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tino arrancándolo de nuestro lado. Habia emprendido una senda peligrosa, y la seguia con gloria. La muerte le ha sustraido al tormento de perder un dia todas las esperanzas y las ilusiones. Morir con ellas es siempre una ventaja y un consuelo.

Duerme, pues, en paz, jóven desgraciado, en tu último asilo, seguro de que te acompañarán constantemente en él nuestros recuerdos y nuestras lágrimas. De tí podemos decir como ha dicho Chateaubriand, cuya brillante imaginacion puede llamarse hermana de la tuya: su sepulcro está en su patria con el sol puesto, con los llantos de sus amigos y con los encantos de la religion. Los que te lloramos acaso no debamos esperar esa dicha, y acaso la mano cariñosa de la amistad ó del amor no vengan á cerrar nuestros ojos. Vela, pues, desde la region afortunada en que ya existes, sobre el destino de esta pobre patria, de la cual mientras vivias has sido uno de los mas firmes apoyos, y uno de los mas leales y decididos defensores.

ORACION FUNEBRE

A DON JOSE PIZARRO,

CONDE DE LAS NAVAS.

Muchas veces, señores, se derraman elogios inmerecidos sobre la tumba de los muertos, porque parece que la muerte reclama de suyo nuestra indulgencia, nuestro olvido y aun nuestro perdon. Pero hoy no se necesita recurrir á este privilegio triste para hacer el elogio mas cumplido del jóven á quien llo

ramos.

Pasó los primeros años de su vida lejos de su patria, lejos de su familia. Desde la infancia fué trasladado á paises lejanos, como la navecilla que apenas construida es arrojada á mares innotos. Despues desempeñó un destino importante en Grecia, y allí fué donde pudo nutrir su espíritu con las lecciones de la historia á la vista de las ruinas de Atenas, de los restos colosales del panteon y de la tribuna en que resonára en otro tiempo la poderosa voz de Demóstenes.

Habia regresado al seno de su familia y con ella vivia en una medianía rica de paz y de virtud. Pero la muerte es envidiosa. Perdona por lo comun á los hombres mientras están rodea

dos de peligros y envueltos en el infortunio, y viene á herirles con su brazo de hierro cuando empiezan á gozar de las dulzuras de la vida al lado de las personas que aman.

Asi te ha sucedido á tí, jóven sin ventura. Yo he presenciado muchas veces la efusion de tu corazon para ese pobre padre á quien dejas sumido en un dolor eterno, pobre padre condenado á sobrevivir á tantos objetos de su cariño, y de quien tú eras á la vez el consuelo y el apoyo. Yo he visto tambien tu ternura para con tus hermanas, que te miraban como su padre futuro.

Todos nos hemos engañado en las esperanzas que formábamos de tu vida. Tu última hora ha sonado súbitamente, y has desaparecido de entre nosotros como el lirio que troncha la brisa de la mañana, ó como el pajarillo que apenas deja el nido paterno, cae desde los aires muerto por el tiro del cazador, plegadas al cuerpo las alas inofensivas.

Duerme en paz, jóven malogrado. Al menos al morir te has llevado contigo todas las ilusiones de la juventud, mientras nosotros solo sentimos aqui abajo los tormentos del corazon y los dolores de los años y de la esperiencia. Cuando se muere á tu edad solo se han recorrido los jardines de la vida. ¡Ay de los que seguimos condenados á vagar errantes por sus desiertos! ¡Que la tierra te sea ligeral

DISCURSO FUNEBRE

A DON JUAN ALVAREZ Y MENDIZABAL.

SEÑORES:

Acabamos de cumplir con un acto religioso, á la vez frecuente y raro. Frecuente, porque nada lo es tanto como traer á esta mansión de duelo á aquellos á quienes la mano de la muerte va borrando del libro de los vivos. Raro, porque pocas veces se traslada desde las poblaciones por estas comitivas fúnebres al hombre público, probo, puro é intachable, que despues de haber tenido en sus manos el poder y la fortuna, los ha dejado sin manchárselas, y ha venido á morir pobre por haber vivido virtuoso. (Bien, bien.) D. Juan Alvarez y Mendizabal, sobre cuyo cadáver se fija en este momento la llorosa mirada de una eterna despedida, nos ofrece ese ejemplo honroso, pero deplorable.

Desde la guerra de la independencia ha estado luchando sin descanso en favor de la patria y de la libertad. A él se han debido esas grandes reformas que no han podido menos de respetar el tiempo y nuestras discordias, reformas, que semejantes á las jigantescas montañas que se avanzan sobre el Océano, han sentido el golpe de las olas sin quebrantarse, y solo han dejado oir, como el lamento indefinible de las playas, los ecos bastar

dos de torpes é injustas murmuraciones. (Muchos aplausos.) Pero aun estas mismas murmuraciones han venido á completar su auréola de gloria: porque, ¡desgraciado de aquel á quien no se combate! su mérito debe ser muy oscuro y muy dudoso, cuando no basta á despertar el ladrido de la envidia y de la maledicencia. (Bien, bien, aplausos repetidos.)

Yo, señores, he compartido en algun tiempo el peso del gobierno con D. Juan Alvarez y Mendizabal, y puedo conocer tambien como cualquiera otro cuánto valia aquella alma candorosa y apasionada, cuánto valia esa cabeza tan fecunda en recursos y ese corazon á la vez de héroe y de niño. (Bien.)

Pero, ¿para qué he de hacer yo su elogio? Hay elogios mudos, que son mil veces mas elocuentes que todos los demás. Mirad ese inmenso pueblo que ha venido en tropel á acompañarle hasta esta morada del descanso; mirad á los que hemos traido las cintas de su féretro; recordad las sentidas palabras que acaba de dejar caer sobre su tumba el lábio elocuente del señor Martinez de la Rosa, y hallareis que las opiniones todas, divididas en el campo de la política, se han unido y hermanado para venir á pagar su tributo á la virtud: á la virtud, que no tiene partidos como no tiene ni pais ni idioma determinado, y que impone el yugo de su autoridad, de su ascendiente y de su prestigio á todos los corazones nobles y generosos. (Bien.)

Mendizabal ha muerto pobre; pero de esa pálida frente se destacan rayos de luz mas brillantes que los que pudieran destallar los alardes y suntuosos trenes de la opulencia.

Los pobres han perdido una mano benéfica que en medio de la estrechez los socorria frecuentemente: los desvalidos han perdido un apoyo y un protector: la patria y la libertad uno de sus mejores hijos y defensores, y nosotros todos un amigo sincero y leal. ¡Qué la tierra le sea ligera, y que à través de la losa que va á cubrir su sepulcro, leamos nosotros y lea la posteridad la última leccion que encierra!

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