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PRODUCCIONES LITERARIAS.

CUENTO FANTÁSTICO.

Era una de las calorosas tardes del mes de Julio, cuando yo viajaba solo y abatido por los ardientes paises del Mediodia. El sol lanzaba sus abrasadores rayos casi perpendicularmente; la fatiga agotaba mis fuerzas, mis arterias latian con una violencia estraña, y mi cabeza despedia fuego como el hierra de una fragua. Mi caballo caminaba lenta y perezosamente, cubierto de espuma y polvo, y el perro que nos precedia, colgando la lengua, y respirando apenas, se volvia de trecho en trecho para mirarme, y como para decirme que ya no podia mas. En este momento de postracion y de desesperada angustia, descubrí un bosque á un lado y no lejos del camino, y me dirigí á él palpitando el corazon de ansiedad y de esperanza.

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Llegué, por fin', al sitio deseado. Innumerables grupos de pinos se elevaban con una magestad melancólica é imponente, dando paso al propio tiempo á una brisa grata y consoladora. Arbustos y follajes de mil clases crecian sobre un terreno bordado de grama, y un arroyo apacible caminaba

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serpenteando sobre un lecho de guija y lamiendo la arena de sus márgenes. Su murmullo era bullicioso y sonoro con algo de triste, que lo asemejaba al suspiro de la felicidad tranquila. La impresion que yo recibí en aquel cambio de situaciones, fué tan profunda como indefinible.

El placer que sentí al tenderme en aquel fresco y mullido prado, solo puede compararse al que recibe un amante herido al percibir que le pone un vendaje la suave y delicada mano de su querida.

Pronto me quedé dormido, y en los breves instantes que duró mi sueño me pareció que mil imágenes encantadas volaban á mi alrededor. Me pareció oir el canto de las aves mezclado con la armonía de las arpas que tocaban unas vírgenes misteriosas; el blando susurro de las auras bonancibles, la voz vibrante del dios de los amores, y el pisar rápido y callado de su madre voluptuosa. Al despertar, era ya un nuevo hombre.

Entreguéme á mil pensamientos de dulce melancolía. Mi alegría no era entonces como la loca embriaguez del festin: era el placer de la serenidad y del recogimiento en las horas reservadas al ser pensador. No era la luz fascinadora del reverbero que hiere y turba la vista: era la apacible claridad de la lámpara que derrama sobre nosotros un resplandor suave y blando.

Habian pasado pocos momentos, cuando me pareció oir algun ruido cerca de mí. Miré inquieto, y descubrí á corta distancia á un jóven, que sentado sobre una piedra, apoyando la cabe-za sobre una de sus manos, parecia sumido en tristes y profundas meditaciones. Cualquiera que le hubiera visto en aquella actitud de indiferencia y abandono, lo hubiera tenido por el emblema del dolor. Acerquéme á él y le dije:-El mismo motivo nos ha reunido sin duda en este sitio. Deseo saber quién sois y si en -algo puedo complaceros.-Soy un desgraciado; me respondió breve y secamente.-Yo no conozco, le repliqué, mas que un género de desgracias ¿Tienes por ventura alguna herida en el co

razon?—Sí, me dijo; una, y muy profunda. Está hecha por la mano del amor, y es incurable.

El acento, la espresion y la mirada de aquel desconocido empezaban á interesarme. Quise establecer una conversacion amistosa, y para ganar su confianza, le pregunté:-¿Y es hermosa la muger por quien tanto sufres?-Entonces se levantó con rapidez, su rostro tomó una animacion sorprendente, y con una voz precipitada y conmovida, respondió:-Es hermosa como los ángeles que forman la escolta del Dios de la creacion: hermosa como el azul del cielo cuando corrida la cortina de densas nubes, se ofrece radiante y sereno á la vista del náufrago: hermosa como los jardines del Eden con la alfombra de su verdura y con el perfume de sus flores: hermosa como la esperanza lo es para el desgraciado, el perdon para el que aguarda la muerte y el amor para un pecho lacerado por los pesares.

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-¿Y la quieres mucho? le pregunté de nuevo.-No; me respondió con aire entre resuelto é indignado. No la quiero, y temeria profanar mi pasion, si para pintarla me valiera de esa fria é insignificante palabra. Es adoracion, es entusiasmo, es idolatría, es la embriaguez de los sentidos, es el trastorno de todo ini ser.

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Iba á continuar, mas se detuvo de repente, y tomó la actitud del que escucha con ansiedad. Entonces me pareció percibir el eco de un sonido lejano. Era la voz de una muger que se acercaba cantando, y que ya mas próxima á nosotros, pudimos oir que decia:

Mi vida hacia su fin se va acercando;

Y en las tristes colinas, jay! mis huellas,
Mañana el cazador irá buscando,

Y no dará con ellas.

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Resonar en el valle estas palabras con una inelancolía inėsplicable, y desaparecer el desconocido, fué una misma cosa.

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Yo le seguí á cierta distancia, y cuando le descubrí en una vuelta que daba el camino, le hallé arrodillado á los pies de una jóven, hermosa como el amor, y que unia á sus encantos el interés que siempre inspiran el candor y la sensibilidad. El estrechaba sus manos, y en tono suplicante, interrumpido á cada momento por el llanto, le decia:—¡Al fin has venido á buscarme, y ya no dudo que me amas! Demos un adios al mundo, y consagremos á la felicidad el resto de nuestros dias. Yo te fabricaré una choza en estos sitios desconocidos. Libres de la envidia, ajenos de ambicion, ignorados de los demás hombres, nuestras horas correrán puras y serenas como el agua que baña estas praderas. Cada sol nos traerá nuevos placeres; y cuando la muerte venga a sorprendernos en nuestro albergue solitario, nos herirá del mismo golpe, porque nos encontrará abrazados y adheridos uno á otro nuestros corazones.

La jóven permanecia en silencio y lloraba. Despues de un instante, dijo con voz agitada y tímida:-No es posible.

-¿No es posible? esclamó el desconocido levantándose bruscamente. ¿Cuál es el obstáculo que se opone á mi deseo?-Mi madre; respondió la jóven con un acento profundamente conmo

Ivido.

-Maldicion á tu madre; gritó fuera de sí aquel hombre ciego y fanático.

Su imprecacion me hizo estremecer, y con indignada cólera esclamé: ¡Insensato! Tú no comprendes toda la gravedad de esa horrible blasfemia. ¿Sabes lo que es una madre? Una madre es para sus hijos la Providencia en la tierra, como hay otra Providencia en el cielo para todos los hombres. Una madre es la personificacion del ángel tutelar á quien Dios confia el cuidado de nuestra existencia. Ella nos lleva y preserva en su seno como un depósito que entrega al mundo entre acerbos dolores, y con riesgo de su propia vida. Ella nos dá su primer beso de amor, en cambio de nuestra primera sonrisa de inocencia. Su mirada ansiosa nos sigue à todas partes; su corazon late siempre por nosotros, y su manto nos cobija y defiende como un escudo. ¡Ojalá

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