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beza entre las nubes. El rumor de las ramas de los árboles del paseo, que se doblaban como para halagar mi delirio; la luz plateada de la luna, que flotaba sobre las paredes de los edificios; el sordo ruido de la fuente, que tenia algo de vago, de melancólico y tal vez de siniestro; el aroma de las plantas y de las flores; la voz del centinela del castillo, que resonaba de una manera lúgrubre, todo acababa de exaltar mi estraviada fantasia; y cuando mis ojos se cerraban al sueño, percibia pasar por delante de mí visiones misteriosas, mugeres con ojos radiantes y con angelical sonrisa, y yo las seguia, y cuando no podia cojer sus formas impalpables, me contentaba con besar la orla de sus vestidos. Entonces despertaba y me sonreia amargamente al hallar desvanecida mi ilusion.

¡Horas perdidas y al mismo tiempo felices, que teneis un encanto inesplicable para el corazon que os busca ya inútilmente! Tal vez el amor no debe ser mas que un episodio en el poema de la vida, y para mí ha sido la accion principal. ¿Son un bien ó un mal estos delirios y estos ensueños? Yo creo que son un bien, porque la ilusion es la dicha; y porque en las cosas, por mas brillante y facisnadora que sea su corteza, hay siempre un fondo amargo y una realidad desconsoladora.

Ahora, despues de catorce años, he vuelto á repetir aquellos paseos. El misino mar gime ó brama como entonces; las mismas estrellas se ostentan con su imperecedera luz; la misma luna inclina sobre mi su frente apacible y melancólica: todo está igual. ¿Y yo soy el mismo? ¡Ay! nada traigo de lo que me llevé, y en cambio traigo esperiencias desgarradoras, desengaños amargos, afligida el alma, mústio y destrozado el corazon: el conocimiento de la vida, que es el vestíbulo de la muerte.

Mas debo concluir, porque en la cuerda del dolor no conviene recorrer toda la escala, ni pulsar los sonidos mas agudos que vibran mas fuertemente. Adios, pueblo sin ejemplo y sin rival: pueblo generoso y hospitalario; pueblo donde no se encuentran ni rostros mudos, ni almas insensibles, ni corazones de hielo. Pueblo favorecido por la naturaleza entre todos los pueblos,

adios; tu memoria vivirá siempre en mí. Y si alguna vez gozo de libertad para dirigir mi rumbo como el pájaro que puebla vuestros aires, como el pez que gira á su capricho entre vuestras aguas, vendré á concluir aqui los pocos dias que resten á mi azarosa vida, y á aguardar con tranquilidad la muerte que imploro alguna vez, y que me encontrará resignado siempre.

Era una pobre barquilla
Por las olas azotada,
Combatida y destrozada
Desde la vela á la quilla.
Por estraña maravilla
El cielo se serené,
Y la barquilla ganó
Amiga playa un instante;
Esa playa es ALICANTE,
Y la barquilla soy yo.

MIS REFLEXIONES

A LA LUZ DE LA LUNA.

Primera noche.

La noche está suave y serena como la respiracion de un niño, y clara como un cristal. La una acaba de sonar en el reloj de palacio; y sus ecos, que parten de los régios artesonados, pasan resbalando por las hojas de los árboles, y van á espirar en la boardilla del pobre. ¡Qué diversidades se notan en las condiciones de los hombres! Si la naturaleza ha reunido en muy corto espacio todos los prodigios y contrastes que ha sabido formar su mano poderosa, la sociedad ha desnivelado su obra maestra, y ofrece á nuestra vista diferencias sensibles y alternativas dolorosas. Ahí se levanta un magnifico monumento, donde solo se respira fausto y ostentacion, donde solo resuenan palabras de lisonja, y no lejos de él se hallan mil habitaciones relegadas á la miseria, con sus paredes desnudas y sombrías, y sin otros sonidos que los suspiros de la amargura y las quejas sentidas de la pobreza. Y sin embargo, el fausto deslumbrador que forma el elemento de los potentados, se nutre y alimenta con los sacrificios de esos infelices condenados á trabajar para que otros dis

fruten. Ellos no pueden pedir al mundo mientras viven mas que un pedazo de pan, un vestido humilde, y una cama desabrigada y dura, sin pensar siquiera en que á su muerte, tal vez la caridad y la religion les negarán un sepulcro, ó se lo concederán solo por una retribucion que aumente la angustia de los que sobreviven.

En estas noches y á esta hora consagrada á la soledad y al recogimiento; en estas noches y á esta hora que inspira su dulce melancolía al mortal que sufre y medita, es cuando las ideas amargas que afectan á la humanidad se ofrecen al corazon en todo su repugnante relieve. En estas noches y á esta hora dejo yo mi casa muy inmediata á estos jardines, y vengo á ellos para mezclar mis suspiros y mis reconvenciones silenciosas al blando quejido de las brisas y al aliento embalsamado de las flores. Las brisas huyen de nosotros halagándonos á su paso, y las flores nos envian su fragancia, como para mitigar nuestras penas con sus suaves perfumes. En el olor de la flor hay algo á la vez de recreativo y de ideal: algo que habla al alma un lenguaje misterioso, algo que dilata al corazon á la esperanza y al consuelo, algo que nos hace á un tiempo recordar y presentir, algo que nos inspira tristeza y enternecimiento. La muger y la flor; he aquí los dos puntos agradables que se encuentran en el áspero camino de la vida.

Todo ha quedado en reposo, y el mundo que hace poco bullia y se agitaba al compás de sus deseos ó de sus cuidados, duerme ahora profundamente en medio de este silencio universal. Solo la luna vela, y parece guardar el sueño de los hombres desde su trono de azul, como la jóven madre guarda el sueño de su hijo, fija en él la mirada de su interés y de su ternura. La luz viva de los faroles contrasta con la luz melancólica del ástro de la noche, y el ladrido lejano del perro, y la voz bronca y monótona del sereno, y el grito repetido que sale de los estanques inmediatos, forma una especie de armonía ruda é insinuante, que despierta en el corazon sentimientos profundos, pero que en nada se parece á esa otra armonía que envian las selvas á los

oidos del viajero. El hombre lo ha desfigurado todo, y hasta la misma naturaleza se ha visto despojada por él de sus secretos y de sus encantos. ¡Ridícula presuncion! Porque la naturaleza es grande y el hombre es pequeño, ella se rige por una ley inmutable y eterna, y este está sometido á accidentes pasajeros, tan efímeros y transitorios como él.

¡Cuántos falsos amores se habrán jurado hace pocas horas en este sitio! Falsos y ciertos á un tiempo mismo, porque el amante no miente cuando jura eterna fé y eterna constancia. El jura lo que siente, pero ahí está su error; porque mañana no sentirá lo que hoy, porque sus afectos son fugaces, y porque bien pronto á los impulsos de un corazon embriagado, y que en medio de sus trasportes cree poder parar el movimiento universal de instabilidad y mudanza, sucederá la apatía de un corazon fatigado y tristemente convencido de su impotencia. Si, porque la tierra gira sin cesar, y nosotros giramos tambien, aunque sobre ejes mas complicados y caprichosos. Ella tiene movimientos marcados, que repite cada año y cada dia, y nosotros no tenemos un movimiento fijo, sino que somos un bajel que cada instante obedece á un viento diferente, la hoja caida del árbol, que se arrastra en diversas direcciones, segun las pendientes del terreno, ó el soplo del huracan.

Estas ideas me recordaron mi primera juventud, y me entregué á este recuerdo, como se entrega uno á la memoria de un sueño agradable que le ha durado poco tiempo. Y repasando la lista de todas las mugeres que habia amado mas ó menos fijamente, encontraba que una gran parte estaban ya borradas del catálogo de los vivos, y mis párpados se humedecian con una lágrima que enviaba en alas del pensamiento à envolverse en una tumba. Despedazador contraste! Las gracias, la juventud y el amor han desaparecido para siempre, y aquellas palabras apasionadas no resonarán ya nunca, porque los labios que las pronunciaban entre ósculos ardientes se han cerrado para no volverse á abrir. ¿Por qué nos encontramos en la vida, si nuestras amistades han de durar tan poco? Hacemos en este triste y bre

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