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tuviera yo madre! La pobre fué muy desgraciada, y en mis brazos y bañada en mi llanto exhaló el último suspiro que la libró del infortunio. Murió; pero no para mí, que siempre la veo y siempre la lloro.

Todavia es para sus restos inanimados mi primera visita cuando vuelvo á los sitios que guardan su tumba. Allí, entregado á una pena acerba, repaso y beso los huesos queridos, única prenda que me queda de la muger que tanto amé. Y cuando cediendo al destino que me lleva de una parte á otra como la hoja seca del bosque, tengo que dejar de nuevo aquellos lugares santificados por el dolor, en las altas horas de la noche que precede á mi partida, me dirijo poseido de un temor religioso al cementerio, y á la pálida luz de la luna, ó al resplandor opaco de la linterna del sepulturero, resuena la tierna despedida que el polvo vivo dirige al polvo callado y muerto. La pena tiene tambien su culto, y los recuerdos forman una especie de religion para las almas sensibles.

La jóven se iba reanimando mientras yo hablaba, y parecia escucharme con sumo interés; pero su compañero, pasando de la aparente calma á nuevos trasportes, me dijo con aire de desprecio:-Estranjero, tú serás esperimentado y sábio entre los hombres; pero nunca serás mas que un estúpido entre los amantes. ¿Hay por ventura algun derecho comparable á los que dá el amor? Esos instintos de que participa el bruto como el hombre; esos lazos de la naturaleza, que la naturaleza forma por sí sola, sin que nosotros nos apercibamos siquiera por qué nos preceden en el camino de la vida; esos afectos ponderados que en su mayor parte son hijos de la educacion y de la costumbre, ¿pueden admitir paralelo con los tiernos enlaces que por sí y para sí establece el corazon? No; de ningun modo.-Despues pasando su fisonomía de la espresion del furor á la de la calma, cogió la mano de la jóven, y le dijo con inesplicable dulzura:-Vámonos en busca de la felicidad.

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Aquella muger combatida, necesitaba hacer el último esfuerzo.-Tú sabes cuánto te amo; le dijo con un acento el mas

afectuoso: tú sabes cuánto he sufrido por tí; porque en medio de mi estudiada reserva, ha salido, no pocas veces, mi dolor al labio. Yo necesitaba decirte mil ideas, mil pensamientos de amor; hacer el último sacrificio, y conozco que no debo. Este es el secreto de mi tormento. No quiero prometerte lo que no estoy dispuesta á hacer, ni darte palabras imposibles de cumplir. Tú has hecho nacer en mi alma un amor ardiente, y este amor me quitará la vida; pero te lo juro: no me hará jamás indigna de mí á tus ojos ni á los del mundo. Deseaba ser amada, porque no lo habia sido nunca, porque no habia podido encontrar el amor que soñé; pero jamás degradaré la pasion mas noble y mas santa. No seré yo quien abandone á mi madre, ni quien llene de luto sus cansados dias, ni quien la lleve al sepulcro en agradecimiento de la vida que me dió. Sé bien que sin tí moriré de dolor; pero prefiero esta vida de víctima á causar la desgracia y la muerte de una persona que me es tan querida. Es una gran desgracia la mia. Amarte con delirio, y tener que rechazar constantemente tu amor. Nada mas tengo que decirte, y el cielo sabe con la pena que pronuncio estas palabras.

El desconocido la escuchaba en silencio y como pasmado. Dejó caer la cabeza sobre el pecho, se entregó á una ineditacion profunda, y despues de algunos instantes, sin pronunciar una palabra, sin mirarnos siquiera, partió, y se alejó lentamente. Aquella era la desesperada resolucion de un dolor concentrado.

La jóven le siguió con la vista hasta que la espesura de las matas le robó enteramente á sus miradas. Entonces dejó caer los brazos que adelantaba hácia él como si le llamase, se apoyó en el tronco de un árbol, y se entregó al llanto mas amargo que ha tenido jamás una muger. Yo procuré en vano consolarla, y despues la acompañé hasta donde me lo permitió. Concluida esta desagradable escena, proseguí mi camino.

Habian pasado ocho dias, cuando me hallaba de vuelta en el pueblo mas inmediato. Retirado en el cuarto de una posada,

pensaba en aquel doloroso encuentro, cuando entraron á decirme que habia llegado una persona que deseaba hablarme. Al verla, conocí que venia encargada de alguna mision penosa. Entonces me dijo que el jóven de quien he hablado habia muerto, y encargado que me entregasen unos papeles á mi regreso. Añadió tambien que la muger de sus amores se habia retirado á un convento, y que combatida por el pesar habia perdido la razon. Recibí aquel triste legado y fuí á desempeñar el encargo que me confiaba la desgracia.

Largo rato tuve que aguardar esta imponente entrevista. Nada afecta tanto al hombre como los infortunios causados por el amor. Al fin se dejó ver aquella desventurada. Su hermosura habia desaparecido; su color de rosa se habia trocado por una mortal palidez, y sus ojos, antes tan vivos y penetrantes, no presentaban ya otra cosa que la espresion del abatimiento. Al descubrirme paseó sus miradas indiferentes por toda la pieza; y despues fijándolas en mí, me dijo con una equivocacion que parecia agradarla:—¿Lo traes al fin? ¿Viene contigo? No podia menos de oir mi voz, y de ceder á la fuerza de mis conjuros.-Me acerqué temblando, y puse en sus descarnadas manos los papeles que le traia. Eran sus cartas y unos versos que no se podian leer porque se habian borrado con las lágrimas. Solo podia descifrarse la primera estrofa, que decia:

Gratos momentos,

Horas fugaces,

Guerras y paces,

Todo acabó.

La infeliz recorrió las cartas ligeramente, como quien las sabia de memoria. Luego empezó á examinar los versos, y noté que los entendia, porque los leia mas bien con el corazon que con los ojos. Repitió dos veces la cuarteta que yo habia comprendido, y quedó inmóvil y como petrificada en su meditacion. -Bien dice; esclamó con acento desesperado, todo acabó. La

muerte es temida por los hombres; mas la muerte es un gran bien cuando pone término á la desgracia. Empezó de nuevo á llorar, y bien pronto se apoderó de ella un delirio espantoso. Acometiéronle horribles convulsiones, sus miembros se retorcian como del cuerpo de una serpiente, y sus dientes rechinaban con un ruido que me hacia estremecer. Yo salí espantado de aquel sitio, del cual sacaba tan punzantes recuerdos. A la mañana siguiente supe que aquella desgraciada ya no sufria. Tal vez un veneno habia acabado á un tiempo con su amor y con su vida.

Creí que debia dispensar á aquellos dos séres el último favor que cabe en la tumba. Siempre he mirado como un consuelo dormir el sueño de la muerte al lado de las personas que nos han sido amadas en la vida. Una misma sepultura, una misma losa y una misma inscripcion trazada por mi mano, señalan el lugar en que reposan las frias cenizas de aquellos dos amantes. Cuando acabé de cubrirlos con la tierra del descanso, no pude menos de esclamar: ¡Felices vosotros aun en medio de vuestra desgracia! Un desconocido, y lo que es mas, un estranjero, os ha abierto el lecho nupcial en la mansion del olvido, y ha acompañado con sus lágrimas vuestros funerales y vuestro himeneo á la vez. ¡Ojalá cuando yo muera vayan á reunirse mis huesos con los de mi madre y con los de las demás personas que han poseido mi corazon en el mundo! Yo quiero hacerme la ilusion de creer que en el sepulcro tambien se ama.

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LA SOLEDAD Y LA POESÍA.

Cuando dejamos el bullicio del mundo por el silencio de la soledad, mil sentimientos dulces vienen á halagar nuestra vida, y parece pasar de la region de las inquietudes à la morada feliz de la tranquilidad y del descanso. Renacen los recuerdos interesantes que llevan consigo la mágia de un melancólico enternecimiento, y el alma como absorta hace destilar una tras otra las suavísimas ilusiones que ya se desvanecieron y que un dia formaron los encantcs del amor. Entonces se siente la necesidad de trocar el mundo real por el mundo fantástico, y las demostraciones sombrías de una esperiencia desconsoladora por el agradable engaño, ó por el eco misterioso de la imaginacion. La poesía tiene para nosotros otros dobles atractivos; porque fatigado el corazon de arrastrarse al nivel de pensamientos vulgares, de costumbres formuladas y de hábitos siempre uniformes y siempre estériles, busca el medio de reemplazar la nada de este sistema con las ideas sublimes de la divina inspiracion. Cansados de habitar la tierra, deseamos elevarnos á una altura que nos avecine al cielo.

Yo he esperimentado mas de una vez esta sorprendente trasformacion. ¡Cuán pequeño me ha parecido el hombre cuando lo he medido desde los senos inmensos de la naturaleza! Me ha parecido un insecto que bulle en el cieno por describir sobre él

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