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D. JUAN PADILLA.

I.

E

L dia 16 de abril de 1520, la hermosa ciudad asentada sobre una alta roca de siete cerros que ciñe en ancho rodeo el celebrado Tajo del Oriente al Occidente, la primada de la iglesia, la córte de cien reyes, el mas bello tesoro de la arquitectura. Toledo, la imperial, se ostentaba enchida de la animacion mas misteriosa. Numerosos grupos recorrian sus revueltas y estrechas calles, y en los vivos ademanes de los muchachos, en los enérgicos jestos de las mugeres, y en la imponente y severa mirada de los adultos, se advertia la proximidad de algun grande acontecimiento, de una revolucion quizá grande y deseada, cuanta mayor era la confianza que se demostraba por todas partes, abiertas las tiendas y los talleres, y poblados los balcones. De repente el grave y amenazador silencio que hasta entonces habia reinado, fué interrumpido por una entusiasta y general esclamacion.-Viva

Padilla.

Acababa de abandonar su casa en trage de camino, y seguido de algunos criados, un hombre como hasta de treinta años, de apuesto continente y penetrante mirada, una de esas miradas que fascinan y atraen á la multitud; y al vislumbrar esta su partida, detuvo los caballos, se apoderó de su persona, y entre los gritos de viva Padilla, mueran los flamencos, le conducen á la iglesia mayor, metiéndole en una capilla juntamente con los regidores Gonzalo Gaitan, Pedro Ayala y otros varios. La señal de insurreccion está dada desde este instante. Cansado el pueblo de sufrir afrentas y devorar amarguras, se levanta á castigar sus opresores, y el designado ministro de su venganza es Padila,

Hijo de D. Pedro Lopez Padilla y hermano de D. García, eminente letrado y uno de los caballeros de mas valia en la córte, se habia dedicado á la carrera de las armas, ganoso de tanta prez como habia adquirido su padre en el reinado de los reyes Católicos; siendo nombrado capitan de gente de armas de S. M. por real cédula fecha en Zaragoza el 22 de agosto de 1518 (1); mas lo avanzado de sus ideas, y el patriótico lenguaje que manifestaba en todas partes," condenando los desafueros que se iban cometiendo, le obligaron á retirarse á su patria, donde con las caricias de su noble esposa doña María de Pacheco, hija del conde de Tendilla, marqués de Mondejar, amenguó el sentimiento que tenia su alma al ver la embrave

(1) En la coleccion de documentos inéditos que con tanto celo publican para la ilustracion de la historia los señores D. Martin Fernandez Navarrete, D. Miguel Salvá y D. Pedro Sainz de Baranda individuos de la Academia de la Historia, se lee un despacho copiado del original, que existe en Simancas, y dice asi: «Nos la Reina é el Rey su hijo hacemos saver á vos los nuestros contadores mayores, que nuestra merced é voluntad es de tomar é recibir por nuestro capitan de jente de armas á Juan de Padilla, bijo de Pero Lopez de Padilla nuestro capitan, por cuanto el nos lo envió á pedir por merced é acatando sus servicios, lo habemos tenido por bien é que halla é tenga de nos por salario por nuestro capitan en todo un año con el dicho oficio otros tantos maravedis como el dicho Pero Lopez de Padilla su padre tenia porque vos mandamos que lo pongades asentades asi en los nuestros libros de sueldo que vosotros teneis é quitades al dicho Pero Lopez de Padilla el asiento que en ellos tiene con el dicho oficio para que no goce de el desde el dia de la fecha de nuestro albala, é librades al dicho Juan de Padilla los dichos maravedis, desde el dia de la fecha de este nuestro albala é dende en adelante en cada un año segun é como é cuando libraredes á los otros nuestros capitanes de jente de armas que á nos tienen é asentad el traslado de este nuestro albala en los dichos libros é sobrescripto é librado de vosotros este original tornad al dicho Juan de Padilla para que lo tenga, por virtud del cual mandamos que le sean guardadas las honras, gracías y mercedes, franquezas é libertades que se han guardado é deben ser guardadas á los otros nuestros capitanes é jentes de armas é non fagades ende el fecha de Zaragoza á 22 dias del mes de agosto de mil é quinientos diez y ooho. Yo el Rey. Yo Bartolomé Ruiz de Castañeda, secretario de la Reina é del Rey su hijo nuestros señores, lo fice escribir por su mandado.

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cida tormenta que se habia ido formando en derredor del suelo español, amenazando convertir en estéril páramo el delicioso jardin. Reunidas las dos coronas de Aragon y Castilla; espulsados los moriscos del pais; descubierto un nuevo mundo y conquistada la Italia, una era de gloria y felicidad se abria á todos los españoles, máxime cuando el gobierno de ambos augustos esposos era tan sabio y tan desinteresado: por desgracia Isabel I bajó al sepulcro, y los reinos de Castilla pasaron á su hija Doña Juana, conocida con el sobrenombre de la Loca, casada con D. Felipe de Austria, hijo del emperador Maximiliano I, el cual habia mostrado siempre muy poca aficion á su esposa y á la España, manteniéndose distante de los dos objetos. Reconocida la incapacidad de su hija, y en virtud del testamento de ́su muger, que en una de sus cláusulas decia: «Ordeno y mando que cada y cuando la dicha princesa mi hija no estuviere en estos mis reinos, ó estando en ellos no pudiese ó no quisiese entender en la gobernacion de ellos, el Rey mi señor los rija y administre y gobierne por la susodicha mi hija, hasta tanto que el infante D. Cárlos mi nieto, hijo primogénito, beredero de los dichos príncipes, sea de edad cumplida, á lo menos 20 años.» (1)

Empuñó D. Fernando las riendas del gobierno, que pareciendo pesadas á muchos, se rebelaron llamando á 1. Felipe. En vano fué que aquel tratára de evitarla; solo, y abandonado de casi todos sus servidores hubo de ceder; y tras una ceremoniosa y reservada entrevista, se retiró á Aragon casándose con Germana de Foix, halagado de la esperanza de separar su corona de la de Castilla ; mas el nuevo rey de esta gozó breve tiempo de su poderio, arrebatándole la muerte en lo mas florido de su vida, cuyo terrible golpe acabó de quebrantar la razon de su esposa sepultándose en un cláustro de Tordesillas. Dejaba seis hijos, D. Cárlos, D. Fernando, Doña Leonor, Doña María, Doña Isabel y Doña Catalina, emperadores los dos primeros, y reinas las cuatro últimas; y como el mayor contase apenas ocho años, volvió D. Fernando á encargarse del mando hasta su muerte en que ya su nieto contaba diez y seis. Aun pasó un año sin que este viniese á recoger la herencia materna que tan sábiamente conservaba el cardenal Jimenez de Cisneros, hombre verdaderamente insigne y digno de toda consideracion. Por fin Cárlos desembarcó en España, con una numerosa y estranjera córte com

(1) Copia del testamento de Doña Isabel la Católica existente en la Biblioteca del Escoríal al fin de un códice que contiene la historia de los Reyes Católicos por Hernando del Pulgar.

puesta en gran parte de flamencos, cuya indole comercial y avarienta se desarrolló desgraciadamente siguiendo las huellas dc su padre; les dió los mejores destinos, autorizó sus rapiñas, dejó impunes sus delitos; y para decirlo de una vez, les abandonó el caballeroso pais tan lleno de honor y valentía. Guillermo de Croy sucedió á Cisneros en la silla de Toledo; Adriano, dean de Lovayna, se sentó en la de Tortosa; Bartolomé Marliano ocupó la de Tuy; Servando Martino la de Valencia; Xevres fué nombrado ministro, y Marliano Gatinara canciller. Los dos últimos fueron los encargados de apoderarse de toda clase de tesoros, favoreciendo aquel á los partidarios de D. Felipe, y este á los de D. Fernando: daba al mejor postor los obispados, corregimientos capitanías y demas dignidades, en términos que Xevres sacó en pocos años por Barcelona 750 cuentos de oro; por la Coruña 950, y por otras partes 800: total dos millones quinientos mil cuentos de oro que le ponian á la altura de los mas ricos monarcas de Europa, siendo tanta su privanza que como dice acertadamente Sandobal, cronista del emperador y nada sospechoso, mas parecía ser Xevres el Rey, y el Rey su hijo, que no ser Xevres vasallo y criado como lo era; no habiendo puerta ni oido en el reino mas de para quien Xevres queria. Era comun proverbio llamar el flamenco al español, mi indio, y decian la verdad; porque los españoles daban tanto oro á los flamencos como los indios á los españoles; y llegó á tanta rotura y publicidad, que se cantaba por las calles :

Doblon de á dos norabuena estedes

Pues con vos non topo Xevrer.

Los grandes, des atendidos y despreciados, abandonaron la córte; el clero perjudicado en sus beneficios amonestó al pueblo; y este que veía aumentar cada instante su miseria, increpaba las actos del gobierno, alegando que el Rey no podia dirigir las riendas del Estado mientras viviese su madre que era la Reina propietaría. Todas las ciudades donde el espíritu municipal estaba mas desarrollado se quejaron mas enérgicamente que otras, hablando con valentia, y haciendo aprestos para una lucha que todos deseaban, y ninguno se atrevia á emprender, mayormente cuando el enemigo era dueño de Aragon, Nápoles, Sicilia, Castilla, Leon, Navarra, Paises-Bajos, Franco Condado, Borgoña y Austria casi la mitad de Europa; in embargo en todas ellas habia patricios que osaban contrarestar tanta pujanza, y á su frente en Toledo se habia señalado el jóven Padilla en mas de una ocasion.

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