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opuestas para vencer un poder que todas ellas quieren destruir, y una vez arrojado el guante por el poder del Regente y recogido por la nacion, esta tenia necesidad de unirse para la defensa, porque ningun partido por sí solo era capaz de lidiar y de vencer. En cuanto á los emigrados, el ruido lejano del primer cañonazo que se disparara los hubiera traido del mismo modo á mezclarse en la pelea y á unirse á la bandera bajo la cual pelearon otro tiempo.

El emigrado cuenta los dias, las horas y los instantes, esperando el que ha de traerle la dicha de volver á su patria. Trasplantado á una tierra estraña, se mira en ella como un accidente transitorio, y á nada se liga porque de todo desea alejarse. Oye hablar una lengua que no es la que balbuceó en su infancia: los hábitos, las costumbres y las creencias del pais no son las suyas; tiene siempre delante de sus ojos la tierra natal; á ella vuelan incesantes recuerdos; de ella es el primer pensamiento al despertar, y la última confusa memoria al inclinar al sueño la cabeza fatigada. Si mira al sol, quisiera elevarse hasta su disco luminoso para dar una mirada á las regiones apetecidas; si oye quebrarse las olas sobre la playa hospitalaria, piensa y quiere preguntarles si han besado antes el suelo que le vió nacer. La vida en tales circunstancias es una lenta agonía, cuyo término se mira como la mayor felicidad. En él se piensa contínuamente, y la esperanza ilusoria de la vuelta templa el tormento que en la actualidad sufre el corazon.

Asi es que en el momento en que se presenta la menor coyuntura, en que puede entreverse la mas ligera esperanza, el emigrado vuelve á su patria sin que haya temor ni consideracion que se lo impida. Muchos en tales circunstancias han atropellado por todo, se han lanzado en temerarias empresas, y han pagado con la vida su arrojo é indiscrecion. Los emigrados à quienes aludimos y en la época que se refiere, nada tenian que temer, puesto que el partido y el hombre que principalmente les habia proscrito se veia á su vez desobedecido y envuelto, y tocaba al término de su rechazada dominacion. Vinieron por lo tanto con la seguridad

de que el pais queria una amnistía, de que sin ella no podia ser bastante fuerte para salir vencedor en la empezada lucha; vinieron seguros de ser acogidos y considerados, y hubieran venido de la misma suerte aunque no existiera otra ocasion que la que les brindaban las revueltas que se corrian, ni otra garantía para ellos que la que les daba la opinion reinante de la nacion en aquella época. Mas conocida ya la seguridad de esta suposicion, sigamos adelante con la historia de los hechos, y veamos cómo se fueron desenlazando.

CAPITULO V.

Periodo de la revolucion: sucesos mas notables en él ocurridos.

Todos lamentamos el cambio general que se ha obrado en nuestra situacion política, y que el partido antes dominado haya conseguido sobreponerse para amenguar la libertad, cercenar las instituciones, vejar y oprimir á los generosos adversarios que les tendieron una mano amiga y bienhechora. De deplorar es este desenlace amarguísimo, y falta la calma y no cabe resignacion al considerar cómo ciertos hombres han parodiado la fábula de la culebra y el labrador, oprimiendo y envenenando el pecho compasivo que les dió acogida y abrigo. Nosotros vivificamos la serpiente para ser devorados por ella.

Pero por ventura, ¿ la trasformacion y el repentino cambio, se debio al Ministerio de Mayo ó al Gobierno provisional? Cierto es que no. Las provincias, representadas por sus juntas, dieron toda la preponderancia al partido moderado en la época intermedia en que no habia Ministerio de Mayo ni Gobierno provisional: en la época en que la revolucion corria de una parte á otra,

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y en que se imitaba por los pueblos que no habian tomado la iniciativa con todas las imprudencias y con todos los errores de que presentaban el cuadro los que habian sido los primeros en dar el impulso.

Recuérdese lo que entonces sucedia, y se verá que con muy raras escepciones el partido moderado, ya porque fuese mas sagaz ó mas apegado al mando, ó ya porque preparase los caminos á su futuro engrandecimiento, se apoderó de las juntas y de los destinos para que estas nombraban, empezando á dar el triste ejemplo de una sociedad leonina, nada conforme con los sentimientos de cordialidad y abnegacion que se aparentaba profesar. Ese partido se llama de órden, y ha clamado siempre contra las revoluciones, sin duda porque debia temerlas, puesto que sus desafueros las han provocado incesantemente. Sin embargo de sus mentidas apariencias, en 1843 no solo se mezcló sino que se agitó en el movimiento revolucionario, sabiendo aprovecharse de la victoria y convertirlo todo en opulento botin. Escalar el poder por medio de la ingratitud y la falsía, y convertirlo despues en instrumento de venganza política, estos han sido sus pasos, y estos son los títulos que presenta á nuestra confianza y reconocimiento.

El mes de Junio de 1843 fué muy fecundo en sucesos notables. Dado el primer grito en Granada y Málaga contra la administracion del Regente, seguido fué el ejemplo en otros varios puntos, y el espíritu de resistencia, como los preparativos para sostenerla, obligaron al poder espirante á remitir la cuestion á la suerte de las armas. Cuando se suponia que el Regente con un numeroso ejército se dirigia contra Valencia, aparecieron en las playas de esta varios emigrados, que pasaron á manos de la junta salvadora una esposicion sentida, que por su importancia nos permitiremos copiar.

«Los generales oficiales que abajo se espresan, decia (15), hasta hoy emigrados y en tierras estranjeras, no por la ira de sus conciudadanos, no por el voto de los pueblos, por la tiranía sí y el desapiadado encono de un hombre; por la envidia y el es‐

túpido esclusivismo de una pandilla, pisan ahora en estas playas el primer suelo de la patria.

Sus pechos, cubiertos de cicatrices, han sido por espacio de siete años el baluarte de la libertad, el escudo de la real huérfana. Jamás, nunca sus espadas habrian podido desenvainarse contrà objetos tan caros. Esa torpe calumnia es ya de todos conocida. Nada en Octubre tenian que temer de nosotros la libertad, las leyes, nuestra Reina. Queríamos entonces refrenar la ambicion del soldado de casualidades. Decíamos entonces; Dios salve al país y á la Reina. ¿Nos hallamos ahora tan distantes?

Una voz amiga se levantó por nosotros en el santuario de las leyes, y los representantes de la nacion, todos los españoles en el corazon respondieron : «olvido y amnistía.» El Ministerio franco y generoso que representaba ese principio, ha desaparecido, y ha desaparecido porque representaba ese principio.

Ahora la nacion entera se levanta para sostenerle. ¿Pueden en este trance quedar ociosas nuestras espadas? No: aquí están. Por gratitud cuando menos, aquí están nuestras espadas y nuestras vidas.

A esta cindad venimos la primera, porque se ha dicho que el destructor de Barcelona se dirigia á destruir á Valencia; y con la pena de no haber podido entonces contribuir á la salvación de la una, ahora nos presentamos á la otra, y no sucumbirá mientras nos dure la existencia. Para eso os ofrecemos nuestros servicios, libres de envidia, agenos de ambicion, obedientes, sumisos, si fuere necesario entre los grupos del pueblo, entre las filas del soldado.

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El brigadier D. Juan de la Pezuela, al paso que entregará á la junta suprema esta declaracion de nuestros sentimientos, vá encargado de manifestar mas ampliamente los que nos animan, y de darle todas las seguridades de nuestra consideracion y respeto. La junta suprema está en el caso de manifestarnos sus deseos y de dictarnos sus órdenes. Entre tanto quedamos repitiendo: Dios salve al país y á la Reina. Dios guarde á V. E. muchos años. Grao de Valencia 27 de Junio de 1843,» A la ca

beza de todas las firmas se hallaba colocado el nombre de Don Ramon María Narvaez, hoy presidente del consejo de ministros.

A tal esposicion se contestó en estos términos concisos (16): «La junta ha admitido con el mayor entusiasmo tan generosos ofrecimientos, y vuela en este instante á abrazar á los valientes á la playa.»

El que dude de la fuerza espansiva con que se hacia sentir el pensamiento de union y amnistía en aquellos momentos, que lea la relacion de los sucesos escrita en todos los periódicos que se publicaban en Valencia. Aquel pueblo en masa corrió á saludar á los proscritos: hicieron estos su entrada en triunfo ; al efecto se abrió por primera vez, é inauguró con esta ceremonia, la puerta llamada del Mar: el entusiasmo y la conmocion de los ánimos subieron á un punto imposible de describir.

El general Narvaez habia dicho en la esposicion que venia á defender la libertad, libre de envidia, ageno de ambicion, dispuesto á pelear entre los grupos del pueblo y entre las filas del soldado. No obstante, la junta le dirigió una comunicacion, en que despues de un exordio razonado, concluia (17); «y en su consecuencia, como la espresion genuina de la situacion creada por el glorioso alzamiento nacional, en cuyo pendon se ven grabados de un modo indeleble los venerandos nombres de Constitucion é Isabel, esta junta ha tenido á bien nombrar á V. E. general en gefe de las tropas de este distrito.»>

Los hechos se sucedían con tanta rapidez, que este nombramiento llevaba la misma fecha del 27.

A esta comunicacion contestó el general Narvaez con fecha del 28 en los términos siguientes (18): «Excmo. Sr.: Poseido del mas profundo sentimiento, acabo de recibir el nombramienque V. E. ha hecho en mi persona de general en gefe de este ejército. Mis ojos, que por espacio de cinco años no han caido mas que sobre tierra estranjera, riegan ahora con lágrimas de amor y gratitud este público manifiesto del aprecio de los mios: este testimonio que disipa la amargura que apretaba mi corazon, esta prueba de que no era el voto de mis conciudadanos el que

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