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DISCURSO FUNEBRE

AL GENERAL CASTAÑOS,

DUQUE DE BAILEN.

SEÑORES:

Una gran parte de las glorias españolas de este siglo, están encerradas en ese féretro. Triste espectáculo el que se presenta á nuestros ojos para que veamos al hombre, cuyos laureles no cabian en la nacion entera, reducido á tan limitado espacio. Aquello es la vida y esto es la muerte.

Pero de ese féretro salen para nosotros lecciones de lealtad, de independencia, de valor y de heroismo; lecciones de otro género todavia mas consolador, de la humanidad que llora y de la caridad que acude con mano pronta al socorro del desgraciado.

Como guerrero, el general Castaños fué el que en los campos de Bailen disparó el primer cañonazo, cuyos ecos rodando por la Europa estremecida, fueron á perderse en Waterloo. El fué el primero que hirió al coloso, que no pudiendo caer sobre la tierra que sostenia su planta, porque el continente en

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tero no bastaba á sostener el peso de su cuerpo, tuvo que ir á caer en medio de los mares, sobre la roca de Santa Elena. El fué el que apuntaló con la punta de su espada la corona vacilante en las sienes de Fernando, para que despues pasase á las de nuestra augusta Reina. El fué, por último, el que empezó á escribir ese drama, esa brillante epopeya en que hay consignadas tantas hazañas, tantos encuentros, tantos reveses y tantas victorias; pero que tuvo por resultado hundir para siempre al hijo predilecto de la fortuna y del valor, que habia escrito su nombre con rápida y triunfadora mano desde las pirámides de Egipto hasta los muros de Moscow.

Pero yo quiero en este momento apartar mi vista del guerrero, para fijarla en el filósofo, en el hombre de corazon tierno y compasivo, que simpatizaba siempre con las desgracias y que invertia sus horas y sus riquezas en aliviar al infortunio. Apenas ha dejado con qué enterrarse, porque todo lo daba á los pobres, á quienes miraba como sus hermanos. Esta es la verdadera religion, fecunda, consoladora, grata á los ojos de Dios, pues que hace el bien de todos sus hijos. Este ha sido el general Castaños. ¡Que la tierra le sea ligera, y que el reconocimiento, la admiracion á sus virtudes dure tanto en los pechos españoles, como durará su nombre á través de las edades!

MIS HORAS DE RECUERDOS.

INTRODUCCION.

Yo he pensado y sufrido mucho durante mi vida, y no pocas veces he intentado en mi juventud trasladar al papel lo que pensaba y sentia. Bien pronto quedaba convencido de la inutilidad de mis esfuerzos, porque el pensamiento y el sentimiento pasan rápidos sin dejar huella como el vuelo de un pájaro; son el sonido de una cuerda, poderoso ó rudo, que muere al instante en el espacio, sin que quede en pos de él mas que un recuerdo débil ó melancólico. No me abatia, pues, el triste resultado de mis tentativas. Solo veia en él la triste realidad de aquellas palabras de un poeta contemporáneo.-¿Escribe, por ventura, el viento lo que canta en las hojas sonoras de los árboles? ¿Escribe el mar los gemidos de sus playas? Nada de lo que hay escrito es bello. Lo mas divino que contiene el corazon del hombre, no sale jamás de él. El instrumento es de carne; la nota es de fuego. ¿Qué quereis hacerle? Entre lo que se siente y se espresa hay la misma distancia que entre el alma y las veinte y cuatro letras de un alfabeto, es decir, lo infinito. ¿Quereis producir con una flauta de caña la armonía de las esferas?-Esta observacion me convencia y me consolaba á la vez. Arrojaba la pluma, rompia el papel, y volvia á entregarme á mi habitual tristeza meditativa.

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Pero con la edad cambian las disposiciones y hasta las creencias del alma. En años mas adelantados, ganan las impresiones en profundidad, lo que pierden en rapidez y viveza, y es mas fácil apoderarse del pensamiento, porque la imaginacion, como el pulso, caminan mas lentamente; vénse tambien mas claras las cosas, así como se distinguen mejor los objetos al rayo de tibia luz de una tarde callada y apacible, que en medio de la tempestad de la mañana en que las nubes descienden hasta las ramas del bosque, y ruedan en torbellinos con el soplo bramador del viento. En esta situacion de sombría calma, siente el hombre la necesidad de escribir, tal vez porque quiere dejar trás de sí algo que recuerde su existencia; tal vez porque desea poder comparar cada año la dolorosa decadencia de sus facultades, como miramos descender un globo que abate su movimiento hácia la tierra, porque le vá faltando el gas que lo sostenia У elevaba. En medio de una generacion que bulle y se agita, pero que ya no es la nuestra; estraños á todos los placeres; sin las ilusiones que han ido arrancando del corazon los dias y los desengaños; sin amores, que son el mas dulce entretenimiento de la vida; sin odios que ocupen y conmuevan el alma, nuestra existencia moral se mueve en el vacío, y busca la sencilla distraccion de ir poniendo algunos registros en los archivos de la me-moria. Hé aquí lo que me ha movido á recoger las ideas que han cruzado por mi cabeza en momentos dados, lo cual me proporciona un entretenimiento solitario, que no debe desperdiciarse en una época en que la vida no es mas que un perpétuo bostezo. Nuestros destinos parecen enclavados; la política duerme, ó á lo mas marcha por los carriles que le han trazado los hombres que la dirigen; nadie ó pocos piensan entre nosotros en ese porvenir que nos aguarda, y hacia el cual se abalanzan todos los pueblos; el siglo es de placeres ruidosos, con que yo no simpatizo, y por eso me refugio á mi soledad y escribo.

TOMO VI.

7

MIS HORAS DE RECUERDOS.

Nuestro saber consiste en acordarnos; es la máxima de Pitágoras y de todos los filósofos que han creido en la transmigracion. Mas ellos la ponian en la cuna del hombre, y yo la pongo al lado de su sepulcro. A cierta edad no vivimos mas que de nuestros recuerdos; y esta edad no se mide por los dias acumulados sobre nuestras cabezas, sino por las esperiencias dolorosas, por los sinsabores y desengaños que tejen y destruyen la vida á la vez.

El hombre cuando llega á ese estado de vejez natural ó prematura, vuelve maquinalmente su vista sobre lo pasado. Se parece al caminante que está para concluir un largo viaje, y que emplea las horas de insomnio y de cansancio en recorrer con su memoria todos los sitios por donde pasó. Este entretenimiento silencioso vá por lo regular acompañado de los quejidos del dolor. Nuestra existencia remeda el movimiento del mar. La juventud se lanza sobre el horizonte que la rodea, como las olas avanzan sobre las costas que señalan su cárcel. La edad madura por el contrario sigue un impulso de concentracion, exhalando un acento lastimero, como esas mismas olas retroceden, despues de haber dejado oir sobre las rocas un sordo mugido, que se asemeja al estertor del leon aplanado por la fiebre.

¡Feliz todavía el que en la soledad del corazon, en la region de los recuerdos, pueda distinguir con claridad los objetos que no acertó á comprender en la fascinacion ó en la velocidad de su tránsito! Siempre la actualidad está rodeada de sombras, y la vida es un fanal que solo arroja su luz sobre lo pasado. Yo quiero aprovechar esa luz para darme cuenta á mí mismo de las escenas á que he asistido como espectador ó como protagonista; y que si entonces veia con los ojos de la ilusion,

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