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ofrecia el poderá su partido, no fuera este capaz de organizar un gabinete que materializara las teorías, por cuyo triunfo habia luchado con tanta constancia. Se hacian cundir recelos y temores mas o menos fundados, y se pintaba el porvenir incierto y oscuro. En aquellos momentos se me llamó para confiarme, como á la desesperada, la realizacion de un deseo que hasta entonces se habia procurado llenar en vano; ¡ojalá nunca tal recuerdo hubiera cruzado por la cabeza del hombre que á la sazon regia los destinos del pais! Mi existencia hubiera corrido oscura, pero tranquila; hubiera evitado las amarguras y sinsabores que me aguardaban en el poder, y no hubiera visto por último mi nombre formando un blanco, contra el cual asestaban sus tiros por caminos opuestos la perfidia y la ingratitud de los unos, la injusticia y animosidad de los otros.

El corazon tiene sus instintos, y parece que muchas veces nos avisa del infortunio que nos amaga. Yo siempre habia sentido una repugnancia invencible al poder; pero en aquellos dias esta repugnancia se habia convertido en la mas decidida y mortal aversion. Todo lo veia con opacos colores; parecia abrumarme un manto de plomo, y mi razon se perdia en los inciertos rumbos de tristes y funestos presentimientos.

Bajo la influencia de mi arraigada conviccion y de estos vagos pero contínuos impulsos, me dirigí á ver al Regente, firmemente resuelto á negarme á toda proposicion. Apenas le conocia. Esperaba yo encontrar al hombre de la opulencia, del brillo y del boato, que ostentando su elevacion, hiciese pensar á los demás en su respectiva nulidad y pequeñez. Pero me sorprendí agradablemente al encontrar al soldado en la franqueza y al hijo del pueblo en el ardiente deseo por la felicidad comun. Nuestra conferencia no fué larga; mas en ella su candor destruyó todas mis prevenciones, conociendo que solo faltaba á aquella voluntad firme un hombre que la secundase, y á aquel corazon sin hiel un guia que le preservára de la intriga cortesana, que tan fácilmente podia abusar de la credulidad ciega adquîrida en los campamentos. Dile mi contestacion negativa co

mo me lo habia propuesto; pero percibia yo que cada palabra de su boca debilitaba mi resistencia, y no pude rehusar su invitacion de volver al dia siguiente, despues de haber meditado con mas calma y detenimiento. Luego conoci que en estos casos oir es esponerse á capitular.

La esperiencia me hizo ver bien pronto que cuando se empieza por escuchar las reflexiones que se nos hacen, se acaba por someterse á ellas, aunque sea á pesar nuestro. Rodeáronme mis amigos; por desgracia sus argumentos eran muchos y muy poderosos para que no lograsen reducirme à su opinion. Esforzábanse en pintarme las inmensas consecuencias de mi negativa; decíanme que el partido progresista iba á ser asesinado por ella, porque mal podria en lo sucesivo sostener teorías que no habia sabido realizar, ni aspirar á un poder que no habia querido recoger cuando se le entregaba; añadian que el Regente habia ya cumplido apurando todos los medios parlamentarios, y que ningun cargo moral podria hacérsele si despues de tres tentativas malogradas abandonaba un rumbo tan inútil é infecundo; apostrofábanme sin cesar, como si yo fuera la causa de todos los males que presentian. Tal era la triste pintura con que atormentaban contínuamente mi espíritu, que parecia no quedarme otro medio que abandonar el campo de la política, todas mis relaciones en él contraidas, y tal vez mi pais, ó someterme al duro sacrificio que se me demandaba. En vano era oponer mi natural aversion al Ministerio; contestaban con los deberes del ciudadano á las inclinaciones y á los hábitos del hombre. En vano era acudir á la palabra que yo habia pronunciado y repetido en el Congreso anunciando mi firme resolucion de no ser jamás ministro. A una palabra imprudentemente aventurada, me respondian, no debe sacrificarse el destino de una nacion. En vano era decir que otros habian sido llamados antes que yo, y que con ellos no se habia usado de tan asediantes apremios: por lo mismo, me contestaban, que este es el último medio, se hace mas indispensable aprovecharlo. Alguno llegó á dejar entrever su recelo de que un despique de amor propio im

pulsase mi resistencia, por no haber sido llamado sino despues de haber buscado á otros dos inútilmente.

Una sola voz entre tantas, un solo consejo amigo me persuadia á que no cediera. Si aquella voz para mí irresistible no hubiera desistido de su empeño, mi firmeza hubiera triunfado; pero aquel consejo enmudeció, y yo me encontré de nuevo entregado á la soledad de mi alma y á la confusion de mis ideas.

Volví á ver al Regente, y le encontré en una de aquellas espansiones de patriotismo que el arte no alcanza á fingir y que la naturaleza ha hecho contagiosas. Mostrábase poseido del mas ardiente deseo de hacer la felicidad de los españoles, y buscaba un corazon sincero y animado de los mismos sentimientos que le ayudara en la empresa. Yo creia tener ese corazon. ¿Podia por ventura rehusárselo? Codicioso del tiempo, media en su impaciencia el grande espacio que tenia que recorrer y los pocos meses que para ello le quedaban. Parecia impulsado por un resorte que redoblaba sus fuerzas y su ardimiento. Cuando al presentarme yo en las Córtes por la primera vez con el carácter de ministro, hice tan cumplido elogio del gefe que entonces lo era del Estado, no llevaba á sus pies el incienso de la lisonja, que jamás he sabido emplear, sino que daba rienda á las emociones de que estaba penetrada mi alma.

Quedé, pues, comprometido á formar el gabinete, si me era posible (3), y para ello me dirigí á los compañeros que queria asociar á mi administracion. Conociendo los eminentes talentos y la probidad indisputable de los señores Olózaga y Cortina, volví á invitarles para que tomasen el Ministerio que mas les cuadrára, cediéndoles tambien contentísimo la presidencia. Largo fué el combate de la amistad en casa del señor Cortina, y mis súplicas hubieran podido pasar por humillaciones si el interés del pais no las ennobleciera. El señor Olózaga se mostraba dispuesto á entrar en el gabinete, siempre que tomase parte el señor Cortina; pero este, perseverante en su propósito, se negó á todas nuestras instancias. No califico ni censuro su resistencia, y mucho menos cuando tan pesaroso estoy

de no haberla imitado. Refiero solo lo ocurrido, y envidio á los que tuvieron mas talento, mas prevision ó mas firmeza que yo.

Perdida ya la esperanza de robustecer el Ministerio con personas de tanto valer y crédito, fuí bastante dichoso todavía en encontrar otras bien conocidas por sus talentos, por su patriotismo, y sobre todo por su pureza. Esta era la principal cualidad que yo buscaba. El errar no es un baldon, porque el error es el triste patrimonio de la misera humanidad. Pero la falta de integridad en los hombres públicos es la mancha mas fea que puede empañar su administracion, por mas que de otra parte sea brillante y feliz.

Todavía quise dar el último paso. Presentéme de nuevo al Regente llevándole los nombres convenidos para el Ministerio, y despues de manifestarle que ya habia salido del conflicto de tantos dias, le rogué que llamase nuevamente á los señores Cortina y Olózaga, ofreciéndoles en su nombre y en el mio la presidencia del gabinete. Se habia creido árdua empresa confeccionar un ministerio á través de tanta dilacion y de tantas dificultades. Alguna gloria tenia el haberlo conseguido en tan pocas horas, y yo renunciaba gustosamente á esta gloria, y me acomodaba á quedar fuera del gobierno con tal que cualquiera de aquellos dos hombres tan superiores á mí en todos conceptos, se pusiese á la cabeza de la combinacion, como si realmente se hubiese debido á sus afanes. El Regente les llamó en efecto; pero no consiguió otra cosa que oirles repetir su negativa. Pregunto yo ahora: ¿Era esta por ventura la conducta de un ambicioso? ¿Busqué acaso el poder, ó lo rehusé con tenacidad admitiéndolo solo cuando ví cerradas todas las salidas que pudieran favorecer mi evasiva? Mis compañeros luchaban con la misma repugnancia, y solamente el apremio de la situacion, que entonces todos proclamaban, y que despues muchos han desconocido ó rebajado, pudo decidirles á prestar su conformidad. Obtenida esta, se anunció el nuevo Ministerio en la Gaceta del 10 de aquel mes (4); pero antes de seguir con la

relacion de los sucesos, convendrá hacer alguna observacion sobre los que quedan ya referidos.

Ha sido un grave mal, que aun los hombres de opiniones mas decididas, luego que se han visto en el poder, hayan temido á las ideas liberales, recelando que pudiesen degenerar en disolventes. Tambien yo he participado algun tanto de esta preocupacion funesta; otros la han abrigado infinitamente mas, y sin embargo, tal vez no tendrán como yo la buena fé de confesarlo. Los dogmas políticos deben recibir su confirmacion de la esperiencia, y la esperiencia y el dogma nos advierten que ningun gobierno muere por representar demasiado un principio, sino por dejar de representarlo.

En la época á que se contrae este escrito, se habia obrado un cambio maravilloso en la opinion. La marcha de los Ministerios anteriores no satisfacia, y la opinion de todos los matices se unia para condenarla. Las ocurrencias de Barcelona; las declaraciones de estado de sitio; el hacer firmar contratos á la persona irresponsable, colocada muy por cima de nuestros choques y de nuestras querellas, daban sobradas armas al pensamiento de renovacion que se hacia sentir por todas partes. El Regente cedió á este impulso, y quiso fiar á otras manos las riendas hasta allí dirigidas, tal vez con inteligencia, pero por desgracia con poca aceptacion. No se Lizo, sin embargo, una llamada á las teorías mas avanzadas y resueltas. Buscóse á los representantes de las fracciones que se tenian por mas circunspectas y templadas. Solo cuando aquellos se negaron, ó no pudieron realizar la formacion de un gabinete, fué cuando se apeló á lo que hasta entonces se habia bautizado con el nombre desfavorable de exageracion. Nuestro nombramiento fué una precision, una exigencia de las circunstancias, mas bien que una espontaneidad. Este mismo recelo, este temor y esta desconfianza, se hicieron sentir en el curso sucesivo de los negocios. Si no se hubiera temido el desarrollo de los principios progresistas llevados á su aplicacion mas lata, se hubiera conscrvado la mejor inteligencia entre los que debian ser colaboradores en la refor

TOMO VI.

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