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caida se apoderaron dé él desarmándole y llevándolo á una ermita cercana donde iban depositando los prisioneros para sacarle luego á reunirlo á su primo D. Pedro Bravo y Padilla que habian tenido la misma suerte en recompensa de su arrojo, conduciéndolos à la fortaleza de Villalon, alli inmediata, donde pasaron la noche.

Al dia siguiente los gobernadores mandaron al comendador mayor D. Pedro de la Cueva que trasladase los prisioneros á Villalar, menos á Francisco Maldonado que debia ir preso á la fortaleza de Tordesillas como menos culpable que D. Pedro, por ser este el gefe principal de la gente de Salamanca. Dióse el encargo de que lo condujera un tal Balmaseda, teniente de la compañia que mandaba Diego Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, y al tiempo que lo sacaba para su destino, acertó á pasar un principal caballero, y viéndole tan mal tratado y desnudo, pues los soldados le habian despojado de cuanto llevaba, lastimado llegó á hablarle, dándole el pésame de su trabajo, y ofreciéndole cuánto pudiera servirle.

-Yo agradezco como es justo vuestra fineza, contestó Maldonado: no me pesa de mi trabajo, porque á esto me espuse al emprender la guerra, ni me pesará la muerte venida por sustentar tan noble causa; solo me lastima la desnudez en que me han puesto, y de buen grado aceptaria vuestros ofrecimientos en poder proporcionarme alguna ropa y dinero, y en mandar un criado al doctor de la reina, mi suegro, á fin de hacerle saber lo que me pasa, y venga á dar algun remedio á este negocio.

Disponíase el caballero á cumplir los deseos del infortunado joven, cuando llegó el general de los Dominicos y le dijo que los gobernadores mandaban volver á Francisco Maldonado para degollarle (1) tambien, llevándoselo en consecuencia de haber perdonado á su primo Pedro Maldonado, no mostró ninguna afliccion en el semblante; estrechó vivamente la mano del caballero, encargándole consolara á su esposa, y siguió al general de los Dominicos donde estaban las otras dos víctimas. Su resignacion y entereza no vacilaron ni un solo instante sin mostrar la valerosa exaltacion de Bravo ni la

(4) Fr. Prudencio Sandoval refiere este suceso con la mayor candidez é imparcialidad en medio de su pasion por los partidarios del emperador, dice que el conde de Benavente, habiendo hablado con los gobernadores, les pidió eficazmente no degollasen á D. Pedro Maldonado en su presencia, porque era su sobrino, y recibiria de ello grande afrenta; y tomando estos en cuenta los servicios prestados por el conde, tuvieron á bien acceder á su súplica; empero como se habia divulgado que habian de degollar al D. Pedro, y ya no se hacia, acordaron de degollar en su lugar á Francisco Maldonado.

conformidad evangélica de Padilla manifestaba toda la santa fé y hermosa conviccion del que muere satisfecho por una honrosa causa; su corazon tuvo que partirse dos veces antes de entregar la cabeza al imperio de la fatal cuchilla viendo rodar las de sus compañeros, y cuando llegó su vez no pudo menos de esclamar: Ya era hora. Enterrado en una mezquina sepultura de Villalar, no ha merecido ni una inscripcion ni un recuerdo de su patria: funesta suerte de los grandes hombres y de los que se sacrifican por el bien general.

Parece ser, segun noticias fidedignas que han llegado á nuestras manos, comunicadas por algunas personas entendidas de aquella poblacion, que en el año de 1822 cuando la enseña de los libres ondeaba en todos los puntos de la península sin que fuera un delito aclamarla ni mucho menos temer el enojo de la potestad real por haberla voluntariamente jurado el monarca, se nombró una comision para que estrajera del cementerio de Villalar los huesos de los gloriosos fundadores y defensores de los derechos del pueblo. Llegados los individuos que la componian al lugar de su mision, se hallaron en el terrible compromiso de no poder llenar su cometido por cuanto los cuerpos de Maldodado y demas compañeros mártires se habian enterrado juntos con todos cuantos fallecieron en el pueblo desde aquella época, siendo enteramente irrealizable y ridículo dar ningun paso sin pecar en un engaño: sin embargo, un médico inas entusiasta que otros por llevar á cabo la empresa que se les habia confiado persuadió á los otros á que intentaran algun medio, y mandadas hacer escavaciones, se reconocieron escrupulosamente todos los cráneos, trabajo ímprobo, digno solo de llevarse á cabo por un pecho liberal, hallando al fin con gran satisfaccion dos de ellos atravesados como por un garfio del cuello á la cabeza, y examinando escrupulosamente las escarpias de aquel tiempo con la forma del agujero que se veia, resultaron iguales, deduciéndose debian ser de dos comuneros, por cuanto despues de cortadas las cabezas de Padilla, Maldonado y Bravo, las colgaron de tres escarpias para esponerlas al público por espacio de tres dias. Siendo no mas dos cráneos los estraidos y faltando uno, fue imposible nombrar á quien pertenecian por mas que se hicieron estudios frenológicos para encontrar en ellos las cualidades con que adorna la historia á cada uno de los tres mártires. En su consecuencia la comision se disolvió sin haber podido cumplir su encargo, haciendo sin embargo construir una decente sepultura donde se depositaron los restos hallados cubriéndolos con una losa y escribiendo encima de ella

una modesta inscripcion, que en resúmen decia estaban enterrados dos de los comuneros que en Villalar dieron su vida por defender las libertades patrias.

La jóven esposa de Francisco Maldonado no bien llegaron á sus oidos los ecos de là infausta nueva que fuera bien pronto por ser ley de las grandes desgracias esparcirse con la velocidad del águila mas ligera, abandonó una ciudad que el obispo Bobadilla encaminaba á una completa reaccion, y en donde estaria espuesta al menos los primeros momentos de la espansion realista, y buscó un refugio al lado de su padre en Tordesillas que seguia siendo el doctor de la reina doña Juana, á pesar de las avanzadas ideas de su yerno, merced á su talento y á sus virtudes, y alli colocada al servicio á esta princesa, pudo mitigar un tanto su amarga pena viendo ante si otra afliccion mas grande, el enojo mayor que pudo Dios descargar sobre sus criaturas cual es la locura. Entre su padre y la desgraciada niña veia deslizar sus dias en una dulce cuanto agradable melancofía llena de uncion y esperanza religiosa, creyendo que todos los años de su existencia correrian lo mismo: empero un cruel destino pesaba sobre todos los hombres esforzados que haciendo el sacrificio de sus vidas y de sus intereses, habian desafiado el poder de los tiranos, y este destino que habia alcanzado á todos ellos se trasmitió á sus familias con prósperos resultados, porque la muger de Maldonado hubo de abandonar la sosegada villa tornando á su ciudad natal tras de un año de continuos sufrimientos que la causaron las orgullosas monjas Sanjuanistas, en cuyo convento habitaba doña Juana y su servidumbre, y que con sus aristocráticos modales la echaban en cara á cada instante su cualidad de comunera y su condicion plebeya, despreciándola é inculpando sus acciones y sentimientos en público, á tal estremo que el superior del convento hubó de ordenarla su pronta salida para conservar íntegra y sin mancha la pureza del santo convento, que segun decia la abadesa, turbaba ella con sus mundanas palabras y artificiosos llantos. Entonces pidió tambien su padre el retiro, y ambos á dos regresaron á Salamanca, que habiéndose sosegado por el celo é influencia de Bobadilla, los acogió cariñosamente dejándoles gozar de una vida retirada y tranquila.

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