuello, sus ojos parecian reanimados por la esperanza, y por sus labios descoloridos vagaba una sonrisa celestial. Cualquiera que le hubiera visto lo habria tomado por el génio de los bosques cuando recorre las florestas en medio de una noche alumbrada por la luna, para comunicarles su dulzura y su melancolía.

Su madre salió á su encuentro y lo estrechó entre sus brazos. Primero lo colmó de besos y despues lloró mucho tiempo. Lanzóme entonces una mirada de muda reconvencion, y en verdad que era justa, porque yo no le habia pintado todo el peligro de su hijo. Colocóse á este en un lecho, y partieron á escape algunos criados para traer los médicos que gozaban de mas crédito en las inmediaciones.

Yo temia que aquella escena volviese á poner en riesgo la vida de mi amigo; pero afortunadamente pasó muy tranquila la noche, durante la cual no me separé de su lado. Inútiles fueron mis instancias para reducir á aquella buena anciana á que se entregase al reposo. Entraba con suma frecuencia en el cuarto en que se habia colocado á su hijo; echaba ante todo sobre mí una mirada indagadora; despues tocaba suavemente la

frente del enfermo, se inclinaba sobre su boca para medir sus respiraciones, estampaba un beso imperceptible en los labios. entreabiertos, y ayudada de su doncella iba á arrodillarse ante una imágen de la Vírgen que se veia en un ángulo de la sala. Afecto, piedad, temor, gratitud, esperanza, todo se veia en aquel cuadro retirado y mudo, y no parecia posible que en tanto hubiese por fuera un mundo de ruido y profanacion que se moviese al compás de sus ambiciones y de sus locuras.

Por la mañana llegaron los médicos y auguraron bien del estado del enfermo. Este cuando los vió salir estrechó mi mano y me dijo:-¡Cuánto se engañan! Ni mi enfermedad ni mi remedio están en sus libros. La fiebre se cura; pero la llaga que yo tengo aquí es incurable; y puso sobre su corazon mi mano que tenia asida.

Sin embargo de estos tristes presentimientos, la salud de mi amigo fué mejorándose notablemente durante los ocho primeros dias. Todas las tardes apoyado en mi brazo paseaba conmigo por el jardin.-¿Qué te parece de esta estacion, Emilio? le preguntaba yo para distraerle. ¿Es verdad que es hermosa y que inspira una melancolía dulce y agradable? Ese sol que alumbra sin ofender; esos árboles que inclinan suavemente sus copas al soplo ligero de las brisas que juguetean entre sus ramas; esas tintas pálidas que van tomando las flores como si recordáran con pena los perfumes que han exhalado; esos pájaros que dejan oir un canto mas lento en que hay algo de misterioso y de una tristeza indefinible; esas otras aves viajeras que nos envian desde los aires el adios de su despedida; esos arroyos que dejan escapar en su curso un sonido lúgubre como si presintieran las turbulentas avenidas que van á encenagarlos; esa naturaleza, en fin, que parece entonar un himno solemne al Criador de tantas maravillas, y que empieza á desnudarse para dormir su largo sueño hasta la próxima primavera, todo este admirable conjunto envia al corazon ideas, sentimientos y recuerdos cuyos ecos van á perderse en la eternidad. Sí: esta estacion es la del pensamiento, y sin duda tambien la del amor no de ese

amor que gira solo en el vacío, y que no tiene otro gérmen ni otro alimento que los delirios de la fantasía; sino de ese otro amor puro, inefable, inmortal, que Dios envia al hombre en las rápidas horas de una existencia afortunada.

-Yo solo pienso, me respondió Emilio, en que empiezan ya á ponerse amarillentas esas hojas, y que bien pronto vendrán á tierra y quedará el árbol desnudo. Si alguna vez pisas las que caigan alrededor de mi sepulcro, su crugir pavoroso te parecerá que es un quejido lastimero que yo te envio. Piensa entonces en mí, y pide al cielo que me conceda mas tranquilidad en mi descanso que la que me ha concedido sobre la tierra........

-No te entregues, le dije, á esas reflexiones, que me desgarran el alma. Cada dia avanzas en tu convalecencia, y bien pronto habrás recobrado enteramente la salud. Yo me quedaré aquí con vosotros. Plantaremos flores, criaremos pájaros, pintaremos cuadros, á lo que me han dicho tienes suma aficion; y cuando se abran para mí las puertas de la patria, tú te vendrás conmigo para que te conozca mi madre, tan parecida á la tuya, y que tiene tambien un hijo tan tierno y solicito como tú.

-No, me replicó vivamente, y con un acento de profunda amargura. Yo no volveré jamás á España; y sin embargo no puedo maldecir á ese pais en que he gozado tanta felicidad.... Apresuremos nuestra vuelta á la casa, porque me siento peor.Con efecto, noté que la fisonomía de Emilio se habia alterado; y recordando la emocion que esperimentó en la diligencia al oirme decir que era español, comprendí que de aquel pais venian todos sus pesares, y me arrepentí, aunque tarde, de mi segunda imprudencia.

Al dia siguiente recibimos el correo, y con él la noticia de haberse dado por el gobierno español una amnistía para los emigrados políticos, lo cual me alianaba desde luego el camino del regreso. Yo me propuse, no obstante, permanecer entre aquella desgraciada familia, hasta que el triste drama que se estaba representando á mi vista llegase de uno ú otro modo á su término. Mi amigo tambien recibió cartas de España. Solo me dijo

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