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ORACION FUNEBRE

A DON MIGUEL DE LA GUARDIA.

Acabamos de cumplir, ciudadanos, como ha dicho al empezar el comandante del segundo batallon, un deber sagrado á la par que fúnebre. El valiente cuyos restos hemos venido á depositar en la tierra del descanso, ha merecido bien de la patria, porque para ella ha vivido y por ella ha muerto. Su voz fué la primera que se alzó contra el sistema de opresion que regia en 1.o de Setiembre; y fiel á sus juramentos, ha sabido sellarlos con su sangre en la noche de nosotros llorada por esta pérdida de 7 del actual. Ha sucumbido en aquella jornada; ¿pero qué vale la muerte cuando se lega un nombre á la fama, cuando este nombre será escrito y proclamado por la mano de la historia, y cuando pasando de boca en boca á través de las edades, hará siempre palpitar de gratitud y de ternura todos los corazones nobles y generosos?

¡GUARDIA! Tú has atravesado el estrecho istmo que separa la vida del sepulcro en brazos de la inmortalidad y coronado por la gloria. Desde esta mansion silenciosa, templo y altar hoy del valor y del heroismo, nos predicas lecciones mudas, pero sublimes, que nosotros recojeremos en el fondo de nues

tras almas; nuestras rodillas se doblarán involuntariamente al pasar por delante de tu tumba, y nuestras lágrimas correrán largo tiempo como si pudieran reanimar tus frias cenizas. Dichoso tú que has sobrenadado en el piélago inmenso de la eternidad, en que todo se sumerge y perece!

Ni el tiempo ni el olvido tendrán jamás poder sobre tu nombre, y de la sangre que has derramado brotarán á millares los laureles que hagan sombra á tu sepulcro. Ellos velarán sobre tu reposo, y á su dulce arrullo dormirás tu sueño eternal. Míranos, pues, desde la mansion de los héroes en que ya habitas, y procura inspirarnos las altas virtudes de que has sido á la vez la víctima y el modelo. Hostia ofrecida é inmolada en el altar de la libertad y de la patria: nosotros te veneramos con un sentimiento profundo de admiracion y de reconocimiento, y trasmitiremos intacto este culto del corazon que damos á tu nombre, á las generaciones futuras. Entre tanto, que la tierra te sea ligera.

ORACION FUNEBRE

A DON JOSE ESPRONCEDA.

¡Qué triste es, señores, el destino del hombre sobre la tierra! Apenas hace seis meses que la voz de Espronceda resonó sobre las tumbas en versos melancólicos, para celebrar el valor y la gloria del infortunado Guardia. Entonces mi palabra se unió á la suya en honor del héroe, y hoy tengo que dirigirla al malogrado compañero. No es estraño; porque si es triste la suerte del hombre, mas triste es sin duda la suerte del génio. Este destello de la divinidad aparece de vez en cuando como una antorcha para alumbrar al mundo; pero atraviesa rápidamente el espacio como una exhalacion luminosa, sin dejar en pos de sí sino una miserable pavesa y el doloroso recuerdo de su pasado resplandor.

Amarga es por cierto la prueba de esta verdad que hoy tenemos á la vista. Buscamos ansiosos al amigo, al compañero que ayer se sentaba á nuestro lado, que compartia nuestras tareas parlamentarias, y no encontramos otra cosa que sus frios restos que nos guarda ese enlutado ataud. Cuarenta y ocho horas han bastado para segar en flor nuestras esperanzas y las del pais; cuarenta y ocho horas han bastado para poner entre

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él y nosotros nada menos que un mundo entero y el mar sin límites de la eternidad.

Espronceda no habia nacido ciertamente para vivir mucho. Su estremada sensibilidad debia hacer que sus impresiones fuesen mas contínuas y mas profundas. Y las cosas que pasan por el alma de los hombres comunes rozando apenas y como resbalándose sobre su tosca superficie, hacian en el alma del que Horamos una ancha herida, que ni el tiempo mismo podia cerrar, porque la alimentaba siempre viva con el culto misterioso que daba á los recuerdos. Su imaginacion era un volcan, y su corazon un abismo. El estaba fuera de su centro, porque ni el mundo lo comprendia, ni acaso él se hallaba bien en el mundo, en la forma en que por su desgracia lo habia comprendido.

Ya al fin no existe, y he aquí, señores, otra idea bien desconsoladora. Sobre esa cabeza, por la cual han cruzado tantas ideas atrevidas, tantas imágenes felices y tantos rasgos de una profundidad, tal vez inconmensurable, reposa ahora la muerte como haciendo alarde de su triunfo, pareciéndose á una deidad maléfica y vengativa, ó á un verdugo enemigo y sangriento que se sonríe y goza á la vista de la víctima á quien acaba de inmolar.

¿Y qué podré yo decir en merecido elogio de nuestro perdido amigo? Como poeta sublime, él ha colocado su pluma al lado de la de Homero y de tantos otros escritores justamente célebres en el género épico, pero con la notable ventaja de que Espronceda despues de arrebatarnos con los vuelos de su ardiente fantasía, se plegaba con una facilidad admirable á todas las otras clases de composiciones, pintándonos del modo mas feliz las gracias de la belleza, los placeres y dulces arrullos del amor, y los goces inefables de la naturaleza en los momentos en que esta se muestra amiga del hombre, y hace alarde de su poder y de su gala en la serenidad de los cielos y en la apacible quietud del mundo satisfecho y feliz. Esa alma que ha volado de entre nosotros tenia un tipo de creacion á ningun otro parecido. Sus obras llevan un sello que las distingue de todas las otras concep

ciones del entendimiento humano. Los fracmentos que conservamos del Pelayo, que sirvieron de entretenimiento á sus años juveniles, y el Diablo Mundo que habia empezado á escribir en edad mas adulta, pasarán á la posteridad entre la admiracion y el aplauso, y ciertamente las generaciones venideras harán mas justicia al mérito del autor que la que le han hecho sus contemporáneos.

Como patriota, la pluma, la espada y la lengua de Espronceda marcharon siempre unidas en defensa de los intereses y de los derechos del pueblo.

Como particular, amigo sincero, siempre franco y siempre generoso, cautivaba las voluntades y bastaba acercársele para quererlo con entusiasmo. Esta especie de adoracion se aumentaba en las almas sensibles al notar ese barniz, ese opaco colorido de melancolía que traspasaba por todas sus acciones y por todas sus palabras. Se conocia que el mundo le habia despedazado el corazon, y que no encontraba en la historia de su vida sino punzantes recuerdos. La naturaleza se habia mostrado pródiga con él, concediéndole todos sus dones; pero la desgracia se habia apresurado á tomar posesion de su existencia, y le ha perseguido hasta el último momento, pues hasta su muerte ha sido estremadamente dolorosa. El pintaba ese vacío del corazon, esa esterilidad del alma, ese abandono que hace creerse al hombre estranjero y solo en medio del mundo, en aquellos tristisi

mos versos

Para mí los amores acabaron;

Todo en el mundo para mí acabó;
Los lazos que á la tierra me ligaron
El cielo para siempre desató.

Tal era la vida de nuestro amigo. Feliz él que ha encontrado en el sepulcro la paz y el sosiego, que en vano buscara sobre la tierra. Como diputado, apenas empezaba á pisar la arena parlamentaria, cuando lo ha interceptado en su carrera el des

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