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por entonces que eran atrasadas; pero es lo cierto que debieron causarle una emocion terrible, porque desde aquel punto fué empeorándose el estado de su salud. Al sétimo dia de esta recaida, el médico me encargó que separase del lado de Emilio á su madre, porque era de temer que muriese aquella misina noche. Lo conseguí despues de mil instancias y ruegos, y me propuse pasar las horas haciendo compañía á aquella anciana desolada.

A poco rato entraron á llamarme de parte de Emilio.

-Toma esa llave, me dijo: abre con ella el baul que tiene candado, de los que yo traia en el viaje. Dentro hallarás un manuscrito tráelo, que tengo que hacerte algunas prevenciones.

Luego que lo recibió de mi mano, echó sobre él una rápida ojeada, y volviéndomelo á entregar, añadió:-Léelo sin perder una hora, porque no deben ser muchas las que me quedan de vida. Ahí hallarás mi historia, bien desgraciada por cierto. Pero no. Los hombres pacíficos y algun tanto oscuros como yo, aun cuando tengan virtud, no tienen historia. Para tenerla se necesita ser un personaje ruidoso, aunque este ruido se haga sentir en las lágrimas y la destruccion del género humano. La historia nos ha conservado cuidadosamente el nombre de Sila por sus proscripciones; el de Claudio y Caligula, porque fueron tiranos y verdugos, y el de Neron por sus crueldades y porque hizo matar á su propia madre. En nuestra época la historia ha enaltecido á Napoleon, porque segó una generacion entera, porque tomó posesion de la Europa, como un señor feudal de sus castillos, y porque escribió su nombre con precipitada mano sobre las pirámides de Egipto, á la manera que el peregrino escribe el suyo en las paredes de un monasterio que encuentra en su tránsito en el desierto, y que no ha de volver á ver. La historia se inclina siempre ante los que obtienen el poder, sin pedirles los títulos ni examinar el modo en que lo ejercen. Así han llegado hasta nosotros las llamadas hazañas de tantos conquistadores que han sido azotes lanzados sobre los pueblos por el brazo de Dios en los terribles instantes de su cólera. Para el filósofo sin preten

siones y sin renombre que vive separado del mundo, sin que con él tenga otros lazos que los de la filantropía, ni otro comercio que el de los beneficios que le dispensa, para ese la historia se desdeña de tomar la pluma. Yo no tengo historia; pero como quiera que sea, lee ese manuscrito y vuelve á verme en el momento que lo hayas concluido. Entonces moriré consolado, porque te habré satisfecho una deuda de amistad con mi confianza, y tambien porque podré pronunciar en tu presencia el nombre que adoro, y oirlo repetir por la boca de un hermano.

El manuscrito que me entregó, es el que ahora doy á luz. Mucho tiempo he vacilado antes de decidirme à publicarlo.-Bastantes lágrimas hay en el mundo, me decia á mí mismo; no queramos aumentarlas.-Pero esta consideracion debia ceder á una verdad harto dolorosa. ¿Por ventura, el mundo de hoy es el mundo del sentimiento, ó el mundo del egoismo? ¿El mundo del candor, de la buena fé, de la sinceridad y de los tiernos afectos; el mundo de la hidalguía y del honor en la conducta de los hombres; ó es, por el contrario, el mundo que ha capitula do con los deberes y con la conciencia; el mundo de los goces materiales, y que se agita y canta en orgías abominables al compás de los ayes de los muchos desgraciados que lo pueblan? No: no temamos hacer llorar con la relacion de las desgracias de un mortal que pasó ignorado y desapercibido, porque el mundo no es ya un niño tímido é impresionable, sino un viejo escéptico que ha perdido á un tiempo la sensibilidad y la fé.

Una advertencia quiero añadir. Conozco la gran desventaja para el escritor de colocar la accion en tiempos inmediatos á los lectores y en lugares que les son conocidos. La familiaridad con los sitios y con las épocas es un obstáculo á las impresiones fuertes, y destruye todo el encanto que la distancia produce por sí sola hablando á las imaginaciones. Y sin embargo, yo no he vacilado por esta consideracion; porque á pesar de esta desventaja, he preferido pintar algunos lugares de mi hermosa patria, y cantar el génio y la belleza, tan comunes en sus mugeres. Chateaubriand se propuso en Atala y en Velleda ofrecer

tiempo, que ha de huir con ella. Si presentimos una desgracia, queremos salir de la incertidumbre, y añadir al mal la fuga del tiempo que nos lo envia. En los rigores del invierno ansiamos la apacible serenidad del estío; y en las horas de este suspiramos por la caida de las hojas; por esa estacion de éxtasis y de melancolía que hace sentir al alma las emociones de la ternura y del recogimiento. No es nuestro mas que el momento de la actualidad, y le odiamos siempre para dirigir nuestras invocaciones á ese Dios desconocido que el porvenir nos oculta, envuelto con su manto impenetrable. ¡Tal es el hombre y tales son las contradicciones de ese indescifrable enigma!

Y á la verdad que no debiera estremecernos tanto la idea de morir. La muerte á los ojos del filósofo, no es mas que el término de la vida; y la vida es harto amarga y miserable para que podamos entristecernos por su pérdida. Todos los dias, á cada instante estamos muriendo, porque á cada paso perdemos algo de nuestro ser, algo de nuestras ilusiones, algo de nuestros cariños, algo de nuestras amistades, algo de ese todo que forma la vida en su conjunto. Esta es la representacion de un drama que camina siempre á su desenlace, y cuyas decoraciones van pasando entre los aplausos ó los murmullos. Los actores van desapareciendo tambien uno despues de otro, y el fin del espectá culo no es mas que la caida del telon.

Yo por mi parte no temo á la muerte, y muchas veces la invoco en el malestar de mi existencia. Cuando llegue, creo que la saludaré con aquellos versos de Yung:

¡Oh muerte! en tu contienda con la vida
Has salido triunfante y vencedora;

Me doy el parabien de tu venida ;

Mi corazon te implora.

Lo único que sentiré serán los padecimientos que frecuentemente la acompañan. No soy de la escuela de aquellos filósofos que decian al dolor:-Nada tienes para nosotros de malo.—

Este era el desafio del miedo, la jactancia de la cobardía, una ridícula esclamacion de la vanidad y de la miseria. Era sofocar un grito para sentir una desesperacion.

Pero en los niños se observa el fenómeno de querer apresurar la marcha del tiempo mas que en las otras edades. Su deseo inquieto y permanente es el de llegar á ser hombres. ¡Inocentes! ¡Si supiérais lo que quereis! Quereis trocar el bien por el mal, la alegría por el dolor, la paz por las inquietudes y el eden por el infierno. Quereis arrojar vuestros dias de dicha y de esperanza á esa gran sima que todo lo traga, como arrojais al viento las cometas fabricadas por vuestras manos. No pensais que en estas recojeis el hilo cuando os cansais y en que el tiempo que huye no vuelve nunca.

Pero volvamos á la educacion de la infancia. ¿Es preferible apresurarla amontonando las ciencias, las enseñanzas y los preceptos en cabezas tan tiernas y delicadas, en que el volúmen es siempre la confusion, ó da mejores resultados esperar á que la razon aparezca y se desenvuelva, esperar á que el pensamiento sirva de guia al pensamiento y la inspiracion caiga del cielo, en vez de llamarla y casi forjarla con nuestra voz perdida é impotente? Ejemplos podrán presentarse en favor de uno y otro sistema; pero yo veo que los grandes hombres se han formado casi por sí mismos, que son una planta espontánea que crece y se desarrolla á la vista del mundo admirado cuando la mano de la Providencia la ha dejado caer sobre la tierra. El génio se revela en las ciencias como en las artes. El pintor que atenido á las reglas no haga mas que copiar cuadros que otros trazaron, no dará nunca esos golpes atrevidos y felices que valen una reputacion y una fortuna. La inspiracion nos viene de adentro, y no la enseñan ni los libros, ni los hombres.

Pero lo que sí es una gran ventaja es haber recibido las primeras impresiones en medio de los campos, ó lo que es lo mismo, en el seno de la naturaleza. La sociedad proporciona á un niño distracciones; la soledad le envia pensamientos. En aquella se goza, en esta se siente. En la primera todo se sujeta á

la costumbre; ea la segunda todo es libre y primitivo. Allí hay enseñanza, aqui hay inspiracion. Allá es el niño lo que son los otros, acá es él y solo él. Allí se vacia en un molde preparado, aquí no tiene mas guia que su alma, ni mas moderador que su corazon, ni mas consejero que su conciencia, ni mas limites. que los del pensamiento, ni mas cuadro que el de la naturaleza, ni mas pincel á la vista que el de Dios, que ha trazado millones. de maravillas sobre el gran lienzo que forma el universo. Los libros enseñan las formas del pensamiento; pero este está en nosotros, y se desarrolla en nuestras cabezas mejor que á la vista de unos renglones impresos en papel frágil y reducido, á la presencia de ese gran libro que ha escrito el supremo Hacedor, en que cada línea es un alarde de su omnipotencia y cada letra un portento que abisma nuestra pequeñez. En las sociedades, el alma y el corazon duermen al compás de los arrullos del mundo; en la soledad el alma y el corazon velan, se mueven, gozan, respiran libremente, sienten y lloran, y sus lágrimas son el rocío bienhechor que hace brotar el gérmen de los grandes hombres: no esa grandeza equívoca ó comprada, frecuentemente confundida con la impotencia ó con la miseria, sino la grandeza de los instintos, la elevacion del espíritu, la virtud de la abnegacion, el vuelo del génio que se separa del mundo para remontarse á los cielos, que son su mansion privilegiada. ¿Dónde recibió Chateaubriand ese soplo de inspiracion que dá á sus obras un valor que no perecerá? En los bosques de Combourg. ¿Dónde empezó Lamartine á fabricar sus pensamientos, esos pensamientos que son una contínua y sentida poesía que habla siempre al corazon por medio de las imágenes? En los campos de la pequeña aldea de Milly, donde corria su infancia ociosa y descuidada. Los hombres forman á los niños á imágen de la sociedad en que viven, pero solo las soledades pueden formar hombres por el sentimiento; hombres verdaderamente á la imágen de Dios.

Pero no es solo que el retiro engendre al pensamiento, que debe recorrer el mundo como una saeta el espacio, para poblar

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