Imágenes de páginas
PDF
EPUB

hoy miro solo en su desconsoladora realidad. Mi infancia, mi juventud y mi vida política, forman los tres puntos salientes que llaman mas poderosamente mis recuerdos. Mi trabajo participará á la vez de ligero y concienzudo, de alegría y de tristeza, de flores y de espinas, segun lo vario y encontrado de unas épocas que han venido á dejar á mi espalda nada menos que cerca de medio siglo. Medio siglo de perpétua agitacion, de revueltas, de trasformaciones, de verdades conquistadas, de errores que las han ahogado. Medio siglo perdido para mí, pero por fortuna no perdido para la humanidad.

La humanidad se perfecciona en medio de tantos giros y vicisitudes, y construye su espléndido monumento hasta con las ruinas que vá amontonando el génio del mal. Desde la oscuridad que nos rodea, vemos mejor la luz que brilla en lontananza, y esa luz debe ser para nosotros lo que la antorcha que guió á Colon á un mundo desconocido. La política es una religion, y la fé es la primera de sus virtudes. Esperar y trabajar es el destino del hombre, y nunca lo frustra sino cuando se entrega al desaliento ó al letargo. Un siglo en la vida de las naciones es infinitamente menos que un instante en la vida de los individuos. Las grandes obras piden mucho tiempo, y ninguna obra tan grande como la perfeccion de las sociedades humanas.

Solo siento tener que emplear mis horas en recorrer un espacio por donde yo no he de volver á pasar, cuando necesitaba invertirlas en cuidar del presente y del porvenir. Pero mi presente tiene poco de agradable; mi porvenir se me presenta sombrío, y uno y otro rechazan al pensamiento, que no se ceba sino en las perspectivas mágicas, ó por lo menos consoladoras. ¿Ni quién tendrá la presuncion de interrogar al tiempo ni de querer levantar el velo que cubre sus arcanos? El tiempo marcha ahora mas rápidamente que otras veces, y cada uno de sus pasos renueva la faz del mundo. El tiempo debe ser tambien nuestro colaborador y nuestra esperanza.

Pero un recuerdo no es mas que el pájaro que huye, la exhalacion que pasa, cuando no le acompaña el trabajo de la re

flexion. Nuestro pensamiento no debe contentarse con asistir á un panorama, cuyas figuras se deslicen rápidas y mudas á nuestra vista, sin darnos la menor esplicacion. No: yo quiero invocar la memoria, no solo sobre los hechos, sino tambien con la importancia que les dá la filosofía. Quiero levantar el paño que cubre el cuadro que ya ví, para que de nuevo se me ofrezca por entero con todo su contorno, con todas sus proporciones y con todo su colorido. Quiero, en una palabra, evocar las ideas en todo su conjunto y en todas sus relaciones.

[ocr errors]

Dificil seria definir el género de este trabajo. No es rigorosamente histórico, porque no tendrá la fisonomía severa ni el lenguaje cortado de la historia. No será de biografias, porque no descenderá á pormenores. No será filosófico, porque no tendrá ni el tono ni la difusion de las demostraciones científicas. Carecerá por lo tanto del mérito que pueden tener en sí cada uno de estos géneros, pero en cambio tendrá otro, que será el de la verdad.

Conozco todas las dificultades de mi empeño. Tener que hablar de sí mismo y de los demás, espone de una parte al riesgo de incurrir en pedantería y acaso en el ridículo, y de otra el inconveniente de confundir la línea de la discusion con la del agravio.

Yo espero, sin embargo, no tocar en ninguno de estos escollos. Hablaré solo de mí, como punto de partida para fijar los hechos, ó para presentar las observaciones. Respecto á los demás, para llamar á juicio sus teorías, para analizar sus principios y para combatir sus sistemas, no necesito dar nombres, ni invadir el sagrado de las personas. El exámen filosófico no es ciertamente la sátira.

Una cosa me queda que advertir. El que busque erudicion, que no lea este entretenimiento.

Antes de tomar la pluma, he cerrado todos mis libros, porque solo quiero que hablen en él mi memoria y mi corazon.

LA INFANCIA.

La infancia es el jardin de la vida. Se mece entre flores; tiene delante de sí un horizonte de púrpura, y es feliz porque no conoce todavia los dolores del corazon. Para ella no hay pasado ni futuro; vive solo en lo presente, y su presente es dichoso porque no lo pueden acibarar ni el temor ni el presentimiento. Se desliza como la adelfa que lleva el arroyo entre sus bullidoras aguas, y que besa sin cesar la arena de sus márgenes. La vida del hombre en esta edad, es el sueño del paraiso.

¡Dichosos dias aquellos en que se goza y no se padece, y en que se goza sin acordarse siquiera del precio de los placeres! Para turbar la dicha de un niño, se necesita ser un malvado. Un ser tan inofensivo, tanta pureza en el alma, tanto candor en los pensamientos, tanta inocencia en el corazon, merecen bien que respetemos una ventura que bien pronto se lleva el tiempo.

Pero la vida del ser vegetativo y oscuro, no es la vida del ciudadano. La de aquel es para sí solo; la de este debe ser para su patria. La educacion debe apoderarse de nosotros desde los primeros años; y nada mas profundo que el dicho de aquel sábio, á quien preguntando qué debia enseñarse á los niños, respondió: Lo que deben hacer cuando sean hombres.

¿Pero son por ventura acertados en esta parte nuestros sistemas? Creo que no, porque desconfio de todo lo que no está de acuerdo con la marcha de la naturaleza. Nuestros prohombres, con ese aire de magisterio que solo puede dar la infalibilidad, han sobrecargado á la infancia con una multitud de estudios que esceden en mucho al alcance de su comprension. La lengua de Tácito, la historia con todas sus épocas y con todas sus citas, las matemáticas y otras varias materias no menos difíciles y compli

cadas, son los juguetes que se dan á una edad incapaz de reflexion y detenimiento. La naturaleza lleva otra marcha, y seria á mi entender preferible que á ella nos acomodáramos. Lo primero que se desarrolla en nosotros son los sentidos; despues la memoria; luego la imaginacion, y por último el juicio. Dése, pues, à la primera edad el estudio de las cosas que hieren los sentidos mas inmediatamente, como la geografía y otras de igual índole; á la segunda las ciencias de nomenclatura, como son los idiomas, la botánica, y si se quiere las nociones filosóficas; á la tercera la poesía y bellas letras, y á la cuarta por fin las ciencias mas abstractas y las matemáticas. Estas piden mucha robustez en el entendimiento, y no deben anticiparse, si se quiere que en ellas se trabaje con provecho. Segun esta observacion, se deberia acabar por donde ahora se empieza. Por una inversion de órden, nuestra infancia es el ensayo del resto de nuestra vida. Empezamos á padecer desde que empezamos á estudiar.

Respecto á mí, hubiera sido de todo punto inútil esta polémica. Mi infancia se dividió completamente entre el ocic y los juegos de la niñez. Nacido en un pueblo donde no encontraba ni estímulos ni ejemplos, con tendencias ligeras é inconstantes que me hacian resistir el freno y no convenirme con ninguna ocupacion; y aprovechando la indulgencia tal vez de olvido con que se me trataba, era ya muy crecido cuando ni siquiera conocia el alfabeto. Ahora que puedo ser mas imparcial, conozco que nunca hacia nada bueno, y que tal vez esta fuese la razon plausible que tuvieron mis padres para tolerar mi ociosidad. Ello es que con no poco trabajo lograron que aprendiera á leer pasablemente y á trazar algunos caractéres ininteligibles, que eran á la vez líneas de la ciencia cabalística, taquigrafia y solfa todo menos letras. Me embebia haciendo cometas y echándolas á volar por los aires; y si entonces se me hubiese dicho que habia de emborronar tanto papel mas adelante con las defensas del foro y con los debates del parlamento, me hubiera alegrado mucho, pensando en tanto caudal de cartapa

cios con que podria fabricar mi diversion. El pais ofrecia pocas proporciones de aprender, y yo las desaprovechaba muy alegremente. Me destinaban á militar, y yo creia entonces que para ser militar bastaba con saber destruir, sin aprender á crear.

Con tan buenas disposiciones pasé á la gramática latina, en que no hice mas progresos por causas independientes de mi voluntad; y ya en la necesidad de salir al mundo y de empezar otros estudios, me hallé frente à frente con mi absoluta ignorancia, y en la precision de trabajar, si no queria esponerme á un contínuo sonrojo y á un continuo ridículo. Esta consideracion fué para mi decisiva. Esperaba y queria, y la esperanza y la voluntad son casi todo para hacer las cosas.

En medio de tantos obstáculos yo contaba con una ventaja, cuyo precio pude conocer bien pronto. Una circunstancia que hubiera podido serme contraria', habia venido à favorecerme. Habia vivido mucho tiempo en el campo casi abandonado á mí mismo. La soledad es un gran maestro, y en ella habian empezado á desarrollarse todas mis facultades. Todavia no acertaba á leer en el libro de la escuela, pero empezaba á deletrear en el gran libro de los cielos: leia en el soplo del huracan, en los gemidos del viento, en el suave beso de las auras, en el murmullo del arroyo, en el canto de las aves y en los quebrados suspiros que partian de entre las ramas de los árboles. Mi alma quedaba absorta y extasiada ante el cuadro de tan espléndidas maravillas, y se afanaba por encontrar el secreto de tantos prodigios y de tanta armonía. Si esto no era ya el pensamiento, era al menos la feliz preparacion que conduce á él.

Pero acaso no se hubiera desarrollado en mi esta anhelacion creadora, si mi corazon no hubiera estado preparado por la mano de mi madre. Mi madre tenia á la vez talento, piedad é instruccion. Una madre es siempre el mejor preceptor para sus hijós. Tal vez no podrá enseñarles á pensar, pero les enseñará á sentir, y el sentimiento es todo en la vida. Es el alma del corazon, la fuente de las emociones, el resorte que nos lanza á regiones elevadas é innotas, el manantial inagotable de todo lo

« AnteriorContinuar »